Bitácora de un viajero IV: Un mundo por recorrer
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Cinco meses, 52.500 kilómetros recorridos aproximadamente, 13 países y mas de 100 lugares. Avión, barco, canoa, bicicleta, auto, taxi, lancha, Uber, subte, tren, ómnibus, Cabify, metro, trajinera, camioneta y motocicleta. Un viaje soñado hecho realidad.
Andrés Schwarcbonn
A finales del 2013 tomé una decisión que cambiaría mi vida: irme a Israel a vivir solo. A cambiar mi vida. Ahora, solo falta un ¿por qué?Muchos dirán que con diecinueve años no se puede hablar de un largo trayecto de vida, yo digo que sí. Y con tan solo diecinueve años no solo vi que mi país, Uruguay, no podía brindarme un buen futuro sino que al ser así, ya no tenía ganas de estudiar universidad en él. También factores como la mala convivencia en mi casa, la perdida de muchos amigos a base de un viaje que tuvo sus altos y bajos y el sentirme perdido, fueron causas suficientes para que se forme una gran frase en mi cabeza: "no tengo NADA que perder".Luego, mis experiencias de vida me llevaron a llevar un registro de todos mis viajes y así, escribir para contarlos, se convirtió en un hábito de introspección que me convirtió en escritor.
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Bitácora de un viajero IV - Andrés Schwarcbonn
Bitácora de un viajero IV
Un mundo por recorrer
Andrés Schwarcbonn
Editorial Alvi Books, Ltd.
Realización Gráfica:
© José Antonio Alías García
Copyright Registry: 1908141700782
Created in United States of America.
© Andrés Schwarcbonn, Ramat Gan (Tel Aviv) Israel, 2019
ISBN 13: 9781393402695
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del Editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y siguientes del Código Penal Español).
Editorial Alvi Books agradece cualquier sugerencia por parte de sus lectores para mejorar sus publicaciones en la dirección editorial@alvibooks.com
Maquetado en Tabarnia, España (CE)
para marcas distribuidoras registradas.
www.alvibooks.com
Introducción
Las sensaciones de frío en mi cuerpo eran continuas. Las expresiones de mi rostro no mostraban felicidad, pero tampoco tristeza. Había llegado el día tan esperado. La cuenta regresiva había llegado al cero. El esfuerzo y lucha de estos dos años y medio se haría realidad. Aquel viaje soñado comenzaría en pocos instantes. Esa noche, la noche previa al primer vuelo se volvió silenciosa. mi novia Kim se durmió de inmediato, en cuanto a mí, esa primera hora se había hecho insoportable. Eterna. No podía pegar un ojo. Miraba a esa hermosa mujer dormir, mientras la acariciaba. Sabía que era la última vez en un largo tiempo que estaría junto a ella. Tanto sentimiento opuesto me había dejado en un shock total.
El reloj marcaba las 04:10 de la mañana. Poco y nada es lo que había dormido. No había tenido ni siquiera tiempo de soñar. Miraba fijamente el pálido y hermoso rostro de Kim mientras acariciaba su lacio cabello para despertarla. Metí las ultimas cosas en la mochilera y llamé al taxi para que nos recogiera rumbo al aeropuerto Ben Gurión (Tel Aviv- Israel).
Las primeras lágrimas en caer fueron las de mamá, pero ya estaba acostumbrado a eso. Mamá es una mujer muy sensible y amorosa, era imposible esperar que ese día no llorara. Luego de abrazarla fuertemente, dio unos pasos hacia atrás y así darme espacio para despedirme de mi segunda mitad, mi novia Kim.
Vi su mirada atravesar mi alma. Sus lágrimas deslizaban por su rostro y dulces palabras comenzaron a salir por su boca. ¿me había quedado sordomudo? Tenía todo un discurso en mi cabeza, pero en ese momento tan solo veía sus labios moverse. La abrace de una forma que mis brazos habían formado como una especia de candado que no se quería abrir. Pero el adiós era necesario. Caminé rumbo a control de pasaportes y lo último que vi fue a mamá y a Kim irse sin mirar hacia atrás.
Mi primer vuelo con escala en Moscú tuvo lugar el día 6 de octubre del 2017 a las 07:50 de la mañana. A las 07:15 el vuelo SU501 abrió sus puertas para el abordaje de todos sus pasajeros.
Saliendo en hora, el vuelo de Aeroflot Russian Airlines, acelero y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos volando. Luego de cuatro horas de viaje, el avión de la hoz y el martillo aterrizó sin problemas en el aeropuerto de la capital rusa, aunque el clima no era para nada agradable. La lluvia arreciaba sobre Moscú lo cual atrasó el despegue del segundo vuelo con destino Nueva York, aunque la imagen de más de diez aviones haciendo cola para sus despegues me pareció muy cómica. Era como ver la fila de un supermercado. Con un poco de retraso y con turbinas a fondo, el avión rumbo a Estados Unidos salió disparado de entre la niebla de agua provocada por la absorción y expulsión de las turbinas. Atravesando ese cielo gris opaco el avión comenzó a tomar altura hasta que por fin los primeros rayos del sol acariciaron el ala del avión.
Por poco estuve por juzgar mal a esta compañía aérea, ya que el servicio del primer vuelo había dejado mucho que desear. Al subirme al segundo vuelo de Aeroflot me quede impresionado. Desde las pantallas LCD en cada uno de los asientos (que tenían desde películas a juegos de todo tipo), hasta los artículos brindados como la tradicional manta y almohada, sumado a los auriculares, los tapaojos y hasta pantuflas descartables. Pero lo que más me llamo la atención fue cuando recibí un menú de las dos comidas que tendré en el vuelo. Este mismo contaba con varias opciones interesantes de platos, sumados a la amplia elección de bebidas y postres.
Aunque por lo visto la pantalla de mi asiento no funciona, no tengo interés en cambiarme. Utilizare esta señal para poder, junto a una copa de vino tinto, comenzar a escribir este cuarto libro biográfico y así transmitir de la mejor forma posible sobre esta gran aventura que estoy por empezar.
Espero desde el fondo de mi corazón que estas futuras vivencias sean de su agrado ya que estas hojas se llenaran de los contenidos más interesantes a lo largo de la gran América. No se saquen los cinturones porque esta gran hazaña no se detendrá hasta su gran final. Nos vemos a la vuelta. ¡Disfruten!
Estados Unidos
Conquistando el Oeste
Nueva York
La gran manzana me abrió las puertas a través de un gran reto. Tenía que llegar desde el aeropuerto JFK hasta la calle Marion Place 22 en Jersey City sin algún tipo de mapa o pista. ¡Qué gran forma de arrancar la aventura! Lo primero fue salir del aeropuerto. Lo que más me llamo la atención fue el gran cuestionario en la parte de inspección de pasaportes. Había sida más fácil sacar la visa que entrar.
El tren quedaba tan solo a un semáforo de por medio. Al cruzar y entrar al tren (sin pagar aun) me hizo acordar a mi pasado viaje a Budapest con Kim, donde la idea era no pagar y esperar que no haya algún inspector de boletos
. Pero al preguntarle a un señor que se sentó a mi lado, me enteré de que tendré que pagar al cambiar de tren si es que quería en algún momento salir del subterráneo. Aquel hombre de unos cuarenta años, flaco, alto y bien blanco, no solo me ayudo a llegar a la mitad de mi recorrido, sino que me acompaño y ayudo en la compra de cada pasaje y de indicarme por dónde ir. Muy gentil el Yanqui. Luego me dijo "beatzlaja" (suerte en hebreo) y me saco una gran sonrisa por su gesto y su gran respeto que hasta busco la forma de mencionar una palabra en hebreo, al saber que venía desde Israel. El único problema fue que por querer ayudarme invertí 33 dólares en un pase libre de tren, que solo sirve dentro de la ciudad de Nueva York. Teniendo en cuenta que donde me hospedaré queda en Jersey y que mis recorridos dentro de Manhattan serán a pie, intentaré reclamar ese boleto lo antes posible.
Luego de pasar por la estación Jamaica y cambiar el tren hacia la estación Pensilvania, tenía la indicación de dirigirme al PATH en la calle 33. ¿debía tomarme un ómnibus o era un tren? No tenía ni la menor idea. Todos querían ayudarme a llegar a mi destino, el problema era que cada uno me daba una dirección distinta. Luego de un par de vueltas en círculo por fin la encontré. Allí un nuevo tren me dejo en Journal Square ubicado en la ciudad vecina de Jersey. De allí tan solo me faltaría una pequeña caminata de unos 15 minutos aproximadamente. La noche había caído y con el cansancio iba recorriendo esas calles silenciosas, entre casas antiguas pero prolijas y edificios que no pasaban los 3 pisos. Nuevamente las mil y una indicación de los peatones me mantuvieron entretenido un rato, hasta que llegue a mi destino.
Tenía una serie de instrucciones anotadas para poder ingresar a la casa. Era como una búsqueda del tesoro. Primero tenía que encontrar una caja con la letra B
ubicada en la parte exterior de la casa. Esa pista sí que fue difícil de encontrar. Luego de unos minutos, mientras las gotas de sudor se deslizaban por mi cuerpo, logre encontrarla. Coloque el código que se me fue brindado 2985* y la caja se abrió. Pero nada había dentro. Poco después me enteré de que allí debía estar la llave de la puerta de entrada. Lo bueno era que la puerta estaba sin tranca. Luego de pasar por otra puerta con un código digital vi a mi izquierda la puerta que correspondía a mi cuarto, señalado con la letra B
. Coloque un tercer código y allí estaba yo, en el final de mi primera gran aventura de mi viaje.
Me adelante a que sonase la alarma fijada para las 08:30 de la mañana. Me vestí y fijé rumbo a comprar un adaptador para el celular. ¿sabían que acá los adaptadores son diferentes? Luego de caminar por unas cuadras me di cuenta de que era muy temprano y que debería regresar más tarde cuando los negocios comiencen a abrir. Aproveche para desayunar en el camino y me tire en el sillón de la casa mirando los minutos pasar.
Mi primera visita fue al monumento del 9/11. El 11 de setiembre del 2001 varios aviones fueron secuestrados por terroristas y estrellados en diferentes puntos. 3000 personas murieron ese día y otras 6000 resultaron heridas. Las famosas torres gemelas ya no formarían parte del paisaje de Nueva York. Y allí me encontraba yo, 16 años después. Dos agujeros de tamaño exorbitante cuyos nombres del recuerdo rodean las aguas que se van para no volver. Recuerdo este hecho como si hubiese sido ayer.
A pocos metros de allí se encuentra el Museo Nacional del Indio Americano fundado en 1989 dedicado al recuerdo de los pueblos indígenas en América. Al pasar por seguridad, algo le salto en el escáner que no era permitido. Resulta que no podía entrar con un desodorante en aerosol. Me ofrecieron retirarme con mi desodorante o de lo contrario lo desecharían. ¿todo por un simple desodorante? Tomé la segunda opción, pero no se preocupen lo extraje de la basura al retirarme del museo. ¡Un aburrimiento! Desde