Pavos y águilas

Por Peter Lord

Tras sufrir un aparatoso accidente, Hagen y Selin abandonan el calor de su nido y se enfrentan por primera vez al bosque sin Papá y sin Mamá. Allí viven otras criaturas que intentarán retener por todos los medios a los recién llegados.

• Una fábula moderna de la que pueden extraerse profundas enseñanzas en cualquier etapa de la vida.
•  Recomendado para libre pensadores.
• Un regalo ideal para niños de primaria.
• Lo disfrutarán tanto adultos como niños.
• Sencillo y profundo.

• Idioma: Español
• Editorial: marronyazul
• Fecha de lanzamiento: 16 jun 2022
• ISBN: 9798201684754

Vista previa del libro

Título original: Turkeys and Eagles (Copyright Peter Lord 1987)

Traducción: © S.D.R.M. 2018. Todos los derechos reservados.

Ilustrador (dibujo principal): Natanael Robledo

Revisión: Norberto Peyroti / Juan Manuel de Roa / S.D.R.M.

Segunda edición: agosto de 2018

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Editado e impreso en España — Edited and printed in Spain

DEDICATORIA

Para todos los niños que han querido volar como las aves del cielo.

Con cariño,

—Los editores—

1

Nata había estado preocupada con su polluelo recién nacido desde el instante en que el aguilucho hubo salido del cascarón. Como era su primer aguilucho, se sorprendió muchísimo cuando vio ante sí una criatura tan pequeña y frágil, tan débil que ni siquiera acertaba a levantar la cabeza. Aunque le había ofrecido alimento en repetidas ocasiones, no se había percatado de su invitación.

Con cariño le echó una ojeada a ese otro huevo que hasta entonces había rehusado romper. Era de color marrón claro con pintas negras. Este exquisito ejemplar se acurrucaba en el nido al lado del nuevo aguilucho, echado entre las hojas y las briznas que enlazaban el nido. Todo el mundo sabe que las águilas llaman a su nido aguilera, y la suya consistía de palotes entrelazados y hierba, estando cubierta en la parte externa de un musgo de color verde-grisáceo para que pudiera confundirse con la roca gris del despeñadero en el que descansaba.

—Papá está de camino —pensó Nata mientras contemplaba la puesta del sol.

En aquel momento, Ramón planeaba sin esfuerzo por encima de un claro del tupido bosque. Sus alas, que extendidas abarcaban casi dos metros, sostenían suspendido fácilmente al temible pájaro en su búsqueda de alimento. Ramón tenía patas robustas, planta poderosa y afiladas garras de acero. Su recio pico era casi tan largo como la cabeza. Una batida de sus alas vigorosas lo sostenía y remontaba durante casi una hora mientras su afinado ojo buscaba comida. Sus plumas de tono marrón azabache presentaban una pincelada dorada en la parte de atrás del cuello. Poseía mechones blancos en la base de la cola y en la punta de las alas.

De repente, su prodigiosa vista percibió un movimiento aproximadamente a 400 metros a su derecha, un movimiento tan leve que no hubiera sido percibido por el ojo humano. La presa de Ramón era una pequeña liebre. Planeó mientras giraba sobre sí mismo y voló plano durante un instante. Entonces, repentinamente, abalanzándose en picado a la velocidad del rayo, Ramón agarró a su sorprendida víctima con un susurro imperceptible.

Ramón se elevó orgulloso hacia el cielo, sabiendo una vez más que procuraba buen sustento para Nata y los preciosos aguiluchos de su aguilera.

—Aquí llega la cena —dijo Nata suavemente mientras observaba la distante silueta de Ramón acercándose.

—Nata, ¿por qué sigues preocupada? —preguntó Ramón procurando evitar que su impaciencia aflorara mientras dejaba caer