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Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla
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Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla
Libro electrónico201 páginas2 horas

Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla

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En Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla, Francisco de Arango y Parreño analiza de forma global las características de una empresa fabril azucarera. Escribe sobre su flujo de producción, pasando por la fuerza de trabajo, hasta la financiación, la distribución y los mercados. En opinión del ensayista cubano Jorge Mañach:
«El Discurso sobre la agricultura en La Habana y medios de fomentarla(1792) es el escrito más considerable de Arango, y en él se trazan las bases de aquella reforma. Esencialmente, constituye la primera formulación, en el terreno económico, del pensamiento relativista cubano, que después ha de desplegarse con otras derivaciones. A despecho de su «asimilismo» en el orden político —es decir, la afirmación teórica de la identidad de derechos administrativos y civiles entre la Metrópoli y su colonia—, lo que en el fondo anima el pensamiento de Arango y Parreño es, en cierto modo, una idea contraria: la de que Cuba es tierra distinta, ámbito de intereses propios y peculiares, entidad no asimilable a la Madre Patria, ni susceptible, por tanto, de ser regida por las normas del absolutismo peninsular. En Arango se hallaba, pues, en germen, la doctrina central cubana de todo un siglo.»
El Discurso sobre la agricultura de La Habana es mucho más que un manual de agricultura. En este libro Arango va más allá del estudio minucioso de la producción del azúcar. Lleva su análisis al fomento de su cultivo por razones geopolíticas.
No en vano cincuenta años después Cuba gozaba de una poderosa economía gracias a su producción de azúcar. Y, también, cabe decirlo, sustentada en la mano de obra esclava que requería tal producción.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento10 dic 2022
ISBN9788490078280
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    Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla - Francisco de Arango y Parreño

    9788490078280.jpg

    Francisco de Arango y Parreño

    Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail: info@linkgua.com

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN rústica ilustrada: 978-84-9816-789-4.

    ISBN tapa dura: 978-84-1126-114-2.

    ISBN ebook: 978-84-9007-828-0.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla 11

    Verdadero origen de los males que nos ha traído el descubrimiento de América 12

    Remedios que se han aplicado desde que reina la casa de Borbón en España 13

    Obstáculos que encontraron los buenos deseos e ideas del señor Felipe V 13

    Sus providencias en favor de la Isla de Cuba 14

    Verdadera época de la resurrección de La Habana 15

    Toda la felicidad que hoy tiene la debe a las sabias y benéficas providencias del señor don Carlos III 16

    Otras causas de los progresos de la agricultura habanera 17

    Las cosechas iban llegando a un punto que era menester pensar en proteger sus salidas al extranjero 18

    La decadencia con explicación de los motivos 20

    Revolución de Francia favorable a los frutos de La Habana 21

    Ocasión favorable para aumentar sus cosechas 22

    No lo pueden conseguir si no se le facilita en el extranjero una salida ventajosa 22

    Inconveniente que hay para eso ejemplificado en el ramo del azúcar 23

    Primer inconveniente 24

    Segundo inconveniente 25

    Tercer inconveniente 26

    Cuarto inconveniente 27

    Quinto inconveniente 28

    Sexto inconveniente 31

    Séptimo y último inconveniente 31

    Reflexiones sobre estos inconvenientes 32

    Demostración de que son mayores los que hay para el cultivo de algodón, café y añil 33

    La misma demostración sobre el tabaco 33

    Algunos creerán intempestivo que pidamos el remedio de estos males en la presente época: se engañan 36

    Es muy fácil conseguirlo siempre que se remedie prontamente los inconvenientes expuestos 38

    Designación del único remedio proporcionado a estos males 42

    Proyecto 62

    Oficio al señor fiscal del Consejo de Indias 74

    Esquela que se entregó a los ministros del Consejo de Indias 84

    Nota de los sujetos propuestos a S. M. en 1787 para los empleos del Consulado de La Habana 87

    Respuestas de don Francisco de Arango a los reparos que se hicieron a su Discurso sobre la agricultura de La Habana 93

    Reparo I 93

    Al Primer Reparo 93

    Reparo II 95

    Reparo III 97

    Al tercer reparo 98

    Reparo IV 98

    Al cuarto reparo 98

    Reparo V 98

    Al quinto reparo 99

    Reparo VI 100

    Al sexto reparo 100

    Reparo VII 100

    Al séptimo reparo 100

    Reparo VIII 101

    Al octavo reparo 102

    Reparo IX 102

    Al noveno reparo 103

    Reparo X 104

    Al décimo reparo 105

    Reparo XI 106

    Al onceno reparo 106

    Reparo XII 107

    Al duodécimo reparo 107

    Reparo XIII 107

    Al décimo tercer reparo 107

    Reparo XIV 108

    Al décimo cuarto reparo 108

    Reparo XV 108

    Al décimo quinto reparo 108

    Reparo XVI 108

    Al décimo sexto reparo 109

    Reparo XVII 109

    Al décimo séptimo reparo 109

    Reparo XVIII 110

    Al décimo octavo reparo 110

    Reparo XIX 110

    Al décimo noveno reparo 111

    Reparo XX 111

    Al vigésimo reparo 111

    Reparo XXI 113

    Al vigésimo primer reparo 113

    Reparo XXII 114

    Al vigésimo segundo reparo 114

    Reparo XXIII 115

    Al vigésimo tercer reparo 115

    Reparo XXIV 116

    Al vigésimo cuarto reparo 116

    Reparo XXV 116

    Al vigésimo quinto reparo 117

    Reparo XXVI 117

    Al vigésimo sexto reparo 117

    Reparo XXVII 119

    Al vigésimo séptimo reparo 119

    Reparo XXVIII 120

    Al vigésimo octavo reparo 120

    Reparo XXIX 121

    Al vigésimo noveno reparo 121

    Reparo XXX 122

    Al trigésimo reparo 122

    Reparo XXXI 123

    Al trigésimo primer reparo 123

    Reparo XXXII 124

    Al trigésimo segundo reparo 124

    Reparo XXXIII 124

    Al trigésimo tercer reparo 125

    Reparo XXXIV 126

    Al trigésimo cuarto reparo 126

    Reparo XXXV 126

    Al trigésimo quinto reparo 127

    Reparo XXXVI 127

    Al trigésimo sexto reparo 127

    Reparo XXXVII 128

    Al trigésimo séptimo reparo 128

    Reparo XXXVIII 128

    Al trigésimo octavo reparo 129

    Carta del señor conde de Vistaflorida 130

    Carta de señor estachería 130

    Libros a la carta 133

    Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla¹

    Nada es tan falible y equívoco como las esperanzas humanas. ¿Cuáles mejor fundadas que las que lisonjearon a España cuando descubrió el Nuevo Mundo? ¿Quién no temió su poder? ¿Quién no envidió su fortuna? ¿Y quién no confiesa ya que este precioso aumento ha tenido mucho influjo en la debilidad y decadencia de esta gran Monarquía? Todos los españoles lloran con amargura lo que celebraron sus mayores con tanta alegría y entusiasmo; pero la diferencia está en que unos maldicen a América, y otros los desgraciados principios con que se empezó a gobernar; aquéllos hablan a ciegas, y sin buscar el remedio gastan todo su tiempo en llorar y declamar.

    Éstos, por el contrario, tratan de buscar las raíces de los males que sentimos; suben a la dichosa época de nuestros Reyes Católicos, y corriendo desde allí la dinastía austriaca nos van descubriendo en ella los males y sus remedios. Sigamos los ilustres pasos de los verdaderos patriotas y llenemos los deseos de nuestro sabio Gobierno.

    Verdadero origen de los males que nos ha traído el descubrimiento de América

    Por los desvelos de aquéllos logramos hoy la ventaja de que pasen por verdades, y aun por verdades eternas, los cosas que en el siglo anterior apenas se habían elevado a la clase de problemas. Ya nadie niega ni duda que la verdadera riqueza consiste en la agricultura, en el comercio y las artes, y que si América ha sido una de las causas de nuestra decadencia fue por el desprecio que hicimos del cultivo de sus feraces terrenos, por la preferencia y protección que acordamos a la minería, y por el miserable método con que hacíamos nuestro comercio.

    Remedios que se han aplicado desde que reina la casa de Borbón en España

    Gracias a la casa de Anjou que ha sabido despreciarlo, y que en prueba de su desprecio nos ha quitado de encima los galeones y las flotas; que estableció los correos marítimos; que abrió la comunicación entre los reinos de América; que subdividió los gobiernos de aquellas vastas regiones; que facilitó la entrada en todas los provincias de España a las embarcaciones que vienen de nuestras posesiones ultramarinas; y que, por último, trata de animar por todos medios la industria de la nación, adoptando con prudencia los sólidos y justos principios.

    Obstáculos que encontraron los buenos deseos e ideas del señor Felipe V

    Según ellos, consiste nuestro interés, siguiendo el sistema actual de Europa, en sacar de aquellos dominios la mayor porción de frutos posibles para tener una balanza ventajosa de comercio, es decir, para vender a las demás naciones más géneros que los que recibimos de ellas. Ocupado de esta idea, el señor Felipe V hubiera tal vez llevado al mayor punto de aumento la agricultura de América si el melancólico estado en que se encontró la Metrópoli no hubiese necesitado del todo de su atención, y si por otra parte no hubiese desconcertado sus luminosas máximas la crasísima ignorancia del comercio nacional. Sin embargo, alguna vez alzó sus benignos ojos sobre aquella vasta porción de su imperio, e hizo en diversos lugares ensayos muy oportunos.

    Cuba,² esa preciosa alhaja que por sí sola bastaba para vivificar la nación para hacerla poderosa, debió a sus paternales desvelos la consideración y memoria que no se le había prestado en los anteriores dos siglos; olvidada y despreciada como las demás colonias en que no se satisfacía de repente auri sacra fames, solo servía para gastar el situado que le iba de la ciudad de México. De sus primordiales poblaciones, la única que se conservaba con un cierto aire de importancia era la de La Habana, que por su feliz situación fue desde muy temprano el principal punto de la defensa de la Isla, y logró que los galeones y flotas entrasen en su anchuroso puerto cuando regresaban a España y dejasen una parte de sus inmensas riquezas.

    Sus providencias en favor de la Isla de Cuba

    A impulsos de estos auxilios caminaba lentamente su población e industria, pero condenados a vivir sin saber de la Metrópoli, sin ropa para vestirse, sin vino para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, y sin embarcación alguna que en cambio de estos objetos les extrajese el sobrante de sus frutos. Tuvieron por gran bien que el señor Felipe V consintiese en la erección de una Compañía exclusiva que mantuviese el comercio. Con poca diferencia de tiempo, mandó formalizar allí un arsenal para la construcción de navíos; vino consecutivamente la guerra de 1729, y marchó a aquel puerto una escuadra considerable al mando de los generales Reggio y Spínola; se aumentó la guarnición y se trató de enviar situado para la compra de tabacos. Continuaron las visitas de las flotas y galeones, y con todos estos medios, con todos estos canales de riqueza abierto por aquel Soberano para su felicidad, La Habana había adelantado muy poco en 1760. Víctima del monopolio de la Compañía exclusiva, que encadenaba su industria y le daba dura ley en la compra y en la venta de las cosas comerciables. Los males llegaron al colmo, y por último apuraron la paciencia del vecindario. Todos clamaron a la vez contra un Cuerpo semejante, y reunieron sus voces para elevarlas al Trono.

    Verdadera época de la resurrección de La Habana

    Mas, en el mismo momento de esta fermentación, se encendió la infeliz guerra de 1760; guerra para siempre sensible a todo buen habanero, pues le puso en contingencia de salir del suave yugo de la Monarquía española, pero que puede señalarse como la verdadera época de la resurrección de La Habana. El trágico suceso de su rendición al inglés le dio la vida de dos modos: el primero fue con las considerables riquezas, con la gran porción de negros, utensilios y telas que derramó en solo un año el comercio de Gran Bretaña; y el segundo, demostrando a nuestra Corte la importancia de aquel punto, y llamando sobre él toda su atención y cuidado. Apenas se recobró de las manos enemigas, cuando se comenzaron a trazar los medios de su perpetua conservación en el dominio de España. Esta obra no consistía solamente en el establecimiento de soberbias fortificaciones, ni tampoco en la existencia de soldados y

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