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Vampiro Moderno
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Libro electrónico611 páginas9 horas

Vampiro Moderno

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Tiempo, tiempo y más tiempo, es lo que más tenemos los vampiros como yo y, ¿qué resulta de esto? Un infinito aburrimiento, por lo que desde hace varios años soy dueño de una de las mejores agencias de detectives de la Ciudad de México, para así mantenerme con alguna distracción, porque ustedes los humanos son fuente infinita de todo tipo de crímenes, desde los más intrascendentes hasta los más espeluznantes. Como es el caso que recibí hoy. Y, ¿qué decir de mis congéneres? Por algo somos lo que somos, seres malditos, con odios y deseos muy particulares. ¿Tengo enemigos entre ellos? Claro está; ¿qué me quieren destruir?, por supuesto y si a eso agregamos un elemento sorpresa, ¿qué resulta? Una historia muy interesante para usted. Léala, no se arrepentirá, querido lector.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 mar 2023
ISBN9781662495526
Vampiro Moderno

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    Vampiro Moderno - Enrique F. Lozada

    cover.jpg

    Vampiro Moderno

    Enrique F. Lozada

    Derechos de autor © 2022 Enrique F. Lozada

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING

    Conneaut Lake, PA

    Primera publicación original de Page Publishing 2022

    ISBN 978-1-66249-543-4 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-66249-552-6 (Versión Electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    XV

    XVI

    XVII

    XVIII

    XIX

    XX

    XXI

    XXII

    XXIII

    XXIV

    XXV

    XXVI

    XXVII

    XXVIII

    XXIX

    XXX

    XXXI

    XXXII

    XXXIII

    XXXIV

    XXXV

    XXXVI

    XXXVII

    XXXVIII

    XXXIX

    XL

    Sobre el Autor

    I

    Ya había pasado demasiado tiempo desde mi último alimento, exactamente un mes, trece días y siete horas. Simpático el muchachito que había hecho las funciones de mi cena, a decir verdad me había hecho reír con gran facilidad, esto es hasta antes de beber hasta la última gota de su sangre.

    No entiendo por qué los humanos nos hostigan y tratan de acabar con los de mi clase, hemos existido desde siempre y los hemos acompañado en las buenas y en las malas. Estuvimos con Alejandro el Grande en sus grandes hazañas, Cleopatra tenía por consejeros a varios de los míos. En el esplendor de los Griegos y los Romanos fuimos piezas claves para que eso se diera. Es cierto que hubo épocas de oscurantismo en donde nos tuvimos que ocultar un poco, pero siempre sobrevivimos y hasta la época actual somos puntales de la sociedad.

    Ciertamente que ha habido ciertos elementos dentro de mi grupo que no se han comportado a la altura de las circunstancias y que desgraciadamente nos han creado una mala fama; mala publicidad, dirían ahora. Está por ejemplo el tal Drácula que ni siquiera conde era, vivía en un castillo totalmente desvencijado, en lo más recóndito de los montes Cárpatos en Transilvania, creo que ahora es Rumanía. Nunca nadie entendió que le dio por cambiarse a Londres para que todo el mundo lo persiguiera y acabaran destruyéndolo en la entrada de su castillo después de una persecución implacable y todavía tienen el descaro de escribir un libro sobre tan denigrante hecho y el autor se hace llamar Bram Stoker, siquiera hubiera escrito su nombre completo Abraham Stoker. Pero así son los humanos, festejan el dolor de los que no son sus semejantes, aunque pensándolo bien, también festejan el dolor de sus semejantes. Conclusión, me alegra no pertenecer a raza tan desequilibrada.

    En cambio, dentro de los de mi raza, somos la mayoría gente bien adaptada a nuestra forma de vida, hemos logrado grandes avances en lo que a nuestras limitaciones se refiere, algunos ya soportan así sea por cortos períodos la luz solar, supe de alguno de los míos que tuvo el atrevimiento de darse baños de sol en Acapulco, deberé de preguntarle cómo lo logró. Eso de los crucifijos, el agua bendita y la famosísima estaca en el corazón es cosa del pasado, insisto para algunos, ciertamente seguimos teniendo puntos débiles, pero cada vez son menos y, sobre todo, menos divulgados. Lo que sí nos molesta a buena parte de nosotros es la comercialización de nuestra especie ya sea por nuestros hábitos alimenticios o por todos los poderes que dicen los humanos que tenemos. Hace poco vi en una película, a un actor negro mitad humano y mitad vampiro que se lucía eliminando a los supuestos malévolos vampiros.

    Todo sea por lograr una gran taquilla, pero eso sí ¿alguno de los verdaderos vampiros cobramos alguna clase de regalía por toda esa explotación? Claro está que no.

    Pero bueno, no todo es desventaja, la gran mayoría de nosotros somos gente adinerada y los que están más mal económicamente son al menos clase media alta. ¿La razón?, nuestra característica de longevidad, esto nos permite hacer pequeñas inversiones en comercios o empresas que al paso de los años, muchos años, crecen hasta convertirse en verdaderos emporios y nuestra pequeña inversión inicial se convierte en gigantesca fortuna. No dudaría que de los primeros veinte seres más acaudalados del planeta, al menos siete de ellos sean de los míos. En mi caso particular realmente no me puedo quejar, mi fortuna la calculo en unos quinientos millones de dólares, claro, está distribuida en diferentes cosas como son casas, acciones, inversiones en no menos de catorce empresas y un par de campos de golf. En fin, diferentes tipos de activos que al final del día me permiten vivir sin grandes sobresaltos.

    Claro está que yo en particular no aparezco como el legítimo propietario, que pensaría la gente de que el señor fulano de tal compró ciertas acciones hace ya cincuenta años y la última vez que me vieron estaba exactamente igual que el día que las compré. Es por eso que me manejo a través de terceros a los que les pago muy bien por hacer eso, una forma de asegurar su lealtad hasta la muerte es precisamente garantizándoles una muerte larga y dolorosa al más mínimo indicio de traición, tuve que dar un par de ejemplos de lo que sería cuando hablaba de muerte larga y dolorosa en presencia de tres de esas personas, quedaron totalmente convencidos de que el serme absolutamente fiel y trabajar al tope de sus capacidades era la mejor idea que podían tener.

    Pero no todo es miel sobre hojuelas, lo verdaderamente insoportable de mi condición es el aburrimiento. Piensen, ¿cómo pasar el tiempo?, si tiempo es lo que más tengo, año sobre año, decenio sobre decenio, dormir de día, vagabundear de noche, ¿no les suena insufrible?

    Hace ya muchos decenios decidí que esta parte de mi vida era lo que realmente era inaceptable, fue por eso que también hace ya mucho tiempo tomé la decisión de hacer un trabajo durante unos cuantos años y luego dejarlo una vez que ya no me dejara satisfecho.

    Por eso es que desde hace ya nueve años soy investigador privado, mi oficina la tengo en la Ciudad de México (CDMX) en las Lomas de Chapultepec. Para los que no conocen la ciudad basta que sepan que es de las colonias de mayor nivel económico de la capital del país. Realmente tengo un muy buen equipo de investigadores, cuento con un laboratorio de criminalística que envidiaría cualquier ciudad de mediano tamaño. He contratado a peritos egresados de las mejores escuelas en su campo y al personal de campo lo entreno personalmente, siempre me preguntan el por qué solamente me dejo ver de noche, la razón que les doy es que sufro de una extraña afección de la piel a la cual la luz solar la activa de forma muy importante, por lo que la debo evitar a toda costa.

    Nuestro campo de acción es muy variado, vemos lo normal como son localizaciones, infidelidades, etc., pero también entramos al campo industrial y comercial viendo robos hormiga y no tan hormiga, empleados infieles, robo de tecnología, chantajes y fraudes entre socios; en fin, vemos de todo.

    Nunca había yo querido entrar al campo que propiamente le pertenece a la Policía como son los homicidios o robos con violencia, ya que los considero de mal gusto y lo que es peor muchas veces atraen la atención de la prensa y en mi ramo lo que menos quiero es publicidad.

    Sin embargo, tan solo hoy se presentó en nuestra oficina matriz una joven que solicitó una entrevista conmigo en forma personal. Todas mis secretarias, dependiendo de qué se trate, saben exactamente a quién le corresponde atender el caso, que fue lo que se le propuso a la mencionada señorita, a lo cual se negó rotundamente. Solamente hablaría con el director general de sus necesidades, se le hizo saber que esa no era la mecánica de trabajo del despacho que lo más que se podría hacer era que primero hablara con uno de nuestros investigadores senior y sí él veía una justificación plena, solo entonces se le turnaría con el señor director, o sea, yo. Casi a regañadientes aceptó lo que se le propuso, pero se le remarcó que los honorarios del despacho serían particularmente elevados por todas las condiciones que nos ponía enfrente, lo único que hizo fue retirar de su chequera un cheque, firmarlo y entregárselo a la secretaria en blanco.

    —Llénelo como mejor le parezca —fue todo lo que dijo.

    Como dije, mi personal es de lo mejor, la secretaria viendo que la cliente era un caso muy especial y con una chequera por demás abultada, la hizo pasar con el hombre que es mi brazo derecho dentro del despacho. Le explicó a grandes rasgos que había sucedido y los dejó a solas. Esa misma noche, Héctor Granados mi hombre de confianza me platicaba todo lo que la mujer le había comentado.

    —Buenas noches, señor —me dijo en cuanto entré a la oficina.

    —Buenas noches, Héctor, ¿por qué me parece que no todo va a ser tan bueno como dices? —le contesté—. ¿Algún problema?

    —No exactamente, lo que pasa es que vino una cliente y demandó el verle a usted personalmente y a nadie más —respondió.

    —Pero tú sabes que esa no es nuestra política, ¿qué sucedió después?

    —Martha, la secretaria, le dijo que lo único que podía hacer era turnarla conmigo y que si yo lo juzgaba prudente entonces establecería una cita para ella con usted, advirtiéndole que eso generaría costos sustancialmente superiores a los normales. Su respuesta fue darle un cheque firmado en blanco.

    —Vaya con la señorita, mal educada, pero con dinero —comenté—, bueno y ¿cuál es el problema que solamente conmigo lo puede hablar?

    —Ciertamente la recibí en mi oficina y fue hasta después de unos quince minutos en los que hablamos de trivialidades, cuando comenzó a explicarme el motivo de su visita. Me dio su nombre y me preguntó si su apellido me decía algo, le contesté que no, en absoluto. Qué bueno, me contestó, siempre pasa así. Los siguientes diez minutos los dedicó a explicarme parte de su árbol genealógico, para no aburrirle, jefe, pertenece a la tercera familia más rica del país. Tienen intereses en tres de las cuatro mayores industrias privadas de las ramas más diversas desde acero, química, constructoras, transporte, minería, etc., así como en el área de comercio, servicios y, sobre todo, comunicaciones. No recuerdo todos los nombres, pero sí son de los más renombradas en su campo, su fortuna la calculan en los miles de millones de dólares. Todo este capital lo controlan su padre y su tío, ella es hija única y su tío tiene a dos hijos. Aquí empieza el embrollo, por alguna razón su papá y su tío acordaron que solo debe haber una cabeza al frente de todos los intereses de la familia en caso de que ellos faltaran y casualmente ella ha tenido en las últimas tres semanas, cuatro conatos de accidente casi fatales. Tres en su automóvil y uno en su casa. Ella maneja un Mercedes Benz con blindaje cuatro, que ella maneja es un decir, regularmente trae chofer y dos carros escolta.

    »Pues con todo y lo que le menciono tres automóviles se incrustaron en su coche en diferentes ocasiones. La primera vez pensó ella, a cualquiera le puede pasar. La segunda es casi imposible, pero la tercera tenía que ser totalmente calculada. Durante días estuvo pensando en quién tendría interés en quitarla del camino y la única respuesta lógica son su tío y sus primos. El motivo está claro, hay miles de millones de ellos, consultó a diferentes amistades en forma discreta sobre que debía de hacer y rechazó algunas de las propuestas, pero aceptó otras, algunas de las cuales fue eliminando hasta quedarse con la contratación de un muy buen despacho de investigación, totalmente serio, discreto y que dé resultados concretos en corto plazo. Uno de sus abogados de su total confianza, fue el encargado de investigar qué despacho era ese y finalmente fuimos nosotros los elegidos. No me quiso decir específicamente las razones de su elección, pero si mencionó que fuimos altamente recomendados, en particular usted.

    »Incluso mencionó las tarifas que usualmente manejamos, dependiendo del tipo de caso, el total de horas hombre que estimamos lleve la investigación y el soporte que requerirá la misma. No me dio tiempo de decir nada, simplemente me dijo que hiciéramos el cheque por dos millones de pesos por los primeros treinta días de trabajo y que si existían gastos extras aparte de los honorarios se lo informáramos, mismos que cubriría de inmediato. Como comprenderá me quedé atónito ante lo que me decía, usted y yo sabemos que el costo promedio de una investigación de rutina no rebasa los trescientos mil pesos en treinta días, esta señorita me daba siete veces esa cantidad sin siquiera chistar. Afortunadamente, hoy mismo por la mañana, había yo estado haciendo un recuento de los casos que estamos llevando actualmente, son un total de diecisiete en mayor o menor avance, dos de ellos de buen grado de dificultad, pero los restantes son solo de hacer seguimiento y en poco tiempo los habremos resuelto —me decía.

    »Anticipando su respuesta me tomé el atrevimiento de decirle que aceptaríamos su caso, solamente si nuestro director así lo decidía, aun cuando cubriera ampliamente nuestros honorarios. Esa respuesta no fue muy de su agrado, era por eso que insistía en verle a usted desde la primera reunión, me dijo. Quería hablar con la cabeza, ya que su petición no aceptaría que fuera rechazada y esto debería de ser a la mayor brevedad posible. En vista de la importancia del asunto, me atreví a concertar la cita con usted dentro de una hora aproximadamente —terminó.

    —Vaya, pues, te doy la razón, todo se escucha interesante, pero no deja de tener sus inconvenientes. ¿Te das cuenta de que nos estaríamos metiendo en una lucha de titanes?, un movimiento mal calculado de esos elefantes y nosotros seríamos aplastados sin siquiera ser notados. Esas gentes juegan en ligas que ni siquiera nos imaginamos, piensa la influencia política con que cuentan y ya no digamos económica, el tomar partido y que la otra parte se entere de nuestra existencia nos crea un enemigo formidable. Por otra parte, ¿qué ventaja obtienen los familiares de esta mujer al eliminarla, si finalmente queda su padre vivo y, por lo tanto, en control de su riqueza? ¿Acaso crees tú que va a ser fácil el conectar a sus primos o al tío en su caso, en los atentados si es que realmente eso son, que ha sufrido esta muchacha? Piensa, ¿crees que nos va a ser sencillo el establecer una vigilancia completa sobre este tipo de personas? Imagínate el tipo de seguridad con que cuentan cualquier día de la semana. Poner micrófonos en sus oficinas suena poco menos que imposible, el ponerles a alguien que los siga veinticuatro horas diarias, considerando que lo menos que tienen son de cuatro a seis escoltas día y noche. ¿Cómo lo escuchas? Lo menos que te puedo decir es difícil, muy difícil —le decía.

    —No lo sé, probablemente y yendo en contra de nuestros intereses, lo mejor sea el rechazar esta propuesta de trabajo y no por otra razón, sino por los riesgos que implica para el despacho.

    —Aunque, por otra parte, el reto suena por demás interesante, lo que si te digo es que yo no daría un solo paso si no cuento con la autorización por escrito para efectuar la investigación de la hija y de su padre. Lo menos que puedo pedir es el respaldo de ellos al ciento diez por ciento, además, este caso lo negociaría en dólares no en pesos y ciertamente no doscientos mil de ellos, el riesgo que conlleva el aceptar este caso pone al filo de la navaja al despacho y eso no es barato. En fin, para ser los primeros minutos de análisis de este caso ya fueron suficientes, sabes que tu opinión cuenta mucho para mí ¿cuál es tu postura? —le pregunté.

    —Señor, le conozco desde hace ya casi diez años y además de admirarlo por diferentes razones, la que más siempre me ha impactado es su capacidad de raciocinio en plazos tan cortos como lo ha hecho ahora. Le soy franco, yo solamente había analizado dos cosas, la importancia del caso y nuestros superbién pagados honorarios. No había reparado en todo lo que usted en diez minutos ha mencionado. No creo equivocarme al pensar que este caso es casi un examen final; que digo final, es nuestra titulación como despacho de investigación. Esto es si usted decide que lo aceptemos, los pros y contras son muchos y de índole muy diversa, pero si no por otra cosa, yo estaría en disposición de aceptarlo como el mayor reto profesional al que nos hemos enfrentado —respondió.

    —Sabes perfectamente que en caso de aceptar requeriremos un porcentaje muy importante de nuestras capacidades, tanto en agentes como vigilantes y equipo electrónico, tal vez tengas que retirar a alguien de algún caso en proceso. ¿Qué tan difícil te suena eso? —le pregunté.

    —Con su autorización no tengo problema, ya veré como arreglo todo.

    —No digo que ya acepté, primero deberé de hablar con la señorita. Por cierto, ¿cómo dijo que se llama?

    —Mirna Escalante Ruiz.

    —Como dices el apellido no me suena, pero en fin, ya veremos qué sucede. Ahora déjame solo y avísame en cuanto llegue.

    —Así lo haré señor —dijo saliendo de la oficina.

    II

    Los siguientes minutos los pasé reflexionando sobre la posibilidad de tomar o no el caso que esta señorita nos planteaba.

    «Interesante, una de las familias más ricas del país con pleitos de este tipo lo cual, desgraciadamente, no son de lo más nuevo, el dinero nunca dejará de ser dinero y menos en las cantidades que aquí se manejan», pensaba, «pero no debo dejar de considerar los riesgos que tendríamos que enfrentar si acepto el caso. Aunque llevamos una pequeña gran ventaja sobre cualquier otro despacho de investigación, mi calidad de vampiro. ¿Cómo nos escogería sobre todos los demás? Seguramente algún caso que resolvimos en el pasado», continuaba pensando.

    «¿Qué necesitaríamos en caso de aceptar la propuesta de la señorita Escalante? Infiltrar a alguien de los míos en su círculo, lo cual no suena fácil y mucho menos barato, porque como alguien me dijo, no basta ser rico, sino aparentar serlo. Tiene que ser alguien con presencia y con buenos contactos que lo avalen en el círculo de amistades en que esta gente se mueve y específicamente los primos de ella. Afortunadamente, muchos de los míos están en esa categoría; por ejemplo, Alberto, la suya no será la tercera familia más rica del país, pero no creo que esté más allá de la quinta o sexta, eso seguramente le da entrada a donde yo quiero llegar. ¿Y si lo hiciera yo personalmente? Mi apariencia refleja no más de treinta y cinco o treinta y ocho años, que eran los que tenía cuando me convirtió Karl Luftus en lo que ahora soy, mido un metro y ochenta y seis centímetros, tengo ojos claros y mi cabello es castaño muy claro, mi nivel de estudios es más que satisfactorio y mi educación y modales no me han hecho pasar ninguna situación embarazosa».

    «Pero en caso de que Alberto decidiera apoyarme, necesitaría crearme una historia creíble para que de pronto apareciera en su vida y en su círculo de amistades y, sobre todo, el pequeño detalle de la luz solar. Eso me quitaría un buen porcentaje del tiempo que se deberá de dedicar a este asunto, tendría que tener a un segundo de toda mi confianza, pero totalmente humano. Creo que me estoy adelantando a los hechos, primero deberé de escuchar lo que esta señorita tiene que decir. Y en cuanto a los honorarios del despacho, ¿qué le deberé de pedir? Mmm, creo que setecientos mil dólares cada treinta días es razonable, sobre todo, si yo personalmente atiendo el asunto».

    En esos pensamientos estaba cuando me llamó mi secretaria.

    —Señor, la señorita Mirna Escalante se encuentra en recepción y me informa que tiene una cita con usted.

    —Hágala pasar a mi oficina Martha, por favor.

    —Enseguida, señor.

    Mi despacho, como corresponde al del director, es el más amplio de los dos pisos que tengo en el edificio, el estar en piso catorce y quince nos permite una muy buena vista de la ciudad y gracias a que los compré en un momento en que los bienes raíces se encontraban a la baja, realmente fue una muy buena operación. Todos los muebles de mi oficina son de piel en color miel, cuento con una mesa de juntas para ocho personas y mi escritorio es de caoba en color roble oscuro. Todas las paredes están cubiertas por lambrin de cedro, mismo que al paso de los años deja escapar un aroma muy sutil a madera. Antes de que la señorita entrara puse a funcionar algunos de los equipos con que cuento en mi oficina, como son las videograbadoras perfectamente ocultas así como un pequeño equipo de rayos X, ya ha pasado que alguna persona llegue con armas ocultas lo cual no es de lo más recomendable en nuestro campo de trabajo, pues bien podía ser alguna de las personas a las que hemos descubierto, en busca de venganza en nuestra contra.

    —Adelante, por favor, señorita Escalante —le dije al tiempo que le abría la puerta de mi despacho.

    —Buenas noches —dijo.

    —Tome asiento por favor —le pedí indicándole uno de los sillones frente a mi escritorio—. Mi nombre es Marc Lehman y estoy a su entera disposición. Hablé ya con el señor Granados y me informó a grandes rasgos de su problemática, pero como en toda investigación quisiera que fuera usted misma la que me platicara exactamente qué es lo que sucede, cómo se enteró de nuestra existencia y qué es lo que quiere usted que nosotros hagamos.

    La señorita Escalante no había pronunciado palabra alguna mientras yo había hablado, simplemente primero observó mi oficina y luego se quedó viéndome en lo que yo terminaba de hablar.

    —No me decepciona en lo más mínimo, señor Lehman, sus instalaciones son de primera y su gente es totalmente profesional. Todo va de acuerdo a la información con que cuento sobre ustedes —me decía—. Ciertamente hace no más de tres horas estuve aquí insistiendo en verle a usted personalmente, lo cual me dijeron que no era la política normal de su empresa. Después de insistir me presentaron con el señor Granados el cual me atendió muy amablemente y a quién le expliqué el por qué necesito de sus servicios profesionales.

    Mientras ella hablaba era yo el que la revisaba de pies a cabeza, no rebasaba los treinta y dos o treinta y tres años, su cabello era castaño rojizo, tampoco medía menos de un metro y setenta y dos o tres centímetros su cuerpo estaba perfectamente bien formado y su cara era muy bella con ojos grandes aceitunados y cejas perfectamente delineadas. Y ni que decir de su presentación, todo era de las marcas más afamadas; zapatos, bolsa, traje, todo.

    —Como le dije, ya hablé con Héctor y me dio los antecedentes más generales de su caso, pero necesito que usted lo haga, comience desde el principio y sea lo más franca y amplia que sea posible —insistí.

    —De acuerdo, supongo que como al señor Granados mi apellido no le dice nada en particular —preguntó.

    —Así es ¿debería?

    —No necesariamente, trabajo nos ha costado el mantenerlo de esa manera, baste decirle que de acuerdo a algunas publicaciones especializadas nos catalogan como la tercera familia más rica del país.

    —La felicito.

    —Gracias. Pero no todo es bueno, como comprenderá tenemos intereses en muy diversas áreas desde acero, pasando por química, construcción, servicios, comercio, comunicaciones informática y finanzas, generamos miles de empleos y pagamos cantidades enormes de impuestos. Igualmente tenemos inversiones en el extranjero y tienden a crecer, nuestros activos se manejan en miles de millones de dólares.

    —Impresionante.

    —Todo esto lo manejan entre mi padre y un tío mío, obviamente con un ejército de asesores y gerentes. Mi padre es el menor de los dos, él cuenta ahora con sesenta y dos años y mi tío ronda los sesenta y cinco años, yo soy hija única y mi tío tiene dos hijos, Arturo que es licenciado en derecho graduado en Harvard y Miguel que es licenciado en administración y actuario con posgrados en comercio internacional y economía de Stanford. Arturo tiene cuarenta y tres años y Miguel cuarenta.

    —¿Y usted?

    —Yo soy licenciada en economía con maestría en administración de la Universidad de Londres y antes de que pregunte tengo treinta y cuatro años.

    »Como comprenderá, en nuestra familia es una tradición el tener una preparación formal de alto nivel antes de siquiera pensar en entrar en cualquiera de los negocios que manejamos. Claro que se sigue la filosofía de entrar no desde abajo, pero si a la mitad del escalafón, nunca al tope, yo llevo actualmente siete años trabajando y he estado en seis empresas básicamente haciendo análisis financiero, tuve buenos resultados y gané experiencia. Me gusta lo que hago como le dije, mi padre y mi tío controlan todo al cincuenta por ciento cada uno, por alguna razón que no nos ha sido explicada acordaron hace algunos años que en caso de que alguno de ellos faltara todo el control pasaría a manos del que sobreviviera y en caso de que ambos fallecieran solamente uno de nosotros, esto es mis primos o yo quedara a la cabeza de todas las operaciones. Hasta el momento no habíamos tenido problemas con eso, ya que existe un acuerdo tácito sobre qué áreas maneja cada uno de nosotros, por ejemplo, yo he estado en empresas de servicio y financieras, uno de mis primos se ha especializado en empresas de manufactura —decía.

    »Todo iba razonablemente bien hasta hace cuatro semanas, por alguna causa, he tenido cuatro accidentes de importancia, tres de ellos en mi automóvil y uno más en mi casa. Tres veces he sido golpeada por tres automovilistas, créame que si mi coche no ha estado blindado tal vez no estaría yo con usted. Y el accidente de mi casa fue en un barandal que cedió ante mi peso y se vino abajo, caí casi de dos metros de altura, por fortuna había unas cajas de cartón debajo de él, mismas que amortiguaron mi caída y solamente tuve golpes en diferentes partes, pero no fatales obviamente. Me he sentado en ese barandal decenas de veces antes y nunca había ni por mucho pasado nada parecido, todo esto al principio lo achaqué a mala fortuna, pero en mi ambiente hay que ser forzosamente malicioso por lo que me propuse hacer alguna pequeña investigación. Conforme pasaron los días más extraño me parecía todo, finalmente revisé con un arquitecto el barandal y efectivamente alguien intencionalmente lo había debilitado en su base. A partir de ese momento me puse a pensar en todo tipo de opciones, amistades de toda la vida me dieron algunos consejos y los evalué uno por uno, la mayoría los deseché de inmediato, pues era un rompimiento abierto con mi familia. Porque esa era la segunda gran pregunta ¿quién quiere eliminarme o al menos incapacitarme? Enemigos tenemos muchos, de eso no hay duda. Pero mientras más lo pensaba siempre caía a lo mismo, mis primos con o sin aprobación de mi tío.

    —Lo que dice es muy serio, ¿está usted segura de ello?

    —Si lo estuviera y tuviera pruebas seguramente no estaría yo hablando con usted en este momento, es para eso que necesito de sus servicios. Requiero que confirme mis sospechas y que de alguna manera obtenga pruebas irrefutables de su participación en lo que me ha pasado. Y en caso de que no fueran ellos los culpables, de cualquier manera necesito saber quién está detrás de todo esto —terminó.

    —Lo que me pide no suena nada sencillo de lograr, ahora que ha respondido mi primera y tercera preguntas, me puede responder la segunda ¿cómo llegó con nosotros?

    —Dentro de los consejos que recibí, estaba el contratar a profesionales que investigaran los hechos con toda seriedad y discreción, ese encargo se lo di a un abogado de mi total confianza, en una semana me dio sus datos, todo lo que le puedo decir es que los investigó a fondo y habló con algunos de sus clientes pidiendo referencias de su trabajo.

    —Discúlpeme, pero el nombre de mis clientes se mantiene bajo estricta confidencialidad.

    —Señor Lehman, deles a mis gentes algo de crédito, también tenemos maneras de averiguar cosas que nos interesan. En fin, el resultado es que usted y su empresa fueron altamente recomendados y por eso estoy aquí.

    —Ciertamente se me olvidaba su capacidad económica, lo cual me lleva a otra cosa. Escuchando todo lo que usted me acaba de informar, lo menos que puedo decir es que en caso de que acepte llevar a cabo su petición, esta llevará un costo muy elevado, pues necesitaremos de varias cosas que en su caso yo le informaría a su debido tiempo, pero que seguramente tendrán un elevado precio, independientemente de los honorarios del despacho, que considerando los riesgos a los que nos expondremos al hacernos de un potencial enemigo con toda la capacidad económica imaginable, serán considerables. Son tres las condiciones para que yo le dé una respuesta a su propuesta de trabajo.

    —¿Cuáles son?

    —La primera es que usted hará exactamente lo que yo le indique, cuando se lo indique y cómo se lo indique sin poner objeción alguna. La segunda es que necesito tener una autorización por escrito firmada por usted y por su padre para llevar a cabo esta investigación hasta sus últimas consecuencias, contando obviamente con su total respaldo.

    »Y la tercera es que independientemente de los gastos que la investigación genere, los honorarios del despacho serán de setecientos mil dólares mensuales durante el tiempo que dure nuestra labor, hasta que estemos en posición de entregarle pruebas fehacientes de la participación o no de sus familiares o en su caso del verdadero culpable. Una vez que usted me dé el documento y su autorización a lo que le solicito, entonces le daré mi respuesta. Porque supongo que de todo lo que usted me solicita está enterado su señor padre o ¿me equivoco?

    —Hace justamente seis días que se lo informé, al principio puso el grito en el cielo, no lo creía, fue hasta que le mostré el barandal y lo que se había hecho en él que comenzó a dudar. Sin embargo, él les da el beneficio de la duda a mis primos y tío, fue solamente hasta ayer que logré su autorización para hacer lo que hoy estoy haciendo.

    »Solamente me impuso una condición, el que de ninguna manera salga a relucir nuestro nombre en caso de ser ustedes detectados por mis primos o tío. ¿Cree poder hacer eso?

    —Qué bueno que me advierte de esa condición, ya que deberé de preparar una salida en el improbable caso de que eso sucediera, como le digo, lo que usted nos solicita no es un problema sencillo, va a requerir que disponga de un buen número de elementos de la agencia, así como de equipo dedicados tiempo completo a su caso. Le daré un ejemplo, ¿no sé qué tan buena relación tenga usted con su chofer?

    —Lo normal.

    —Pues despídase de él, ya que si tomo su asunto su chofer será uno de mis agentes, así como al menos de dos de su personal de seguridad, esto es en cada turno. Y finalmente necesito que introduzca en el ambiente de sus primos y tío a alguien de los míos, incluso podría ser yo personalmente. Con una sola consideración, contará conmigo normalmente después del atardecer, ya que sufro de una afección cutánea que la luz solar la hace muy virulenta, por lo que la debo evitar hasta donde me sea posible.

    —De acuerdo, me dice que aceptando sus condiciones y la autorización por escrito de mi padre y mía me podrá dar su respuesta.

    —Así es.

    —Entonces estaré aquí mañana por la tarde, a esta misma hora si no tiene inconveniente.

    —Ninguno.

    Sin decir más se levantó me extendió la mano y después de saludarme de manera firme, se retiró de mi oficina sin decir nada. Los siguientes quince minutos me quedé pensando en todo lo que me había dicho, no dudaba que el día siguiente llegara con la autorización firmada por ambos, así como con el primer cheque de setecientos mil dólares. Como ya había pensado antes, iba a necesitar a alguien que estuviese con ella durante el día y que fuese de mi total aceptación. Como regla de trabajo a todos mis agentes de campo se les capacita en forma trimestral en principios de criminología, defensa personal y práctica de tiro con las más diversas armas. He sido muy exigente en la elección del personal, todos son profesionales con licenciatura en diversas áreas, en cuanto a sus características físicas requiero de una estatura mínima de un metro y setenta y cinco centímetros en los hombres y de un metro sesenta y ocho centímetros en las mujeres. Todos tienen que pasar un examen médico y otro psicométrico, no necesito gente con problemas y aunque se escucha difícil, no lo ha sido tanto.

    «Deberé de elegir con sumo cuidado al personal que asigne a este caso», pensaba, «el chofer y cuatro agentes y alguien que esté con ella mientras el sol brille. Pero ¿cómo podré saber si realmente sus primos o tío están detrás de los atentados que ha sufrido ella hasta ahora? Y si es que realmente ellos fueron, pero por lo que dice al menos en el caso del barandal está comprobado. Deberé de mandar a investigar a los tres conductores que chocaron con ella, sus cuentas de banco incluidas, será interesante ver si no tuvieron un ingreso importante inesperado en los dos últimos meses». Pero regresemos a cosas más triviales como, por ejemplo, el hambre que me sigue molestando, afortunadamente estamos en el siglo veintiuno y ya existen sustitutos de sangre bastante bien elaborados, de los cuales guardo una razonable provisión en un compartimiento secreto en mi despacho. Sin pensarlo más me dirigí a él y retiré dos bolsas con un líquido rojo, cada una de ellas contiene un cuarto de litro por lo que me apuré a beber medio litro de este complemento alimenticio. No es lo mismo que el producto original, pero al menos me calma por unos días.

    ¿Qué más necesito? Puedo cambiar de forma a la de cualquier ser viviente, me puedo volver inmaterial convirtiéndome en una bruma, volar también lo puedo hacer. Hasta cierto punto puedo controlar la mente de las personas, todavía no me reflejo en espejos lo cual es bastante incómodo. ¿Podré contar con el apoyo de Alberto, para introducirme en el ambiente que necesito? En nuestra comunidad hay dos cosas que dan jerarquía, una de ellas es la edad y no la que aparentamos sino la que realmente tenemos; y la segunda el poder económico, en eso reconozco que los humanos nos han contaminado. Es cierto que existe en cada país un consejo formado por siete de los hombres y mujeres de mayor influencia que deciden sobre actos en que se necesita una tercera opinión, por ejemplo, cuando existen conflictos entre los nuestros. Recuerdo en particular el caso de Martin, el cual tenía un total desprecio por la vida de los humanos, pero llegó a tal grado que la cacería del asesino de mujeres comenzaba a poner en peligro nuestra seguridad como grupo. El consejo se reunió y algunos hablaron a favor de él, pero la mayoría estuvo totalmente en su contra, se habló con él y se le pidió que controlara sus actos a lo cual se negó en forma rotunda.

    La respuesta no se hizo esperar, se formó una comisión de dictamen y en vista de su actitud y lo que ella representaba para los otros miembros de la comunidad, se decidió su cancelación definitiva, esta decisión fue respaldada por el consejo y antes de que pasaran tres días el asesino en serie de mujeres no volvió a ser visto jamás. Todos nosotros supimos qué había pasado, fue penoso, pero un miembro no puede poner en riesgo a todos nosotros y, además, sirvió de ejemplo, no hay nadie insustituible y ciertas reglas se deben de hacer valer. Ciertamente nos tenemos que alimentar, por lo general de sangre humana, pero cada uno de nosotros ha buscado la forma de ser lo más discreto posible.

    Algunos, incluso viajan a diferentes ciudades cuando la necesidad se vuelve insoportable, otros se especializan en malhechores, en fin, cada quién ha encontrado su método. En el caso particular de Alberto cumple los dos requisitos de jerarquía, edad y poder económico, se dice que tiene no menos de setecientos años y de su capacidad financiera no hay nada que decir. Para que dejar para después lo que puedo hacer ahora mismo, le preguntaré si me puede ayudar con esto.

    Sin pensarlo más marqué su número telefónico privado.

    —¿Bueno, es la casa del señor Alberto Mauritius?

    —Así es —me contestó una voz.

    —¿Puedo hablar con él?

    —Su nombre, por favor.

    —Habla el señor Marc Lehman.

    —Un momento.

    Dos minutos más tarde escuché una voz familiar.

    —Marc, amigo, que milagro que te acuerdas de los viejos como yo —me dijo.

    —Alberto, acordarme de ti lo hago con frecuencia, lo que pasa es que no te quiero molestar o importunar. ¿Cómo has estado? —le pregunté.

    —Manteniéndome ocupado, tú sabes que nunca faltan los problemas. ¿Pero dime en qué te puedo servir?

    —Tú sabes que soy persona a la que se le dificulta pedir favores, también sabes que mi trabajo actual es una agencia de investigación.

    —Ciertamente y muy bien acreditada, lo cual me da mucha satisfacción. Pero dime ¿cómo te puedo ayudar?

    —No sé si el nombre Mirna Escalante te dice algo.

    —Creo, si no me equivoco, que es la hija de Rogelio Escalante Garza.

    —Entonces ¿la conoces?

    —Si es la mujer que te digo, a ella en lo personal no, pero a su padre claro que sí, e incluso al que supongo es su tío Arturo. Son de las familias más ricas del país, más que yo y tú sabes que eso ya es decir algo –dijo.

    —Vaya que lo sé, pues para no quitarte tu tiempo me vino a ver solicitando mis servicios profesionales. Siendo sincero contigo no estoy seguro de que el aceptar su caso sea lo más conveniente para mí, especialmente por el nivel en que estas gentes se manejan y lo digo con todo respeto. Un paso mal dado y me pueden hacer añicos, no a mí en particular, pero si a mi agencia, tienen toda la capacidad económica imaginable para eso y mucho más.

    —Me intrigas Marc, pero ¿y cómo te puedo yo ser de ayuda?

    —Por lo que veo, creo que telefónicamente no es lo más apropiado para explicarte todo lo que sucede ¿cuándo me puedes recibir no más de treinta minutos, para comentarte todo con más detalle?

    —Qué te parece dentro de dos horas.

    —Perfecto.

    —¿Tienes mi dirección?

    —Sí la tengo, no te quito más tiempo, estaré contigo en dos horas y gracias por todo, Alberto.

    —De nada Marc, te veré más tarde —me dijo despidiéndose.

    No había duda de que Alberto es todo un señor y además ha logrado cosas que la mayoría de nosotros todavía no perfecciona. Tiene a su servicio a personal que controla totalmente por el solo poder de su mente, incluso se dice que ha logrado actos de ubicuidad, o sea, que ha estado en dos sitios distintos al mismo tiempo. No cabe duda que la edad da conocimiento y lo que es que en su caso no lo ha querido compartir, obviamente le es útil a sus intereses y seguramente jamás lo hará del dominio general.

    La siguiente hora y media la pasé revisando los casos que estábamos manejando y sus avances como me había informado Héctor Granados, solamente dos de los casos presentaban un grado de dificultad razonable y los demás serían resueltos en poco tiempo más. Normalmente cada mes recibíamos poco más de veinte solicitudes de investigación, siempre como norma antes de aceptar alguna teníamos una pequeña reunión para evaluar el caso, ocasionalmente rechazábamos alguno, pero la mayor parte los tomábamos, la verdad es que no suena a una gran cantidad, pero eso también se debía a que no somos baratos. Pero poco a poco habíamos creado una reputación y la publicidad de boca a boca nos había funcionado muy bien y, sobre todo, en el medio que nos interesaba atacar. Nuestro cliente normal es el mediano y grande empresario o comerciante, gente del mundo de las finanzas o comunicaciones, en todos los campos hay problemas ya sea en el trabajo o en la familia, y a decir verdad nuestro porcentaje de eficiencia se acercaba mucho al noventa y siete por ciento, lo cual es muy bueno en nuestro medio.

    Faltaban ya treinta minutos para mi cita con Alberto, por lo que decidí que era momento de sufrir si así se le puede llamar, una pequeña transformación. Muchas veces había pasado que yo salía de la oficina sin que nadie me viese partir, sabían que tenía una salida oculta aun cuando nadie estaba enterado de cuál era. La verdad es que muchas veces simplemente abría la ventana y saltaba al vacío y durante la caída cambiaba de forma a la de un murciélago de mediano tamaño o en un ave parecida al cuervo. En esta ocasión esa forma la consideré la más adecuada, ya que el tiempo que me tomaría llegar a la casa de Alberto en esa forma sería de no más de quince minutos en vuelo recto. Él vive en Bosques de las Lomas, una zona residencial de lo más exclusiva cerca de mis oficinas, eran las diez treinta de la noche cuando llamé a la puerta de su casa. Un hombre de lo más pálido que he visto me recibió y me condujo a la sala de la casa.

    Esta era la segunda ocasión que iba yo a ese lugar, la casa es de una sola planta con desniveles de no más de uno o dos escalones. Tiene un gran jardín perfectamente cuidado y algunas fuentes. La sala era por demás amplia con lujoso mobiliario y cuadros que de acuerdo a mi poco conocimiento eran originales de diferentes artistas.

    —Marc, disculpa mi tardanza, sé bienvenido a mi casa —me dijo Alberto sacándome de mis pensamientos.

    —Alberto, gusto en verte.

    —Me dejaste intrigado con lo que me dijiste, exactamente ¿de qué se trata el problema de la señorita Escalante?

    —No quiero quitarte mucho de tu tiempo.

    —No te apures por eso, bien sabes que si algo tenemos nosotros es precisamente tiempo.

    La siguiente media hora le platiqué con todo detalle lo que la señorita Escalante me había comentado y fue hasta el final que le planteé mis dudas y, por qué no, algunos de los temores que me asaltaban en caso de aceptar lo que ella me proponía.

    —Como comprenderás, el tomar partido en esa familia es un riesgo que se debe de considerar muy minuciosamente.

    —Entiendo tu dilema, pero ¿en qué te puedo ayudar yo directamente, aparte de darte mi opinión si es que la requieres? —preguntó.

    —Por supuesto que me interesa y en cuanto a la ayuda que me pudieras prestar lo que te pediría es que yo o alguien de mi agencia deberá de presentarse en el medio en que estas personas se manejan, pero esta gente no nació ayer por lo que para darme un poco de veracidad deberé de llegar respaldado por alguien que ellos conozcan de tiempo atrás y que sepan con toda seguridad que se mueve en los mismos círculos y que cuente con gran poder económico, en este caso tú.

    —Entiendo, una especie de padrino o patrocinador.

    —Exacto, no sé tal vez algún familiar lejano que llega al país y que cuenta con un muy buen nivel económico por sí mismo y que ahora tú lo presentas con tus amistades para impulsar sus negocios aquí.

    —Bueno vamos a dividir el problema en dos partes, primero mi opinión. Tengo algunas dudas, no entiendo que ganan el tío y los primos al eliminar a la muchacha si su padre sigue vivo, según yo para tener el control total deben desaparecer los dos. Y por lo que dices al papá no le ha ocurrido nada extraordinario. Segundo, cuatro accidentes y que no hayan tenido el resultado que se esperaba, es decir, la muerte de la señorita, es por demás difícil, si realmente los que chocaron con ella era su intención matarla, no solamente esperarían que ella falleciera como resultado del choque, tal vez hasta hubieran puesto una bomba en su automóvil que explotara cuando chocaran con el coche de ella. Tercero, ¿no crees que un francotirador experto con el rifle apropiado a una distancia de cien o doscientos metros no hubiera logrado su cometido? Conozco a Arturo y a sus hijos, y te puedo decir que serán muchas cosas, pero tontos no lo son, es por eso que todo esto me suena poco creíble.

    —¿Crees que la muchacha está inventando todo esto? —le pregunté.

    —Tal vez no el hecho de que alguien quiera eliminarla, pero sí el que sea su familia la que lo trata de hacer. Pero en fin, no eliminemos esa posibilidad, aunque como insisto me suena poco probable. Y en cuanto a tu petición lo haré con mucho gusto, ciertamente te puedo introducir en el círculo en que ellos se manejan, sabes bien que no soy de lo mas sociable del mundo, pero cuando manejas capitales como los que yo poseo es inevitable un poco de relaciones públicas. En particular a Arturo y a sus hijos los deberé de ver casualmente una cuatro o cinco veces por año, ahora que si existiese una razón de negocios esos encuentros serían de lo más frecuente. Creo si la memoria no me es infiel, una de mis fábricas es uno de los más importantes proveedores de dos de las de ellos, tal vez por ahí podríamos empezar. Puedes ser el nuevo director general y te presentaré con ellos en esa capacidad, aparte de encontrarnos de forma no tan casual en alguna reuniones y cenas particulares en donde ellos vayan a estar presentes. Deberás de informarte del material que se les vende para que no vaya a haber sospechas de su parte y no tienes que ser familia directa mía, simplemente eras el director de una de mis empresas en Europa y ahora por tus resultados decidí traerte aquí, para impulsar otras áreas de mi interés.

    —No cabe duda que estar media hora contigo es oro molido para mí, te agradezco mucho tu apoyo y tus comentarios. Mañana por la tarde la señorita Escalante estará nuevamente conmigo, si cumple mis condiciones entonces tomaré el caso y de inmediato te avisaré.

    —De acuerdo, mientras tanto déjame hacer una pequeña investigación sobre los Escalante para tener la información más actualizada posible.

    —Ahora me retiro y nuevamente te agradezco tu apoyo. Gracias por todo.

    —Te acompaño a la puerta.

    Treinta minutos después me encontraba ya nuevamente en mi oficina, durante el trayecto venía yo pensando todo lo que Alberto había dicho. Ciertamente, matar a un humano así sea el más rico o poderoso, siempre será posible si el atacante está dispuesto a pagar el precio. ¿Cuatro atentados y ninguno con éxito total? Raro,

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