Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Alconte
Alconte
Alconte
Libro electrónico158 páginas2 horas

Alconte

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

La novela, que no deja de ser metanovela, se construye y se explicita a sí misma a lo largo de su ejecución.

La obra se distribuye en dos partes aparentemente iguales. Sin embargo, si hubiéramos de caracterizarlas, diríamos que el «Acto I» representa el camino de ida o hacia arriba, y el «Acto II» el de vuelta o hacia abajo.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento15 oct 2019
ISBN9788418018855
Alconte
Autor

Juan Montesinos Ortuño

Juan Montesinos Ortuño nació en Alcantarilla (Murcia), el 29 de octubre de 1959. Cursó estudios de Filosofía y Letras y otros de Lingüística Vasca. Ha desempeñado un par de empleos y ha recorrido buena parte de España. Lleva escribiendo desde los diecisiete años, aunque solo últimamente con acierto, por lo que se considera un escritor tardío. Tiene acabada una tetralogía, integrada por Divino Aloysius, flor del mundo, Alconte, Luis Lourido de Elizondo y Omphalos, que va viendo la luz. Otras obras acabadas son El tiempo nuevo, recreación de la Vita nuova, de Dante, y Viaje a la desolación, revisión del Viaje a la Alcarria, de Cela.

Lee más de Juan Montesinos Ortuño

Relacionado con Alconte

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Alconte

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Alconte - Juan Montesinos Ortuño

    Alconte

    Primera edición: 2019

    ISBN: 9788418018404

    ISBN eBook: 9788418018855

    © del texto:

    Juan Montesinos Ortuño

    © de esta edición:

    CALIGRAMA, 2019

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España — Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Acto I

    1. Voy por un camino angosto y al fondo estás tú, cubierto de gloria. El hombre es un ser imperfecto dotado para la perfección. Todo eso ya lo he dicho.

    Ramón Llull no era místico sino esteta del lenguaje. La teología y la filosofía le sirvieron de pretexto y herramienta para llevar esa experiencia al límite. Cuando escribí el Libre de Amich e Amat estuve cerca de conseguirlo, en Divino Aloysius lo he vuelto a intentar.

    2. Me complace traer a la memoria o, más bien, perdurar en el siguiente recuerdo.

    Sea un atardecer del cálido verano en una calle adoquinada y estrecha de la ciudad vieja de Barcelona. Sea que tú estás sentado en los escalones del portal con su puerta de madera de una sola hoja. Sea que llevas camisa azul claro y pantalones más oscuros doblados por encima del tobillo. Sea que llevas los brazos remangados, el pecho al aire y los pies en sandalias. Sea, en fin, que yo me siento a tu lado, entre tus piernas, abrazado a ti.

    Nuestra habitación habita arriba en el último piso, contigua al cielo. Yo me enredo en tus palabras, entre tus piernas y tu voz. La tarde se viste de noche. Por el aire se tiende un olor a cena temprana, el chillido de pájaros, la brisa del mar cercano y este recuerdo pegado a los adoquines de la calle. A mí se me ha quedado este recuerdo pegado a los adoquines sucios de la calle.

    3. Cuando era joven pensaba que la libertad, y por extensión la vida, consistían en elegir el modo en que uno quisiera vivirla. Eso fue cuando era más joven, antes de ser joven. Ahora que vuelvo a serlo, supe entonces también que por no atreverme pagaría por ello, que no sería capaz, con la vida, ejerzo la suprema libertad, con un largo naufragio, de vivir por fin ahora y en adelante, al que puse fin, la vida que yo, yo mismo quiero.

    4. Voy por un camino y me encuentro con tres hombres, sea que voy por un camino.

    El primero, sentado al borde de un arroyo, me devuelve los ojos con que lo miro. No me devolvió el corazón, parte del cual quedó por el suelo.

    El segundo pasó de espaldas y de largo tan alto, tan rápido que no lo vi. Mi corazón se fue con él y todavía no ha vuelto, según lo miraba cómo se iba tan rápido.

    El tercero me esperaba sentado en una silla al final de todo, como si nada. Yo dudé, él dudó. Yo pasé, él no sé qué fue de él. Se lo tragó el viento. Solo sé que cuando pasé, se me trabó el corazón entre los pies.

    5. Epigrama

    ¿Cuántos muertos hacen falta para llenar una tumba? ¿Cuántos hombres tienen que morir para que una idea se dé por satisfecha? Las ideas no matan, son los hombres los que se matan. ¿Y quién mata al que mata? El que pone la idea en el que mata.

    6. El punto de partida de esta novela es la identidad destruida. No hay centro ni referencia. Cabría hablar, quizá, de universo holográfico si por tal se entiende que todo está en todo y que nada es real sino verdadero. No es posible sustraerse a la idea de fractalidad ni de virtualidad. El universo es orden perfecto y acabado que no puede concebirse más que como caos, donde no hubiera lugar más que para el caos.

    La novela transcurre en un momento sin tiempo, en ninguna parte. Su ámbito de ejecución es la conciencia de un hombre, el mismo que hace dos o tres números se sentaba a la puerta de su casa, en los escalones del portal de una calle adoquinada, en el calor de una tarde ya noche de verano, a cuyos pies crece y se desenvuelve la novela como una enredadera.

    7. La literatura tiene la virtud de hacer creíbles los sueños, creo haber dicho en una ocasión. La literatura, añado, tiene la virtud, y corrijo, de hacer verosímil la realidad.

    Hubo un tiempo en que los dioses habitaban la tierra y vivían, compartían este mundo con los hombres. El mito es lo que queda cuando los dioses se van, la memoria de un tiempo perdido, presente en la memoria del que se siente abandonado, después de haberla conocido, a su propia condición humana, y haber gozado de la inmortalidad, la sabiduría y el amor, o casi, de los dioses.

    La literatura hace verosímil la realidad en la medida que la transfigura, eso es todo.

    8. CTSH

    Me tendí en el suelo en lo alto de la montaña. Los cuervos graznaban en el aire, esperando acaso el momento de lanzarse. Un buitre sobrevolaba pesado y distante, macilento y ausente. Cuando me dormí, las estrellas bailaron en mi honor.

    ¿A dónde van los muertos cuando mueren? ¿A ver a los dioses en sus mansiones áureas y celestes? ¿A recibir el pago por tanto sufrimiento injusto? ¿A pedir cuentas de tanta mentira, de tanto fraude, de tanto sufrimiento innecesario?

    El hombre ignora su destino a no ser que él se lo fabrique, salvo que sepa que él lo fabrica.

    Las estrellas bailaron para mí esa noche cada vez que las miraba, con solo mirarlas. A mí, como a Constantino en la batalla, se me apareció un signo en el cielo. Abrí los ojos. Los párpados brillaban por dentro. Pude ver que ponían CTSH grabadas a fuego, «in hoc signo vinces», pero no entendí lo que decían.

    9. Menos por menos es más, según enseña la matemática. Pero el norte del norte no es el norte, más o menos, ni el sur. El norte del norte está dentro y fuera del norte. Es un país cálido, de frescas fuentes y abundosas, donde florece el olivo. La prueba yace en que yo mismo he ido allí. Allí coroné mi cabeza con una rama verde y negra. De allí he vuelto coronado con una vara verde y negra parecida al laurel, tan parecida al olivo sin embargo.

    10. Mi canto va en el viento, mi nombre se deshace por las quebradas, lo arrastra el agua torrencial de la última avenida de mi llanto.

    He cabalgado con el viento en la cabellera de mi niño rubio. He succionado el elixir de vida que mana de cada una de sus bocas, de cada boca de la suya. He bebido su belleza a tragos largos y medidos, y no me he saciado, sobrios.

    Mi niño es este que duerme a mi lado contra el cielo oscuro y brillante de la noche, llena de ríos blancos de leche.

    11. Cabo Gamonal

    Los gamones se extienden hasta el mar, hasta el borde mismo del precipicio, entre la hierba y la arena.

    El hombre tiene un límite que no debe superar. El hombre no tiene límites, linda con la infinitud. Los caballos que me llevan, me dejan al borde del precipicio. Si no tuviera ojos no lo vería, si no lo viera no existiría.

    Yo voy por una suave pradera sembrada de caballos y gamones, de hierbas y de arena, florecida de hierbas y de arena.

    12. Me he sumergido en las aguas para invocar a mi padre, con mayúscula y con minúscula. Le he pedido que me dé el poder y el saber necesarios para acabar de una vez de trascender este límite ilusorio en que me hago consistir.

    Para ello bastaría con meditar y dejar que la serpiente enroscada se desentumezca de su largo sueño.

    Ahora bien, no necesito sentir, no para el caso, que soy uno con todo y que nada soy sino cada porción del todo, que a su vez es como nada.

    No, no me refiero a eso. Sé quién soy y ni quiero ni puedo renunciar a lo que soy, pura conciencia de mí multiplicada.

    Soy todo lo que puedo ser, en un instante y para siempre.

    13. Dios ha enviado sobre mí una lluvia de luz. Yo no creo en Dios. No necesito a Dios. No soy Dios. Todas esas proposiciones son exactamente verdaderas, pero la exégesis se vale de la paradoja, o al revés, para validar sus afirmaciones.

    Soy cuanto necesito para ser, ni más ni menos que más o menos, como tengo declarado, y todo eso lo soy por naturaleza. Me basto, me sobro, no me excedo. Adivina adivinanza, soy en plenitud cuanto soy por defecto. Mi nombre, si lo quieres saber, es Illán, el no nacido.

    14. Ebania

    Ebenia o Ebanea, con @ inicial, es el nombre de una serpiente azul o de ojos azules, que ha venido a visitarme esta tarde en memoria de los tiempos en que fui amamantado a los pechos de su lengua dividida, veneno que a fuerza de sabio me ha hecho inmune al conocimiento.

    Miro, me deja mirar por la ventana de sus ojos, desde donde se divisa y me aboco al corazón del hombre, ese ser descarriado afanado en menesteres inútiles, que juega para diversión de los dioses a encontrar la salida del laberinto. Algunos la encuentran, o eso creen, pero solo abren la puerta a otro laberinto mayor. A veces se los llevan en sus carros de oro y fuego, los instruyen y les favorecen. Son los elegidos. A veces vuelven, a veces no.

    Somos el alimento de los dioses, su pasto, su pasatiempo.

    Madre de lengua bífida, que el Dios que todo lo puede y te creó, sepa hacer de su obra la negación de su obra.

    15. El hombre es como paja aventada en las eras el día de la cosecha. De cada grano de trigo, de cada piedra o mota de polvo surge una generación tan antigua como la anterior, tan destinada a lo mismo.

    El hombre no avanza a golpe de ciencia sino de intuición. Nada bueno ni bello ni noble se ha hecho nunca con esfuerzo, por el solo mérito del esfuerzo. El hombre, permítaseme que use y abuse de la metáfora, está hecho de locura, de ese don del universo que consiste en saberse sin saberlo más allá de sí uno con su otro.

    El mundo, por utilizar otra metáfora, es una cárcel pequeña llena de posibilidades, un agujero inmenso en el que pasar la vida sin sospechar que no hay tal agujero, que tal agujero no existe.

    16. El hombre está hecho de la materia de los sueños. ¿Qué significa eso? Significa que consiste en aspirar no ya a lo mejor de sí cuanto a lo que no es ni será, neblina en el frío espacio vacío del universo, fría neblina. También se suele decir que es polvo de estrellas, bien por los dioses que nos visitaron en otro tiempo, bien porque la realidad resulta y es función del espacio, y dejaron su huella, los cuales no somos sino nosotros venidos de no se sabe dónde a nuestro pasado, de qué lugar del tiempo o del espacio.

    17. 720

    He sacado un billete al mal. He ingresado en una sociedad paramilitar. El amigo que me introdujo abandonó al poco de entrar, yo seguí adelante. Las circunstancias que me llevaron fueron cierta disfuncionalidad vital inducida por las drogas y la falta de sentido, del que ahora me abastezco profusamente. Soy miembro convencido de la orden, activo y resuelto, en la que progreso rápidamente gracias a la confianza de mis superiores. Cuando me entregaron mi primer arma y fui a montarla a la luz de una ventana, el cuerpo me temblaba de gozo.

    Las instalaciones que me han dejado ver y por las que he podido pasear, son viejas y polvorientas, se diría que en ruinas. Pero eso no afecta a mi fe.

    Uno de los jefes mató delante de mí a un compañero que salió corriendo, aquejado por el miedo, para publicar el horror. Lo vi caer tiroteado en la esquina. Yo no sentí nada. Me volví hacia mi jefe, lo así de la cintura y le dije: -Vamos dentro, ya sabes que estoy con vosotros.

    Mi número es el 720, pero pronto espero subir en el escalafón. Ardo en deseos vivos y

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1