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Vivir de ambos lados del Suchiate.: Trabajo transfronterizo y vida familiar de guatemaltecos en Chiapas 
Vivir de ambos lados del Suchiate.: Trabajo transfronterizo y vida familiar de guatemaltecos en Chiapas 
Vivir de ambos lados del Suchiate.: Trabajo transfronterizo y vida familiar de guatemaltecos en Chiapas 
Libro electrónico692 páginas9 horas

Vivir de ambos lados del Suchiate.: Trabajo transfronterizo y vida familiar de guatemaltecos en Chiapas 

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A las orillas del río Suchiate, entre Guatemala y México, es posible observar una de las movilidades poblacionales históricas en la zona: la movilidad laboral de trabajadores guatemaltecos a la región del Soconusco. Cada día y cada año, cientos de guatemaltecos cruzan el río para ir a trabajar a Chiapas. El trabajo transfronterizo se caracteriza po
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ago 2021
ISBN9786075644431
Vivir de ambos lados del Suchiate.: Trabajo transfronterizo y vida familiar de guatemaltecos en Chiapas 

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    Vivir de ambos lados del Suchiate. - Jéssica N. Nájera Aguirre

    I. EL CONTEXTO COFRONTERIZO

    MÉXICO-GUATEMALA

    LA MOVILIDAD DE un país a otro por razones laborales ha sido una de las prácticas más recurrentes de la población para llevar a cabo su reproducción cotidiana cuando no hay oportunidades laborales en el contexto local. Un caso particular de esta experiencia es la movilidad laboral entre países vecinos, como es el caso de México y Guatemala, donde el flujo laboral fronterizo es, en su mayoría, de tipo unidireccional, por ser la población guatemalteca la que se traslada a trabajar a territorio mexicano. Dinámicas como éstas son posibles y han conformado, como señala Dicken (2003), un espacio transfronterizo que se caracteriza por la interconexión de actividades económicas entre las poblaciones de uno y otro lado de una línea fronteriza, es decir, entre países vecinos.

    Para comprender la dinámica poblacional y económica del espacio fronterizo creado entre México y Guatemala, a continuación se presenta un breve contexto de la conformación histórica, social, económica, geográfica y cultural de la región fronteriza enmarcada por el estado de Chiapas y el departamento de San Marcos; así como de los principales acontecimientos migratorios, laborales, medio ambientales y sociales que permiten dar cuenta de la situación actual del espacio fronterizo en estudio. Se destaca, en particular, la historicidad del flujo de los trabajadores guatemaltecos hacia Chiapas, mediante su cuantía, características y dinámicas de movilidad laboral fronteriza. Debido al desarrollo histórico-económico en la región fronteriza, donde el lado mexicano de la zona fronteriza tiene mayor desarrollo económico y, por lo tanto, es el espacio con mayor dinamismo laboral, el análisis toma a México como territorio eje para dialogar con la situación poblacional, económica y sociocultural de Guatemala.

    En el estudio de las dinámicas transfronterizas resulta necesario incorporar los lugares y las formas de cruce fronterizo, los lugares de origen de la población en movimiento, los de tránsito y los de destino laboral. Por ello, se incluyen los principales puntos fronterizos (formales e informales) de cruce poblacional entre México y Guatemala, así como las características socioeconómicas de la región fronteriza de cada país. Se resaltan de manera particular las diferencias geográficas y económicas entre lo rural y lo urbano, por encontrar que dicha separación conforma espacios laborales distintos con dinámicas migratorias peculiares, incluso dentro de ambas zonas.

    LA FRONTERA SUR DE MÉXICO CON GUATEMALA

    La línea fronteriza que separa a México de Guatemala y Belice tiene una extensión de 1 149 kilómetros, de los cuales el correspondiente al límite internacional con Guatemala es la de mayor extensión (956 km). Antes de 1528, el actual territorio de México y Centroamérica eran un espacio común gobernado desde Tenochtitlan (Castillo, Toussaint y Vázquez, 2006). Hasta el siglo XIX, México y Guatemala fueron una misma región y frontera de encuentro donde la gente se movilizaba de múltiples y variadas maneras, como señala Jan de Vos (2003 y 2005). En 1824 se determina que Chiapas es territorio de México y en 1842 ocurre lo mismo con la región del Soconusco, que hasta entonces eran territorio guatemalteco.

    El establecimiento de la línea internacional entre México y Guatemala, en medio de un espacio que se consideraba común, inició entre las poblaciones fronterizas, de uno y otro lado de la nueva frontera, a partir de la construcción de adscripciones e identidades nacionales a partir de la pertenencia o el nacimiento en un territorio u otro, e incluso, como señalan Castillo, Toussaint y Vázquez (2006), antes de que surgiera cualquier otro tipo de pacto social o fundamento identitario, como lo étnico, religioso o cultural. La historicidad de esta separación institucional ha permitido la construcción de percepciones como la de existir una frontera imaginaria, en tanto que varias prácticas sociales y económicas que existían antes de la delimitación internacional continuaron entre las poblaciones aun después de que se definiera el límite político-geográfico.

    Tanto en el México antiguo como en el contemporáneo, la frontera sur del país es una región caracterizada por su lejanía del centro del país, por su menor desarrollo económico y social respecto a la frontera norte y por ser poco atendida por el Estado mexicano (Liedo, 2005). En 1989, en los estados de la frontera sur de México vivía 6% de la población del país, era un territorio relativamente poco poblado, con elevados índices de ruralidad y población indígena, y una escasa presencia de centros urbanos importantes, entre los cuales se encontraban Chetumal, en Quintana Roo, y Tapachula, en Chiapas (Castillo, 1989).¹ Es así, como señala Castillo, que el sureste de México ha sido y es una región poco estudiada, y su aislamiento se corresponde con las condiciones de rezago en que vive la mayoría de su población (1989: 23). Esta combinación de características poblacionales, sociales y económicas han ubicado a la región como una frontera olvidada en comparación con el protagonismo de la frontera norte de México con Estados Unidos de América (Guillén, 2003).

    A mediados de la década de 1990 se inició un aparente redescubrimiento de esta frontera olvidada (Hernández y Sandoval, 1989) a partir de dos eventos particulares: uno de tipo geopolítico, producto de la situación conflictiva que se vivía en el istmo centroamericano y de las luchas populares y democráticas, especialmente en Guatemala, razón por la cual se inició el desplazamiento de refugiados guatemaltecos hacia la frontera sur de México, lo que ubicó a la zona fronteriza como un espacio estratégico y de seguridad en términos internacionales. El segundo evento, de tipo económico, fue originado por los descubrimientos, la exploración y explotación de yacimientos petrolíferos y su impacto en los ecosistemas. Este evento dio origen a nuevas condiciones sociales de producción, cambios en el mercado de la fuerza de trabajo, en el consumo y en las condiciones de vida de la población, cuya precariedad promovieron los primeros flujos migratorios de mexicanos con destino a Estados Unidos a la par de las migraciones centroamericanas hacia el mismo destino.

    Desde inicios del siglo XXI, la frontera sur se convirtió también en una zona estratégica para el control fronterizo migratorio en México en alianza con Estados Unidos, al formar parte de una frontera vertical, cuyo inicio se ubica en las entidades de Chiapas y Tabasco, por ser la entrada a territorio mexicano desde Guatemala y Centroamérica en general (González, 2011; Anguiano, 2010). La migración en tránsito es uno de los flujos poblacionales que, también de manera histórica y cotidiana, converge y cuyos migrantes conviven con los trabajadores guatemaltecos transfronterizos en la región; los lugares de paso, de estancia y asistencia durante su trayecto hacia Estados Unidos lo han conformado como un flujo migratorio que constantemente otorga visibilidad a la frontera sur de México, particularmente al estado de Chiapas por ocurrir en esa entidad casi dos terceras partes de los cruces procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador (Castillo y Nájera, 2016).

    En la frontera sur de México con Guatemala colindan las entidades mexicanas de Chiapas, Tabasco y Campeche, con los departamentos guatemaltecos de San Marcos, Huehuetenango, Quiché, Alta Verapaz y Petén (mapa 1.1). Físicamente, es una región cofronteriza que se caracteriza por una gran diversidad de selvas, ríos y montañas de ambos lados de la línea fronteriza. Socialmente, el intercambio poblacional, comercial, laboral y migratorio ocurre con mayor densidad en algunos subespacios fronterizos, en los que destaca Chiapas y San Marcos. A continuación se presentan las principales características poblacionales, socioculturales y económicas de las entidades y los departamentos ubicados en la frontera México-Guatemala.

    Mapa 1.1. Frontera México-Guatemala

    FUENTE: Elaboración propia.

    GUATEMALA Y LA REGIÓN FRONTERIZA SUROCCIDENTAL

    Históricamente, Guatemala ha sido un país donde el alto rezago socioeconómico de su población; las condiciones precarias de su mercado laboral, producto de los ajustes estructurales en Centroamérica; los conflictos sociales y políticos al interior del país; los daños causados por eventos climáticos como sequías, terremotos e inundaciones en la zona por huracanes (como Mitch en 1998 y Stan en 2005), y más recientemente la situación de violencia en el país han promovido que la migración internacional sea un fenómeno estructural permanente, como señalan Palma y Dardón (2008).

    En términos sociopolíticos, en la década de 1980, las políticas contrainsurgentes impulsadas por las dictaduras militares forzaron a que miles de guatemaltecos, de los departamentos de Huehuetenango, Quiché, San Marcos, Alta y Baja Verapaz y Chimaltenango (Camey, 1992), huyeran hacia poblados fronterizos de México; este periodo fue conocido como la época del refugio guatemalteco. De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), aproximadamente 50 000 refugiados guatemaltecos llegaron a residir en territorio mexicano, de los cuales casi 23 000 se asentaron en Chiapas.² Entre 1981 y 1983, miles de familias guatemaltecas se ubicaron en campamentos, en su mayoría improvisados, en los municipios de Frontera Comalapa, Las Margaritas y Ocosingo (en la Selva Lacandona) y en La Trinitaria y La Independencia (en la región fronteriza) (Castillo, 1994; Hernández et al., 1993). En 1984, algunas familias fueron trasladadas por el gobierno mexicano a las entidades de Campeche y Quintana Roo, otras regresaron a Guatemala a partir del año 1993, y finalmente algunos se quedaron en Chiapas en los municipios a los que habían llegado inicialmente (Castillo, Toussaint y Vázquez, 2011), o se trasladaron a otros municipios, como Tapachula.³

    La mayoría de los refugiados guatemaltecos establecidos en Chiapas se integraron económicamente como jornaleros en fincas y ejidos chiapanecos o establecieron tratos de mediero con los campesinos mexicanos, que consistían en cultivar una extensión de tierra a cambio de dar la mitad de la producción obtenida (Feyermuth y Godfrey, 1993). En la actualidad, la población refugiada es parte de las estadísticas de inmigrantes residentes en la franja fronteriza mexicana.

    A pesar de la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera en 1996, la situación de violencia en Guatemala continuó, pero en forma de violencia vinculada al crimen organizado. En 2013, Guatemala era el quinto país con el mayor número de muertes violentas por homicidio y armas de fuego en el mundo (ONUDC, 2013;⁴ PNUD, 2007). De acuerdo con el SAS y Cerac (2011), la situación de violencia en Guatemala puede examinarse a lo largo de tres periodos en la historia: i) de 1944 a 1961, cuando la violencia fue un mecanismo para contener y reprimir a sectores opositores; ii) de 1962 a 1996, periodo de confrontación armada enmarcada en políticas contrainsurgentes y violencia extrema por parte del Estado, y iii) de 1996 a 2011, violencia asociada a dinámicas criminales y precaria capacidad del Estado para dirimir conflictos de manera no violenta.

    La violencia en Guatemala se concentra mayoritariamente en los centros urbanos, como es el caso de la capital guatemalteca, pero también está presente en zonas de frontera, como los departamentos de Petén, Santa Rosa y Escuintla. La violencia refiere a homicidios por armas blancas y de fuego, violaciones sexuales a mujeres, violencia por parte del crimen organizado y del narcotráfico. Desde el principio del siglo XXI, en Guatemala se identificó la llegada y el establecimiento de grupos delictivos, como la Mara Salvatrucha y Barrio 18. La llegada, cada vez más fuerte, de las maras en las comunidades guatemaltecas ha provocado la desintegración de cientos de familias, donde los jóvenes, e incluso niños, se han visto atraídos o atrapados por estos grupos delictivos (Santamaría, 2007).

    En la actualidad general, se ha mostrado que en Guatemala existe una creciente sensación de inseguridad entre la población, provocada por la perpetuación de situaciones de violencia, la pobreza, desigualdad e inequidad, la exclusión política por identidad social o étnica, y la incapacidad del Estado para prestar adecuadamente el servicio de justicia y seguridad (SAS y Cerac, 2011). Como señala Bezarés (2007), existe una ausencia de perspectiva y de oportunidades de vida en el país, así como de inseguridad ciudadana extrema basada en la ingobernabilidad, los niveles de violencia y la criminalidad.

    En términos sociodemográficos y económicos, la historia guatemalteca ha mostrado que las condiciones de pobreza, desempleo y la tasa de empleo informal entre la población son sus principales características. En el año 2011, Guatemala tenía una población de 14.6 millones de habitantes, de la cual 51.5% vivía en localidades rurales, 40% era indígena (INE, 2012),⁷ y 51% vivía en condiciones de pobreza (15% en pobreza extrema y 36% en pobreza general) (Cepal, 2008). En la interacción de condiciones, se ha señalado también que un alto porcentaje de población indígena se ve afectada por altos niveles de marginación, discriminación y racismo (PNUD, 2005), ya que más de 80% de la población indígena se ubica en los estratos más bajos de la estructura social, por lo que la pobreza en Guatemala tiene un claro sesgo étnico.⁸ En términos laborales, 75% de la población guatemalteca trabaja en el sector informal, lo que equivale a 3.6 millones de guatemaltecos (INE, 2006), y 44% de la población indígena se ocupa como mano de obra no calificada, especialmente en el trabajo agrícola.

    En este contexto de pobreza y precariedad, la migración interna e internacional se ha convertido prácticamente en la única alternativa en la búsqueda de formas para resolver la subsistencia cotidiana de las familias guatemaltecas, tanto indígenas como no indígenas. La migración de guatemaltecos se realiza principalmente a tres destinos: de manera internacional hacia Estados Unidos; de manera interna y temporal, a zonas agrícolas y áreas metropolitanas y urbanas dentro de Guatemala, y de manera fronteriza y temporal, al sur de México, especialmente a Chiapas. Estas tres alternativas laborales, combinadas con movilidad territorial, han sido el principal mecanismo de ajuste laboral para el país. Mientras que la migración hacia Estados Unidos es la de mayor cuantía entre las migraciones guatemaltecas,⁹ las movilidades y migraciones laborales a la frontera sur de México han sido una alternativa laboral particular para los guatemaltecos que residen en los departamentos fronterizos con México.

    Respecto a la migración interna en Guatemala, tanto de tipo rural-rural como rural-urbana, se destaca la migración temporal a trabajos agrícolas, como práctica desde finales del siglo XIX, en la producción de café, algodón, azúcar y cardamomo. La mayoría de los trabajadores son población campesina, indígena, de origen maya, proveniente del altiplano occidental (de los departamentos como Quiché, Huehuetenango, Baja Verapaz y San Marcos), que se dirigen a las zonas agrícolas de los departamentos de Escuintla, Suchitepéquez, Retalhuleu, Santa Rosa y Zacapa (Bezarés, 2007). La movilidad laboral está definida por el periodo agrícola de cada producto, pero ocurre especialmente entre los meses de octubre a mayo de cada año. La migración interna agrícola suele ser de tipo familiar y de poblaciones campesinas, ya que poseen la experiencia en este tipo de labores. En el caso del sector cafetalero, las condiciones laborales en Guatemala suelen ser precarias, con bajos salarios, baja calidad en la alimentación y en la estancia que se ofrece en las fincas (Menamig, 2006a).

    En el caso de la migración interna rural-urbana, suele ser de población de todos los departamentos guatemaltecos hacia la ciudad de Guatemala, capital del país. En el caso de las mujeres, suelen emplearse en el trabajo doméstico, la maquila, el comercio informal o como tortilleras,¹⁰ mientras que los varones trabajan en la industria manufacturera, el comercio informal y la construcción (Gellert, 2000). La mayoría de las migrantes son mujeres indígenas jóvenes, entre 15 y 19 años, provenientes de comunidades pobres del Altiplano, cuya movilidad interna obedece a una estrategia de subsistencia familiar.¹¹

    Administrativamente, Guatemala se divide en siete regiones,¹² de las cuales las fronterizas con Chiapas son dos: las regiones suroccidental y la noroccidental. La región fronteriza de mayor interacción y movilidad poblacional con México es la del suroccidente, conformada por los departamentos de San Marcos, Quetzaltenango, Retalhuleu, Suchitepéquez, Totonicapán y Sololá (véase mapa 1.2). El departamento de San Marcos es el más poblado en la región fronteriza, con casi un millón de personas (995 700 habitantes), de las cuales 75% vive en áreas rurales, 27% es población indígena mam, 51% vive en condiciones de pobreza y 15% en pobreza extrema¹³ (PNUD, 2011).

    San Marcos tiene 29 municipios¹⁴ y seis de ellos son fronterizos con Chiapas (México): Ocós, Ayutla, Malacatán, Tajumulco, Sibinal y Tacaná. Estos seis municipios guatemaltecos concentran 32% de la población total del departamento, es decir, poco más de 318 000 personas (INE, 2012).¹⁵ Ocós y Ayutla son los únicos dos municipios con niveles de pobreza relativamente bajos, 32.2 y 48.2%, respectivamente; mientras que en los otros cuatro, más de 70% de su población vive en condiciones de pobreza (ASIES, 2005).

    Mapa 1.2. Zona fronteriza Soconusco-suroccidente de Guatemala

    FUENTE: Elaboración propia.

    San Marcos es el departamento fronterizo que mayor intercambio poblacional, comercial, cultural y migratorio tiene con México, particularmente con los municipios fronterizos chiapanecos de Suchiate, Frontera Hidalgo, Metapa, Tuxtla Chico, Cacahoatán, Unión Juárez y Tapachula. Los municipios guatemaltecos y chiapanecos fronterizos son espacios laborales donde se ubican las fincas cafetaleras y bananeras de la región. Del lado mexicano se encuentra la principal localidad urbana de la región transfronteriza: Tapachula. Como se mostrará con mayor detalle más adelante, es pertinente mencionar que los municipios mexicanos fronterizos también presentan altas condiciones de pobreza,¹⁶ por lo que la mayoría de la población guatemalteca y chiapaneca aledaña a la línea fronteriza México-Guatemala vive en condiciones de pobreza y marginación.

    A pesar de la similitud socioeconómica de San Marcos y Chiapas, del lado mexicano no toda la población vive en condiciones precarias, en particular en la región del Soconusco, región productora de agroexportación donde también residen propietarios, empresarios y ejidatarios de las grandes fincas y ejidos agrícolas. Por tanto, otra característica de la región es la alta desigualdad socioeconómica entre las poblaciones residentes en la zona transfronteriza Guatemala-México.

    CHIAPAS Y LA REGIÓN FRONTERIZA DEL SOCONUSCO

    Chiapas tiene tres características que la definen: espacios periféricos, economías débiles y población en situación de pobreza y pobreza extrema (Villafuerte, 2008). Dichos elementos, analizados a partir de la historia migratoria, laboral, social y económica de la entidad permiten comprender las relaciones entre Chiapas y Guatemala. Con base en los planteamientos de De Vos (2005) y Viqueira (2009), la historia de Chiapas puede comprenderse a partir de los siguientes momentos históricos y los eventos que los acompañan:

    1) Durante el siglo XVI , las provincias de Chiapas y el Soconusco fueron dominadas tanto por México como por Guatemala. En el periodo 1524 a 1585, denominado el momento del contacto y de choque, se caracterizó por la llegada de los españoles a Chiapas y el primer contacto con la población indígena; así como por la intención desde la Capitanía de la Ciudad de México y de la Capitanía General de Guatemala de conquistar dichas provincias. ¹⁷ A partir de 1569 hasta 1596 Chiapas y el Soconusco, respectivamente, dependieron de Guatemala.

    2) En el periodo de 1778 a 1880, llamado el siglo de las haciendas, se inició la histórica relación sociocultural entre hacendados y campesinos. En ese periodo se produjo el mayor cambio territorial en la región, ya que en 1824 Chiapas y en 1842 el Soconusco se convierten en territorio mexicano. Dicho proceso culminó con la firma del Tratado de Límites entre México y Guatemala en 1882, en el cual el río Suchiate se convirtió en el límite fronterizo natural entre ambos países. A partir de este año, los pobladores locales de uno y otro lado de la nueva línea fronteriza comienzan a adherirse a la identidad nacional correspondiente, a pesar de seguir compartiendo rasgos económicos, culturales y sociales de lo que hasta entonces era una misma región.

    3) Entre 1880 y 1930 se reconoce el periodo del auge cafetalero, caracterizado por un rápido desarrollo de las plantaciones de café en la región del Soconusco y el inicio de corrientes migratorias estacionales de trabajadores chiapanecos indígenas procedentes de otras regiones de la entidad, debido a la necesidad de grandes contingentes de mano de obra durante las épocas de cosecha. ¹⁸

    4) Entre 1930 y 1998 se reconoce el periodo de activación de la economía local a partir del desarrollo y la explotación de diversas áreas económicas. También es una época en la que se inicia la política estatal de reparto agrario, cuyo interés era promover el arraigo a la tierra de la población campesina chiapaneca, hecho que causó la disminución de las grandes corrientes migratorias internas laborales hacia el Soconusco (Castillo, 2001). ¹⁹ Entre los principales eventos ocurridos en ese periodo se encuentran:

    a) Entre 1940 y 1970 se repartieron alrededor de 245 000 hectáreas de tierra en la Selva Lacandona (Cruz y Robledo, 2001).

    b) A partir de 1945 en Guatemala se autoriza la libre circulación de jornaleros hacia México. En 1954, como respuesta a las demandas de la Unión de Cafetaleros, se autoriza en México la contratación de cualquier cantidad de trabajadores extranjeros; sin embargo, en 1963 esta demanda laboral se restringió a 10% de la demanda total, debido a las presiones del Sindicato de trabajadores indígenas de Chiapas. El Gobierno de Guatemala calculaba que en 1965 había aproximadamente 180 000 trabajadores migratorios en México (Olivera y Sánchez, 2008).

    c) Desde la década de 1950, Chiapas se caracterizó por la activación de diversos procesos de desarrollo económico local, uno de los más importantes fue la construcción de grandes presas para la generación de energía hidroeléctrica. Para 1970, Chiapas se convirtió en productor de electricidad y extractor de petróleo, así después de un largo abandono por la federación, Chiapas vuelve a ser importante… ya que genera más de la cuarta parte de la electricidad que se consume en el país ( Proceso, 1986: 24, en Figueroa, 1986: 21). ²⁰

    d) Desde 1979, producto del desarrollo económico iniciado en Chiapas, los sectores secundarios y terciarios de la economía chiapaneca también incrementaron su importancia relativa. Sin embargo, la Población Económicamente Activa ( PEA) de esta entidad seguía ocupada principalmente en el sector primario, en actividades de agricultura y ganadería, orientadas hacia el autoconsumo y la venta a mercados locales con un alto grado de inestabilidad (Figueroa, 1986: 20).

    e) Entre los años 1981-1984, miles de campesinos guatemaltecos llegaron a Chiapas buscando refugio por la violencia política en su país. Con su llegada, el trabajo agrícola cafetalero requerido en la región fronteriza, tradicionalmente realizado por chiapanecos indígenas de los Altos de Chiapas, fue sustituido casi en su totalidad por los guatemaltecos.

    f) Chiapas es uno de los estados con la mayor proporción de población indígena, para la cual la tenencia de la tierra para producción de autoconsumo representa un elemento central de la sobrevivencia de las familias chiapanecas. En 1994, el conflicto agrario y social en la región se vislumbró en el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional ( EZLN ) en contra de autoridades locales, estatales y federales, en defensa de la propiedad de la tierra de familias campesinas, y en general por el abandono en que se encontraban las comunidades indígenas, especialmente de la región de la Selva Lacandona y los Altos de Chiapas (Castillo, 1994). ²¹

    g) Dos eventos naturales, que trascendieron como desastres naturales, caracterizaron la historia económica y migratoria de Chiapas: el huracán Mitch en 1998 y el huracán Stan en 2005. Ambos sucesos tuvieron como resultado la muerte de cientos de chiapanecos y la destrucción de viviendas y de cultivos (su principal fuente de trabajo), eventos que marcaron las más severas crisis económicas y sociales en regiones como el Soconusco.

    Históricamente, Chiapas ha sido un estado de gran atraso económico, con una estructura económica basada en la producción de bienes primarios, básicamente agropecuarios. A pesar del auge cafetalero en la región, especialmente en el Soconusco, el declive del sector primario se ha observado desde la década de 1980, con la crisis del precio internacional del café (1989)²² y la desregulación de la comercialización de productos como café, cacao y maíz, debido a la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá (entre 1992 y 1994) (Villafuerte, 2008). El efecto de ambos eventos fue el deterioro del trabajo agrícola de campesinos y pequeños y medianos productores, para quienes fue difícil competir con la industria agrícola internacional, lo que culminó en muchos casos en el abandono de esta actividad y el inicio de las migraciones internacionales. En 1993, el comercio y los servicios comenzaron a ganar importancia; el sector primario aportaba 16% del Producto Interno Bruto (PIB) y el terciario, 63%, mientras que, en 2004, las cifras fueron de 15 y 60%, respectivamente, por lo que no se han producido cambios en la estructura productiva de Chiapas desde finales del siglo XX (Villafuerte, 2008).

    A nivel local, la población chiapaneca se enfrentó a la disyuntiva de seguir en el campo y vivir en condiciones de pobreza o emigrar a otras entidades o países. Durante el siglo XX, elementos como la importancia de las actividades agropecuarias, la tenencia de la tierra y el arraigo a la misma por parte de las poblaciones rurales y campesinas limitaron las grandes migraciones (Figueroa, 1986). Sin embargo, a partir del siglo XXI, las movilidades se convirtieron en una de las principales formas de responder a las precarias condiciones laborales y de vida de la población chiapaneca. Las migraciones internas y movilidades laborales regionales de chiapanecos se dirigieron hacia los tradicionales estados de atracción poblacional en el país, como la Ciudad de México y el norte del país,²³ pero también a entidades más cercanas como Tabasco y Quintana Roo, particularmente desde el año 2000, con el inicio del dinamismo económico local producto del desarrollo petrolero y turístico, respectivamente. Las ciudades ubicadas en esas entidades, como es el caso de Cancún, han requerido abundante mano de obra para la construcción de hoteles, restaurantes y negocios de todo tipo (Jáuregui y Ávila, 2007), por lo que la migración chiapaneca ha sido mano de obra demandada. En cuanto a la migración internacional de chiapanecos hacia Estados Unidos, inició en el año 2002 y se ha mantenido un flujo sostenido; en 2006 el flujo migratorio de chiapanecos al vecino país del norte se convirtió en uno de los más grandes del país (Martínez, 2013; Nájera y López, 2012; entre otros).

    Es así que, desde el inicio del siglo XXI, Chiapas se ha identificado no sólo como una entidad emergente en la emigración internacional de su propia población, sino también de tránsito de migrantes centroamericanos (Anguiano, 2008; Villafuerte, 2008; Jáuregui y Ávila, 2007) por ser la puerta de entrada para el flujo migratorio procedente del sur de México con destino a Estados Unidos. Si bien la migración de chiapanecos hacia Estados Unidos debe comprenderse a partir de las precarias condiciones del mercado laboral local y las relaciones sociales y productivas entre los residentes en Chiapas (Angulo, 2008; Rus y Rus, 2008), la migración centroamericana se debe, además, a los altos niveles de violencia en sus países de origen.

    En cuanto al flujo de centroamericanos que atraviesa por la frontera México-Guatemala para dirigirse a Estados Unidos, ha mostrado una tendencia creciente entre 1995 y 2005, posteriormente registra una baja y una estabilidad entre 2009 y 2010 (Rodríguez, Berumen y Ramos, 2011). Históricamente es un flujo conformado principalmente por migrantes procedentes de Guatemala (45%), Honduras (35%) y El Salvador (19%), con baja presencia de otros países centroamericanos.²⁴ La larga data de la migración centroamericana que cruza por México para ir hacia Estados Unidos es un signo de ser un fenómeno social de carácter regional (Castillo, 2010). En este contexto, Chiapas ha sido el principal corredor migratorio hacia el vecino país del norte; sin embargo, a partir del año 2005 con la destrucción de la vía ferroviaria Chiapas-Mayab por el paso del huracán Stan, la cual iniciaba en la ciudad de Tapachula, se abrió una nueva ruta migratoria por Tabasco, segunda entidad de la frontera sur de México.²⁵

    Finalmente, cabe destacar un fenómeno social que también ha caracterizado a Chiapas desde finales del siglo XX, la violencia relacionada con la presencia y el establecimiento de grupos delictivos procedentes de Centroamérica, como la Mara Salvatrucha y Barrio 18. Desde 1996 y 1997, se identificó en Chiapas la presencia de dichos grupos delictivos, particularmente en la zona fronteriza del Soconusco en municipios como Suchiate y Tapachula, identificados por cometer hechos delictivos en contra de migrantes centroamericanos con destino a Estados Unidos (Ángeles, 2004a; Perea, 2006). Después del año 2005 y con el desplazamiento de la ruta migratoria de centroamericanos hacia Tabasco, las acciones de estos grupos en las zonas aledañas a la frontera disminuyó y se cambiaron a las inmediaciones de la carretera que lleva a Arriaga, municipio de la costa de Chiapas en los límites con el estado de Oaxaca, donde actualmente inician las vías del tren en Chiapas (Rojas, 2007).²⁶

    En resumen, a nivel estatal Chiapas ha sido una entidad con cambios geopolíticos, territoriales, económicos y sociales, los cuales se han concentrado en gran parte en la región fronteriza aledaña a Guatemala. La población local ha convivido históricamente con la guatemalteca debido a los vínculos sociales y laborales que han emergido en diversos periodos de su historia y, como se mostrará a continuación, la región del Soconusco ha jugado un papel relevante en dichos vínculos transfronterizos.

    El Soconusco es una de las nueve regiones en las que se divide administrativamente el estado de Chiapas,²⁷ históricamente ha sido la de mayor importancia política, social y económica de la entidad y ha sido considerada la región fronteriza más importante del sur de México, escenario de las relaciones de vecindad más intensas con Guatemala y Belice a lo largo de toda la frontera sur. El Soconusco expresa un espacio donde se establecen límites y puntos de encuentro a la vez (Castillo, 2004).

    La región del Soconusco está integrada por 16 municipios: Tapachula, Suchiate, Frontera Hidalgo, Metapa, Tuxtla Chico, Unión Juárez, Cacahoatán, Mazatán, Huehuetán, Tuzantán, Huixtla, Villa Comaltitlán, Escuintla, Acapetahua, Acacoyagua y Mapastepec; de los cuales los primeros siete son municipios fronterizos con Guatemala. Es una región ubicada en el extremo sureste del estado, entre la Sierra Madre de Chiapas y el Océano Pacífico (mapa 1.2), por lo que posee la característica de tener dos territorios diferentes, uno con clima frío-templado delimitado por el norte de la región, cuyo referente es el volcán Tacaná (espacio donde se encuentra la zona cafetalera),²⁸ y otro, con clima cálido-húmedo, cercano a la franja o corredor costero, cuya temperatura ambiental alcanza los 40 °C (Fletes, 2009; Aubry, 2006; Toledo, 1994). Entre las bondades naturales de la región del Soconusco se encuentran sus casi seis mil kilómetros de tierras fértiles, debido a lo cual la producción agrícola en esa región es diversa y configura una de las regiones chiapanecas con mayor productividad agrícola en la zona fronteriza.

    En el Soconusco se encuentra la principal ciudad-cabecera de esa región desde 1983: Tapachula. Su importancia regional se basa en ser un polo de atracción poblacional no sólo de chiapanecos sino también de extranjeros, europeos y centroamericanos principalmente. Las bondades naturales y productivas de la región, así como la importancia urbana de Tapachula, posicionan al Soconusco como una región que puede ser dividida en una zona urbana y otra rural. A la par de Tapachula, se encuentran otras ciudades de menor tamaño e importancia comercial y residencial, pero que también son destinos poblacionales como Ciudad Hidalgo en el municipio de Suchiate o la cabecera municipal de Tuxtla Chico.

    Por su parte, el espacio rural puede dividirse en dos regiones con base en sus características naturales y productivas: por un lado, la región norte del Soconusco que alberga la zona cafetalera, lugar de los más reconocidos productores de café a nivel local e internacional; en el municipio de Tapachula se encuentran las grandes fincas cafetaleras, propiedad de finqueros extranjeros alemanes o de otros orígenes, así como lugar de cientos de fincas y ejidos de menor tamaño de productores nacionales. En las últimas décadas se destacan las plantaciones de flores de exportación, actividad realizada dentro de las fincas cafetaleras principalmente, así como la producción de miel y cacao como productos paralelos de la producción de café. La otra región rural está conformada por los municipios costeros donde se producen cultivos de climas cálidos, como el plátano o banano, papaya, mango, limón y caña. Uno de sus principales municipios es Suchiate, fronterizo con Guatemala, en el que se encuentran las principales fincas y ejidos bananeros de la región del Soconusco (la mayoría de ellas son agroexportadoras), y el municipio de Huixtla por tener uno de los principales ingenios azucareros de la región. Otros productos agrícolas que se producen en la región del Soconusco, aunque en menor medida, son palma africana, cacao, rambután y lichi. En el Soconusco ha predominado la agricultura de plantación (Fletes, 2009), históricamente ha sido parte del principal corredor comercial de conexión entre México y Centroamérica y se considera una de las principales regiones de agroexportación a Estados Unidos, por tener una economía basada en monocultivos comerciales que han alcanzado los más altos niveles tecnológico y de organización capitalista de la producción […] altamente especializada en productos de exportación, como el café y el banano (Toledo, 1994: 52).

    La región del Soconusco es un espacio de continua redefinición por la particular dinámica poblacional, económica, comercial y sociocultural dentro de México, y como parte de la región transfronteriza con Guatemala. Las zonas rurales y urbanas del Soconusco comparten similitudes naturales y productivas con los departamentos fronterizos de Guatemala, espacio donde también hay fincas cafetaleras, bananeras y de producción agrícola diversa. La zona cafetalera chiapaneca hace frontera con el territorio del volcán Tacaná y los municipios guatemaltecos de Tacaná, Sibinal y Concepción Tutuapa, pertenecientes al departamento de San Marcos. Por su parte, la zona bananera del Suchiate es fronteriza con el municipio de Ocós, también productor bananero, ubicado en el departamento de San Marcos, así como con el departamento de Retalhuleu ubicado en las orillas del Océano Pacífico (mapa 1.2). Esta continuidad agrícola-productiva entre la región del Soconusco y el suroccidente de Guatemala ha promovido históricamente que la población chiapaneca y guatemalteca compartan similitudes y continuidades económicas, productivas y sociales (Castillo, 1999).

    A continuación, se presenta brevemente la historia de la economía urbana, cafetalera y bananera de la región del Soconusco, por ser el sector económico de más larga data en la región, de mayor dinamismo económico y que configura un mercado laboral en el cual no sólo labora la población chiapaneca, sino a la que también llega a trabajar la población guatemalteca.

    La zona urbana y la ciudad de Tapachula

    El municipio de Tapachula es el segundo más poblado del estado de Chiapas, después de la capital Tuxtla Gutiérrez. La ciudad de Tapachula es la principal localidad urbana de la región del Soconusco y es la más cercana a la línea fronteriza México-Guatemala, por lo que representa la vecindad geográfica y cultural con el país vecino. Tapachula históricamente se ha constituido como el principal centro político y comercial de la región del Soconusco, al contar con una importante red de establecimientos comerciales, hospedaje, alimentación, comunicación y transporte, que son el soporte de la actividad económica y agrícola particularmente a nivel municipal y regional (Cruz, 2009). Por estas características, Tapachula es el punto de mayor atracción poblacional no sólo para los chiapanecos de la región, sino también para los guatemaltecos que buscan una opción laboral en zonas urbanas.

    Conocida como la Perla del Soconusco (Arriola, 1995), Tapachula es entonces la ciudad con mayor dinamismo poblacional e infraestructura de la frontera mexicana con Centroamérica. Desde la línea fronteriza México-Guatemala, Tapachula se encuentra a 17 kilómetros o aproximadamente 25 minutos en automóvil cruzando por el puente fronterizo El Carmen-Talismán (ubicado entre el municipio guatemalteco de Malacatán y el chiapaneco de Tuxtla Chico), y a 37 kilómetros o 45 minutos, si se cruza por el puente de Tecún Umán-Ciudad Hidalgo (ubicado entre el municipio guatemalteco de Ayutla y el chiapaneco de Suchiate). Tapachula, como el principal centro urbano de la región, es punto de conexión hacia otros municipios de Chiapas, otras entidades y hacia Guatemala.

    Tapachula se ha caracterizado por un crecimiento poblacional sostenido. Entre 1980 y 2005 la población del municipio se duplicó: de 144 000 habitantes a 282 000, lo que representa un crecimiento promedio anual de 2.62%, ligeramente inferior al crecimiento poblacional anual del estado (2.8%) pero superior al nacional (1.6%) (Cruz, 2009; Camas, 1996). En el año 2010, la población del municipio de Tapachula era de 320 451 habitantes y en 2015 ya ascendía a 348 156 habitantes, por lo que se mantiene como el segundo municipio más poblado de Chiapas.²⁹ A nivel localidad, la ciudad de Tapachula de Córdova y Ordóñez, ubicada en el municipio de Tapachula, es la de mayor concentración poblacional, con 202 672 habitantes (en 2010), seguida de Puerto Chiapas (9 557 habitantes) también perteneciente al municipio de Tapachula. Otras dos localidades que destacan por su concentración poblacional en el Soconusco son Ciudad Hidalgo (14 606 habitantes) en el municipio de Suchiate, y Tuxtla Chico (7 026 habitantes) en el municipio homónimo. Como puede observarse, ninguna otra localidad de la región del Soconusco posee la cantidad de población que la ciudad de Tapachula.

    La localidad de Tapachula de Córdova y Ordóñez es el espacio donde ocurre la mayor concentración de actividades urbanas de la región del Soconusco. En esta localidad se encuentran los principales centros de salud, oficinas de gobierno estatal y de representación internacional, como los consulados centroamericanos, instituciones educativas de todos los niveles, centros comerciales, supermercados, farmacias, servicios de telefonía, casas de empeño, bodegas y centros de distribución, concesionarias de autos y tiendas de materiales de construcción, entre lo más representativo. En relación con la comercialización de productos, especialmente agrícolas, en Tapachula se encuentran los mercados de abasto de la región, como son el Centro de Abastos, los mercados Sebastián Escobar, San Juan, Morelos y Los Laureles; lugares donde se ubican las bodegas para el almacenamiento de alimentos consumibles por mayoreo. En el caso del comercio de café, también existen bodegas que funcionan como beneficios secos y centros de compraventa de grano verde y seco de café.³⁰

    La economía local del municipio de Tapachula se ha definido tanto por su geografía como por su desarrollo como espacio fronterizo. Este municipio posee la peculiaridad de tener diversos climas que definen sus características productivas, los cuales van desde los climas más cálidos ubicados en las inmediaciones del Océano Pacífico hasta los climas más templados en su zona norte; lo que significa que, además de contener la principal economía urbana de la región, también es un municipio donde se producen cultivos tropicales como el plátano, la papaya y el mango, y de tierras templadas como el café. Así, el territorio tapachulteco va desde el mar hasta las montañas, es decir, desde una zona costera representada por Puerto Chiapas, Playa Linda y Laguna de Pozuelos hasta la zona montañosa donde se encuentra la Ruta del Café, identificada por un paisaje nebuloso, caídas de agua y planicies cafetaleras en las que se encuentran las grandes fincas cafetaleras (Argovia, Maravillas, Hamburgo e Irlanda).

    La presencia de una economía cafetalera en Tapachula desde la década de 1980 promovió no sólo el desarrollo económico agrícola local, sino también el desarrollo urbano. Los vínculos rurales-urbanos en este municipio han ido de la mano, por ejemplo, de la caída de los precios internacionales del café que provocó el desplazamiento de importantes segmentos de la población rural campesina de la región al casco urbano. Este proceso, junto con la migración centroamericana, de acuerdo con Sánchez et al. (2008), favoreció el avance de una urbanización irregular. Entre 1990 y el año 2000, la estructura ocupacional en Tapachula cambió de una preponderancia agrícola a una de servicios, ya que la población ocupada en el sector primario bajó de 26 a 18% (Villafuerte, 2004). En el año 2006, la PEA de Tapachula se ocupaba en tres principales actividades: trabajadores agropecuarios (17%), comerciantes y dependientes (14%), y artesanos y obreros (13%); por lo que sólo 18% de la PEA se ocupaba en el sector primario, 16% en el secundario y la mayoría (62%) en el sector terciario (Montoya, 2009).³¹ El sector terciario ha sido una opción laboral frente a la crisis de la agricultura (Villafuerte, 2004), especialmente la cafetalera. Se ha documentado también que, ante la pérdida de empleos agrícolas y la falta de oportunidades en otros espacios laborales, la población local ha optado por migrar a otras regiones del país, como Quintana Roo y Tijuana, pero también hacia Estados Unidos.

    En materia económica y socio-laboral, cabe destacar que Tapachula se caracteriza por tener una distribución monetaria desigual entre su población. En el año 2005, 60% de la población ocupada percibió ingresos monetarios iguales o menores a dos salarios mínimos; que contrasta con el ingreso promedio per cápita anual en este municipio es de 40 000 pesos, reportado en el Índice de Desarrollo Humano de Tapachula. Aunque Tapachula es probablemente el principal municipio del Soconusco, donde se llevan a cabo las principales transacciones comerciales de la región, los beneficios del progreso no son distribuidos equitativamente entre la población residente.

    De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) siete de cada diez habitantes viven en pobreza patrimonial, es decir, que su ingreso es insuficiente para cubrir los requerimientos básicos de alimentación, vestido, calzado, vivienda, salud, transporte público y educación; 43.5% del total de la población municipal no puede satisfacer sus necesidades alimentarias y cubrir los mínimos requerimientos de salud y educación, y en el caso más extremo, una tercera parte de la población posee un ingreso que no le alcanza ni para cubrir la ingesta diaria de alimentos requerida (pobreza alimentaria).³² Una distribución tan desigual del ingreso ha permitido sostener una vida cotidiana social cada vez más estratificada entre los grupos de población dominantes y la población de trabajadores. Por lo que puede identificarse un segmento pequeño de la población tapachulteca que vive con privilegios económicos, esencialmente familias dueñas de empresas en diversos giros comerciales, entre ellos, dueños de fincas y ejidos cafetaleros, y bananeros de exportación, entre los cuales se encuentra la población extranjera.

    En medio de la pirámide social de Tapachula, se encuentra una clase media integrada por comerciantes, administradores de fincas rurales, profesionistas, burocracia estatal y municipal que también reside en este municipio (Cruz, 2009); mientras que en la base de la estructura social se encuentra la población campesina, la cual suele emplearse como trabajadores agrícolas, como cargadores en los mercados, atendiendo restaurantes y en una diversidad de negocios locales y en la venta informal. En este último estrato social y con las mismas características laborales se ubica la población guatemalteca y centroamericana en general, que llega a trabajar a esta región fronteriza. Dichas características económicas y sociales influyen en la actual configuración demográfica y sociocultural de la ciudad y en el municipio de Tapachula, así como en la estructura laboral local del Soconusco donde conviven trabajadores nacionales y extranjeros.

    La diversidad étnica y cultural en Tapachula, producto de los procesos de conquista, inmigración, emigración y transmigración en la región del Soconusco, figura como otra característica relevante del municipio. Tapachula fue receptora de inmigrantes alemanes, quienes llegaron con el auge cafetalero, de lo cual surgió la instalación de fincas como Hamburgo, Argovia, Germania, entre otras (Tovar, 2000); hoy en día sus descendientes siguen siendo los propietarios. También recibió a población proveniente de China y Japón, especialmente para la construcción de ferrocarriles, producto de las relaciones diplomáticas entre México y Japón en 1887, pero, sin duda, ha sido la población de origen centroamericano, particularmente guatemalteco, la de mayor presencia en el municipio y en la región del Soconusco. Si bien la llegada de población extranjera ha sido histórica y sistemática, en 2010 se registró la residencia de 35 322 guatemaltecos en México, mientras que diez años atrás había 23 957 (Castillo, 2012; Inegi, 2011a). En ese mismo año en el estado de Chiapas había 32 868 extranjeros y en Tapachula se encontraban 10 271 de ellos (Inegi, 2011b).

    En términos migratorios, Tapachula no sólo ha sido un municipio de inmigración, sino también de arribo de una migración circular temporal de guatemaltecos que llegan a trabajar a los diversos sectores de la economía en el Soconusco, así como un lugar de tránsito de migrantes centroamericanos cuyo destino final es Estados Unidos. En Tapachula esta población flotante, es decir, que no reside de manera permanente en la región, pero que suele estar presente constantemente, encuentra fuentes de trabajo, servicios de traslado a otras localidades o países, e incluso una opción de residencia temporal debido a su ubicación geográfica y dinámica económica y de urbanización.

    A pesar de la baja en el flujo migratorio de centroamericanos con destino a Estados Unidos que transitaban por Tapachula, debido a la devastación de las líneas férreas provocada por el huracán Stan (en 2005), usual medio de transporte para iniciar la travesía por el territorio mexicano, Tapachula sigue siendo lugar de paso de migrantes centroamericanos. Su importancia como municipio migratorio ha hecho que las oficinas de las representaciones consulares de Guatemala, Honduras y El Salvador estén establecidas en la ciudad de Tapachula, así como ser un lugar donde también se encuentran las organizaciones de la sociedad civil y de la Iglesia católica que ofrecen apoyo a la población migrante en tránsito o en estancias laborales temporales.

    La zona agrícola cafetalera

    El origen del desarrollo agrícola cafetalero en la región del Soconusco data del siglo XIX, cuando se instalaron las primeras grandes fincas de café en 1870 (Zebadúa, 1999; Castillo y Vázquez, 2010), gestionadas por inversionistas alemanes, estadounidenses y españoles, algunos de ellos habían desarrollado plantaciones del grano en Guatemala (Bartra, 1995). La zona cafetalera del actual Soconusco está ubicada en la Sierra Madre, la cual pasa por la región norte de los municipios de Unión Juárez, Cacahoatán, Tapachula, Tuzantán, Huixtla, Escuintla y Acacoyagua. Dicha región, particularmente la más cercana a la actual línea fronteriza, era territorio guatemalteco y perteneció a la Capitanía General de Guatemala hasta 1882 (Helbig, 1964), por ello los trabajadores agrícolas de dicho país cruzaban el río Suchiate en busca de trabajo sin convertirse en migrantes.

    Los empresarios alemanes, así como de otras nacionalidades, fueron atraídos hacia el Soconusco debido a las facilidades otorgadas por el gobierno del presidente Porfirio Díaz³³ para la compra y explotación de tierras en la región, lo que se vio favorecido respecto a las dificultades en Guatemala para acceder a la tierra por sus altos costos. Varias de las primeras fincas cafetaleras alemanas que se instalaron en el Soconusco desde finales del siglo XIX y principios del XX aún existen en la región, entre ellas se encuentran Argovia, Las Maravillas, Hamburgo y Génova, por mencionar algunas (Martínez, 2000; Bartra, 1995; Spenser, 1988; Von Mentz et al., 1988).³⁴

    A diferencia de la disponibilidad de tierras para el cultivo de los cafetos, uno de los primeros problemas en la producción cafetalera fue la falta de mano de obra para llevar a cabo las actividades que se requerían.³⁵ La demanda de mano de obra por parte de fincas y ejidos se resolvió con la migración laboral temporal, tanto de población indígena chiapaneca como de población guatemalteca; razón por la cual la economía cafetalera se ha considerado un detonador de las corrientes migratorias hacia Chiapas. Entre 1880 y 1930, la mano de obra fue traída de municipios del centro de Chiapas, eran trabajadores indígenas tojolabales, tzeltales y tzotziles, quienes al terminar la cosecha regresaban a sus pueblos de origen.

    A estos flujos de migrantes internos lejanos se añadieron flujos de trabajadores locales, en los que participaban campesinos chiapanecos mames provenientes de Motozintla, municipio vecino a Tapachula, e indígenas guatemaltecos del Altiplano guatemalteco, de habla mam, que residían en zonas fronterizas con México, como son San Marcos y Huehuetenango, poblados con altos niveles de pobreza y escasos recursos naturales. Estos trabajadores estacionales se convirtieron en los trabajadores que las fincas necesitaban, ya que cuando no se tenían recursos para mantenerlos volvían a sus casas. De ese modo, estos trabajadores migratorios temporales locales, o más bien cercanos, de Chiapas y de Guatemala fueron constituyéndose como la reserva de mano de obra de las fincas cafetaleras.

    Si bien para los campesinos chiapanecos de la región Selva la migración temporal al Soconusco era una alternativa ante la falta de tierras para el aseguramiento de sus necesidades alimentarias; en el periodo entre 1934 y 1940, el expresidente mexicano Lázaro Cárdenas comenzó el reparto agrario, con lo que las condiciones de vida de los campesinos e indígenas de la región cambiaron, arraigándolos a sus comunidades de origen y disminuyendo sus migraciones temporales.³⁶ Después de esos años, la mayoría de estos migrantes internos dejó de migrar.

    Las fincas cafetaleras dejaron de contratar trabajadores nacionales y con ello disminuyeron notablemente las migraciones internas estacionales. Para 1950, la proporción de trabajadores guatemaltecos que se trasladaban hacia las fincas cafetaleras era mayor que los indígenas provenientes de los Altos de Chiapas (Castillo, 1999; Leyva y Quintino, 2011a), de tal manera que paulatinamente los trabajadores guatemaltecos provenientes de las localidades fronterizas con México fueron sustituyendo a los trabajadores mexicanos, consolidándose el flujo estacional de trabajadores guatemaltecos a actividades agrícolas en Chiapas (González, 2003; Ángeles, 2004b; Castillo, 1989; Ordóñez, 1985; Spenser, 1984; entre otros). La mayoría de estos trabajadores agrícolas también eran campesinos minifundistas provenientes del altiplano occidental guatemalteco, que cada temporada de cosecha de café, se trasladaban de forma individual o en familia a trabajar en Chiapas, lo que les brindaba la oportunidad de percibir ingresos en dinero para complementar los bajos recursos que producían en sus parcelas (Castillo, 1989).

    En la década de 1980, además del café, en el Soconusco se comenzó a producir cultivos de ciclo corto, como sandía, melón, papaya, chile verde y soya, lo que aumentó la demanda de trabajadores, especialmente guatemaltecos (Ángeles, 2007 y 2004b). Esta situación consolidó al Soconusco como un mercado laboral agrícola, que requería de grandes contingentes de mano de obra, nacional o extranjera, y tanto de tipo temporal como semipermanente.

    En 1998, con la devastación provocada por el huracán Mitch, las necesidades de mano de obra en el Soconusco se agravaron porque los chiapanecos comenzaron a migrar fuera de la región, en búsqueda de mejores condiciones de remuneración. Este evento

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