Pasado el día de Todos los Santos del año mil quinientos, a las cuatro y media de la madrugada, en Florencia llegaba al mundo Benvenuto, nombre elegido por su padre, quien había estado persuadido de que venía en camino una hija por los antojos que su esposa Elisabetta di Stefano Granacci había tenido durante el embarazo.
Giovanni d´Andrea di Cristófano Cellini era un humilde carpintero que fabricaba instrumentos musicales, es decir un mero artesano sin más ambiciones que la de ver prosperar a sus hijos varones en el seno del taller familiar. Pero pronto descubrió la desgana con la que su hijo Benvenuto leía las partituras o se aventuraba a tocar algún instrumento de viento. Fue entonces, a la edad de trece años, cuando lo llevó a aprender otro oficio al taller del orfebre Michelangelo Brandini, padre del que sería el escultor Bacio Bandinelli, uno de sus mayores enemigos.
En aquella temprana adolescencia despuntaron sus inclinaciones pendencieras como demuestra el hecho de que en 1516, junto a su hermano Francesco, fuera expulsado de la ciudad tras haber participado en una reyerta multitudinaria. Así comenzó su primera peregrinación por algunos talleres de Siena, Bolonia, Pisa y Roma.
A comienzos de 1523, de nuevo en su ciudad natal, él y su amigo Giovanni Rigogli tuvieron que pagar una multa de doce celemines de harina por haber abusado deshonestamente de un joven adolescente llamado Domenico de Giulinao