MIGUEL ÁNGEL BAJO EL SINO DE LOS MÉDICI
SOLO TENÍA QUINCE AÑOS CUANDO MIGUEL ÁNGEL COMENZÓ A FRECUENTAR EL JARDÍN DE SAN MARCO, UNA PROPIEDAD URBANA SITUADA ENTRE EL CONVENTO DE SAN MAR-CO Y EL PALACIO MÉDICI DE LA VÍA LARGA –HOY VÍA CAVOUR– DONDE FLORECÍAN LOS LAURELES, LOS LIMONEROS Y DONDE SE AL- ZABAN ENHIESTOS LOS CIPRESES COMO SAE- TAS CLAVADAS EN EL DIÁFANO CIELO FLORENTINO. Al cuidado del viejo Bertoldo –que había sido discípulo de Donatello–, en aquel lugar se daban cita algunos jóvenes cuyo talento comenzaba a despuntar en la disciplina de la escultura. Se trataba de una especie de escuela al aire libre que patrocinaba Lorenzo el Magnífico con la doble finalidad de ampliar su conocido patronazgo y de abastecerse de estatuas con las que decorar la futura biblioteca medícea, cuando la ingente cantidad de libros y códices que sus agentes le habían llevado hasta Italia seguían en parte embalados a falta de una honorifica balda donde exhibirse.
Miguel Ángel aquel día miraba con detenimiento la cabeza de un viejo fauno descantillada que tenía que imitar. Lo hizo, pero creyó conveniente dotar a su réplica de una perfecta dentadura como prueba acaso de su magisterio, cuando no de su ingenuidad. Lorenzo de Médici, divertido, miró al muchacho y le espetó: "¿Tú has hecho este fauno tan viejo y lo representas con todos los dientes? ¿No sabes que a los.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos