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Dlemians y el Reino de las pesadillas
Dlemians y el Reino de las pesadillas
Dlemians y el Reino de las pesadillas
Libro electrónico353 páginas4 horas

Dlemians y el Reino de las pesadillas

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Información de este libro electrónico

Descubre que con ellos nada es imposible.
Yvaine no es una chica normal, puesto que tiene un don especial. Ella ha sido la elegida para salvar el mundo de los Dlemians y todos sus océanos. Se adentrará en un mundo mágico, lleno de aventuras y peligros. Tanto en el Reino de los Dlemians como en el planeta Dheshos tendrá que pasar por cinco peligrosas pruebas, arriesgando su vida en cada una de ellas, para así obtener las cinco esferas mágicas. 

Por último, deberá ir al Reino de las Pesadillas y enfrentarse a Codwravil, el ser más maligno de todos los mares. Sumérgete en su fantástico mundo y descubre que con ellos nada es imposible.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 jul 2023
ISBN9788419613943
Dlemians y el Reino de las pesadillas
Autor

Scheherezade Molero Fernández

Scheherezade Molero (1985), Huelva, creadora del fantástico universo de los dlemians, nos brinda su primera obra, llena de fantasía, aventuras e intriga. La autora inicia así su andadura literaria por el mundo de la ficción, la cual no le es ajena al ser una asidua de dicho contenido a lo largo de toda su vida. Esto mismo la inspiró a crear su propia historia llena de detalles y elementos totalmente originales y cautivantes. Este libro fue escrito a lo largo de varios años de duro trabajo, en los cuales se hizo gala de una increíble imaginación, y de no un menos gran esfuerzo para crear todo el mundo que lo compone.

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    Dlemians y el Reino de las pesadillas - Scheherezade Molero Fernández

    Dlemians y el Reino de las pesadillas

    Scheherezade Molero Fernández

    Dlemians y el Reino de las pesadillas

    Scheherezade Molero Fernández

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © Scheherezade Molero Fernández, 2023

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    Obra publicada por el sello Universo de Letras

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2023

    ISBN: 9788419613493

    ISBN eBook: 9788419613943

    El encuentro

    Dicen que lo más sencillo es contar una historia desde el principio, y eso es lo que intentaré hacer. Nada de aquello fue sencillo, no para mí. Un principio dentro de otro principio. Puede resultar confuso, pero todo lo que me sucedió fue difícil de entender.

    Mi nombre es Yvaine, tengo treinta y dos años. Soy bióloga marina y vivo en Inveraray, (Escocia). Mis padres adoptivos me encontraron por los alrededores de las Cuevas de Waitomo durante sus vacaciones. Todo sucedió una mañana de primavera. Ese día mi madre salió de la cueva junto a mi padre, cuando al lejos vieron algo que se movía. Los dos se acercaron porque no podían creer lo que estaban viendo. Vieron a un bebé de tres años sentado en la hierba, sólo y sin nadie más. Ninguno de ellos podía creer que hubiese un bebé en aquel lugar.

    —¿Quién ha podido dejarte aquí? —dijo mi madre con voz triste—. Es una niña preciosa Logan, debemos averiguar si alguien la abandonó.

    —¿Qué es esto? —preguntó mi madre extrañada. Yo tenía una bolsa de yute junto a mí.

    —Parece que hay algo dentro Brenda.

    Cuando movieron la bolsa salió un herrerillo común y se posó en mi hombro. Los dos miraron con asombro como el pájaro no se separaba de mí. Intentaron ahuyentarlo de mil maneras pero fue imposible, era inseparable.

    —Brenda: Bueno… Parece ser que no hay forma… El herrerillo no quiere irse.

    Extrañados no tuvieron más remedio que dejarlo sobre mi hombro.

    —Logan: Es muy curioso, nunca he visto nada igual. Ya que no quiere alejarse de la niña…nos lo llevaremos también con nosotros.

    No podían dejarme allí, así que me llevaron de vuelta al hotel. Mientras mi madre se quedaba conmigo para ver si podía lavarme y abrigarme, mi padre se fue al pueblo para buscar a las autoridades e informarse si habían denunciado la desaparición de alguna niña en las últimas semanas o se sabía algo que pudiera arrojar algo de luz sobre mi procedencia. De paso pensaba traer de la tienda algo de comida apta para mí.

    Pasaron los días, los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Al ver que nadie sabía nada sobre mí, decidieron adoptarme y me cuidaron como si fuera su propia hija.

    —Brenda: ¿No te parece muy extraño todo esto? Una niña tan pequeña y en aquel lugar…

    —Logan: Yo pienso que es un regalo del cielo. Es una bendición tener una niña tan preciosa como esta. Lo único que me extraña, es que ese herrerillo no se separe de ella ni un solo segundo.

    —Brenda: ¿Qué nombre le pondremos?

    —Logan: Se llamará Yvaine.

    Mi padre era arqueólogo subacuático, tenía cuarenta y un años, era muy inteligente y amaba su trabajo. De constitución delgada, con ojos azules y pelo oscuro.

    Mi madre era geóloga, tenía treinta y seis años, una figura esbelta, el cabello rubio y ojos avellana.

    Y en cuanto a mí, tengo ojos verdes y el cabello rubio dorado.

    Los tres vivíamos en una gran casa, muy bien equipada. Teníamos un enorme jardín y un perro collie llamado Scuti.

    Recuerdo la primera vez que llegamos a casa y ambos quedaron muy asombrados. Scuti estaba en la entrada sin ladrarme.

    El perro me olió a mí y al herrerillo. Luego se sentó a mi lado en el jardín. Permanecía quieto sin dejar de mirarme, pero a la vez alegre.

    —Logan: Qué raro, se comporta como si la conociese de toda la vida.

    —Brenda: De alguna manera parece ser que tiene una conexión con los animales, cariño.

    —Logan: Eso está claro, será una niña muy especial.

    Mi infancia fue maravillosa, ya que ellos nunca discutían y pasábamos todo el tiempo que podíamos juntos.

    A mis padres les gustaba todo lo relacionado con el mundo marino y las especies acuáticas.

    Varios meses después y debido a que mis padres trabajaban mucho, tuvieron que recurrir a mis abuelos para que se ocuparan de mí el tiempo que ellos pasaban fuera.

    Estos aún no sabían de mi existencia, puesto que mis padres habían llevado el tema de mi adopción con suma discreción, y aún no les habían contado nada a mis abuelos, a los que no veían desde hace un tiempo, con el pretexto de estar trabajando fuera.

    Finalmente no pudieron ocultarlo durante más tiempo, y consideraron que era el momento adecuado para darme a conocer.

    —Brenda: Cariño mañana tenemos que ir a Londres a la conferencia de la que te hablé, y estaremos fuera unos días, tal vez una semana. Hay que hablar con tus padres y contárselo. Alguien tiene que quedarse con la niña, y de todas formas ya va siendo hora de que lo sepan.

    —Logan: Creo que tienes razón. Seguro que están encantados de conocer a su nieta.

    Mi madre llamó por teléfono a mis abuelos.

    —Brenda: ¡Hola Nairne! ¿Cómo estás? ¿Podrías venir con tu marido antes de que anochezca? Tengo que daros una buena noticia…No, no puede ser, ha de ser en persona. Es algo bueno, no os asustéis. De acuerdo, os esperamos.

    Mis abuelos Vivían en Glasgow, la mayor ciudad de Escocia y la tercera del Reino Unido después de Londres y Birmingham. En coche solían tardan unos ochenta y cuatro minutos hasta Iveraray.

    Se llamaban Nairne y Chisholm.

    Mi abuela Nairne tenía sesenta y cinco años, pelo gris, siempre vestía muy elegante y llevaba sombreros de plumas de colores.

    Era muy chistosa y alegre.

    Mi abuelo Chisholm tenía sesenta y nueve años, pelo canoso, un gran bigote rizado y por supuesto siempre llevaba su pipa. Él era un poco más serio y muy respetable.

    Unas horas después llegaron mis abuelos.

    —Nairne: ¡Hola cariño! ¿Cómo van las cosas? Me tienes muy intrigada…

    —Brenda: Estamos bien y con muchas ganas de daros la buena noticia.

    —Chisholm: ¡Buenas tardes Logan! ¿Cómo estás? Venimos muy intrigados todo el camino. Hacía meses que no os veíamos. Ese dichoso trabajo vuestro que siempre os obliga a ir de viaje… ¿Dónde habéis estado?

    —Logan: Estamos de maravilla, todo nos va genial.

    Al poco tiempo de decir eso, aparecí justo frente a ellos.

    —Nairne: ¡Pero Brenda…Nos habéis ocultado durante estos meses que tenéis una hija!

    —Chisholm: ¡Esto es increíble Logan! ¿Por qué no nos lo habéis contado antes?

    —Logan: ¡Si os calmáis os lo explicaremos! Por eso os hemos hecho venir. No os hemos ocultado nada. Pasad adentro y os lo contaremos todo.

    Mi madre fue a hacer un té para todos, mientras yo miraba sonriente a mi abuela.

    —Brenda: Bien, como veréis no os hemos estado ocultando nada. La encontramos en las Cuevas de Waitomo. Al salir vimos una niña pequeña, creíamos que estaba jugando con alguien, pero estaba sola.

    —Logan: Y entonces preguntamos sobre la niña a las personas de esa zona, las autoridades, buscamos información en periódicos, emisoras de radio...Nadie sabía nada y como comprenderéis no podíamos abandonarla. Estuvimos dos horas mirando si llegaba alguien, pero nada…

    —Chisholm: Pobre niña… ¿Me pregunto cómo han podido abandonarla? ¿Y por qué? ¿Habéis ido a informar a la policía?

    —Logan: Por supuesto. No sabían nada, ni constaba denuncia por desaparición.

    —Brenda: Como ya sabéis, nosotros no podemos concebir hijos y esta niña ha sido un regalo del cielo para nosotros. Así que pasado un tiempo decidimos realizar los trámites para adoptarla, y aquí está.

    —Nairne: Creo que tienes razón, es un regalo maravilloso y es una niña preciosa.

    —Chisholm: Pero decidme… ¿Por qué tiene un herrerillo encima?

    —Logan: Eso es lo mismo que nos preguntamos todos. El pájaro no se separa de la niña, siempre está con ella. Los encontramos juntos.

    —Chisholm: Qué cosa más extraña.

    —Brenda: Ahora ya lo sabéis todo.

    —Nairne: ¿Le habéis puesto nombre ya?

    —Logan: Sí, se llama Yvaine.

    —Es un nombre muy bonito —dijo mi abuela mientras me acariciaba la cara.

    Mis padres se pusieron de acuerdo con ellos, para que cuidaran de mí hasta que se organizarán bien, para poder estar más tiempo conmigo.

    Así que me fui con mis abuelos unos días.

    Aunque fuese tan pequeña, podía recordar absolutamente todo lo que ocurría y todo lo que pasaba a mí alrededor.

    Mi abuela era muy cariñosa conmigo, me bañaba con mucho cuidado, mientras el herrerillo esperaba impaciente encima de un estante que había en el cuarto de baño. Al dormir me cantaba canciones y me leía cuentos.

    Mi abuelo aunque también mostró cariño, era un poco más reservado y se dedicaba a prepararme la comida.

    Recuerdo una mañana en la que mis abuelos, me llevaron de excursión al Parque Nacional de Cairngorms. Por supuesto mi amigo el herrerillo iba conmigo.

    Cualquier visitante que no conociese el territorio necesitaría un guía. Ellos lo habían visitado muchísimas veces y en distintas épocas del año, así que no necesitaban a nadie que les guiase.

    Mi abuelo preparó una gran cesta con aperitivos para el camino.

    Era una estampa muy bonita, parecía que hubiese salido de un cuento de hadas.

    Caminamos hasta llegar a un precioso lago.

    Estaba rodeado de grandes montañas con mucha vegetación.

    El agua era tan pura y cristalina que podía verse el reflejo de todos nosotros.

    —Chisholm: ¿Hace una mañana espléndida no crees?

    —Nairne: Sí cariño, creo que hemos hecho bien en traernos a Yvaine. Le sentará bien respirar este aire tan puro.

    Hermosas flores blancas y violetas bordeaban todo el lago.

    Estas a su vez, atraían multitud de variedades de mariposas de todos los colores y tamaños.

    Dimos un gran paseo por la zona y más tarde nos sentamos a descansar.

    Mis abuelos sacaron un mantel de cuadros y colocaron su cesta encima. Tanta caminata les abrió el apetito y cada uno tomó una porción de pastel con un zumo de grosella.

    Como yo era tan pequeña, me dieron un batido de vainilla y una manzana.

    Deseaban inmortalizar ese día, así que mi abuela nos hizo varias fotos.

    Hizo unas muy bonitas frente al lago, en las que yo aparecía apoyada junto a un gran árbol.

    En el cielo podían verse varios tipos de aves. Desde grandes águilas hasta pequeños reyezuelos.

    Pasamos un día estupendo.

    —Nairne: Dentro de una hora atardecerá y creo que es prudente irnos ahora.

    —Chisholm: Sí cariño. Vamos Yvaine, hagámosle caso a la abuela.

    Recogieron todo y nos pusimos en marcha para volver a casa. Íbamos caminando cuando de repente…salió del sendero un gran gato montés.

    —Nairne: ¡Dios mío!

    —No te muevas Nairne —dijo mi abuelo en voz baja.

    El gato se paró y se sentó mirándonos fijamente con aquellos enormes ojos verdes. Mis abuelos pensaban que iba a atacarnos, pero no fue así.

    Ambos estaban paralizados de miedo. Estaban como si hubiesen visto a un fantasma, pero por alguna razón a mí no me asustaba. Me solté de la mano de mi abuelo y caminé hacia él.

    Mi abuelo reaccionó y corrió hacia mí intentando protegerme, pero el felino ni se inmutaba. Finalmente cuando estuve a su altura, el gato montés comenzó a lamerme la cara y yo mientras tanto no paraba de sonreír.

    Mi abuela casi se desmaya. Creo que pensó que en vez de lamerme fuese a devorarme.

    —Chisholm: ¡Esto es increíble! ¡Si no lo veo! ¡No lo creo! ¡Y al pájaro tampoco le ha hecho ni un solo rasguño!

    Mi abuela se desvaneció de la impresión, y se cayó lentamente sobre sus rodillas.

    —Chisholm: ¡Nairne! ¡Nairne! ¡Tranquila! —dijo mi abuelo mientras la levantaba.

    —Nairme: ¿Qué ha pasado?…Tenía tanto miedo…Por un momento pensé que ese gato montés iba a comerse a Yvaine.

    —Chisholm: Eso mismo pensé yo, pero lo increíble es que el felino solo ha lamido la cara de la niña.

    —Nairne: Esto es algo fuera de lo normal.

    —Chisholm: Y al herrerillo tampoco le ha hecho nada.

    —Nairne: Dios mío…puedo verlo claramente. Mis ojos no me engañan…Está acariciándole como si fuese un peluche.

    Era como si se tratase de un animal doméstico y evidentemente no podía ser.

    Después de ser acariciado, el gato montés se levantó y se marchó lentamente.

    Los dos se acercaron a mí, agarrándome cada uno de una mano.

    —Nairne: Estoy sin palabras…

    —Chisholm: Volvamos a casa, ¡rápido! No me quiero arriesgar una segunda vez, igual no se muestra tan inofensivo.

    —Nairne: Sí, será lo mejor. Suficiente tensión por un día.

    Llegamos al coche sin más incidentes y no se tranquilizaron hasta pasado un buen rato de haber llegado a casa. La impresión y el peligro de la situación los había superado.

    Por la noche sonó el móvil de mi abuelo.

    —Brenda: ¡Hola! ¿Cómo está Yvaine?

    —Chisholm: Bien, bien…aunque hoy nos ha ocurrido algo muy extraño.

    —Brenda: ¿Qué ha pasado?

    No dio tiempo a responderle, cuando mi abuela le quitó el móvil apresuradamente, para contarle todo lo ocurrido.

    —Brenda: Sé que sonará raro Nairne, pero creo que Yvaine nunca estará en peligro con ningún tipo de animal.

    —Nairne: ¡Pero qué dices por el amor de Dios! ¡Es sólo un bebe!

    —Brenda: Es un bebé muy especial, bastó con verla el primer día cuando la encontramos. La vimos con un pájaro que no se despegaba de ella en absoluto. Al llegar a casa el perro, que normalmente ladra mucho a los desconocidos, la trató cómo si la conociera. Y ahora ha ocurrido eso con un animal salvaje. Es difícil de explicar, pero presiento que Yvaine estará siempre segura frente a cualquier animal.

    —Nairne: Es muy aventurado pensar eso.

    —Brenda: No os preocupéis por nada. Pronto podremos ir a recogerla. Vamos a terminar un poco antes de lo previsto, y en unos días podremos regresar.

    —Nairne: Vale cariño, ven cuando quieras.

    Después de colgar, mis abuelos estaban más tranquilos. Parecía que las palabras de mi madre asegurando que tenía algún tipo de conexión especial con los animales, si bien extraño, les parecía plausible, lo cual les reconfortaba.

    —Nairne: Creo que Brenda tiene razón, esta no es una niña común y corriente.

    —Chisholm: Con conexión animal o no, la quiero de todos modos.

    Al final todo quedó en un gran susto y nada más. Mis padres vinieron a por mí una semana después. Los dos estaban muy contentos de verme de nuevo.

    —Logan: ¡Hola preciosa! ¿Te has portado bien con los abuelos?

    —Brenda: Hola cariño, dame un besito.

    —Chisholm: Ha sido muy buena. No nos ha dado ningún problema. Sólo aquel susto…pero nada más.

    —Nairne: Creía que aquel felino la atacaría, pero afortunadamente no pasó nada.

    —Brenda: Hace tiempo que sospechábamos que estaba en algún tipo de sintonía con los animales, pero después de esto ya nos ha quedado bastante claro.

    —Logan: Por cierto, ¿y el herrerillo? ¿Se ha despegado de ella en algún momento?

    —Nairne: Únicamente cuando va al baño.

    —Chisholm: Por lo demás, come con ella, duerme con ella, pasea...todo lo hacen juntos.

    Ese día se quedaron a almorzar. Estuvieron hablando una y otra vez sobre el incidente. Después de la hora del café, se despidieron y salimos de vuelta a casa.

    —Brenda: Debemos marcharnos ya. Muchas gracias por cuidar de Yvaine. Ha sido todo tan repentino…

    —Nairne: No tienes por qué darlas cariño, estaremos siempre para lo que necesitéis.

    Unos meses antes mis padres habían ido a comprar ropa, zapatos, sábanas...Todo lo que un bebé de tres años necesitaba.

    Decoraron mi habitación con muchos detalles, colores suaves y bonitos dibujos estampados.

    También se encargaron de comprarle una casita de madera a mi amigo el herrerillo, puesto que solía dormir cerca de mí.

    Tenía ganas de volver a la comodidad de mi habitación, aunque estaba a gusto con mis abuelos, me sentía más cómoda en aquello que mis padres habían creado exclusivamente para mí.

    Cuando llegamos de casa de mis abuelos, nos encontramos con la vecina que paseaba con su hijo Joel.

    —Buenos días —dijo la vecina mientras me miraba extrañada.

    —Brenda: Buenos días Alison.

    —Alison: ¿Es vuestra hija?

    —Logan: Así es.

    —Alison: Creía que…bueno, ya sabéis. Que no podíais…

    —Brenda: Es adoptada.

    —Alison: ¿Habéis adoptado a esta niña?

    —Logan: Es una larga historia. La encontramos cuando terminábamos nuestras vacaciones. Aún no sabemos quién la abandonó.

    —Alison: No sé cómo alguien ha podido abandonar a una niña tan preciosa, es horrible. ¿Cómo se llama?

    —Brenda: Yvaine.

    —Alison: Un nombre muy bonito, la verdad.

    Mientras todos hablaban de cómo me encontraron, solté la mano de mi madre y fui hacia donde estaba su hijo Joel.

    Me miró y me sonrío. Joel tenía seis años, unos preciosos ojos turquesa y el cabello negro.

    —Alison: Joel a partir de ahora Yvaine será nuestra vecina. Pórtate bien con ella, ¿de acuerdo?

    —Joel: ¿Mamá por qué lleva un pájaro en los hombros?

    —Alison: Cariño eso no te importa, tú sé bueno con Yvaine. Desde aquel día Joel y yo fuimos muy buenos amigos.

    Mi infancia fue muy feliz, todos me querían y siempre estaba rodeada de familiares y amigos.

    Cada día Joel iba a casa a verme. La mayoría de veces solía recogerme para ir al colegio.

    —Brenda: Hola Joel, cuida bien de Yvaine por favor.

    —Joel: No se preocupe señora.

    Fuimos al mismo colegio y al mismo instituto.

    Fueron pasando los años y terminamos los estudios con unas notas muy altas.

    —Joel: ¡Hola Yvaine! ¡Hoy es tu cumpleaños!

    —Yvaine: Sí, por fin cumplo los dieciséis.

    —Joel: Tengo un regalo que te gustará mucho. ¡Y tenemos dos cosas que celebrar!

    —Yvaine: ¿Que terminó el instituto no?

    —Joel: Jajaja ¿No te alegra?

    Joel era muy buen estudiante, le gustaba mucho la biología. Siempre me decía que quería ser biólogo marino. No sabíamos por qué, pero los dos sentíamos algo muy especial por el mar y todas sus criaturas.

    Esa tarde celebramos mi cumpleaños. Como ya no era tan pequeña, no me gustaba la idea de soplar velas en ningún pastel. Así que le advertí a mi madre para que no hubiese fiesta sorpresa.

    Joel fue a casa con un gran regalo. Estaba perfectamente envuelto y llevaba una cinta blanca que brillaba muchísimo.

    —Yvaine: ¿Qué es?

    —Joel: Ábrelo y lo sabrás.

    —Yvaine: ¡Oh! ¡Me encanta!

    —Joel: Sabía que te iba a gustar mucho. Aunque lo ha hecho mi padre.

    El padre de Joel era carpintero, el mejor de la zona. Me había hecho una nueva casa de madera para mi herrerillo. Que aunque pasasen los años seguía siempre conmigo, íbamos juntas a todos lados.

    —Yvaine: Muchas gracias Joel.

    —Joel: A Vaina le gustara mucho. Por cierto, nunca te he preguntado por qué se llama así.

    —Yvaine: ¿Sabes?, al principio ninguno se decidía por un nombre para mi herrerillo. Como no estaba segura de si era hembra o macho, llevé a analizar una pluma al laboratorio y resultó ser hembra. Me llevé varios días pensando hasta que me decidí por Vaina.

    —Joel: Siempre me ha resultado extraño.

    —Yvaine: ¿El qué?

    —Joel: Pues que Vaina no se separe nunca de ti. El primer día que te vi pensé, ¿qué hace ese pájaro en su hombro? Le pregunté a mi madre después de hablar con la tuya, pero ella tampoco lo sabía.

    —Yvaine: Yo también les pregunté a mis padres cuando crecí y me dijeron que no lo sabían. Creo que de alguna manera me protege. Cada vez que ella ve que tropiezo o algo extraño, se pone a moverse y a trinar muy nerviosa.

    —Joel: Y sigue siendo otro misterio que nadie supiese como llegaste hasta aquella cueva.

    —Yvaine: Está claro que mis verdaderos padres me abandonaron.

    —Joel: Lo siento, no debí decir eso.

    —Yvaine: No importa. Me siento feliz entre todos los que me rodean. Nunca quise encontrar a mis verdaderos padres. La verdad es que se podría decir que realmente mis padres son los que siempre han estado ahí, cuidando de mí y dándome la oportunidad de estudiar lo que siempre quise. Nunca me faltó de nada y me querían como si fuese su propia hija.

    Amigos para siempre

    —Joel: A mí siempre me tendrás para lo que necesites Yvaine. Nunca lo olvides.

    —Yvaine: Lo sé. Para mí siempre serás mi mejor amigo, como jamás tendré otro igual.

    Joel desde pequeño me acompañaba al colegio. A veces algunos gamberros se metían conmigo en clase, porque decían que yo era un bicho raro. Solían tirarme de los pelos, arrojaban mi mochila por los aires y varios niños me esperaban siempre en la puerta del colegio, para insultarme.

    Joel siempre me defendía, era fuerte para su edad, y todos en el colegio le respetaban. Un día se peleó con los gamberros él sólo. Después de eso nadie volvió a molestarme. Joel siempre me apoyaba y me hacía reír en momentos tristes. Para mí era irremplazable.

    —Yvaine: Recuerdo cuando estábamos en el colegio y Vaina salía volando para picar a los gamberros y así defenderme. Y gracias a dios que tú estabas allí en la salida esperándome, sino se hubiese formado una buena.

    —Joel: La verdad nunca lo llegué a entender. Te tenían manía desde el primer día. Yo creo que eran puros celos.

    —Yvaine: ¿Celos? ¿Por qué?

    —Joel: Creo que se sentían celosos de que fueras la única niña que podía llevar mascota a clase. Menos mal que en el instituto no pasó eso.

    —Yvaine: No, allí se lo tomaban como una novedad, como algo fuera de lo normal. Sentían más curiosidad que otra cosa.

    —Joel: Sí, creo que tienes razón.

    —Yvaine: Aunque también está el hecho de que ya no somos niños pequeños, y esas gamberradas son más propias de infantiles. La gente se va respetando más a medida que crece.

    —Joel: Eso es verdad. Las personas maduran.

    —Yvaine: Y el próximo año si todo va bien, estaremos en la universidad por fin.

    Los dos teníamos clarísimo lo que queríamos ser de mayores. Ambos queríamos ser biólogos marinos. Tuvimos muy buenos maestros desde muy pequeños y mis padres decían que podría estudiar lo que quisiese.

    —Joel: Por supuesto. Pero aún tenemos todo el verano para poder disfrutar de las vacaciones. ¿A dónde irá tu familia este año?

    —Yvaine: Aún no lo sé. Decían que me querían sorprender. Y que parte de ese viaje sería mi regalo de cumpleaños.

    —Joel: ¡Qué suerte tienes, es genial! Ya me gustaría que mis padres me llevasen de viaje.

    —Yvaine: No me puedo quejar, la verdad. Siempre me sorprenden.

    Ese año mis padres tenían pensado ir a visitar Egipto.

    Y para mayor sorpresa invitaron a Joel. Mis padres le tenían mucho aprecio, ya que desde pequeño me acompañaba siempre a todas partes. Era como un miembro más de la familia. Y como sus padres no podían permitirse realizar viajes muy costosos, pues aceptó encantado.

    Así que sin perder tiempo preparamos las maletas. Ellos ya tenían comprados los billetes de avión y las reservas del hotel. Y en unos días todos nos fuimos de viaje.

    Joel jamás había montado en un avión. Apretó los dientes y se agarró al asiento tanto que parecía que le fuesen a sacar una muela.

    —Logan: Por lo que veo nunca has viajado en avión Joel.

    —Joel: No…es mi primera vez.

    —Yvaine: Jaja, tendrías que verte la cara.

    —Brenda: ¡Shhh! Al final nos van a llamar la atención Yvaine.

    —Logan: Tardaremos unas once horas más o menos en llegar. Os gustará chicos, ya veréis.

    —Yvaine: Yo me he traído mi cámara de fotos, es genial.

    —Joel: ¿Cuánta capacidad tiene?

    —Yvaine: Ciento veintiocho gigas.

    —Joel: Madre mía...Ahí tendrás para hacer videos y fotos hasta el fin del mundo.

    Para mis ojos era fantástico poder ver el cielo tan azul y el sol saliendo entre las nubes. Solo ver la imagen te daba paz y serenidad.

    Todos estaban dormidos, mientras yo sacaba fotos de aquellas vistas tan fantásticas. Ya quedaba poco para llegar a nuestro destino, que no era otro que El Cairo.

    —Brenda:

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