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Empeño absurdo
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Libro electrónico222 páginas3 horas

Empeño absurdo

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Un libro que removerá tu conciencia...

¿Pueden los acontecimientos terroristas de los últimos años condicionar la vida de una persona no afectada directamente por ellos?

Carlota se encuentra atrapada entre el 11S, el 11M y más allá. Su vida es un vaivén de emociones y luchas personales en la búsqueda de la justicia social más altruista y la felicidad personal más egoísta...

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento23 feb 2017
ISBN9788491128991
Empeño absurdo
Autor

Sonia Etxebarria

Nacida en Bilbao en 1971, es licenciada en CC.EE. y Empresariales por la Universidad Comercial de Deusto. Su vida laboral ha transcurrido entre Bilbao, Londres, donde conoció a su marido Tolu con quien tiene dos maravillosos hijos, y Madrid, donde actualmente codirige la consultora MdS, especializada en Fidelización y Retención de Clientes. Empeño absurdo, su primera novela, surge a partir del ejemplo de algunos de sus amigos, quienes se lanzaron a la aventura de contar historias. Nunca pensó que fuera capaz de hilar lo que le rondaba su cabeza, pero se puso manos a la obra dando lugar a Empeño Absurdo. Tenía la necesidad de hablar sobre la carencia de humanidad general y su falta personal de tiempo para poner un granito de arena en un cambio de actitud mundial, que considera crucial para la supervivencia de la especie humana. Es únicamente un grito de liberación por su poca implicación y una autocrítica que conlleva un deseo de que algún día cumplirá.

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    Empeño absurdo - Sonia Etxebarria

    I

    Su día a día era una locura de agendas y tareas, que si una reunión con el director comercial, otra con el director general y otra no sabía muy bien con quién pero desde luego le robaba un tiempo valioso. ¡Esto de la reuninitis se va a acabar en esta empresa! pensaba mientras se dirigía a su despacho. Menos mal que mientras estaba reunida con el pesado ese he dejado organizada la casa, he hecho la compra por internet y he avisado al portero de que llegará un paquete para mí. Nos han engañado con esto de la independencia… mis padres hicieron grandes sacrificios por mí, querían darme la mejor educación, las mejores opciones para conseguir un trabajo digno con posibilidades económicas, que me convirtiera en una mujer financieramente independiente y lo que hemos conseguido es trabajar el doble, ¡o el triple! La casa, el trabajo… y ¿dónde queda tiempo para lo importante?

    Mientras tanto Pablo había terminado sus clases de matemáticas y se disponía a dejar marchar a los chicos a sus casas, organizar el final del día, corregir los exámenes del día anterior y preparar la fiesta del colegio de la semana siguiente. Tocaba decorar. La verdad es que a estas horas ya no me queda mucha imaginación ni ganas de pensar en decoraciones pero todo sea por estas criaturas y sus caritas cuando traen a sus papas y mamas a la fiesta sonreía para sí mismo mientras se acercaba a la cafetería a tomar un café, más por sensación psicológica de descanso y finalización de la jornada que por ganas o necesidad real de cafeína.

    En la cafetería se encontró con algunos compañeros que parecían haber tenido la misma idea. Debe ser que lo de la decoración nos afecta a todos jajaja comentó al reunirse con el grupo. Si trabajáramos en un colegio público ya estaríamos en casa dijo en tono simpático Laura, la profesora de lengua de quinto curso. Bueno mujer no nos podemos quejar, peor están los mineros comentó Javier, el jefe de estudios de infantil, un tipo sarcástico y ácido.

    Al final del día, con los pies hinchados de tanto recorrer pasillos enmoquetados con unos tacones de diez centímetros, Carlota decidió que era momento de llamar a Pablo para decirse hola al menos.

    Hola cariño, ¿qué tal el día?

    Un poco cansado porque he tenido un par de problemas con los chicos pero bien, todo ha terminado bien. ¿Y tú?

    ¡Agotada! ¡No aguanto tanta reunión ni un día más! Mañana mismo lo comunico a mi equipo y a los demás directores, ¡solo reuniones impres-cin-di-bles! Porque además….

    Calma mujer, esta noche después de cenar te doy un masajito en los pies mientras vemos la tele y se te pasa la tensión… ¿quieres?

    Aaayyy, suena fantástico… ¿lo prometes?

    Lo prometo, cielo

    Eres lo mejor… te quiero. ¿A qué hora llegarás a casa?

    Espero salir pronto… esta noche hago yo la cena, ¿te parece?

    ¡Es imposible quererte más! Te veo en casa en un rato, espero no llegar muy tarde. De camino a casa me pasaré por el local a ver si ya han llegado la ropa y los muebles infantiles que prometieron las fábricas con las que hablamos, para empezar a repartir entre los solicitantes. ¡Muac! Al menos un par de veces al mes Carlota dedicaba unas horas a un grupo local de ayuda a personas necesitadas del barrio. Se consideraba una afortunada y quería devolver parte de esa fortuna a personas que no habían tenido tanta suerte. Desde pequeña había considerado la justicia como el elemento básico de la convivencia. No podía callarse ni quedarse quieta ante injusticias obvias, al menos para ella, aunque eso le creara problemas. Ya antes de la universidad se dedicó a ayudar a niños con dificultades en un colegio de la zona, gestionado por monjas, donde proporcionaban educación básica a niños llegados de familias desestructuradas, hijos de barraqueros nómadas y otros pobres marginados sociales. La sensación de felicidad que aquello le provocaba no era comparable a nada conocido. Llenaba huecos de su ser que ninguna otra cosa o actividad parecía poder llenar. Nunca supo identificar o localizar esos huecos en su cuerpo o mente pero los sentía. No era nada creyente pero entregar tan solo un poco de tiempo a cambio de una sonrisa de aquellos niños a quien costaba sonreír le resultaba inmensamente gratificante. Alguna vez se preguntó si el altruismo sería su forma de vida, para lo que estaba destinada, lo cual chocaba de frente con aquella vida que sus padres habían imaginado para ella y para la cual se estaba preparando. ¿Sería posible compaginar una futura carrera profesional de éxito con una labor de ayuda desinteresada? No lo tenía claro pero se veía atrapada entre sus deseos más básicos y auténticos y su necesidad de una vida cómoda llena de experiencias. Lo primero llenaba su corazón y su espíritu y lo segundo su afán de bienestar según la definición de los países capitalistas donde ella había nacido y crecía. Se estaba dejando llevar y no encontraba el camino de la compatibilidad. En ocasiones se preguntaba cuál sería su ruta, la que debería tomar para dejar una mínima huella de su paso por este mundo y en otras pensaba que debería aprovechar las oportunidades que la vida le ofrecía para disfrutarla como se esperaba de una mujer de clase media de éxito. Por un lado su necesidad de ayudar y por otro su curiosidad y sus ganas de conocer las posibilidades de la riqueza material.

    Durante varios años dedicó tiempo a los demás, a los que consideraba desfavorecidos, pero llegó un momento de juventud e independencia donde su egoísmo se hizo fuerte y tomó el camino de disfrutar de todo aquello que se le ponía por delante. Las experiencias fueron increíbles pero sin esperarlo volvió a sentir el vacío de aquellos huecos deslocalizados. Incluso en un momento de rebeldía consideró la posibilidad de dar un paso más radical y ofrecer su ayuda en ONGs con presencia internacional en países en conflicto. A un paso estuvo de viajar a Ruanda para colaborar en la obtención de fondos para los proyectos que allí gestionaba Médicos sin fronteras, cuando estalló la guerra civil, lo cual entendió como una señal de que aquello parecía quedarle demasiado grande. Entonces decidió mentirse un poco a sí misma, engañar al destino e intentar compatibilizar ambas vidas.

    El humor de Carlota había cambiado después de la conversación con Pablo por lo que el resto de la tarde fue mucho más productiva y llevadera. Pablo la quería mucho, sentía por ella algo mucho más profundo que el flechazo recibido por Cupido el primer día que se conocieron en Madrid en casa de unos amigos. Sus sentimientos habían crecido en gran manera desde entonces. Cuanto más la conocía más la quería. Carlota acababa de llegar de París donde había residido unos meses para mejorar el idioma. Tras dichos meses decidió probar fortuna laboral en Madrid en lugar de volver a Santander donde residía su familia. Para sus padres fue un poco duro de encajar pero entendieron que la niña tenía que pensar en su futuro y que con la gran preparación académica que tenía, en Madrid se la rifarían y tendría la vida que ellos siempre habían deseado para ella. De todos modos de Madrid a Santander solo se tardan unas horitas de nada, ¡más lejos estaba París! pensó su madre para consolarse. Además las dos hermanas de Carlota vivían en Santander, cerca de ella y su padre, lo cual hacía su ausencia más llevadera.

    Carlota y Pablo no tenían hijos y los fines de semana resultaban casi siempre muy interesantes. Unas veces se acercaban a Santander a ver a la familia de Carlota donde disfrutaban de una buena mesa, buena conversación y risas y divertidos juegos con sus sobrinos. Otras veces hacían lo propio con la familia de Pablo que residía en un pueblo a las fueras de Madrid donde se respiraba aire puro además de un frío increíble en invierno aunque el paisaje fuera precioso. Bastante frecuentemente salían al teatro, a cenar o a tomar unas copas con los amigos, un grupo variopinto formado por antiguos compañeros de universidad y añadidos por circunstancias varias, principalmente amantes y amores. Eran un grupo grande donde se gozaba de buen ambiente y conversación interesante. La mejor amiga de Carlota era Elena, una compañera de la carrera cuya vida transcurría de forma muy paralela a la suya, con la excepción de los hijos… Elena tenía niño y niña, la parejita, pero el cuerpo de Carlota, muy a su pesar, no parecía encontrar el momento para engendrar y soportar un bebé en su interior. Era un tema doloroso para ella y para Pablo aunque Carlota lo estaba llevando últimamente a un punto de obsesión que preocupaba a su pareja.

    Una noche de sábado, después de disfrutar de una divertidísima comedia en el teatro con Elena y su marido Carlos, quienes habían contratado una canguro para la ocasión, se encontraban disfrutando de una agradable cena en un bonito restaurante del centro de Madrid cuando, de repente, Carlota rompió a llorar.

    Carlota, ¿qué te pasa? preguntó Elena

    Nada… no te preocupes, ya se me pasará…

    Lo del nada siempre significa algo… por favor Carlota, ¿quieres que vayamos a casa? preguntó Pablo, preocupado, ya que en principio no había razón obvia para dicho llanto.

    Es que no puedo soportar más que se hable de niños, ¡lo siento!

    Perdóname Carlota, no era mi intención hacerte daño, es que el cincuenta por ciento de mi vida la dedico prácticamente a mis hijos y me vienen a la cabeza historias que comparto porque me parecen divertidas. No he pensado en los demás, lo siento, os he aburrido e incluso te he hecho llorar. Lo siento de verdad cariño, ¡perdona! ¿Crees que ha llegado el momento de que os planteéis algún otro tipo de tratamiento o incluso la adopción? Sé que nunca has sido muy pro adopción pero conocemos casos y parecen muy felices aunque el proceso sea duro, difícil y caro. Pero nada comparado con la felicidad de ver cumplido tu deseo de ser madre…

    Creo que Elena tiene razón, Carlota. Mañana cuando estemos más tranquilos estudiamos las opciones y hacemos lo que tú quieras. Sabes que tienes todo mi apoyo en cualquier decisión que tomes, yo solo quiero verte feliz

    Carlota rompió a llorar de forma desconsolada al escuchar las palabras de Pablo las cuales demostraban un amor incondicional que no pudo soportar.

    Lo siento, os he arruinado la cena… ¡Soy tan tonta! gimoteó Carlota con una media sonrisa en los labios

    ¡Ni se te ocurra decir algo así! De hecho la carne estaba horrible, ¡como la suela de un zapato y fría! Así que me has hecho un favor dijo Carlos, quien hasta entonces no se había atrevido a intervenir por miedo a decir algo equivocado y había preferido dejar a su mujer la labor de consolar a su amiga. No se consideraba especialmente hábil en esto de entender al sexo opuesto, aunque lo intentaba con todas sus ganas. Elena le adoraba por ello y por su inocencia casi infantil que a sus ojos le hacía parecer un peluche amoroso al que achuchaba cada noche y con quien conciliaba el sueño tan deseado en aquella época de bebés y biberones.

    Todos rieron, se levantaron y despidieron. Carlota y Pablo tenían mucho que estudiar, investigar y hablar al día siguiente. No pensaba dejarlo ni un momento más o se volvería loca de dolor.

    II

    El domingo por la mañana Pablo preparó un maravilloso desayuno con tostadas, zumo, café y bizcocho a cuyo olor Carlota se levantó de la cama como un resorte.

    ¡Cómo huele! dijo Carlota plantando un beso de buenos días a Pablo en los labios

    Mejor sabrá… siéntate y disfruta contestó Pablo al tiempo que le hacía un guiño travieso

    El día era precioso, una luminosa mañana de abril. El sol brillaba y entraba por la ventana hasta la pared del salón dando un aspecto casi de película romántica hollywoodiense al escenario. En este entorno disfrutaron del desayuno sin casi cruzar palabra, solo haciendo caso a los sentidos.

    Una vez terminado el fantástico desayuno Carlota decidió tomar una ducha a la cual Pablo se unió sin ella esperarlo, entrando sigilosamente por detrás, dejándose empapar por el agua caliente y agarrándola de las caderas con pasión y con delicadeza. Carlota pegó un pequeño grito de sorpresa pero en seguida se dejó agarrar, se giró para besarle y entre agua caliente y espuma hicieron el amor con pasión y deseo.

    Tras vestirse con ropa cómoda y primaveral tomaron el camino hacia la zona verde del Manzanares con la intención de dar un paseo dominguero y disfrutar del sol y la vida. Pablo fue quien rompió el hielo comentando lo que había ocurrido la noche anterior durante la cena.

    Carlota, creo que tenemos que hablar del tema de la adopción. Nunca te había visto tan triste como anoche

    Lo siento, no pude contenerme ante las historias tan bonitas que estaba contando Elena sobre sus noches en vela y sus momentos pañal y biberón sonrió casi con una mueca. sé que no tiene sentido, que parece estúpido, que no parecen cosas objetivamente envidiables pero a mí me dan mucha envidia, necesito vivir esa experiencia, necesito tener hijos Pablo y no parece que estemos teniendo éxito en esa campaña… el médico nos dijo que el tratamiento debería surtir efecto en unos meses pero no está ocurriendo, no sé cuál es el problema pero no está pasando, no me quedo embarazada

    Estoy de acuerdo contigo, no parece estar funcionando y tampoco creo que la solución sea seguir tomando medicamentos hasta que el milagro se produzca. Creo que es mejor empezar a pensar en la opción de la adopción. ¿Cómo lo ves?

    Me gustaría estudiar todas las opciones y entonces decidir. Me han dicho que es muy complicado y duro. Una compañera de la oficina adoptó en China y su experiencia fue horrible hasta que por fin consiguió traer a la niña a España. Ahora es la mujer más feliz del mundo pero lo han pasado muy mal.

    Pues entonces hecho. Vamos a comer en alguna terraza y cuando volvamos a casa comenzamos con la investigación. Te quiero le dijo Pablo mirándole a los ojos y besándola con dulzura.

    Siguieron paseando, disfrutando de un bonito día lleno de alegría y risas de niños en el ambiente. Finalmente eligieron una terraza que ya conocían donde la calidad de la comida y el servicio eran impecables. Tras una deliciosa paella y unos chupitos de hierbas iniciaron el regreso a casa donde se acomodaron en el sofá, Carlota con la cabeza apoyada en el hombro de Pablo y una película en blanco y negro en la televisión cuya banda sonora les sumió en una somnolencia y un relax digno de reyes.

    Pasada una hora, y con el cambio de banda sonora a otra más estridente anunciando el inicio de un programa llamado de entretenimiento por algunos, se desperezaron, tomaron un té rojo y se pusieron manos a la obra, sin casi mediar palabra, buscando en google países donde se puede adoptar ya que en principio no tenían ninguna preferencia.

    Varias eran las opciones y todas parecían resultar bastante complejas por lo que decidieron acercarse a la comunidad de Madrid buscando consejo en algunas de sus consejerías. Seguro que ellos saben dirigirnos mejor dijo Carlota Mañana mismo llamo a la Consejería de Servicios Sociales.

    En el organismo público ofrecían charlas mensuales donde informaban sobre el hecho de la adopción, sus consecuencias, sus pros y contras y los países donde podía gestionarse con los papeles exigidos en cada caso.

    Al día siguiente tendría lugar la charla mensual a la que Carlota se apuntó sin dudar. Estaba tan ilusionada con la idea de la adopción que, en ese momento, sin pensarlo dos veces, envió un mail a su jefe para informarle de que no se encontraba muy bien y de que al día siguiente probablemente no pudiera ir a trabajar, que haría lo que le fuera posible desde

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