Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Chef De Polonia
El Chef De Polonia
El Chef De Polonia
Libro electrónico108 páginas1 hora

El Chef De Polonia

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Lo que voy a escribir aquí, es tal y como lo recuerdo. La historia más increíble que me ha sucedido, y eso que llevo en el cuerpo de Gendarmerie Nationale (Gendarmería francesa) más de treinta años. Alguno puede pensar que exagero, pero para no obviar ningún detalle me he basado en mi libreta de anotaciones, la cual llevo siempre conmigo, cuando participo en alguna investigación oficial del cuerpo.
Aunque mi puesto actual en la Interpol pueda parecer importante, más después de haber recibido dos condecoraciones honorarias, la Medaille d'honneur de la Police Nationale (Medalla de Honor de la Policía Nacional) y la Croix d'Honneur du Policier Européen (Cruz de Honor de la Policía Europea), a pesar de ello mis comienzos no fueron del todo gloriosos.
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento15 jun 2019
ISBN9788893985536
El Chef De Polonia

Relacionado con El Chef De Polonia

Libros electrónicos relacionados

Misterio para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El Chef De Polonia

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Chef De Polonia - Juan Moisés De La Serna

    CAPÍTULO 1. MEMORIAS

    KRAKÓW ( Cracovia)

    Lo que voy a escribir aquí, es tal y como lo recuerdo. La historia más increíble que me ha sucedido, y eso que llevo en el cuerpo de Gendarmerie Nationale (Gendarmería francesa) más de treinta años. Alguno puede pensar que exagero, pero para no obviar ningún detalle me he basado en mi libreta de anotaciones, la cual llevo siempre conmigo, cuando participo en alguna investigación oficial del cuerpo.

    Aunque mi puesto actual en la Interpol pueda parecer importante, más después de haber recibido dos condecoraciones honorarias, la Medaille d’honneur de la Police Nationale (Medalla de Honor de la Policía Nacional) y la Croix d’Honneur du Policier Européen (Cruz de Honor de la Policía Europea), a pesar de ello mis comienzos no fueron del todo gloriosos.

    Fui un estudiante en la École Nationale de Pólice (Escuela Nacional de Policía), uno de los mejores, pues con tan sólo dieciocho años había conseguido superar tanto las pruebas físicas como las del examen de ingreso. Aunque lo más fácil para mí fue el examen en lengua extranjera.

    Cuando el examinador me preguntó en qué idioma quería evaluarme, le contesté:

    ―Puede preguntarme en inglés, español o italiano. Con un padre Professeur d’Université de Histoire médiévale en la Université Bordeaux Montaigne (profesor de historia medieval en la Universidad Montaigne de Burdeos), con pasión por las lenguas romances que partieron de latín, especialmente interesado por la rama italo-rumano y por la iberrománico, y una madre que trabaja como intérprete en el Consulat britannique en Bordeaux (intérprete en el consulado británico de Burdeos), entenderá que estoy suficientemente preparado para una simple entrevista.

    ―¿Y el árabe y el alemán? –preguntó el examinador con evidente gesto de sorpresa.

    ―El árabe lo conozco un poco, pero la escritura me cuesta mucho, y el alemán lo he intentado, pero la pronunciación tan marcada, me produce cosquilleos en la garganta cuando lo hablo.

    ―¿Pero los conoce? –volvió a preguntar sorprendido.

    ―Bueno, sólo unas pocas palabras, pero no son de los que más domino, por eso me presento con alguno de los otros tres idiomas.

    <<<<< >>>>>

    Me tendrá que perdonar el lector, si a veces me voy por las ramas, o como decimos en Francia, tourner autour du pot; bueno, sigo la narración, una vez pasadas aquellas pruebas, entré en la École nationale de pólice, en donde debía de formarme durante un año más y realizar las prácticas, mientras era estudiante para oficial de policía, paso previo para conseguir convertirme en gardien de la paix (guardia de paz).

    Mi experiencia de trabajo iba a ser de lo más tranquila, pero ya desde que llegué a la pequeña comisaría que me habían destinado, empecé a destacar, tal es así, que en menos de un mes me habían trasladado a la Commissariat et Bureaux de Police de Bordeaux (la comisaría de policía Bureaux en Burdeos), para aprovechar todo mi potencial tal y como dijo uno de los superiores.

    Tal fue la consideración que me tenían, que pronto me asignaron funciones que no correspondían a la categoría de aprendiz, realizando correcciones de misivas, que se debían de enviar a comisarías de otros países, o estando presente, en interrogatorios de extranjeros, entre otras.

    Mi facilidad de palabra, además había hecho que rápidamente hubiese ganado cierto grado de consideración como contacto con el exterior, en las labores de coordinación, cuando se requería de la intervención de un cuerpo extranjero en la detención de algún miembro de una de las muchas mafias, de la cual la más conocida en Francia sin duda es la mafia marsellesa

    En ocasiones viajaba al extranjero cuando querían trasladar a un preso, para que sirviese de intérprete para la escolta, y que no hubiese ningún problema administrativo en el traslado.

    En una ocasión, me mandaron a Krakow (Cracovia), una de las ciudades más importantes de Polonia, muy próxima a la frontera con la República Checa y Eslovaquia.

    Polonia, país del cual apenas sabía unas cuantas cosas, aparte de que pertenecía al Este de Europa, y por supuesto que había entrado en la Segunda Guerra Mundial, bajo la ocupación alemana, y había sido liberada por los aliados; pero nunca me había planteado viajar hasta allí para conocerlo, pues prefería los países bañados por el Mediterráneo, en los cuales disfrutaba en épocas estivales, además de ser conocedor de su lengua y cultura.

    Allí me encontraba, llegando al Krakow lotnisko Jana Pawla II (aeropuerto de Cracovia, Juan Pablo II), mirando por todos lados, intentando adivinar qué significaban aquellos carteles. Por fortuna, en aquel lugar todavía pude defenderme en inglés, consiguiendo un taxi para el hotel donde me alojaba.

    Me habían comunicado que fuese discreto, que era una reunión de alta seguridad, por lo que únicamente, una hora antes de la misma, me llegaría un mensaje al móvil indicando el lugar del encuentro.

    Pensé que eran demasiadas medidas de seguridad, para la planificación del simple traslado de un reo. Una tarea que podría haber hecho cualquiera de la comisaría, eso me pasa por être la cinquième roue du carrosse (ser el último mono), a veces me mandan labores interesantes y otras no tanto.

    Me alojé en un hotel a las afueras, próximo a la autopista, de forma que fuese más fácil desplazarme a cualquier lugar de la ciudad, donde fuera la cita. Un hotel peculiar, con unas habitaciones minúsculas, donde todo parecía que estaba medido al milímetro, tal es así, que, si abría la puerta del cuarto de baño, apenas quedaban unos centímetros hasta los pies de la cama, y a la televisión que estaba suspendida cerca del techo sobre una repisa.

    Un cuarto pequeño, todo ello enmoquetado, lo que daba cierta impresión de claustrofobia, unido a que la única ventana que tenía, daba en la parte trasera del hotel, a una gran obra, donde estaban construyendo unos edificios, empezando los obreros a trabajar a diario a las seis en punto de la mañana.

    E pour couronner le tout (y para colmo de males) el tiempo era insoportablemente caluroso, tanto que debía de dejar la puerta del cuarto y la ventana abiertos por la noche, para que corriese una pequeña brisa de aire, y con eso poder dormir.

    Algo de lo que nadie me había avisado, ni incluso el infalible buscador de Internet, que aseguraba que la máxima temperatura en Polonia en verano era de diecinueve grados, pero ¿cuándo llegarán esos diecinueve grados?, me preguntaba cada día al amanecer chorreando de sudor.

    Todas las mañanas lo primero que debía de hacer era tomarme una ducha, a medio día otra, y al final antes de acostarme la última. Duchas de agua fría, como si estuviese en las Canarias en verano.

    Desde que llegué, el termómetro no había bajado de los treinta grados por el día, algo que desde recepción decían que era inusual, e incluso me prestaron un ventilador, para que pudiese sobrellevar mi estancia en aquella habitación, pues al no ser normales esas temperaturas por allí, el aire acondicionado que tenían solo era para en el invierno calentar.

    El tiempo pasaba y cuando llamaba a Francia, decían que tuviese paciencia, que se estaban concretando las fechas, pero no hacía más que esperar paseando por la ciudad, conociendo un poco los lugares históricos.

    A decir verdad, no me enteraba de nada, en cuanto al idioma, ni siquiera el escrito, con palabras donde claramente les faltaban vocales, algunas de tanto verlo, había adivinado qué significaban, como ulica (calle), o el tan sonoro saludo que a todas horas escuchaba, dzien dobry (buenos días); y una cosa que me llamó la atención, ese saludo, lo usan a cualquier hora del día, no importa que sea por la mañana o por la tarde, incluso cuando ya a anochecido, lo siguen usando.

    Luego, observé también algo que me pareció curioso, allá por donde mirase, incluso en los nombres de algunas

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1