Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar
Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar
Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar
Libro electrónico198 páginas3 horas

Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Este es un libro para adolescentes. Se basa en una historia real. Estoy convencido que, si me acompañas en la aventura, juntos descubriremos el camino de la vida. Reforzaremos nuestros ideales en la búsqueda para triunfar en esta época moderna.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 jun 2021
ISBN9781662488764
Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar

Relacionado con Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Para volver a dar un consejo de amor, lo único es aprender a escuchar - Moisés Palillero

    1

    Para volver a dar un consejo de amor, lo único que debemos hacer es aprender a escuchar

    Yo dormía dentro las sábanas, dando vueltas en la cama; olvidando la mañana del nuevo día, recopilando de pereza por las cobijas, jalando la almohada por la cabecera. Relegando la picardía sobre la cama y entre las sábanas envolvía todos los colores que había. Olvidándome el día que traía la corriente junto el amanecer de la mañana. Dándome el día, la perfección que quería, relajado como un niño en brazos de sus padres.

    —Yo sé que tú eres una mujer inteligente en tu profesión, te lo digo sin mentirte y, con claridad, pero lo que me molesta es que vas a partir a trabajar sola todos los días; sin ninguna protección de mi compañía, agarraste el coche, lo encendiste por cinco minutos. Mientras te despedías de mí, con un beso en la mejilla y me... dijiste: Hasta pronto cariño y yo me quedé feliz por tu despedida y más feliz porque me amas.

    Al par de horas me preparaba un café gozosamente contento, sin pensar que podría suceder en este día, cuando escuché el teléfono, sonó y al dejarlo sonar varias veces, caminé despacio hacia él, al llegar al teléfono, se cortó la llamada; al colgarlo, volvió a soñar:

    —Hola, ¿sí?, casa de la familia Salas. —Y cuando escuché fue una voz desesperadamente atormentada diciéndome.

    —Señor Salas, señor Salas, habla la amiga de su futura esposa, compañeras del mismo trabajo. Su esposa acaba de sufrir un accidente con el coche y, en estos momentos se encuentra en el Hospital Universitario De Puebla, cerca en la avenida 11.

    En esos instantes sentí que se me fueron las fuerzas, solté despacio el alambre y colgué el teléfono. Al agarrar las llaves del carro, se me llegó en la mente un éxtasis, pero no podía detenerme ni tranquilizarme, salí de la casa y me fui a donde estaba el carro, arranqué el auto y salí de inmediato al hospital, para ver lo sucedido, pero realmente mis pensamientos no los tenía ordenados en los instantes en que estaba en el carro. Antes de llegar a la avenida indicada, se me atravesó un taxista del aeropuerto, que también llevaba prisa:

    —¡Aun lado de mi camino estorbo! ¡apártate de inmediato gracioso!

    Aceleré nuevamente el auto con prisa para llegar lo antes posible. Al llegar al Hospital Universitario de Puebla parque el auto y me dirigí a la puerta principal de la entrada, al entrar caminé como diez pasos hacia adentro, secándome las manos sudorosas en el pantalón, pensando en la tragedia de lo que pudo pasar. Ciertamente nos acabamos de casar ¿por qué Diosito permitió que sucediera esto? pero lo único que pensaba era en que si estaba embrazada, porque desde jovencitos nos conocemos y nos enamoramos demasiado, hasta que un día planeamos estar juntos y tener un pequeño bebé, eso fue lo único que se me pudo ocurrir al entrar al hospital.

    Caminando más adelante cerca de la información, vi tres diferentes mujeres sospechosas que me vieron con una mirada de pocas ganas.

    —¡Hola, señor Salas!

    —A sus órdenes señoritas.

    —Señor salas, gracias por venir de inmediato, no fue mi intención preocuparlo; pero lo debía de hacer por su esposa, soy Rocío, compañera y amiga antes que se casara con usted. Su esposa tuvo un accidente por un deshonesto, en verdad lamento mucho que le haya sucedido a ella. En estos momentos se encuentra a dentro, está siendo atendida por los médicos.

    —¿Cómo supo usted de esta tragedia, vio o alguien le habló de esto?

    —No señor, yo estaba en mi casa con mi familia charlando, en eso escuché que hablaron en el teléfono y mi hermana levantó y contestó, y cuando vi mi hermana asustada diciéndome, Rocío... Rocío, te hablan por teléfono, de parte de una amiga tuya, yo corrí a contestar.

    —Bueno.

    —¿Rocío?

    —Si, diga.

    —Soy, un médico de un hospital y chófer de una ambulancia. Una persona le ocurrió una desgracia, espero que la conozca, en su bolsa encontramos este teléfono en donde me estoy comunicando le pido si puede venir a reconocerlo, y cuando escuché esto traté de venir pronto a ver a su esposa, estaba en el auto con una multitud de gente alrededor, sin darle ayuda a su pobre esposa, traté de acercarme más adentro, haciendo la gente a un lado, es cuando la reconocí. Yo mismo les pedí a los de la ambulancia que la llevaran a un hospital más cerca.

    —¡Señor Salas!

    —No se precipite que Rocío no le miente.

    Al escuchar todas estas palabras, sentí como si me hubieran echado una cubeta llena de agua fría en la espalda. Nervioso, me encontraba frente a ellas, no sabía si gritar o actuar de una manera tormentosa. Que me puse muy pálido, como si fuera un muerto. Me dirigí a la información a preguntar el nombre de mi esposa.

    —Bueno días, señorita.

    —Buenos días, señor.

    —Mi nombre es Elías Salas, busco información de la señora Marlene Infante quien es mi esposa, a quien la trajeron de emergencia, por un accidente ocurrido.

    —Permítame señor, tenga paciencia.

    Mientras que la recepcionista buscaba el nombre, yo no estaba tranquilo de la tragedia.

    —Señorita quisiera saber o verla en donde la tienen metida.

    Entre mis pensamientos iban y venían cosas mortales, que hasta mi corazón se hacía pedazos, como un vaso de cristal, remordiéndome mis angustias de haberte dejado venir sola al trabajo.

    —¡Señor Salas!, su esposa se encuentra en la parte de emergencia a la izquierda, por donde va esa flecha.

    —Gracias señorita. —Me dirigí por donde me enseñaba hacía esa parte, vi bastantes personas lagrimeándose en sus sillas, esperando respuestas de los doctores sobre sus enfermos.

    Me paré al frente de la puerta, moviendo la cabeza a los lados para ver si te miraba de lejos, pero no veía a nadie de los doctores que me dijeran como te encontrabas, me senté en la banca junto a una persona con malestar, y me dijo:

    —Nunca es bueno estar nervioso sino, no nos hacen caso.

    Al escuchar a esta persona, en mi mente no cabía ninguna opción de lo sucedido. Cuando te vi te pasaron de un cuarto a otro, me levanté a preguntar como estabas, pero no me dejaron entrar junto a ti, nada más te observé de lejos que te llevaban en una camilla, y en la mano tenías enchufadas mangueras de sueros y en la nariz una especie de oxígeno, me sentí tan preocupado al verte así, solo le pedía a Diosito ayuda, que te ayudara en los momentos necesitados.

    Señor. No permitas cosas injustas sobre este cuerpo en cama, pues tú sabes los caminos de los pueblos, oh tan grande es tu nombre y, tu misericordia para los que reconocen. Dios de los cielos y rey de los que te obedecen y los que te buscan, porque nunca quitarás tu brazo sobre los que temen, y a los que te buscan. Inclina tu oído y acepta la petición que te hago, por el nombre de tu hijo amado Jesús.

    Pues tantas cosas habían pasado en el tiempo que está abajo esperando la noticia de los médicos que me dijeran de tu debilidad.

    —Doctor ¿cómo está mi esposa? ¿puedo verla? o dígame algo de su estado.

    —No puedo aclararle nada, pues estamos haciendo lo mejor, descanse un rato. Relájese un poco, no piense cosas negativas sino al contrario, ruegue a Dios que todo salga perfectamente bien en la vida de su esposa.

    Pues hasta el propio médico me decía que no pensara tonterías en mi mente. Yo me pasaba de un lado a otro golpeando la pared, viendo los techos de los cuartos. ¿cómo es que pudo suceder esto? Quisiera saber quien tuvo la culpa de los dos, yo estaba intranquilo durante el rato en que ella salió.

    —Señor salas tenga calma, ojalá no sea alta su presión, pues hay bastante cosas que se nos viene a la mente, que no son nada perfectas; venga, lo invito a tomar un café en la cafetería.

    —No, gracias, lo único que quiero saber es de mi esposa, que me digan los médicos sobre ella, que todo salga bien. ¿dónde está el muchacho del accidente?

    —El muchacho ya fue detenido, desde el momento en que ocurrió el accidente.

    En ese instante cuando estaba yo preguntando las preguntas, te vi salir caminando despacio del cuarto de emergencia, acudí de inmediato a encontrarte y, al verte caminar te lanzaste en mi cuello, diciéndome:

    —¡Perdóname!

    Me apretaste fuerte con tus brazos, no te hice preguntas en el momento, porque pensé que te encontrabas debilitada del golpe. Al llegar a la casa te recosté, porque los médicos me dijeron que descansaras bastante.

    —Señor Salas tranquilícese ya.

    —Si Verónica, trataré de relajarme.

    —Yo sé que el muchacho pagará su error de haber cometido esto.

    —¿Quién era el muchacho?

    —Es un muchacho de la misma escuela, que seguido la molestaba, pero ella nunca le dio motivos.

    —Yo sé, ella es una mujer humilde que nunca me ha ocultado nada desde el tiempo que nos conocimos, pero quisiera saber quiénes son sus padres para ir a verlos y aclarar esto. ¿cómo pudo hacerle esta desgracia a una mujer casada?

    —Todo esto se lo dije a Verónica, cuando tú estabas descansando de la tragedia, yo me sentía culpable de todo esto, dentro de mi ser; no sé, no conozco al muchacho que provocaba tu ausencia personal, dime ¿desde cuándo conoces ese joven?, ¿por qué no me dijiste que alguien te perseguía?, ¿por qué te quedabas callada todo el tiempo que te conocía?, ¿acaso nunca confiaste en mí? tú sabes todo lo que pasaba en mi vida personal, tú lo sabías todo, lo más grave iba a pasar si hubieses estado embarazada, tú que tanto deseas y amas a los bebés; no sabes cómo me siento en el corazón.

    —No mi amor, por favor no pienses mal, que en mi ausencia nunca he provocado a alguien, siempre te he confiado todos mis secretos, porque tú sabes que nos conocemos desde nuestra niñez. Nosotros debemos de entender los problemas de los jóvenes, de lo que les pasa.

    —Si mi amor, pero muchos hombres piensan al contrario de una mujer, yo sé que hay bastantes chicos desequilibrados mentales, ¿por qué te perseguía todos los días? La hermana de Verónica me aclaró que tú enseñabas constantemente por igual a todos los chicos. En el discurso de ambos, lo discutíamos en la casa entre los dos. Cuando lo vi, se sintió un poco mejor. Tú eres una persona siempre respetable con tus chicos, pero nunca se me ocurrió esta tragedia. Hoy en estos instantes me marcharé a ver el padre de ese muchacho, quien sabrá, cuáles son los motivos de ese joven, ¿qué quería hacer contigo?

    —No mi amor permite explicarte lo sucedido, ese muchacho no tuvo la culpa del accidente, simplemente se pasó la luz verde corriendo con otro chico, cuando supo que venía cerca de donde yo venía, traté de detener el auto, pero no me dio tiempo de pararme, fue cuando traté de dar a la derecha y es cuando di el golpe hacia el muro.

    —Está bien, trataré de tranquilizarme lo primero es que estas tú aquí, el auto se arreglará después.

    —No adelantes tus intenciones de pensar lo incorrecto sobre esa persona.

    —Es lo que me dijiste en ese instante, pero entendí que tú no sabías nada de esto, solamente me dijiste es todo.

    Al estar en la sala del pasillo me paseaba nervioso y asustado por los lados de la casa. Nada más veía en las ventanas el viento que soplaba sobre mí y sobre tu rostro, pasé a la recámara, dejándote sentada sola en el sofá, al abrir la puerta me gritaste.

    —Mi amor.

    No te contesté palabra alguna. Al cerrar la puerta me dirigí a la esquina de la planta de la recámara, viendo pasar la gente de la calle, pensando en las cosas que te sucedieron, al darme vuelta te vi en la puerta con tu rostro triste y tu vista hacia mí, pasaste adentro de la ventanilla, me querías agarrar por detrás, que tus brazos temblaban, pero no te decidías. Al verte, salí de la recámara con la cabeza agachada, te dejé abierta la puerta y me marché hacia la cocina, agarré la silla que estaba en la mesa y me senté al lado de la estufa viendo los pilotos del encendido, agachado estaba yo, como las cosechas de los campos, cuando el campesino siembra en tierra seca y espera a que nazca su grano, pero con lluvia que no cae a tiempo se empieza a morir, debilitado por el calor.

    Me encontraba muriendo en estos momentos, ¿cuándo me seguías? estuve así un rato, solo agachado mi rostro en el suelo. Tú corriste después también y te dirigiste a la cocina, agarraste la cafetera del refrigerador en donde estaba y, la pusiste en la parrilla de la estufa porque tú sabías que me gustaba bastante el café, que me lo preparabas siempre delicioso en los días cuando desayunábamos juntos en el comedor, tú hacías lo más agradable para verme contento frente de ti, pero con la tragedia yo no quería saber nada de ti.

    —Mi amor. ¿Deseas una taza de café?, como lo has bebido siempre en los desayunos. Olvida esa tragedia y olvida tus penas de remordimiento fatal. Mira que te puedes atrasar con tus alumnos de la escuela, ellos también desean cosas buenas para prepararse en su vida.

    Yo te veía contenta en la cocina, pero lo que no podía resistir en la cocina era a ese joven, quería ir a verlo y agarrarlo de las orejas y darle un fuerte castigo para que aprenda a respetar. Que no sabía qué hacer cuando escuché la noticia de ti, que corrí al garaje del carro y corrí al hospital, que hasta las llaves de la casa se me olvidaron. Pasando el tiempo de la discusión, dejé enfriar la cabeza, tomé una toalla y me desvestí en el baño, al soltar el agua de la regadera tentando la temperatura que caía, sentí en la espalda un pequeño chinito que corría todo el cuerpo, Al voltear solté la cortina y me volteé hacía ti, me abrazaste apasionadamente como un pequeño niño querido, al ver que eras tú, me relajé suavemente, chistoso, abracé la mano en la boca besándote princesa, quitaste tu mano encima de mí y me sacaste del servicio privado, caminamos abrazados juntos a la recámara donde dormíamos, cerraste la puerta con mayor seguridad; como si un ladrón robara algo valioso escondido, te quitaste la blusa despacio, desvestida quedaste completamente sin ropa, te lanzaste en mi cuello emocionadamente y apretaste tus brazos contra mí y yo dejándome hacer todo lo que me hacías, me acariciaste el cuello con tu boca y al sentir tus labios te abrace fuerte en la cintura. Al hacer esto me dabas cosquillas en las orejas, nos echamos en la cama con las sábanas blancas, haciéndolas a un lado y agarrando las almohadas para hacer el amor sinceramente, olvidándonos de todo lo que había pasado anteriormente sobre el accidente. El tiempo que estuvimos en el cuarto, fue algo agradable entre los dos, al sentirte, pensé en nuestro matrimonio, en que teníamos poco tiempo de estar casados tú y yo... te amo mucho. Quisiera tenerte a mi lado para siempre

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1