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Charo estás indocumentada
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Libro electrónico80 páginas1 hora

Charo estás indocumentada

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Una novela simple, sin intrigas ni situaciones de peligro pero con un final más bien emocionante y divertido. Charo estás indocumentada es la historia de tres hermanas, dos mayores y mellizas y una menor cuya aparición en sus vidas las trastornará gratamente. Conoce los intríngulis de estos tres personajes a quienes terminarás por amarlas.

IdiomaEspañol
EditorialCreaLibros
Fecha de lanzamiento17 mar 2022
ISBN9786124869563
Charo estás indocumentada

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    Charo estás indocumentada - Jorge Suárez Sandoval

    CAPÍTULO I

    NACER

    LUEGO DE DIECIOCHO HORAS de trabajo de parto las mellizas pugnaban por nacer y cada una trataba de hacerlo primero.

    El doctor estaba sorprendido. Anunciaba esperanzado que ya se había colocado una, para decir en la hora siguiente que ahora se había colocado la otra en la posición de nacer. Pero la mamá, nada de dilatar.

    Por último, viendo que no podían nacer así, el doctor decidió llevarlas a la Sala de Operaciones: una cesárea.

    Sacó a Luisa, primero, y luego a Claudia, por lo tanto Luisa era la mayor. Pero Claudia nunca dejó de aclarar: por veinte minutos solamente. Nacieron el 30 de abril en la Clínica Marín de Iquitos.

    Cuando nacen mellizas, lo cual simplemente quiere decir que tienen la misma edad, son competitivas en grado sumo, desde que nacen.

    A una le daba el pecho la mamá y a la otra el biberón, pero debían hacerlo al mismo tiempo (ponerlo en la boca) de lo contrario berreaban las dos con una potencia que ya la hubiera querido Yma Súmac.

    Tenía una nana cada una, solamente para atenderlas a ellas. En la casa tenían una cocinera y la ropa le daban a la lavandera.

    En aquellos tiempos no existían lavadoras de ropa y ni siquiera existían pañales desechables. Todos los pañales eran de tela y había que lavarlos y plancharlos todo el tiempo porque, como tenían un gran apetito, hacían pichi continuamente.

    Al crecer, llegó el momento de servirles su Cerelac, alimento de Nestlé en boga en esa época. De hecho es muy práctico y alimenticio: solamente basta con echarle agua caliente y ya tienes la papilla que necesitan las bebés. Entonces las dos nanas debían coger la cucharilla al mismo tiempo, ambas niñas tenían los ojos puestos en su hermana y en la mano de las nanas.

    Al mismo tiempo debían coger una cucharilla de la papilla y al mismo tiempo ponerlo en su boquita. Todo el rato de su alimentación tenía que ser coordinada si no se quería tener un escándalo a todo volumen.

    La tarea más ardua para un papá es distinguir cual es Luisa y cual es Claudia. Su mamá, Judith, me dijo que ella misma las confunde todo el tiempo, y es necesario saber cuál es cuál porque se debe llevar un control sobre sus deposiciones.

    La abuelita Natividad vino a resolver este intríngulis. La abuelita tiene una marca de nacimiento, un lunar que no tiene una forma definida sino que más bien parece una manchita oscura sobre la piel. Todas sus hijos lo tienen y también los hijos de sus hijos. Le llaman la marca de Alva.

    La abuelita le informaba a la mamá, cuando regresaba de trabajar, cuál niña hizo pichi, cuantas veces y si hizo o no su deposición y sabía cuál de ellas había sido porque Claudia tiene en el brazo izquierdo la marca Alva. Esa marca es notoria, si se le mira con detenimiento. Claudia aún lo tiene y su hija también.

    De esta manera podíamos diferenciar a Luisa de Claudia por la marca de nacimiento. Era la manera más segura, porque siendo padres primerizos la cuestión pudo ser demasiado difícil, pero fue fácil al final.

    Y era más difícil porque como éramos novicios en este asunto de ser padres y siendo ellas mellizas pensábamos que resultaba más lindo vestirlas igual.

    Ahora ya se sabe que nunca se les debe vestir igual así no sean mellizas porque cada niña tiene su propia personalidad y al vestirlas igual y confundirlas todo el tiempo las perturba. Afecta su propia autoestima y su personalidad misma.

    Desde que nacieron eran notorias y llamaban la atención de propios y extraños y aunque hablaban en su media lengua querían hablar todo el tiempo. Esa fue la primera habilidad que resaltó en ellas.

    Claudia era más bien rechoncha y Luisa era de cuerpo tipo atlético, por lo cual su mamá las llamaba, para diferenciarlas, la bollorca y la robusa.

    Luisa era bastante movida desde que nació y se revolcaba por toda la cama: en cambio Claudia solamente movía una pierna, la derecha, de rato en rato. Esta peculiaridad preocupó a su mamá.

    Su cuñado Jorge, quien trabajaba en el Centro de Salud que fue SCIPA (Servicio Interamericano), le consiguió una cita cuando vino una comisión de médicos especialistas de la Capital. Entre ellos había traumatólogos.

    Sumamente angustiada la mamá las llevó a la consulta. El local que fue del SCIPA quedaba al lado del Mercado Central y estaba preocupada porque un médico le había dicho que la niña tenía un problema en la columna y quizás no podría caminar.

    Los especialistas que la examinaron rechazaron ese infundio y le dijeron con toda claridad que Claudia no tiene absolutamente nada. No tiene ningún problema en la columna y ni siquiera en la motricidad. Todo lo que tiene es pereza muscular, que andando el tiempo va a caminar al igual que su melliza y que no se debe preocupar por nada.

    Fue una alegría tremenda en la casa donde todos bailaban de emoción. El papá trabajaba lejos, bien lejos, en La Oroya que está en la carretera Central, pasando El Ticlio. La comunicación era principalmente por carta porque para hablar por teléfono debían esperar un día y a veces más, cuando se caía la línea telefónica. No es un eufemismo. Si se arrancaba el cable en las alturas de la ceja de selva, no había comunicación hasta que encuentren la avería y lo repararan.

    Tomaron como médico de cabecera para las niñas al Doctor César Garayar, sabio médico

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