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Recuerdos de un peregrino camino al templo
Recuerdos de un peregrino camino al templo
Recuerdos de un peregrino camino al templo
Libro electrónico250 páginas3 horas

Recuerdos de un peregrino camino al templo

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Con respecto a la obra, podemos decir que se trata de un conjunto de ensayos, reflexiones e historias a manera de cuentos que buscan inducir al lector en todo momento a pensar los motivos y las circunstancias que atraviesan en su vida; ellos tienen un porqué, no son de la nada, muchas veces parten de lugares equivocados y es nuestro deber encauzarlos, para ello debemos comprender las razones que nos asisten, de allí la propuesta de esta obra con elementos comunes para todos y sin tanta elocuencia que muchas veces termina por no decir nada al lector. Las historias son breves y concretas en la idea que sirvan solo para el momento de quien se adentra en ellas, no requieren seguir un hilo temporal, aunque muchos de sus capítulos tienen conexiones entre sí. Un libro que habla del optimismo independientemente de las razones que a uno lo mueven en la vida. Un libro constructivo en medio de tantos desórdenes, que no promueven nada, y edificante desde sus propuestas y/o sugerencias para mejorar nuestra concepción del mundo moderno.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 jul 2022
ISBN9789878729497
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    Recuerdos de un peregrino camino al templo - Armando Bravo Zavaleta

    INTRODUCCIÓN

    A lo largo de ediciones anteriores he recurrido en numerosas ocasiones a la herramienta de titular o nombrar cada historia como, Memorias de un peregrino camino al templo; así en todo este tiempo ese peregrino ha desplegado un sinfín de historias y relatos, muchas de ellas vinculadas tangencialmente pero elegantemente útiles para mencionar lo que se continuaría de las historia de Saulo y el anciano; intentando poner de manifiesto - ya sin la presencia de ese sabio que nos acompañó en un momento determinado de nuestra vida con consejos hechos a medida (si se quiere) pero que carentes de la voluntad propia – el aprendizaje de un criterio propio, más extendido en el tiempo y que pueda justificarse en función de los aciertos y errores personales en la praxis.

    Se trata de la madurez con las que las historias hacen al peregrino responsable, por los criterios adoptados según su sana razón y no por algo basado en la repetición sistemática de una sabiduría entendida y aplicada por otros.

    Recuerdos de un peregrino camino al templo tiene que ver finalmente con esa parte que frente al derrumbe existencial de lo que conocemos como mundo exterior, aún se preserva de la incorruptibilidad; que no solo debe ser cuidada bajo siete llaves, sino también que debe potenciar el bien propio y de quienes nos asisten o comparten su existencia con nosotros.

    Los dejo en la consideración de las letras venideras.

    LA GRAN PRUEBA EN EL DESIERTO, ELIGIR QUE CREER Y A QUIEN CREER

    (MEMORIAS DE UN PEREGRINO CAMINO AL TEMPLO)

    En medio de los espejismos que propone la soledad de los médanos y algunas rocas testigos, aparecen frente a mí imágenes, recuerdos… como en una película que se desarrolla a altísima velocidad, solo con pantallazos de aquellas experiencias inolvidables, y casi de manera imperceptible se suceden otros planteos sumidos en temores, empujados más que nada en realidad por el cansancio de una búsqueda que parece no terminar jamás, la verdad de ese templo propio que no ofrece ningún atisbo de poder realizarse completamente y un calor agobiante que también condimenta la sensación de desesperanza en aquel burdo intento de acceder a lo inconquistable; en aquella instancia puedo comprender sin ningún tipo de explicación que las imágenes que se desarrollan en aquella experiencia no tendrán un final jamás; comprendo que desde el momento que de por finalizada mi búsqueda, la misma se hallará incompleta; debo continuar mi camino en la aceptación que nunca acabaré aprender lo que esta percepción tiene para enseñarme, porque en el momento que la búsqueda finalice yo fenezco con ella o yo me hallo en un lugar fuera de este mundo que no necesita buscar nada, solo un ideal alcanzado fuera del ámbito de mis limitaciones actuales.

    Por todo ello la disyuntiva que se me presenta frente a la proyección de todas esas imágenes cargadas de cielos y de demonios, tiene que ver con lo que debo elegir creer y a su vez en quien debo confiar; en todo caso el aprendizaje en este tramo del camino tiene que ver con la elección en el fuero interno de todas las emociones, muchas veces fuera del ámbito de lo racional y de la sana lógica, hallándose siempre presente en la combustión de todo aquello que forma parte de nuestra naturaleza carnal y espiritual - y todo lo que ello implica - con lo que el medio ambiente humano, silvestre y todos aquellos derivados de los ecosistemas que posibilitan la vida y la muerte; en ese sentido esta es una lección propia que no puede ser transmitida, solo puede ser asequible a quienes se detienen en el autoconocimiento y significado de la vida.

    Escenario complejo el desierto al momento de intentar leer las señales que el universo despliega para toda expresión de vida que mora y se desarrolla en cada una de sus dimensiones; los viejos chamanes de tribus y ermitaños de las montañas coincidían en sus relatos sobre aprender a leer las señales que el destino nos pone en frente, en aquella oportunidad solo debía entregarme a la magnificencia de todo lo creado, despejando el mar de dudas que puede sugerir el error de nuestras malas decisiones ¿Cómo saber entonces si la medida tomada es la correcta? ¿Existe algún atajo en el tiempo que allane mi inquietud sobre una mala determinación? ¿En quién podría confiar en ese momento a solas con mis temores más recónditos y anhelos más profundos?

    Y en esa entrega hacia la totalidad de la creación recostado sobre la sombra de un árbol, la respuesta aparece en el mismo firmamento en la contemplación de una bandada de pájaros volando en perfecta sincronía, y es que sin saberlo aquellas aves vuelan a través del mismo espíritu que posibilita la vida en cada una de sus criaturas haciéndose presente en cada una por igual; ese impulso es el idioma que tiene el universo para disponer y regir su obra, lleva su sello impreso en cada atardecer y en cada amanecer como señal de largada y de llegada que tiene cada día para vivir en la vida; de manera que no puede existir error en el trabajo de la existencia, claro siempre y cuando ese universo no atente contra sí mismo, porque quien comprende su función vibra con la sensación de sentirse inmensamente vivo ante la majestuosidad del paisaje; ya no es necesario discutirle al sol que se oculta para dar lugar a las estrellas, todo es empujado por la misma fuerza o por la misma ley que comprende todo lo que podemos conocer e interpretar; negar esa ley sería el absurdo de inmolarnos sin un sentido, que al menos esboce algún pobre intento de un interés legítimo personal.

    Entonces el espíritu que se impulsa en todas las direcciones de lo que habita y se desarrolla en la tierra, no puede equivocarse en la misma obra de nuestras elecciones; ese impulso, motor o pasión por nuestra misión en el mundo no nos ha de mentir, lo sabemos por la verdad que experimentamos al dejarnos llevar por él; el planteo inicial por tanto, queda resuelto en la comprensión que no puede existir error alguno en cualquier decisión libre, voluntaria y apasionada en nuestro peregrinar hacia ese todo que nunca acabará; en ese mismo orden de ideas solo debemos confiar en esa voz interior que nos conecta… nos comunica con nuestras verdades más intensas en la idea de la parte de ese cielo que algún día hemos de conocer sin el fin de cada jornada o puesta de sol.

    LA SAVIA DE LA VIDA, ESE COMBUSTIBLE OCULTO EN LA SUPERFICIE DE LAS ACCIONES DEL HOMBRE

    Siempre pensé que habría de encontrarme con sabios que adornarían el lujo de mis palabras con el saber y conocimiento; hoy puedo decir con parte de un camino recorrido y por recorrer camino al templo propio, que no existe ese conocimiento solo imaginado en la embriaguez de la adolescencia donde solo se concibe el protagonismo de la vida desde un poder terrenal, limitado por lo que nuestros sentidos de juventud pregonan como la panacea de la existencia, existe un saber más profundo solo contemplado desde la supervivencia de caídas impensadas en los márgenes de error de cada mortal, un saber que se presenta como la savia de la vida, esa misma savia que permite y posibilita la existencia, desde la clandestinidad, la energía para el desarrollo y función de la más soberbia vegetación que se pueda divisar.

    Autoridades frívolas con pocas ganas de indagar las causales de la miseria humana en todos los órdenes conocidos, solo participando en el análisis de las estadísticas o resultados de sus decisiones tan acertadas como de igual manera en el subsuelo de las equivocaciones, que no pueden verse más allá de ese cuarto oscuro tapado por lodazal de lo que presuntamente nunca tendrá solución.

    Lideres de todos los órdenes mundiales, que se olvidan de la condición del ser humano primigenia al que destinan sus decisiones, un ser humano con voz propia en el intercambio de esa simbiosis que constituye y posibilita el poder; poco se hace por conocerse a sí mismo, indagamos en la coyuntura de los sucesos… de la historia propiamente dicha, jamás nos detenemos en cómo se la cuenta ni porqué se le atribuyen condiciones inexistentes; peor aún… no se nos ocurre pensar en el origen de las lágrimas y su destino al ser liberadas, solo pensamos en hacerlas cesar; no tenemos en cuenta a quien nos enciende la risa, solo pensamos en el goce de la misma sin muchas vueltas; no es la experiencia la que cuenta, sino lo que viene con ella, dirá el oráculo ante la consulta de los ansiosos principiantes; no es el cielo sino la búsqueda de los ángeles lo que nos explica en la tierra; tampoco es el suelo literal de nuestras derrotas sino haber tragado polvo cuando nos hallamos debajo de la vida y sus cánones de victoria; no fue la mentira sino el uso que le dieron lo que lastima.

    Y así vamos por la vida, poniéndole etiquetas a todo para no adentrarnos en la realidad de nuestro resplandor o en el tormento de nuestro costado menos amable; tememos lo que podemos encontrar en las profundidades de la savia que nos impulsa día a día, y ese temor es nuestro peor enemigo.

    No podemos comprender que muchas veces no encontraremos palabras para describir lo que vivimos… esa esencia que solo ES; un intento muy noble de decir lo indecible, pero carente de la objetividad de los generales para conducir a sus tropas a la batalla solo apoyados en el ideal de la búsqueda hacia lo supuestamente mejor, porque al final del día en los debe y en los haber; nuestros disfraces de la realidad no podrán esconderse de nuestra propia savia; solo podremos contar en nuestras manos el dolor o la alegría sin ningún condimento que los sazone, seremos nuestro mundo y nuestra realidad y lo que voluntariamente hicimos de ella.

    El templo interno comienza a dibujarse y a construirse, desde pilares que son verdades inalterables de todo aquello, que jamás podrá agotarse en la búsqueda de lo que siempre será un paso más a conocer en la interminable adjetivación del mundo externo; un general, un líder espiritual y un gobernante no podrán jamás visibilizar la realidad externa que intentan esgrimir, si antes no conocieron la llama que enciende el fuego de las verdades internas de cada ser viviente sobre la tierra, un templo que se define en la contradicción de lo indecible.

    EL VALOR DE LA INCÓGNITA EN LO INCOMPRENSIBLE

    A menudo discutimos con nuestro pasado y sus razones en el oasis que supone nuestra oración a la verdad más profunda que mora en cada uno de nosotros, le pedimos por un mejor porvenir, no pensamos en la lógica que tiene la vida en sus tiempos y en sus lugares para actuar como lo tiene previsto; se trata de una película densa que no concede la posibilidad de avanzar su desarrollo para arribar al momento en que la misma nos ha de favorecer; acudimos a los sabios de la historia en el vano esfuerzo que nos expliquen sus razones; hombres constructores de sofismas complejos que solo calman su sed de conocimiento en la satisfacción del ego al verse requeridos, mas no un aporte del verdadero conocimiento, aquel que provee la paz y la dicha de sentirse inmerso en algo más grande que lo que sus propias palabras pueden diagramar.

    Así en esa experiencia el ser humano común y corriente… de a pie, puede decodificar lo que el universo habla en su nivel más elevado a quienes solo pueden ofrecer un corazón grande como antena en la comprensión del significado de sus días en la tierra; el universo siempre está en control de todo, no existe nada que no vaya a estar debidamente compensado en nuestro existir, por ello el principio de equidad suele - en el transcurso del tiempo – echar a rodar sus dados para devolverles a los últimos el primer lugar y a los primeros enseñarles el último vagón que deja atrás aquello que ya no será parte en la ruta de ese tren, que dicho sea de paso siempre se dirige hacia un lugar mejor que el que abandona.

    Sabios y ermitaños de todas las castas y sociedades relativizan el ganar y el perder, quien cree que gana no ha ganado nada, y quien piensa que está perdido mientras pueda pensarlo aún, gana; sabios de barba blanca crecida que se mofan de los títulos de los presuntos ganadores sin que el perder se vuelva irrisorio, todo es provisorio de acuerdo con los principios de acción y reacción en consecuencia.

    Sabios que enseñan que el servicio hacia los demás en forma desinteresada es el mayor acto de egoísmo que se pueda conocer, provocando la hilaridad e irritación de los presentes, que no pueden ni quieren admitir lo que ese universo que pueden observar pero no escuchar les susurra a los mansos de corazón; la soberbia e impertinencia son malos consejeros en las vidas de aquellos perturbados ciudadanos, que solo pueden encontrar su quid existencial en el cumplimiento de sus normas que al fin de cuentas nadie observa.

    Sabios que enseñan el valor de esa entrega en lo que no puede dimensionarse bajo ningún parámetro de los mortales, el hecho de que no se le pueda poner algún precio lo hace tan singular y valioso, y para ello en las propias miserias esos viejos bohemios cotizan su amor propio bien entendido, inundándose de algo que no puede ser objeto de ninguna transacción.

    No importa.. da lo mismo si ese conocimiento se adquiere en la mesa de aquellos comensales olvidados en las afueras de la ciudad, o en los banquetes de la plaza mayor, en los que la gala pone su cuota propia de altura en la aspiración hacia el cielo de nuestros ideales; sucede que la verdad no actúa de manera distinta con el paso del tiempo, siempre termina por devolver el agua de las lluvias a los mares, y el alma de las aves que vuelan en grupo a la perfección de ese cielo que tanto ignoramos.

    Esos sabios siempre contaran historias… que serán reales para quienes encuentren su rayo de luz en ellas, como fantásticas para quienes no puedan admitir acontecimientos fuera del espejo de las tres dimensiones en la que viven.

    Un día cualquiera dirigiéndome hacia no sé muy bien donde todavía, levanto mi equipaje para tratar de escuchar la sabiduría de los dioses y el porvenir hacia lo que la existencia coloca en frente mío; no hay soles, no hay dichas, ni arco iris, solo estamos mi muda de ropa y lo que el tiempo y la experiencia hagan de mí.

    MI CAMINO HACIA EL APRENDIZAJE DE LAS EXPERIENCIAS DE LOS VERDADEROS CORTESANOS OLVIDADOS

    UNA LECCIÓN DISTINTA

    Me encontraba en medio de algo jamás pensado en lo que habían sido mis viajes en toda mi travesía; interrumpí mi cena para huir de aquel lugar ensordecido por la balacera que se oía no muy lejana; lejos de la razón y más cerca de los instintos naturales como lo puede sugerir la subsistencia misma, prestamente me dirijo nuevamente hacia el desierto en medio de la oscuridad que según esta circunstancia ofrece la seguridad de no ser divisado por algún disparo perdido o blanco perfecto en medio de la confusión de disparos cruzados; no podía caber reflexión alguna en tan preciado momento, solo escapar de aquel lugar y es que pocas veces existen momentos tan intensos donde no cabe el razonamiento con los hechos, solo se debe actuar.

    Algo extraño en semejante momento de otro tipo de lucidez, donde más bien predominaba ese hemisferio del cerebro que antes solo había contemplado en los animales salvajes al pelear por su presa y de igual manera escapar de sus perseguidores; en esta oportunidad el foco de los acontecimientos se hallaba puesto en primera persona desplazando al eje de la tercera persona que sentenciaba sobre lo que observaba, porque debo decirlo que las cosas cambian y mucho al momento del aprendizaje desde la tribuna de los acontecimientos; hallarse en medio de los sucesos provee una química especial para la comprensión de los mismos.

    Por lo que una vez bastante lejos, comienzo a tomar la verdadera dimensión de lo que había acontecido; principalmente sorprendido por la intrepidez de los hechos, como si se tratara de otro actor en la defensa de mi integridad, muy lejos de la lógica de las enseñanzas impartidas por los sabios y los no tan conocedores de la verdad, de esa verdad, que nos envuelve a todos. Todo ello se resumía en la respuesta de los impulsos, en sentimientos tan antagónicos entre sí como el amor y el miedo propiamente dicho, que nos obligan a actuar sin más remedio… una lección distinta de los elementos que también componen la existencia desde otro paradigma; una lección en medio de la mesura de los acontecimientos que me acompañaban; la vida es eso… descubrirse uno en el paisaje de la secuencia de los acontecimientos, como así también hallarse protagonista de ese fuego que nos induce a obrar de otra manera; el amor y el rechazo no tienen lógica, solo se sienten y uno debe educarlos, así el hombre descubre que ama lo que es afín y repele lo que no vibra consigo mismo.

    Y mientras - una vez guarecido - tomaba notas de mis vivencias, recordé las palabras de ese monje montañés en armonía con todo lo creado y gran conocedor de la naturaleza del ser humano; él decía, que todo ser humano lleva en sí germen del amor y del rechazo por todo lo que habita en la tierra, de manera que esos impulsos no son algo malo de por sí, solo se trata de una condición inherente a la humanidad, en todo caso el trabajo que debe aspirar el hombre sensato ha de tener que ver con poder pulir aquellos rasgos afines apartando del foco de interés aquellos en los que participa el rechazo.

    La lección - en este caso – estaba dirigida a poder sentir y actuar en consecuencia sin tanta lógica, muchas veces envuelta en sofismas que anulaban la acción primera de cada mortal y su condición como sujeto de instintos; estaba direccionada a experimentar algo distinto a lo ya conocido, en esta oportunidad en función del apremio de las circunstancias.

    Abriendo - de esta manera - un nuevo juicio de valor y sus posibilidades a quienes actuaban de acuerdo con esta condición primaria, pero que no

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