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Mi Amigo El Maltés
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Libro electrónico152 páginas2 horas

Mi Amigo El Maltés

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Malta en una antigüedad muy remota, no era una isla como ahora la conocemos, formaba parte de tierra firme, igual que Sicilia, Córcega, o las mismas Islas Baleares. todas esas tierras eran componentes de una gran península.
Italia y África por aquel entonces se encontraban juntas, el mar Mediterráneo no existía y aunque parezca extraño, todo estaba poblado de innumerables y grandísimos árboles habitados por especies hoy desconocidas.
La protohistoria o los hechos sucedidos en aquellas lejanas tierras en aquellos lejanísimos tiempos, puede que así de pronto nos resulte raro aceptarlo, pero quien sabe qué sucedía, alguien nos puede afirmar como era la vida por entonces, que clase de vida había, nadie existe con una información veraz, entonces tampoco me podrá rebatir con conocimiento de causa lo que pongo aquí, porque ¿Por qué no pudo ser así?
A veces cuando caen en nuestras manos relatos que nos chocan porque no lo habíamos escuchado nunca, les ponemos con una interrogante, eso dice de nosotros que al menos nos lo vamos a plantear.
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento4 ene 2021
ISBN9788835421900
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    Mi Amigo El Maltés - Juan Moisés De La Serna

    Prólogo

    En la vida siempre hay algo

    de lo que se puede hablar

    si nos ponemos tranquilos

    y lo queremos narrar.

    Esa es la intención tengo

    al empezar el renglón

    que de mis dedos saliendo

    estoy en este rincón.

    Cuenta que en el pasado

    en esta isla había

    un habitante aislado

    que muy tranquilo vivía.

    De él te quiero contar

    algo muy desconocido

    que me acabo de enterar

    y narrártelo he querido.

    AMOR

    Dedicado a mis padres

    Contenido

    Capítulo 1. En la vida siempre hay algo

    Capítulo 2. Con ingenio se consigue

    Capítulo 3. Empezó la primavera

    Capítulo 4. Mucho tiempo ha transcurrido

    Capítulo 5. Rápido pasan los días

    Capítulo 6. Los sueños, ¡Qué maravilla!

    Capítulo 7. La vida pasa deprisa

    Capítulo 8. Muchos aciertos y errores

    Capítulo 9. El dormido o despierto

    Capítulo 1. En la vida siempre hay algo

    En la vida siempre hay algo

    de lo que se puede hablar

    si nos ponemos tranquilos

    y lo queremos narrar.

    Esa es la intención tengo

    al empezar el renglón

    que de mis dedos saliendo

    estoy en este rincón.

    Cuenta que en el pasado

    en esta isla había

    un habitante aislado

    que muy tranquilo vivía.

    De él te quiero contar

    algo muy desconocido

    que me acabo de enterar

    y narrártelo he querido.

    Malta en una antigüedad muy remota, no era una isla como ahora la conocemos, formaba parte de tierra firme, igual que Sicilia, Córcega, o las mismas Islas Baleares. todas esas tierras eran componentes de una gran península.

    Italia y África por aquel entonces se encontraban juntas, el mar Mediterráneo no existía y aunque parezca extraño, todo estaba poblado de innumerables y grandísimos árboles habitados por especies hoy desconocidas.

    La protohistoria o los hechos sucedidos en aquellas lejanas tierras en aquellos lejanísimos tiempos, puede que así de pronto nos resulte raro aceptarlo, pero quien sabe qué sucedía, alguien nos puede afirmar como era la vida por entonces, que clase de vida había, nadie existe con una información veraz, entonces tampoco me podrá rebatir con conocimiento de causa lo que pongo aquí, porque ¿Por qué no pudo ser así?

    A veces cuando caen en nuestras manos relatos que nos chocan porque no lo habíamos escuchado nunca, les ponemos con una interrogante, eso dice de nosotros que al menos nos lo vamos a plantear.

    No nos negamos rotundamente a aceptar algo solamente porque nos es desconocido, porque por el mismo motivo, podríamos negar la existencia por ejemplo de los aborígenes australianos, habitantes de unos lugares poco conocidos, pero que no por eso dejan de ser reales.

    Claro que cuando ellos nos dicen que llevan en esos mismos lugares unos 40.000 años, solemos poner una sonrisa como diciendo, ¿A mí me la vas a dar?, ¡hace tanto tiempo, imposible!

    Qué sabemos nosotros de lo que estamos hablando, acaso entonces los habíamos visitado, sin embargo, el que los conozca sabe que es posible que lo que nos están narrando puede ser verdad.

    ¿Por qué?, ¿qué es verdad o mentira en los hechos del pasado?, ¿acaso no podemos comprobar hoy en día sin movernos de nuestra casa, cómo un mismo hecho, por ejemplo, los efectos de un terremoto, cuando nos los comentan por televisión según la cadena que nos los presente nos darán una versión o quizás otra, pero muy diferente?

    Es por eso por lo que estas líneas no van a estar escritas con la intención de que nadie las crea, solo son informativas que podrán servir de entretenimiento a unos y de reflexión a otros, porque en el fondo, ¿sabes si fue así?

    En unos momentos de aquel remoto pasado, el clima cambió, grandes terremotos asolaron esta parte de la Tierra y todo el paisaje se transformó, pero esa es parte de otra historia que por ahora no tocaré.

    Había hombres por aquí, bueno hombres, hombres como ahora se les conoce no, aun no andaban rectos, como hoy lo hacemos, pero si eran ya lo bastante evolucionados para considerarles diferentes a sus antecesores.

    Ya situados un poco en la escena, empezaré por decir que esos homínidos como así los podríamos llamar, eran de una inteligencia muy superior a lo que nos podamos imaginar, había sucedido algo que los había despertado, era como si hasta entonces hubieran estado viviendo en una continua somnolencia y de pronto se dieran cuenta de su existencia, eso les hizo evolucionar muy deprisa como especie primeramente y poco después también como individuos.

    Llegado a este punto, no pretendo que el lector crea a pies juntillas estas líneas, solo trato de trasmitir algo que ¿Por qué no pudo ser posible?

    Como ya es sabido en sus comienzos la raza humana era herbívora, claro está aún no se les había ocurrido esquilmar ni a los animales y menos a las grandes cantidades de peces que existían, pero a los que no tenían acceso, ellos no se metían en el agua, nadie les había enseñado a nadar.

    Ríos había y en sus riveras solían habitar en épocas de gran calor, allí como se sabe es más llevadera la calima, pero en cuanto empezaba el frío, como no eran tontos, se marchaban a vivir a las numerosas cuevas que había por toda la zona.

    En una de estas habitaba nuestro amigo, sí, ahora veréis por qué le denomino así, él es el narrador de su historia, él que nos va a permitir conocer su entorno, sus congéneres, su hábitat.

    Aun a nadie se le había ocurrido nombrarle así que no tiene nombre, pero como por alguno le teníamos que conocer le diremos Maltés, o sea nativo del sitio que, con el tiempo, mucho tiempo después, se le denominaría al lugar.

    El maltés había nacido, como en aquellos tiempos todos lo hacían en primavera, cuando el clima es más suave, pues la naturaleza que es muy sabia permite que eso suceda así y de esa forma como ya han pasado los fríos del invierno, los pequeños poco a poco van creciendo y al llegar los calores del verano, ya están fuertes, para soportar todo lo que les venga, que no era fácil y por ese motivo había mucha mortandad.

    Aun podemos observar en nuestros días, que hay numerosas especies que siguen esas pautas naturales, que las hace más fuertes para la supervivencia.

    Como a todos los de su especie, cuando tuvo, lo que nosotros diríamos tres años, y digo eso por que como es natural en aquella época, no existían tales fórmulas de controlar el tiempo, solo inviernos y veranos, era lo que más se diferenciaba, pero bueno si queremos ir entendiendo las cosas, tendremos que asimilar sus conceptos, como era costumbre.

    Habían transcurrido como tres años desde su nacimiento cuando su mamá, le llevó más dentro del bosque de lo que acostumbraba, para buscar comida, y un fatal accidente hizo que se encontrara solo, un despiste hizo que callera por un terraplén con tan mala fortuna, que al llegar a bajo se golpeó en la cabeza y allí se quedó.

    El pequeño desde arriba vio como no volvía, esperó sentado tiempo y tiempo, esperando que en algún momento su ser querido regresara a su lado, pero no, su espera fue en vano, pasó allí varios días, de hecho, se iba, buscaba algo de comida por los alrededores y luego regresaba al mismo lugar, para ver si por fin su querida madre regresaba a su lado.

    Estuvo mirando por allí para ver cómo podría él ir, si su madre no iba a él, él se las arreglaría para encontrarla, la tarea no fue fácil, aquellos terraplenes eran peligrosos y él era aún muy pequeño para andar solo por allí, nunca había estado tan lejos de su cueva, y no sabía cómo regresar, de hecho, ni se planteó hacerlo sin su madre, ¿cómo podría vivir sin ella?

    Pensando y digo pensando, porque fue la primera vez que él lo hacía, decidió ponerse a andar cerquita del terraplén, con mucho cuidado de no caerse, fue rodeando todo aquel lugar hasta que encontró un sitio que le pareció menos peligroso y por el que con mucho cuidado fue bajando y bajando.

    Todo era diferente, las grandes arboledas que había en el lugar conocido, ahora no las podía ver por ningún lado, menudo problema tenía pues no sabía dónde estaba, y al rato de llegar abajo se encontró con algo que no se esperaba, la barriga le dolía.

    Estaba muerto de hambre, el esfuerzo de la bajada le había dejado exhausto, y no tuvo más remedio que echarse a descansar, pero ¿dónde?, estaba acostumbrado a dormir sobre un árbol, cuando no estaba dentro de la cueva, y ahora ni veía árboles ni cuevas, ¿Cómo lo podría hacer?

    Esa circunstancia le hizo tener que pensar de nuevo, y eso a lo que no estaba acostumbrado le costaba mucho, como es natural, por lo que nuestro amigo el pequeño maltes, tuvo que encontrar una solución, tumbarse en el suelo, era la primera vez que lo hacía, de esa forma, sin nada que le protegiera, se echó con cuidado y miró hacia arriba, el sol le daba de plano, y aunque sintió un intenso dolor en los ojos, no le quedaban fuerzas para continuar andando, así que al poco de estar allí de esa postura el cansancio le venció y quedó dormido.

    Quizás fuera un sueño, sí, posiblemente el estar allí al sol algo le afectó, porque cuando al mucho rato se despertó, ese sol ya no estaba donde él le había dejado, de hecho, ni siquiera había una luz que le permitiera ver donde se encontraba, pero sí que se dio cuenta de que allí arriba había muchos puntitos de luz, ¿qué sería aquello?, pero ¡qué bonito era!

    Se quedó allí tumbado en el suelo, a pesar de que no se encontraba muy cómodo, ya que la superficie donde se había acostado estaba formada por innumerables piedritas, algunas con aristas un poco incomodas, el siguió allí por un buen rato mirando aquellos puntitos en lo alto, nunca los había visto, claro es que ahora estaba en un lugar diferente.

    Antes, hubo un tiempo en que había vivido dentro de una gran cueva, desde ella no podía ver el cielo y en las ocasiones que había dormido en los árboles, estos tenían las copas tan frondosas que no dejaban poder admirar el firmamento como ahora lo estaba haciendo.

    También podía ser porque a esa hora de la noche en su anterior vida con su querida mamá estaba durmiendo a su lado y no despierto como se encontraba en esos momentos, pero ahora que se acordaba de su mamá, ¿dónde se encontraría?, tenía que seguir buscándola, para eso había llegado hasta allí.

    Se levantó deprisa para iniciar la búsqueda una vez que ya había descansado, pero no pudo por más que lo intentó, en ese terreno no podía andar, no hacía nada más que caerse, pues los pies no soportaban el dolor que le producían esas afiladas piedras del suelo.

    Decidió sentarse a pensar qué hacer, otra vez le tenemos pensando, tarea que no era fácil para un pequeño que estaba acostumbrado a que todo se lo dieran hecho como es natural, era la madre la que le indicaba por donde caminar, a qué árbol subirse y sobre todo qué comer.

    Sí, eso era a hora lo que más prisa le corría, si ya le dolía la barriga antes del sueño ahora que ya había descansado tendría que buscar algo de comida.

    No podía soportar más ese dolor, desde luego a cada momento echaba más en falta a su madre, la de problemas que tenía desde que ella desapareció.

    Sí, tenía que encontrarla, se aguantaría el dolor de barriga, y la buscaría, seguro que cuando la encontrara todo eso se le pasaría, y sin saber cómo algo le salió de la garganta, fue un grito.

    Él nunca antes había gritado, ni

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