Contra Sandino en la montaña
Por Manolo Cuadra
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Manuel Antonio Cuadra Vega (Malacatoya, Granada 9 de agosto de 1907 - Managua, 14 de noviembre de 1957), conocido como Manolo Cuadra fue un poeta, narrador y periodista nicaragüense. Considerado uno de los pioneros de la narrativa nicaragüense moderna, especialmente en el género testimonio, representa una época y una obra literaria casi en el olvido para las generaciones actuales en Nicaragua.Perteneció al Movimiento de Vanguardia de Nicaragua junto con Joaquín Pasos, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra y Luis Alberto Cabrales; sin embargo, se desvincula del grupo al adoptar una posición política de izquierda.Férreo crítico del régimen dictatorial de Anastasio Somoza García sufrió encarcelamientos y destierros. También fue telegrafista, estibador, hotelero, comerciante y boxeador.
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Contra Sandino en la montaña - Manolo Cuadra
Manolo Cuadra
CONTRA SANDINO EN LA MONTAÑA
Colección de cuentos ambientados en la guerra de Sandino (1927-1933)
PRÓLOGO
de la editorial
Reproducción fiel del original impreso
por la Editorial Nuevos Horizontes.
Managua, Nicaragua 1942.
CONTRA SANDINO EN LA MONTAÑA, libro de cuentos de Manolo Cuadra, realiza hoy el pensamiento original de la revista Nuevos Horizontes de convertirse en Empresa Editorial de libros nacionales.
De entre los que han llegado al papel las incidencias de la última guerra nicaragüense, acaso ninguno es tan calificado como Manolo Cuadra, el inquieto escritor que militó en las filas del Ejército, en la dramática lucha de seis años que éste sostuvo contra Sandino y sus hombres. Él supo de la emboscada en la jungla bravía y húmeda; pudo apreciar los métodos de uno y otro combatiente, escapó al peligro en más de una ocasión y, en las peripecias del asedio, unas veces obligado por los hombres y otra por los elementos, tuvo que correrse el cinturón de «hasta el ojal del hambre», según la expresión realista de Remarque.
Estos cuentos de campaña no hacen la historia de la intervención americana. Resultaría tendencioso. Tampoco informan sobre la estrategia de ninguno de los dos bandos; pero sí, arrojan luz, a grandes rasgos, sobre esa lucha librada a menudo en forma individual o de reducidas y mortificantes patrullas; pugna de represalias y sangrientas tretas exclusivas de la guerra de guerrillas. Su gráfica pudiera estar representada por un amplio círculo en cuyo trazo exterior uno huye y otro persigue. Pero tantas incidencias se cruzan por este maratón y tan original estrategia regula las operaciones, que en un momento dado el fugitivo puede volverse perseguidor y el cazador resultar cazado. El heroísmo, la cobardía, son aquí rasgos puramente individuales. Es bueno saber que fuera del asalto a Ocotal no se efectuaron ataques en grande. Los informes que hablaban de centenares de muertos tantos de una como de otra parte, fueron siempre inexactos. Un joven oficial yanqui, con vocación para la crítica castrense, calificaba el juego en esta forma: «Tácticamente esto es como una lucha de policías contra ladrones.» Conviene reproducir la observación porque ella explica la técnica, del autor de la «baja individual», que se advierte en la totalidad de sus cuentos.
Siendo soldado, el poeta que hay en Manolo Cuadra no abandona al hombre, al ser humano que en medio del peligro ama y recuerda. Con clara sensibilidad de artista, Manolo Cuadra logra aliar en forma satisfactoria el drama con el romance, la selva con la ciudad y las lágrimas del amor con la sangre de la escaramuza.
Un poema, que a instancias nuestras accedió el autor a dejarlo incorporado al volumen, prologa líricamente la prosa. Sirve, también, para fijar suposición espiritual que de otra manera resultaría contradictoria.
Por las páginas de CONTRA SANDINO EN LA MONTAÑA, pasa al galope sobre su mulita de guerra, invisible, apasionado y testarudo, el perfil del jefe insurgente y, como la contraluz, se recorta en bermellón la silueta del teniente norteamericano, civilizado y filantrópico. Estos son los protagonistas que se adivinan a través de los rápidos capítulos de esa reciproca cacería humana que el autor titula CONTRA SANDINO EN LA MONTAÑA.
Ed. Nuevos Horizontes
Prólogo lírico
SOLO EN LA COMPAÑÍA
En las montañas más altas de Quilalí de las Segovias,
y en las zonas mortales de estas tierras heroicas,
entre diecisiete camaradas estrechamente unidos por la aventura,
yo, Manolo Cuadra,
raso numero 4395
iba solo.
Hablan los compañeros de las coplas canallas
surgidas en la hora como una flor de alivio:
Cantinas, copas rotas, meretrices...
Yo voy como un tornillo fuera de mecanismo
diciendo a sotto voce mis estupendas misas,
la tragedia de esta raza aborigen,
su pasado lleno de plumas y caciques,
el futuro elevado de su destino insigne.
Hoy por hoy voy de caza contra el indio furtivo
extranjero en sus propias selvas americanas,
el que sembró cereales de esperanza
y cosechó vientos de pasión ciudadana.
El que enterró la esteva
en el abono de su campiña rica
y vio truncarse el tallo de oro de la espiga
cuando dijo su augurio la boca de la Esfinge.
¿Y mariana?
Soplarán de los puntos cardinales
vahos vigorizantes de enviones proletarios,
algo que no sospechan las democracias:
Espíritu de Rusia, cultura escandinava.
¡Pues, en la misma gleba donde la bota hercúlea
tornó la arcilla estéril,
han de surgir, violentos,
los estandartes nuevos!
Otra vez:
Cantinas, copas rotas, meretrices....
(Pero no me tienta la mochila,
menos la inútil precisión de mi rifle)
En las montañas más altas de Quilalí de las Segovias
y en las zonas mortales de estas tierras heroicas,
entre diecisiete compañeros estrechamente
unidos por la aventura,
yo, Manolo Cuadra,
indio hijo de indios,
de pies electrizados por un amor de gleba
y ojos en los que asoma el orto de un sol nuevo
repito que iba
solo.
Manolo Cuadra
IN NOMINE DEL
A mis excompañeros en el Ejército:
a los que cayeron; a los que continúan bajo banderas.
Con las dos manos,
M.C.
Torturados
DENUNCIA la luz los contornos del bote, en el que se levantan a compás los remos silenciosos, envueltos hasta la mitad en fundas de bramante.
Phillips habla en voz baja. Su compañero arrastrase a fin de observar:
—¡Son ellos!
Se apelmaza contra la arena. El otro hace lo mismo.
Continúa acercándose al bote, pero tan lentamente, que desespera a los dos hombres, Al fin atraca. El ruido que hace la quilla al hincarse en la arena arranca al silencio una nota de alarma. Voces. Un ligero chapoteo.
— ¡Arriba las manos!
El triángulo de luz de un reflector irrumpe sobre los marineros y entre el rumor de la lucha elevase la voz de Hays:
— ¡Al cuartel, pronto!
La patrulla toma un sendero estrechísimo que despierta en una línea blanca y sucia cuando cae sobre él, el chorro luminoso de los focos.
Senderito inverosímil, encaramándose, a medida que se avanza, sobre el dorso de una elevación montañosa. Marchando de uno en fondo, deteniéndose constantemente para no despeñarse, el grupo, más que