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Síndrome de un amor puro
Síndrome de un amor puro
Síndrome de un amor puro
Libro electrónico168 páginas2 horas

Síndrome de un amor puro

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Información de este libro electrónico

El amor de Maricarmen y Jesualdo se sobrepone a todas las trabas y adversidades que les presenta la vida, y transcurre indómito y victorioso, dando muestras incuestionables de que el tipo de relación que llevan, tal vez no existió antes; tal vez ninguna otra pareja llegó a profesarse tanto amor. Pero hay un hecho excepcional, extraordinario y fortuito que amenaza con destruir esa relacion, irremediablemente.

IdiomaEspañol
EditorialFermín Deliz
Fecha de lanzamiento30 jun 2023
ISBN9798215270059
Síndrome de un amor puro
Autor

Fermín Deliz

Nació en Santo Domingo, República Dominicana. Empezó a escribir poesía a los quince años, incursionando en el mundo de la narrativa dos décadas más tarde. Sus influencias en el ámbito de la poesía provienen del grandilocuente, Ruben Darío, y la insigne poetisa dominicana, Salomé Ureña de Henríquez. Descubrió los secretos de la narrativa leyendo los cuentos y escritos del maestro de la cuentística, Juan Bosch. Sus primeras publicaciones son: "Prostitutas... y otras contadas","Triangulo... Poemas para suspirar", "Quieren matar al presidente" y El Secuestrador de divorciadas.Sus temas favoritos son el romance, el desamor, la naturaleza, la intriga, el contenido social y en menor medida, la tragedia.Gusta leer de filosofía, temas de pareja y sexualidad,lenguaje, o lingüística, etcétera.Disponible en SMASHWORDS y demás tiendas digitales:SÍNDROME DE UN AMOR PURO.https://books.apple.com/us/book/x/id6450489241.https://www.barnesandnoble.com/s/2940166070890.https://store.kobobooks.com/en-us/Search?Query=9798215270059.https://www.gardners.com/Search/keywordAnonymous/eBook?keyword=9798215270059.https://marketplace.odilo.us/opac/query=9798215270059.https://www.scribd.com/search?query=9798215270059&language=O

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    Síndrome de un amor puro - Fermín Deliz

    SÍNDROME DE UN AMOR PURO

    La novela

    Síndrome de un amor puro

    Fermín Deliz

    Smashwords Edition

    Copyright 2023 Fermín Deliz

    Publicado en Smashwords

    ÍNDICE

    LA PRIMERA VISTA

    LOS AMORES

    EL COMPROMISO

    LA FECHA DE BODA

    EL ACCIDENTE

    EL SÍNDROME

    EL DIAGNÓSTICO

    PRÓLOGO

    El amor puro es el amor de Dios. El que más se asemeja a ese amor es el amor de madre. Ahora bien, ¿están dadas las condiciones para que entre los seres humanos exista ese tipo de amor? Si pusiéramos en práctica el primero de los diez mandamientos, que reza: Amarás a Dios sobre todas las cosas, la pregunta fuera irrelevante; tuviéramos, en consecuencia, una relación de amor entre todos nosotros que marcaría nuestros pasos. Pero esto es sólo un preámbulo que pretende colocarnos en contexto con relación al contenido de este libro. Partiendo de lo ya dicho, podríamos afirmar que una relación inicial de atracción entre una pareja, puede consolidarse de tal manera que tal vez llegue a ser considerada como amor puro. En esencia, ese es el punto. Esa simpatía, inclinación, impulso, etcétera, que en un momento dado sentimos por una persona, ¿seríamos capaces de transformarla en amor puro? Si fuera así, ¿sería fácil?, ¿o probablemente eso tenga consecuencias desagradables para quienes se lo propusieran… a pesar de las bondades que en principio le reconocemos al amor puro? La historia de amor entre Jesualdo y Maricarmen, que desarrollamos en esta novela, nos va a arrojar luz sobre todas estas interrogantes, y nos va a llevar a la conclusión de si en realidad la relación de pareja puede alcanzar ese nivel de pureza, y el costo que probablemente habría que pagar para conseguirlo, en dado caso.

    El autor

    SÍNDROME DE UN AMOR PURO

    LA PRIMERA VISTA

    Una tarde adulta ella tomó el autobús rumbo a su casa. Se sentó próximo a la puerta de salida, pegada de la ventana. Muchos pasajeros estaban de pie, agarrados de un tubo largo que se extendía de un extremo a otro. En el trayecto él entró a la guagua. Iba caminando con dificultad por el pasillo, con una carpeta en su mano izquierda, sosteniéndose del hierro con su derecha. A dos cuadras, el autobús se detuvo; una señora que compartía el mismo asiento con la joven abandonó su lugar; se aproximaba a su destino. Él tuvo la suerte de ocupar ese espacio al instante, coincidiendo con la chica de manera accidental. Ella sintió el movimiento que hizo la señora al levantarse y el que hizo su nuevo acompañante al sentarse. En seguida volteó la cara y miró hacia su izquierda. En cuestión de segundos giró otra vez hacia la ventana, como si nada hubiera pasado. Él también la miró, y a continuación volvió la vista al frente. Pero se quedó pensativo, como si algo se anidara en su mente. Poco tiempo después le echó otro vistazo. Ella lo notó. Quiso verle la cara; pero se sintió avergonzada. Entonces lo esquivó, llevando el rostro hacia el frente, aunque muy pendiente de sus movimientos. Él no resistió la curiosidad y, reaccionó:

    –Hola –dijo, tímidamente.

    Ella devolvió el saludo con una sonrisa; no se atrevió a hablarle; el gesto del muchacho la tomó desprevenida. Desde ese momento, estar al pendiente del cristal ya no era el único atractivo para ella; y empezó a tocarse el pelo, a dirigir la vista más hacia el frente que hacia su derecha y a respirar sin detenimiento. Él aparentaba ser una persona tímida, de esas a las que había que arrancarles las palabras a puro esfuerzo. Ella sintió un movimiento extraño en su pecho; aunque no estaba consciente de si fue un cosquilleo o un latido apresurado. De todos modos quería volver a mirarlo, pero al poco rato se retractaba y desistía. Eso le dio motivos a él para envalentonarse y clavarle los ojos en el iris. Ella se impresionó. La provocación la llevó a fijarse en él con todo y sus temores. Quería tener tanto coraje como fuera necesario, para desafiarlo y demostrarle que era más decidida que él; mas no sabía cómo hacerlo; por lo que, inclinó otra vez su frente hacia la ventana, y miraba muy seria hacia afuera, como si meditara. No podía ocultar que el apuesto pasajero le dejó una grata impresión, hasta el punto de que puso sus manos debajo de la cartera, porque empezaron a temblarles. Dios, estoy nerviosa, se dijo. Pero, al fin y al cabo, dejó salir una sonrisa. La sonrisa resaltaba su belleza, su gracia, su elegancia. Ese cambio de actitud le hizo pensar que, por lo menos, debía darle su nombre a ese chico. No obstante, fue tarde, porque él tuvo que levantarse a prisa del asiento y vociferar:

    –¡Oye!... ¡Espera!... ¡Me quedo!

    El llamado fue tan estruendoso que todo el que estaba a su alrededor se espantó, incluyendo a la chica, que hizo el alborotó más grande. El chofer miró por el retrovisor, y se percató de que se trataba de un pasajero rezagado que llegaba a su destino, a quien le abrió la puerta para que saliera. Cuando el autobús retomó el camino, la joven se quedó mirando al muchacho por la ventana, como si le hubiese dolido verlo partir.

    De regreso a casa, ella estuvo culpándose, arrepentida, de no haberle dicho su nombre siquiera al joven. Su madre la aconsejó:

    –No te sientas mal, mi hija. Tú acabas de cumplir tu sueño más grande; acabas de terminar la universidad, y eso me hace sentir orgullosa de ti.

    –Gracias, mami –respondió–. Yo también me siento orgullosa de haberlo logrado; pero… qué te digo, no esperaba encontrarme con alguien que me dejara tan… tan… bueno, tú sabes.

    –Maricarmen, recuerda que tú misma te propusiste no meterte en amores con nadie hasta que terminaras la universidad; y mira, lo conseguiste. Sigue por ese camino, mi hija, como lo has hecho hasta ahora; a lo mejor, cuando menos lo esperes, Dios pone otra vez a ese muchacho en tu camino.

    –Que así sea, mamita querida; que así sea.

    Ellas vivían en una casa modesta; de concreto; dos cuartos, cocina, sala-comedor, baño y una galería. La señora fue maestra de secundaria durante una treinta de años, y esperaba que en cualquier momento aprobaran su pensión. Su esposo, gracias a la pasión que siempre tuvo por los aviones, fue a parar a una escuela de aviación cuando apenas tenía 18 años, convirtiéndose en piloto profesional en corto tiempo. La fama que adquirió en ese oficio fue motivo suficiente para que las líneas aéreas se disputaran sus servicios, siendo contratado por una de las mejores compañías de aviación de Europa. A causa de su trabajo, él estuvo impedido de estar en compañía de su familia la mayor parte del tiempo cada año. Desde entonces, ellas se acostumbraron a vivir lejos de él, pero sin dejar de hablarle, aun fuere por teléfono. Para Maricarmen, por ejemplo, su padre siempre fue motivo de inspiración. Él incidió en sus decisiones desde temprana edad. Cuando ella tenía 5 o 6 años, empezó a descubrir su inclinación por los estudios, cosa que, sin dudas, tuvo que ver con su formación académica. De adolescente, en temporada colegial, llegó a sentir el influjo sobrecogedor del romanticismo. A los 13 años tuvo una relación con un bisoño contemporáneo, que era dos meses mayor que ella, y que como ella, desconocía las causas de sus impulsos. Pero ese amorío no fue más que un vano intento de creer conocer lo desconocido, pues en unas semanas terminó partido en pedazos. De joven, cuando discurría el bachillerato, ella volvió a enamorarse. También lo hizo cuando estuvo en la universidad. A causa de este último romance, quedó marcada por una cruel decepción que le hizo prometer no volver a involucrarse con nadie nunca más. Pasado el tiempo, cuando cumplió los veintidós, se graduó de licenciada en psicología, con los honores más altos de su promoción.

    En la carrera por su ascenso académico a ella le faltaba un peldaño por alcanzar: la especialidad a la que se dedicaría para ejercer la profesión. Y, sin pensarlo dos veces, en cuanto terminó el ciclo académico previo, inició los trámites para formalizar su inscripción en la unidad de postgrado de la Universidad del Conocimiento.

    Las semanas, los meses… el tiempo, continuaron su curso inexorable. Maricarmen terminó el primer ciclo de la especialidad de psicología clínica y, de inmediato, continuó el siguiente curso.

    Un viernes grisáceo, ella se encontraba en una de las aulas de la academia, tomando una práctica de atención clínica. El maestro de esa materia era de aquellos que acostumbraba a dar los resultados de las pruebas en el salón, al término de las mismas; y esa tarde no sería la excepción. Desde el momento mismo en que inició la práctica se sintió un silencio sepulcral en el aula, que incidió en los estudiantes durante una hora y media, tiempo de duración del ejercicio. Al cronometrarse media hora desde el comienzo, se levantó de su asiento el primer estudiante y se dirigió hacia el escritorio del profesor a hacer entrega de sus conclusiones. A continuación sus compañeros fueron haciendo lo mismo, pero en la medida en que iban terminando; hasta que concluyó el tiempo reglamentario. El maestro cotejó y calificó los papeles del grupo completo en el transcurso e informó que empezaría a dar la puntuación en el orden de entrega. Se sintió un murmullo en el aula en ese momento… Reinó la expectativa. El profesor mandó hacer silencio y, empezó a nombrar a los estudiantes y a dar sus resultados. Una bulla chillona acompañaba cada mención, originándose un ambiente de algarabía, después de casi dos horas de tensión. Una de las últimas en ser nombradas fue Maricarmen, quien recibió un escandaloso recibimiento cuando el profesor dio a conocer su calificación, que a fin de cuentas fue la mejor de todas. Los muchachos fueron reuniéndose en el pasillo cuando salían del aula. Se congratulaban y emitían conceptos sobre los puntos más complejos de la prueba. Maricarmen estuvo allí, exponiendo su experiencia y trazando algunas pautas, para que fueran tomas en cuenta en el próximo ejercicio, por los menos afortunados. Así, a cada quien le llegó la hora de partir. El pasillo se quedó desolado. Anochecía. Estaba nublado. Amenazaba con llover. Maricarmen se fue rauda a la parada del bus, deseosa de llegar a su casa. Por fortuna, ella no tuvo que esperar al llegar a la estación, porque el transporte estaba allí, detenido, recibiendo una fila de pasajeros que terminó

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