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Resurrección: Ciudad Axila, #3
Resurrección: Ciudad Axila, #3
Resurrección: Ciudad Axila, #3
Libro electrónico108 páginas1 hora

Resurrección: Ciudad Axila, #3

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Un futuro distópico. Un mundo tecnológico y ambiguo.

En el tercero y último libro de la trilogía Ciudad Axila, "Resurrección", nuestros infatigables héroes Netflix y Toxina abandonan el santuario de los Ángeles del Fango y regresan a la megalópolis más contaminada y corrupta del continente para vengarse del malvado DJ Inferno y abortar sus planes de apoderarse de toda la ciudad.
¿Lo conseguirán?
Algo de eso hay, pero desvelarlo sería un spoiler en toda regla y no queremos eso, ¿verdad?
Por si acaso, no contengas mucho tiempo la respiración.

IdiomaEspañol
EditorialDavid Pallol
Fecha de lanzamiento10 ene 2023
ISBN9798215914274
Resurrección: Ciudad Axila, #3
Autor

Daruma Neko

Su nombre es japonés. 'Daruma' significa 'demonio' y neko, 'gato'. Es un gato-demonio. O un demonio de gato. Nuestro autor transespecista es un superviviente de Fukushima. Un gato radiactivo, fluorescente en la oscuridad. También desarrolló facultades humanas, como la de hablar o la de teclear con los pulgares. Y notó de repente unas dotes visionarias, de ahí que se animara a escribir para iPulp thrillers trepidantes con humor, romance, aventura y corrupción generalizada, que es lo que el público parece demandar estos días.  Si ya los gatos son sabios, imagina uno mutante. Para Daruma el futuro es como un libro abierto. 

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    Resurrección - Daruma Neko

    Resurrección

    Daruma Neko

    Colección iPulp − Todos los derechos reservados.

    TAKE ME DOWN TO PARADISE CITY

    Era una tarde incandescente. Un ocaso rabioso de colores se abatía sobre el horizonte. Netflix y Toxina coronaron por fin la cima de la colina pelada. De súbito, ante ellos, se reveló una panorámica desprevenida que les hizo retener el aliento.

    −Guau, exclamó Netflix impresionado.

    Hacía tiempo que tenía ganas de volver a contemplar aquel panorama. Delante de él, Ciudad Axila se mostraba tal cual era. Inabarcable. Contaminada. Degradada. Corrupta. La gran babilonia del continente. Una vista fascinadora y ambivalente. Rascacielos en vidrio visión y acero inoxidable, torres biónicas, construcciones extrañas, antenas, hangares, depósitos. Ruido. Densidad. Polución. Canales de radio en posición de escucha. Nubes de podcasts. En una palabra, civilización. Bendita sea. Por muy mística que fuera, Netflix había llegado a estar harto de la vida en el campo. El vertedero había sido un exilio, en toda regla. Pero ahora volvía a casa.

    Netflix respiró hondo. Se sentía emocionado. Es lo que sucede cuando uno regresa al hogar después de tanto tiempo. Había sido un periodo de refugio y destierro, de privación y silencio, pero ahora volvía al fin donde el ruido eléctrico no para y tienes todo lo que necesitas. Dejaban atrás la atmósfera viciada del vertedero en el campo por el aire radiactivo de la gran ciudad, bajo cuyo sol sucio había un lugar para todos. Él había perdido el suyo, para ser honestos, se lo habían arrebatado vilmente, pero ahora reaparecía para reclamarlo. La hora del exilio había concluido y había comenzado la de su revancha. Aquel era el monte chamánico cuya cima toca el cielo. Allí empezaba todo.

    Netflix, parado ante el sobrecogedor panorama de humo, ruido y luces, suspiró emocionado y dijo:

    −Es bonito marcharse, pero es más bonito volver a casa.

    Toxina, sonriendo, le respondió:

    −Ahí la tienes, más cerca y más bella que nunca.

    −Sí −añadió Netflix mirándola desafiante−. Esperándonos. Te puedo asegurar que la muy zorra nos ha echado de menos.

    −Sí −reconoció Toxina−, yo también a ella. Esta Gran Ramera en el fondo se hace querer, a su peculiar manera. Ahora toca menear un poco esos aletargados cimientos. Ha llegado el momento largo tiempo esperado. Es la hora del retorno.

    −De mi venganza, remató él con un brillo manga en los ojos.

    −Somos una dorada pareja en la cumbre del mundo, declaró ella.

    −Lo somos, confirmó él. Y el futuro empieza hoy, añadió entre dientes.

    Netflix olfateó el aire. La ciudad, como siempre, olía a sintético, química, máquina y polución y DJ Inferno, por su parte, olía a cadáver. Había tenido una visión en la que era hombre muerto. Netflix respiró reconfortado.

    Sus ojos emitieron un elocuente fulgor dorado. Netflix observó desde la loma, borrosamente extendida ante sí a causa de la pesada contaminación, a la babilonia posurbana y radiactiva con una sonrisa exultante.

    PÁNICO EN EL EDÉN

    DJ INFERNO ESTABA DE mal humor. Le habían demandado por enviar fármacos tóxicos a Haití. Se trataba de una demanda conjunta de los familiares de más de una veintena de niños haitianos que resultaron muertos o con graves secuelas tras ingerir un jarabe para bajar la fiebre. El jarabe en mal estado había provocado la muerte por insuficiencia renal a 59 de ellos y dejado con problemas de salud irreversibles a otros cuatro. DJ Inferno había participado, junto a su contacto local, en la exportación de la sustancia tóxica con la que se fabricó el medicamento. La medicina contenía glicerina contaminada con dietileno glicol, un alcohol industrial que se utilizaba como anticongelante o disolvente. DJ Inferno adquirió el producto tóxico a un consorcio chino en el que participaba el gobierno de Beijing. No se había sometido a la glicerina a los controles de calidad exigidos. Del producto se habían exportado 1 800 kilos, de los que al menos un 20% había resultado estar contaminado.

    Para colmo, se había enterado de que Netflix seguía vivo −contra todo pronóstico− y había regresado a la ciudad. Ya no se sentía seguro, pese a su guardia pretoriana de drones y su ejército de matones lobotomizados con licencia para matar. Por lo demás, sus pasiones seguían siendo las mismas: poder, ambición, dinero. Presumía de ser el líder de ‘la iglesia siniestra del país donde el hardcore es la palabra y el bombo, nuestro ¡¡D.I.O.S.!!’, como decían sus feligreses. Era el dueño y señor de Ciudad Axila, pero quería más. Siempre quería más.

    El tiempo no acompañaba a su estado de ánimo. Era una tarde de texturas como un disco de Radiohead. Triste, neurótica, espesa. DJ Inferno se sentaba abatido en su trono, en lo más alto de la antigua torre de televisión. Átomo, que estaba a su lado, decidió aliviarle con el dulce néctar de la adulación.

    −Noto alicaído a su alteza...

    −Estoy preocupado -contestó DJ Inferno, desganado−. Y no solo por la demanda de Haití. Según mis informes, Netflix ha vuelto.

    Átomo se sorprendió:

    −¿No estaba muerto?

    DJ Inferno resopló y contestó:

    −Hierba mala nunca muere.

    −Pero se puede arrancar −argumentó el ladino de Átomo−. O fumigar.

    Sus ojos emitieron un destello de maldad. Átomo había tenido una idea, tan malvada como él. Tenía una mente diabólica.

    −¿Preparo un ataque sónico, mi señor?, dijo Átomo−. Un dispositivo acústico de largo alcance estaría bien.

    DJ Inferno se quedó pensativo en su trono, considerando lo que había dicho su fiel lacayo, y se mesó ladinamente la barbilla. Finalmente dijo:

    −Me gusta la idea, pero sabes que a mí me gusta tunear las cosas. No solo hacer que parezca un accidente, sino un accidente sexy. Esta vez tengo preparado algo mejor. Le voy a dar la bienvenida que se merece.

    Hizo una pausa de las que a él le gustaban: dramática. Luego dijo:

    −Netflix es como un bicho irritante que siempre vuelve y que no te deja en paz. Es como una avispa en verano cuando hay comida.

    −¿Qué es una avispa?, preguntó Átomo.

    DJ Inferno le miró

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