Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Sr. Crowley: El Descubrimiento de la Pirámide
Sr. Crowley: El Descubrimiento de la Pirámide
Sr. Crowley: El Descubrimiento de la Pirámide
Libro electrónico307 páginas4 horas

Sr. Crowley: El Descubrimiento de la Pirámide

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Quién es el Sr. Crowley? 

 

 

Solo hay un Sr. Crowley, y más que un hombre es una misión, la cual un único heredero genético puede y debe llevar a cabo. 

 

 

Nuestro mundo, un mundo donde nada es lo que parece y todo se esconde a simple vista. Donde humanos viven en una mentira orquestada por manos ocultas, basada en un conjunto de normas, lineamientos, pantallas e imágenes (modelos a seguir, cosas que desear y formas de ser). Ilusiones de un mundo ficticio sobre una tierra real, dominada por grupos sectarios y transitada por seres interdimensionales. Un laberinto para ratones viviendo una fantasía.

 

 

En este gran laberinto el Sr. Crowley avanza. El peón, consciente de la teatralidad de su supuesto contexto se liberó de sus cadenas, reconoció  y atravesó las ilusiones y se coronó para desempeñar su propio papel protagónico. Libre, libre para luchar contra el arquitecto mismo del laberinto.

 

 

Libre, con todo lo que eso implica… 


 

El primer libro de la saga Crowley.

Iniciando con un nuevo Sr. Crowley en un mundo aparentemente conocido para todos, pero donde una guerra milenaria tiene lugar tras bambalinas y que solo él puede terminarla. "Bien o Mal" es una decisión suya, pues ambas fuerzas juegan por igual y tratan de influir en el resultado.

 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 nov 2021
ISBN9781393708629
Sr. Crowley: El Descubrimiento de la Pirámide

Relacionado con Sr. Crowley

Libros electrónicos relacionados

Ficción de acción y aventura para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Sr. Crowley

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación1 comentario

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    El mejor libro que he leído. En un contexto sociopolítico mundial conflictivo (La Guerra Fría), mezcla la economía global mostrando un entramado que esta por arriba de lo que nosotros creemos. Una historia atraparte que culmina con una sensación de querer más.

Vista previa del libro

Sr. Crowley - Nicolas Gabrenas

Sr. Crowley

La saga de libros sobre el Sr. Crowley relata la historia de tres místicos que, por casualidad, herencia, fuerza o destino, abrieron los ojos y vivieron su vida en libertad (con lo que eso conlleva). Este es el primer libro de la saga, donde se encuentra lo cotidiano con lo inesperado y desde lo desconocido se interna en un nuevo mundo en el cual se descubre es más verdad que la verdad que se supone.

Creado por Nicolás Gabrenas.

Portada por Rodrigo Contreras. [ contrerasrodrigo.com - @contreras_design ]

Corrección:

Si quieres saber más sobre la Saga de Libros del Sr. Crowley como todos los lanzamientos y preventas ingresa a https://nadie-unico.com/

Sr. Crowley

El Descubrimiento de la Pirámide

Símbolo Crowley

Prólogo

Libro I

I : Cambio de Vida

II : La Mansión Crowley

III : La Red Secreta de Yasser

IV : De Vuelta a la Mansión

V : El Diario de Isaac

VI : La Fundación Arca

Libro II

VII : El Sumo Sacerdote

VIII : La Orden de los Obreros

IX : Felina y Ángel

X : La conversación del nuevo orden mundial

XI : El Ritual del Ceder

Símbolo Crowley

––––––––

Prólogo


La noche era estrellada. La luna estaba llena y en lo más alto, iluminando las puertas de la mansión y el camino que conducía hacia ellas. Una línea recta de tierra firme que se adentraba en un bosque de árboles altos hasta la reja principal.

De la cortina de oscuridad formada por el espeso bosque, surgió una figura encapuchada, vestida con una túnica negra y dorada. Caminando con los brazos juntos, uniéndose en las manos ocultas por las dos mangas.

La figura recorrió en línea recta el camino. Su sombra se proyectaba corta por la luz de luna, que dotaba a todo de un brillo plateado especial, el que se mezclaba con el característico aroma del rocío nocturno, creando una atmósfera natural y placentera.

Llegó hasta las puertas de la mansión y entró sin pedir permiso. Dentro, la figura recorrió los pasillos de la mansión. Cruzando de un extremo al otro, y pasando al lado de cuerpos tirados en el suelo. Todos estaban dormidos: mayordomos, empleados, guardias, toda persona dentro de esa mansión yacía inconsciente en el piso.

El encapuchado camino con paso tranquilo, abriendo puertas, pasando por salas, caminando por pasillos. Hasta que llegó a una puerta doble y ancha de roble lustrado.

Abrió las puertas y entró a una oficina con las luces apagadas, únicamente iluminada por el fuego de una chimenea encendida a su izquierda y la luz de luna que entraba por los grandes ventanales detrás del escritorio frente a él. Creando una mezcla de penumbras y oscuridad, con un fondo plateado y un flamante color dorado en el suelo y los objetos.

El encapuchado cerró las puertas y se quedó parado paciente en el lugar, frente al escritorio, como si ese fuera el único lugar en el que tenía que pedir permiso para avanzar.

Detrás del escritorio, sentado en un gran sillón de respaldo alto, estaba un hombre cabizbajo con la frente apoyada en sus nudillos y sus codos sobre la madera, formando un triángulo con sus antebrazos. Solo se distinguía su silueta, porque toda su figura estaba tapada por un velo de sombras, provocado por el respaldo alto de su sillón. Todo a su alrededor estaba iluminado por la luz de la luna, menos él, sumido en la oscuridad de su posición.

El encapuchado carraspeo ante la inacción de su oponente.

—Adelante Sumo Sacerdote —dijo el hombre tras su velo de sombra.

El encapuchado avanzó con el mismo paso sereno con el que había recorrido los pasillos y habitaciones de la mansión. Paso a paso se fue acercando al escritorio, hasta sentarse en una silla preparada para él.

Frente a frente el uno con el otro, a cada lado del escritorio y únicamente mediados por un tablero de ajedrez, comenzó un duelo de miradas que hablaban más que las palabras.

—Es gracioso —dijo el Sumo Sacerdote—. Me estaba preguntando con que me iba a recibir El Estratega. Tal vez con una bebida, o quizá alguna infusión..., nunca pensé en un tablero de ajedrez. Obvio ¿no?

—No, en realidad no. Cada acción que tomaste demuestra tu error, al no  conocer a los enemigos que no pertenezcan a tu Orden. No los consideras y por lo tanto no los anticipas.

El Sumo Sacerdote lo miró con odio en su mirada por un momento, con unos ojos que brillaban dentro de la oscuridad de su capucha. Si bien ningún pedazo de piel se veía, se notaba que bajo las telas estaba el cuerpo de un anciano eterno.

El Estratega estiró ambas manos cerradas hacia delante.

El Sumo Sacerdote miró ambas manos y luego de un momento escogió la de su derecha. El Estratega la abrió al tiempo que rotaba la muñeca para que la palma quedara hacia arriba. Y lo que rebelo fue un peón negro ♟.

—La suerte no te acompaña —dijo el Estratega.

—Nunca la necesite —le respondió el Sumo Sacerdote.

—No veo que te trae aquí esta noche. [♙e4]

Una mano huesuda se asomó de la manga del Sumo Sacerdote en el momento en que estiró el brazo para mover su primera pieza.

—Yasser, no estamos para juegos [♟e5] —le respondió el Sumo Sacerdote—. Sabes muy bien cual es el motivo de mi aparición esta noche.

—¿El resto...?

—Todos dormidos: tus empleados, tus ayudantes y las Esfinges. La luna ayudó, sin ella me temo que hubiera sido más violenta esta situación.

[♘f3] —Por suerte...

[♞c6] —Dime ¿Cómo van los negocios? ¿Cuál fue el último rendimiento de Empresas Crowley?

[♗c4] —Todos positivos, como siempre —respondió el Estratega—. A pesar del contexto mundial, fuimos capaces de expandirnos más que nunca.

[♝c5] —No lo dudo, las crisis son oportunidades enmascaradas.

—¿Crisis? No, la crisis es una ilusión, lo que hay son planes. Planes ocultos tras máscaras, tras políticos, tras decisiones arbitrarias, tras conflictos orquestados, tras objetivos ocultos, tras un telón imaginario de la mayor obra teatral que ha visto la humanidad. El mundo no está en crisis, el mundo está siguiendo el curso de sus planes. [♙b4]

—Y todas las piezas encajan menos vos [♝xb4] —respondió con sarcasmo tras la capucha—. Todos los actores cumpliendo su papel, menos vos, la pieza discordante.

—Nunca me caractericé por quedarme conforme con el lugar en que otro decidió ponerme. [♙c3]

[♝a5] —Ningún Crowley...

[♔♖O-O]

El Sumo Sacerdote golpeaba el escritorio con el dedo índice de su huesuda mano, mientras en su mente se formaban los próximos movimientos que haría.

–Te estás demorando mucho –le dijo Yasser.

–¿Apresurado?

–No, ¿cómo podría estarlo? Pero debo admitir que esperaba un final un poco más rápido.

–El ajedrez fue idea tuya Yasser. [♝b6]

[♙d4][♟exd4][♙cxd4][♟d6][♙d5][♞a5][♘c3][♞xc4][♕a4+]

—jaque —dijo Yasser, mientras veía la tensión que provocaba la ira en el cuerpo de su oponente.

–Dime –dijo el Sumo Sacerdote con una intención maliciosa–. ¿Cómo le va a Arca? [♝d7]

–Bien, desocupada como siempre. [♕xc4] —Le contestó Yasser esquivando el comentario.

[♞f6] –¿Desocupada... ? El mayor y más secreto emprendimiento arqueológico independiente del mundo, está desocupado. Supongo que ya no hay misterios por ser revelados.

[♙e5]

–No, únicamente tu próxima jugada. 

–Si... El futuro siempre es un misterio, –le respondió el Sumo Sacerdote—. [♟dxe5] Pero con su triunfo en el Sudeste Asiatico, todos los tesoros arqueológicos de la región están a su disposición. ¿Qué hará Arca con eso?

—El único tesoro es el conocimiento. [♗a3]

—Y la única fuente ancestral que queda de él está a su disposición —espetó con vehemencia el Sumo Sacerdote.

Las miradas se encontraron en ese momento, intercambiando una energía que solo acrecentaba el conflicto que estaba por explotar. Los ojos del Sumo Sacerdote brillaban dentro de la oscuridad de su capucha con una luz amarilla, mezclandose con el brillo azul de los ojos de Yasser y generando un choque verde entre ellos dos.

Yasser respiró y rompió el silencio para tratar de calmar la situación, y evitar que explotara en una onda que provocará más daño que el que debía. —El conocimiento, la verdad..., es el único tesoro. Pero el conocimiento también es poder, y ese poder mal usado terminaría consumiendo este mundo.

Mal..., un juicio de valor ante una acción neutra. Yasser, estas más adelante que esto. Aunque lo sepas usar a tu favor bastante bien. [♟c6] –El Sumo Sacerdote se tomó un momento para dejarle claro su diferente visión de bien y mal–. Tu último triunfo en Vietnam por ejemplo. Usar la imagen del mal a tu favor para mover a la gente fue sublime. Nunca nadie había manejado a los propios humanos más que nosotros, y usarlos en nuestra contra para ganar fue algo que no esperábamos, Estratega.

–El mal no existe; es simplemente un concepto, una idea, un punto de vista. Pero el dolor... [♖fe1] ese es el enemigo. Y si ustedes continúan o ganan, causarían más dolor a este planeta. Sus acciones solo causan dolor y las impulsan sus propios intereses. Transmitir ese mensaje con la etiqueta de el mal y hacer todo lo posible para detenerlos, detener el sufrimiento, caminar hacia el no-dolor; no se cual es tu juicio de valor ante esa acción, pero yo lo llamo bien.

–¿Así te diferencia de nosotros? [♛c7] ¿El mal contra el bien? Si al final somos todos humanos en la misma situación.

–Humanos contra humanos, ese siempre fue el centro de nuestra historia. Pero si siguen viviendo bajo su mentira, no podrán escapar nunca del sueño que los tiene cautivos. [♖xe5+] Jaque.

–Yasser, que se sigan matando entre sí. [♚d8] No entiendo porque te importa tanto. Si tú estuvieras entre nuestras filas seríamos imparables, construiriamos lo que quisiéramos, tendríamos el universo a nuestros pies.

–Quédense con su pirámide. Ningún Crowley intentó escalar nunca una pirámide ajena. Siempre buscamos llegar a la cima de nuestra montaña. [♙d6]

–¿Y quien nos detendrá ahora? [♛c8] ¿Tu hijo? –A Yasser lo recorrió un escalofrío de alarma por todo el cuerpo–. Dime, sabes dónde está ¿no? Por años pensamos que estaba muerto, imagina mi sorpresa al enterarme que todavía vive. Un nuevo Sr. Crowley, uno sin experiencia, una página en blanco en nuestra historia. Imagina la infinidad de posibilidades que esto trae, la oportunidad que esto significa. Y lo único que me limita es el viejo y actual Sr. Crowley.

—Él te vencerá, y cambiará el curso de esta historia. [♘g5]

—¿Escribiste tu testamento? Tranquilo, te daré tiempo, —soltó una risa tras la capucha—, no será... rápido. [♝xf2+] Jaque.

—Hace años me anticipe para este día. [♔xf2]

—Tanto tiempo invertido en anticipar el futuro. Espero que hayas vivido y disfrutado tu presente Yasser. [♞g4+] Jaque.

—No, incontables veces desperdicie mi tiempo en suponer y anticiparme al futuro incierto. Una mala estrategia para vivir. Pero el tiempo en el que hice para conducirnos a un mejor futuro, por mi, por la tierra y la humanidad, ese fue tiempo bien vivido. [♕xg4]

—Ja, ¿Y aun así sacrificas tu mejor pieza? Una dama por un caballo, mejor para mi supongo. [♝xg4]

—La verdad se revelara a los ojos listos para ver, y la sabiduría se susurra a los oídos capaces de comprender, uno deberá guardar el secreto. [♘xf7+] Jaque.

[♚d7] El Sumo Sacerdote retrocedió, confuso con las últimas palabras del Yasser.

—La verdad será revelada a todos tarde o temprano, el cambio es inevitable. [♖e7#] «Jaque mate.» 

—No, si yo puedo evitarlo —dijo el Sumo Sacerdote, golpeando la madera y parándose de repente, con una voz que retumbó como un trueno.

En ese momento Yasser sintió un cambió en su interior, como un chasquido que retumbó en el interior de su cabeza. Su visión se volvió borrosa, sus oídos comenzaron a zumbar, y de su nariz corrió un hilo de sangre que creció hasta convertirse en una hemorragia que chorreaba por su cara.

Yasser intentó pararse, pero sus piernas no pudieron soportar su peso y cayó al suelo.

El Sumo Sacerdote se paró y se acercó al cuerpo parcialmente paralizado del Estratega.

—Sabes, siempre supe que esto terminaría así de alguna manera. —El Sumo Sacerdote hablaba tras su capucha mientras buscaba algo entre los bolsillos de Yasser—. Que eras simplemente un periodo transitorio que nos llevaría hasta el nuevo orden de las cosas.

Del bolsillo interno de su traje sacó una esfera Kung Fu Chio. Se paró, haciéndola sonar y disfrutando de ese sonido particular que produce.

—Que ingenioso Yasser, digno de tu título, —dijo el Sumo Sacerdote y de un golpe contra la madera destruyó la esfera en mil pedazos.

De todos los fragmentos que había desparramados sobre el escritorio lustrado, uno resaltaba en particular. Un cristal de cuarzo transparente y blanquecino en forma de icosaedro.

—Cualquiera que lo hubiera tomado pensaría que es un simple cascabel más, —dijo sujetando el cristal con sus dedos índice y pulgar.

El Sumo Sacerdote levantó el cristal sobre su cabeza, posicionándolo justo frente a la luna, alineando las tres esferas: la luna, el cristal y su ojo.

El cristal refractaba la luz plateada, dotandose a sí mismo de un aura multicolor a su alrededor y proyectando rayos arcoiris en todas direcciones.

—La madriguera del conejo —dijo—. Los años que lo busqué y por fin lo tengo. La respuesta a los misterios, el mapa a los tesoros, la puerta a los Dones. —Dejó de mirar el cristal para decirle las últimas palabras a su oponente—. Te agradezco Yasser, fue una buena reunión. Y tranquilo, me encargaré personalmente de tu hijo.

El Sumo Sacerdote se dio media vuelta para mirar el tablero de ajedrez, y observando el resultado, tiró al rey blanco en señal de derrota y muerte. Y sin mirar atrás, dejó la habitación y desapareció de la mansión.

Yasser tirado en el suelo, se arrastró hasta su sillón y se sentó ayudándose con los brazos. Desde ahí, tomó su teléfono para llamar a alguien.

—Wilson... —dijo—. Bien estás despierto. Ven necesito que envies un mensaje.

Colgó el teléfono, tomó una pluma y papel y comenzó a escribir.

06/10/1976

Iván, antes que nada quería decirte... 

Iván Crowley, un chico de 30 años que pasó la mitad de su vida encerrado en una mansión, viviendo una vida tranquila y restrictiva, y la otra mitad viajando por América, sin parar más de un mes en un mismo lugar. Vuelve a Portugal  por el funeral de su padre.

Extrañado por la situación que está viviendo es el nuevo heredero de una fortuna mundial. Y ahora ocupa, o debería ocupar..., el liderazgo de las industrias de su padre, una posición que muchos ansían poseer. 

Libro I

I

Cambio de Vida


—¿Señor...? ¿Señor...? ¡Señor!

—¿Qué...?

—Se quedó dormido en el banco. La ceremonia está a punto de empezar.

—Dígales que no me esperen, que me retrasé en algún lugar o algo.

—Señor, por favor, es el funeral de su padre.

—El funeral fue ayer, en dos días es el entierro y no tengo ganas de socializar con parientes que nunca he visto en mi vida.

—¿Y el testamento? Están por leerlo.

—Sé muy bien la parte que me toca. Así que, si no es mucha molestia, Wilson, quiero seguir durmiendo en este banco un rato más hasta que baje el sol.

—Sé que tiene todo ya arreglado, pero los títulos de las propiedades...

—Ya están a mi nombre. El viejo era algo astuto en verdad, dejó todo lo que me

correspondía o me quería dar, ya a mi nombre, un mes antes de morir y todo sin decirme nada. Me enteré ayer hablando con su abogado.

—Sí, pero hay cosas que uno no pone en los testamentos firmados por escribanos, sino que deja a cargo de otros hombres de confianza, para ser entregados.

—¿Y qué podría ser? El viejo no era un hombre de mucho misterio.

—No, es cierto. Él fue un muy buen empresario, pero no salió de su oficina en toda su vida. Y nunca lo vi guardar otro secreto más que el de su próxima inversión.

—Exacto. ¿Qué podría tener escondido que no supiera?

—Ah, la verdad no sé, Iván, pero algo debió de ser... —Wilson sacó de su esmoquin un sobre negro—. Tome. Esto me pidió que se lo entregara unas semanas antes de morir, cuando todavía estaba lúcido.

Wilson le entregó un sobre negro, cerrado y sellado con el escudo familiar en lacre dorado. Iván lo tomó perplejo, sin saber por qué le llegaba esto ahora o por qué su padre le quiso dejar un segundo testamento viviente vestido de esmoquin.

—¿Y esto qué es? ¿Por qué dejarme un segundo testamento? No tenía nada más que darme.

—La verdad, no lo sé. Algo debió de querer preservar, algo que no se podía resguardar por un contrato escrito, o que debía ser pasado de uno a otro.

—Si el viejo no era más que un economista a lo sumo. Vivió y murió para su fortuna.

—Bueno, deje ese sobre en su bolsillo, y no se lo muestre a nadie, yo no hablaré de él. Pero vaya a la celebración por lo menos en representación de su padre. Estoy seguro de que le hubiera encantado ver a gente que ni conoció matándose entre sí por las sobras de lo que él construyó.

Wilson miró a los ojos de Iván con una sonrisa muy sutil en la cara, que lo tocó por un momento.

—¡Bueno, está bien, ya voy! Por lo menos a reírme un rato.

Iván se levantó al mismo tiempo que guardaba el sobre en el bolsillo interior del saco. Planchó con las manos el pantalón y la camisa, y comenzó a caminar en línea recta hacia la casa. Del mausoleo a la casa tenía que atravesar todo el jardín, paseo que siempre disfrutó en su infancia y adolescencia. Pero hoy, con todo lo que había pasado y teniendo en cuenta hacia donde estaba yendo, le resultó una caminata muy pesada.

Llegado a la casa. Tras un paseo de recuerdos, se encontraba frente a la gran mansión, parado en el exterior de la parte posterior. Cinco hileras de grandes ventanas una arriba de la otra sobre una base de puertas y ventanales que recorrían un largo trayecto achicándose en la distancia, siguiendo líneas diagonales que convergen o nacen de un mismo punto, formando una perspectiva hermosa que no había cambiado desde su primer recuerdo de ese lugar, a los tres años.

Recorrió el trayecto de puertas y ventanas hasta el otro extremo, donde estaba la puerta por la que entró. Se dirigió a la oficina principal, no la privada de su padre, sino la que generalmente usaba para sus conferencias. Y ahí estaban todos los que nunca vio ni conoció, pero compartían su parentesco político de alguna manera. Y algunos ni eso. En realidad, la mayoría eran parientes de las segundas esposas de su padre, que no poseían ninguna relación con él, ni él guardaba algún aprecio por ellos.

Ni bien entró trató de no llamar la atención, cosa que fue un poco complicada. Todos estaban expectantes ante la oportunidad de tomar un pedazo, no importaba lo pequeño que fuera. Todos percibían al otro como competidor, una amenaza, nada en ese cuarto era amigable. Eran como hienas esperando que el elefante cayera para destrozarlo a pedazos. Y entre todos en esa habitación, el mayor rival de cualquiera que quisiera llevarse un mordisco era él.

Trató de sentarse en una silla del rincón detrás de todos, pero el escribano que estaba leyendo el testamento lo invitó a sentarse al frente como único hijo del difunto. Eso no le agradó mucho, pero siguió la corriente de la ceremonia.

Ni bien se sentó el escribano comenzó a leer el testamento. Uno a uno fue diciendo los bienes que le correspondían a cada uno de los presentes, mientras él escuchaba sentado en su silla, rodeado de señoras y señores viejos, vestidos de gala y joyería, queriendo ostentar y resaltar sobre los demás.

De repente una chica joven de unos 27 años levantó la voz: —Eso me corresponde a mí. Soy la secretaria del lugar y trabajé ahí por 7 años, es lógico que por antigüedad sea mío.

Iván giró la cabeza para ver a la joven. Notó que era bastante atractiva, cosa que le levantó el ánimo entre tanta carroñería.

—Lo siento, pero el testamento está escrito y firmado por el señor Yasser, lo cual resulta irrefutable en la división —expresó el escribano.

Luego de esa declaración nadie volvió a argumentar algo sobre la lectura. Fue un alivio para Iván, que se limitó a escuchar en primera fila mientras pensaba lo raro que debió de ser su abuelo para ponerle un nombre árabe a su hijo. Para su padre, su nombre siempre fue motivo de orgullo propio y prejuicio ajeno, una balanza que a veces se inclinaba para un lado u otro dependiendo de la situación.

—Bien, terminada la lectura del testamento continuaremos con los bienes no declarados o incluidos en este —informó el escribano. Y fue en ese momento que toda la tensión contenida durante la silenciosa lectura explotó de repente.

Todos los presentes se levantaron y se abalanzaron, empujando a Iván y su silla hacia delante, de la cual se aferró, dejándose remontar por la avalancha de gente en su espalda. Uno a uno se fueron peleando por lo que había sobre la mesa: propiedades, autos, algunas joyas, cajas fuertes en bancos y varias representaciones de capital, o sea más plata. Iván veía la escena desde abajo sentado, y pensaba: «El elefante cayó y las hienas lo están destrozando».

Volaban cosas: coches, objetos, departamentos, quintas y más bienes que nadie sabía que existían, pero todos las querían y decían merecer.

Empezaron a salir objetos más exóticos. Cosas que ni siquiera se sabía que tenía Yasser, pero que Iván recordaba. Objetos familiares, con mayor valor sentimental que monetario. Aunque esto no detuvo a las hienas, Iván comenzó a sentir cada uno de los mordiscos. Pedazo a pedazo empezó a ver fragmentos de su niñez, de su adolescencia, de lo que fue su padre para él, y a su madre... Hasta que en un momento salió a la luz un auto que su padre había comprado 20 años atrás, con el que la familia había ido de vacaciones por la costa de Algarve.

La tía tercera eslovaca, vestida con un tapado de piel de zorro, unos anteojos raros sin patillas adosados a una varilla que sostenía en la mano, una bufanda forrada con otra piel de pelaje blanco (de origen desconocido) y una cara tiesa, metálica e inhumana, de la cual no se llegaba a reconocer piel alguna debajo tantas capas de pintura. Fue hacia delante empujando a todos, se apoyó sobre Iván tirándose casi encima, alzó la mano y gritó: —¡Ese auto es mío! Claramente es algo que mi querido primo Yassi me dejaría.

En ese momento Iván no pudo contenerse más, confundido por la elección de su padre de no poner en el testamento todos esos objetos íntimos a su nombre, sintió por primera vez la necesidad de pelear por lo que era suyo. Se levantó firme con una fuerza y temple desconocido hasta ese momento y rugió entre las hienas.

—Este auto pertenece a mi familia como todos los bienes que acá se están disputando en este momento. Son objetos que carecen de precio ante el gran valor afectivo que tienen, por lo que todo esto me pertenece y cada uno puede empezar a irse de mi casa ahora mismo. Nadie recibirá nada más de

¿Disfrutas la vista previa?
Página 1 de 1