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Palabra de Soldado
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Los cuatro generales de Ejército entrevistados en PALABRA DE SOLDADO entregan visiones controvertidas de los dieciséis años de gobierno militar, de la historia de las relaciones entre civiles y militares, y de las posibilidades de un reencuentro futuro entre ambos estamentos de la sociedad chilena. Muestran, cada uno desde su punto de vista, el delicado camino que debería haber recorrido la reconciliación nacional, a partir del plebiscito de 1988, para conseguir el advenimiento real de la democracia en Chile y superar las abismales diferencias que existían entre la lógica civil y la militar.
Todos ellos tuvieron posiciones de gran importancia en el régimen del general Augusto Pinochet. Baeza Michaelsen fue director de la policía de Investigaciones de Chile, hoy PDI, y fue quien intentó negociar sin éxito la salida del presidente Salvador Allende de La Moneda y su rendición. Medina Lois fue director de la Escuela de Fuerzas Especiales del Ejército, ministro, rector de la Universidad de Chile y Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional; Toro Iturra fue parte del Comité Asesor de la Junta de Gobierno y único redactor militar de la "Declaración de Principios del 11 de septiembre". Así y todo fue el primer director de la policía de Investigaciones del gobierno de Patricio Aylwin; Danús Covián fue vicepresidente de la CORFO, ministro de Economía, director de Odeplan e intendente de la XII Región.
En esta edición digital se ha preservado intacta la versión hecha en 1989. No se han actualizado los datos biográficos ni de los participantes ni de los aludidos. Sin embargo, tal y como fue publicado entonces, hoy, en 2022, sus palabras le agregan sentido al camino que aún falta por recorrer para lograr una verdadera reconciliación entre los chilenos, para que todos los grupos políticos y sociales, de distintas generaciones, construyan, por fin, una verdadera democracia republicana.
IdiomaEspañol
EditorialOrnitorrinco
Fecha de lanzamiento10 may 2022
ISBN9789569462085
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    Palabra de Soldado - Sergio Marras

    Prefacio a la edición digital

    Los cuatro generales de Ejército entrevistados en este libro entregan visiones controvertidas de los dieciséis años de gobierno militar, de la historia de las relaciones entre civiles y militares, y de las posibilidades de un reencuentro futuro entre ambos estamentos de la sociedad chilena. Muestran, cada uno desde su punto de vista, el delicado camino que debería haber recorrido la reconciliación nacional, a partir del plebiscito de 1988, para conseguir el advenimiento real de la democracia en Chile y superar las abismales diferencias que existían entre lógica civil y lógica militar.

    Todos ellos tuvieron cargos de gran importancia en el régimen del general Augusto Pinochet. Baeza Michaelsen fue director de la policía de Investigaciones de Chile, hoy PDI, y fue quien intentó negociar sin éxito la salida del presidente Salvador Allende de La Moneda y su rendición. Medina Lois fue director de la Escuela de Fuerzas Especiales del Ejército, ministro, rector de la Universidad de Chile y Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional; Toro Iturra fue parte del Comité Asesor de la Junta de Gobierno y único redactor militar de la Declaración de Principios del 11 de septiembre. Así y todo fue el primer director de la policía de Investigaciones del gobierno de Patricio Aylwin; Danús Covián fue vicepresidente de la CORFO, ministro de Economía, director de Odeplan e intendente de la XII Región.

    En esta edición se ha preservado intacta la versión hecha en 1989. No se han actualizado los datos biográficos ni de los participantes ni de los aludidos. Sin embargo, tal y como fue publicado entonces, hoy, en 2022, sus palabras le agregan sentido al camino que aún falta por recorrer para lograr una verdadera reconciliación entre los chilenos, para que todos los grupos políticos y sociales, de distintas generaciones, construyan, por fin, una verdadera democracia republicana.

    Introducción

    Después de dieciséis años de régimen militar nos aprontamos a transitar a la democracia. Transitar es un acto de desdoblamiento y perspectiva que implica proyección y pérdida. Por lo tanto, vértigo. Vértigo que nos empuja a todos a tratar de consolidar seguridades y proyectos.

    Dejamos a nuestras espaldas, ojalá para siempre, un período plagado de dolores que ha cambiado radicalmente la percepción que tenía el país de sí mismo y en especial de sus Fuerzas Armadas, componente importante de la posibilidad de un tránsito exitoso e indemne no sólo hacia una sociedad democrática, sino que también hacia una sociedad más justa.

    Algunos chilenos persisten en ver a los militares como guardianes de sus intereses privados a través de mistificaciones jurídicas y morales. Otros no pueden dejar de mirarlos, con una cierta desconfianza, como un grupo politizado en sus altos mandos y en su formación, que hay que reeducar lo antes posible para que la democracia no peligre. Para los más, sobre todo para los jóvenes, las Fuerzas Armadas se han transformado en una versión arquetípica y descomprometida, en simples cazafantasmas que viven en un mundo que ya no existe, colmado de enemigos retóricos y de eslóganes de la Guerra Fría que ya no conmueven a nadie. Sin embargo, ¿cuál es la percepción de los militares sobre sí mismos?, ¿qué han reflexionado sobre lo que ha ocurrido en Chile bajo su régimen?, ¿qué piensan de su futura inserción en la vida del país?

    Analizando la historia de Chile uno se puede dar cuenta de que la lógica civil y la lógica militar, por lo menos a partir de 1891, nunca han marchado juntas, nunca han estado entreveradas en un quehacer común y que más bien el estímulo de la sospecha recíproca las ha llevado a un sinnúmero de resentimientos y descalificaciones que han cargado nuestro pasado hacia el militarismo o el civilismo. Sus liturgias, en extremo separadas, no han podido dar espacio a lugares comunes donde civiles y militares puedan descubrir denominadores mutuos. Hoy, por ejemplo, vemos con preocupación cómo la lógica militar, de una manera o de otra, sigue preñada de fantasías de guerra.

    Es, sin duda, el momento de lanzar señales, de tender puentes que puedan contribuir al acercamiento de dos maneras de ver el mundo que se pusieron en aguda contradicción poco después de la crisis de 1973, pero cuyos antecedentes se remontan a comienzos del siglo. Pretender llegar a alguna parte sin la convergencia de los mundos militar y civil sería entregamos nuevamente en brazos de una utopía.

    Este libro de conversaciones con generales de Ejército, que tuvieron altos cargos en el régimen que termina, pretende ser una pequeña tribuna donde cada cual pueda poner sus cartas sobre la mesa como acto de despedida de una experiencia única de la historia de nuestro país.

    Cada uno de los entrevistados tuvo un perfil muy personal en los cargos que ejerció o en sus actuaciones públicas. Todos conocieron desde muy adentro lo que ocurrió en las esferas de poder durante el régimen militar. Hablan aquí desde sus distintos miradores y ponen en juego visiones e interpretaciones disímiles que intentan explicar qué fue lo que provocó la crisis que catapultó a Chile tan lejos de sus tradiciones políticas y culturales. Y, lo más importante, esbozan la manera de cómo cree cada cual que podrá restablecerse un destino común entre las Fuerzas Armadas y la sociedad civil.

    Sergio Marras, noviembre de 1989

    General Ernesto Baeza Michaelsen

    Nació el 5 de enero de 1917. Ingresó a la Escuela Militar en 1934 y egresó como alférez de Artillería en 1939. En 1955 obtuvo el título de oficial de Estado Mayor. Entre 1958 y 1963 se desempeñó en el Departamento de Inteligencia del Estado Mayor de la Defensa Nacional. Entre 1967 y 1969 estuvo destinado en el Departamento IV de servicios especiales de la Dirección de Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército.

    En 1964 viajó al Fuerte Gullick, en la zona del canal de Panamá, para hacer el curso de Comando y Estado Mayor; se graduó de oficial de Estado Mayor del Ejército norteamericano.

    Entre 1965 y 1966 fue comandante del Regimiento de Artillería Ne 2 de La Serena. Inmediatamente después fue destinado al Colegio Interamericano de Defensa en Washington D.C. donde realizó estudios militares superiores. En 1970 fue ascendido a general de brigada y en 1972 a general de división, equivalente al actual grado de mayor general. Entre 1970 y 1971 fue agregado militar de Chile en Washington y delegado del Ejército de Chile ante la junta Interamericana de Defensa.

    En 1971 fue nombrado comandante en jefe de la Primera División del Ejército. En 1972 fue designado jefe del Comando de Infraestructura del Ejército y el 12 de septiembre de 1973, por medio del Decreto Nº 1 de la junta Militar de Gobierno, asumió el cargo de director general de Investigaciones. En 1974 se acogió a retiro y en 1980 renunció a la dirección de la policía civil. Fue uno de los coordinadores del bombardeo a La Moneda.

    Entre otras actividades que ha desarrollado a lo largo de su vida destacan las del ámbito deportivo. Se dedicó al tiro de fusil, a la hípica y a la esgrima fundamentalmente. También ejerció cargos administrativos en diversas organizaciones deportivas, tanto de box, fútbol, equitación, esquí y andinismo. Actualmente es empresario agrícola.

    – ¿Cómo amaneció el 6 de octubre de 1988?¹

    – Para mí fue un plebiscito de modus operandi, vale decir un plebiscito para determinar si se cambiaba el procedimiento eleccionario o no. Eso era para mí el plebiscito. Yo no consideré que había perdido Pinochet, no. Lo que quiso el pueblo mayoritariamente fue que se cambiara el sistema de elecciones. Ir a una elección libre. Yo me pregunto: si el presidente (Pinochet) hubiera llamado a una elección libre antes, por ejemplo, en el año 1978,1980, cuando se aprobó la Constitución de 1980... ¡Si se aprobó con el 73%!... Si el presidente hubiera llamado entonces a una elección libre, es posible que hubiera salido elegido. El general Stroessner ² dio un golpe de Estado en Paraguay, pero después tomó una serie de medidas favorables para el país que lo llevaron a una situación inmejorable en el aspecto económico, muy buena, estabilidad, etcétera. Y llamó a elecciones a continuación, y se presentó él y sacó el 99 por ciento, y así repitió seis períodos el señor Stroessner. ¿Qué habría pasado si el general Pinochet el año 1978, o 1980, llama a elecciones, pero libres? Es posible que hubiese sido un presidente absolutamente democrático. De manera que el cambio que se produjo el 5 de octubre yo no lo consideré como una derrota sino como un cambio de procedimiento para elegir al presidente de la República.

    – Pero el general Pinochet y el gobierno sí lo consideraron una derrota...

    – Determinados elementos lo consideraron una derrota... Pero yo le pregunto a usted: si el ministro del Interior³ y el jefe de una importante institución le dicen al presidente de la República: vamos a arrasar... se va a ganar con un 55 por ciento y la oposición va a tener un 43 por ciento. Y se le pregunta al jefe de esa institución⁴: ¿cómo obtuvo usted este porcentaje? Por procedimientos científicos que no voy a dar a conocer en este momento, respondió. Me imagino que después le dieron a conocer cómo fue que ocurrió lo contrario... Entonces, ¿cómo pueden engañar al presidente de la República? Yo, presidente de la República, a continuación del resultado negativo, llamo a todos estos señores que me engañaron y les digo: señores, preséntenme la renuncia inmediatamente. Nosotros, cuando yo dirigía Investigaciones, no anduvimos haciendo encuestas, sino que, desde Arica a Punta Arenas, nuestra gente escuchaba qué se conversaba en los vehículos de locomoción, qué se escuchaba en los supermercados, qué se conversaba aquí, allí, nada más, en forma indirecta y sin ninguna consulta, y usted sacaba verdades de allí. Si yo soy presidente de la República y todos mis asesores fundamentales, empezando por el ministro del Interior, mi brazo derecho, y jefes de otros organismos, encuestas, etcétera, me hablan a mí de una determinada situación y llega el momento y me sale todo lo contrario, en realidad es un balde de agua fría inmenso. Se tiene que deprimir el hombre. Yo creo que Pinochet se deprimió completamente, estoy seguro de que le ocurrió eso.

    – ¿Cuál es su opinión del general Pinochet? ¿Qué piensa usted de él, como hombre, como gobernante, como comandante en jefe?

    – Yo creo que Pinochet es una persona bien inspirada, es una persona que tiene el profesionalismo militar metido muy adentro, pero me da la impresión de que se deja llevar muy rápido por la primera opinión que le puede adelantar una persona y que, una vez que adopta o se afirma en ese pensamiento que le indujo quien habló primero con él, es difícil que salga de allí. Aunque usted le demuestre fehacientemente lo contrario, él se aferra a lo primero que lo convenció.

    – Testarudo, el general...

    – Entonces es muy peligroso cuando una persona malintencionada es capaz de inducirlo a algo porque mantiene un espíritu vasco que no vuelve atrás, es difícil. Además, me da la impresión de que, aunque tiene un sentido patriótico bastante bien desarrollado, como que se olvida de quienes lo llevaron al poder, se olvida...

    – Es ingrato...

    – No podría decir si ésa es la expresión correcta, porque yo he visto a todo el cuerpo de generales y almirantes que lo apoyaron el 11 de septiembre y que después fueron dejados a un lado totalmente. Yo recuerdo perfectamente el caso del general Stroessner o el caso de Franco⁵, que mantuvieron a sus generales hasta el último. Da la impresión de que a él no le gustaba que los generales que estuvieron el 11 de septiembre tuviesen la confianza suficiente como para decirle lo que realmente estaba ocurriendo. Eso a veces le molestaba. Parece que para el general Pinochet era preferible que sólo le dijeran cosas agradables, y eso es un error. Yo pienso que es preferible que a uno le muestren la fotografía de lo que está ocurriendo y no algo distorsionado.

    – ¿Sentiría que los generales del 11 de Septiembre sabían mucho de él y de las contingencias de ese día y los días anteriores?

    – Los generales que estaban al comienzo en el año 1973, el 11 de septiembre, tenían la facultad y la amistad suficiente como para decirle realmente lo que estaba ocurriendo, porque yo considero un sentido de lealtad expresarle al amigo lo que realmente está ocurriendo y no engañarlo, no halagarlo con mentiras y falsedades. Creo que Pinochet comprendió demasiado tarde esta situación.

    – ¿A qué atribuye usted que no haya sido capaz de darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor?

    – Para mí ha habido tal vez dos o tres círculos estrechos alrededor del presidente. Había un círculo de ayudantes, de edecanes que ha estado muy estrechamente alrededor de él, y ha sido ese círculo estrecho el que no le ha dejado llegar ciertas informaciones que son reales, aunque posiblemente molestas para el presidente. Había otro círculo mayor de políticos, yo diría de aduladores, gente que disfruta de las ubicaciones preeminentes en que se colocan. Hay otros que están disfrutando de bienestar económico, otros de prebendas, otros de puestos bien ubicados, tanto en Chile como en el extranjero. A ese círculo tampoco le convenía darle las informaciones reales. Yo creo que en ese sentido no sé hasta dónde puede llegar la habilidad de un presidente para darse cuenta en lo que está metido. De la falsedad de estos círculos.

    – Se dice que el levantamiento en el Ejército lo lideraban Bonilla⁶ y Arellano⁷ , y que Pinochet se habría subido al carro al final, presionado por Leigh⁸ y Merino⁹ .

    – Ha habido varios comentarios porque los generales pensaban que Pinochet, al haber sido recientemente designado como comandante en jefe por el presidente Allende¹⁰, no iba a estar imbuido de todos los problemas que había como para que solicitara un cambio drástico de la actitud presidencial... Se pensaba eso. Es posible que el almirante Merino y el general Leigh hayan influido en el general Pinochet para que se sumara, porque otra cosa significaba ir a la guerra civil y una revolución entre las Fuerzas Armadas habría terminado, como lo había manifestado en alguna oportunidad el general Prats¹¹, con más de un millón de muertos.

    – Usted fue uno de los generales del 11 de septiembre; de los que ya, en esa fecha, tenían ese alto grado. Por lo tanto, conocía personalmente a Salvador Allende. ¿Qué opinión tiene de él?

    – Lo conocí personalmente durante una visita que hizo a la zona norte del país donde yo estaba de comandante de la I División en Antofagasta. Tuve varias ocasiones de estar con él tanto en esa ciudad como en Copiapó; era una persona muy agradable para conversar, muy simpático... Creo que el presidente Allende estaba también bien inspirado.

    – ¿A su juicio, por qué fue derrocado?

    – Fue presionado por sus propios partidarios o probablemente por los elementos más exaltados de su partido. Esto hizo que no pudiera desarrollar su plan, porque las intenciones de él, manifestadas en muchas ocasiones, eran favorables para el país, pero no las pudo ejecutar. Esto llevó, en el transcurso de su gobierno, a una situación de inestabilidad, a una situación de caos económico. En fin, nosotros, los militares, pudimos ver la escasez

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