El precio del deber
Por LUCY MONROE
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Contra todo pronóstico, Gillian Harris se quedó embarazada, y Maks tendría que enfrentarse a la mayor crisis diplomática de su vida. Pero las reservas del príncipe ocultaban el corazón de un feroz guerrero cosaco; alguien que no dudaría en utilizar la pasión para convencer a la desconfiada Gillian de que debía ser su reina.
LUCY MONROE
USA Today Bestseller Lucy Monroe finds inspiration for her stories everywhere as she is an avid people-watcher. She has published more than fifty books in several subgenres of romance and when she's not writing, Lucy likes to read. She's an unashamed book geek but loves movies and the theatre too. She adores her family and truly enjoys hearing from her readers! Visit her website at: http://lucymonroe.com
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El precio del deber - LUCY MONROE
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www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2013 Lucy Monroe
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
El precio del deber, n.º 325 - octubre 2021
Título original: One Night Heir
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1375-843-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 8
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Con mi más sincera gratitud a mis lectores, que han continuado conmigo a pesar de mis ausencias, provocadas por la enfermedad terminal de mi madre y posterior muerte, mis propios problemas de salud y los muchos otros desafíos que la vida nos ofrece a los mortales. Porque su apoyo y sus palabras de aliento significan mucho para mí y me han bendecido inconmensurablemente. Con todo mi amor, para vosotros.
También quiero agradecerle especialmente a la señora Gillian Wheatley, de Londres, por darme la inspiración visual para mi protagonista.
Advertencia legal necesaria: si bien la señora Wheatley comparte su nombre con la protagonista de este libro, el estilo de vida de Gillian Harris no está basado de ninguna manera en la señora Wheatley. Cualquier similitud es pura coincidencia y no intencional por parte del autor.
Capítulo 1
Furioso como un caballo desbocado, el príncipe heredero Maksim de Volyarus dio rienda suelta a su furia con una combinación de golpes de kickboxing contra su primo y compañero de pelea.
Demyan bloqueó los golpes, y el sonido de la piel al golpear las almohadillas se mezcló con su gruñido de sorpresa.
–¿Ocurre algo, Alteza?
Maks odiaba cuando su primo, que era cuatro años mayor que él y que se había criado a su lado como un hermano en el palacio familiar, se dirigía a él por su título.
Demyan era muy consciente, pero le gustaba provocarlo, sobre todo durante sus sesiones de entrenamiento. Decía que así la pelea era más intensa.
Aquel día ya habría sido suficientemente duro sin la irritación añadida. Aunque Maks no había advertido a su primo de ello.
–Nada que no se solucione borrándote esa expresión engreída de un puñetazo –Maks dio unos pasos hacia atrás antes de lanzarse de nuevo con otra combinación de golpes y movimientos rápidos.
Ambos tenían más o menos la misma fuerza y la misma estatura, y mantenían su metro noventa y dos de cuerpo en perfectas condiciones físicas.
–Creía que esta noche era la gran noche con Gillian –dijo Demyan–. No me digas que crees que te va a rechazar.
–Si se lo fuese a pedir, ella diría que sí –y un día antes esa certeza le había proporcionado un gran placer.
Pero ahora le atormentaba saber lo que no podría tener. A saber, Gillian.
–Entonces, ¿cuál es el problema? –preguntó Demyan mientras comenzaba con su ofensiva, lo que obligó a Maks a defenderse de una lluvia de puñetazos y patadas.
–Ya han llegado los resultados de sus pruebas.
–No estará enferma, ¿verdad? –preguntó Demyan con tono de verdadera preocupación. Y eso, viniendo de un hombre con reputación de frío y despiadado, habría resultado una sorpresa para cualquiera que lo viera.
Pero Maks sabía lo mucho que a Demyan le preocupaba su familia. Y, durante los últimos ocho meses, la dulce y hermosa Gillian había estado cada vez más cerca de unirse a ese grupo.
–Está bien –si no se tenían en cuenta sus ovarios disfuncionales–. Ahora.
–¿Qué quieres decir?
–Tuvo apendicitis cuando tenía dieciséis años.
–Eso fue hace diez años, ¿qué tiene eso que ver con su salud actual?
–Las trompas de Falopio.
Demyan se detuvo y se quedó mirando a Maks sin entender nada.
–¿Qué?
Maks no estaba de humor para darle un respiro a su primo, así que aprovechó su falta de atención y lo lanzó al suelo con una patada.
Demyan se puso en pie de un salto, pero no fue a por más, como había esperado Maks.
–Déjalo ya y explícame qué tiene que ver la apendicitis de adolescente con las trompas de Falopio.
Demyan no era idiota. Sabía bien que el sistema reproductor de Gillian era de vital importancia para los Yurkovich, la familia real de Volyarus.
–Su sistema reproductor no funciona bien –contestó Maks mientras se ajustaba los guantes de pelea–. Hay menos de un treinta por ciento de probabilidades de que se quede embarazada.
Mucho menos según otros diagnósticos, y algo más según el de un especialista a quien Maks había consultado.
Demyan se apartó de la frente el pelo, del mismo color oscuro que el de Maks.
–¿Y con tratamiento de fertilidad?
–No tengo intención de convertirme en el próximo padre de sextillizos.
–No seas idiota.
–No lo soy. Sabes que no puedo casarme con una mujer que no sea capaz de engendrar al próximo heredero más otro de repuesto.
Demyan no respondió de inmediato. Ambos eran muy conscientes de los costes asociados a aquel asunto.
–Tú no eres tu padre. No tienes que casarte con una mujer a la que no amas solo para tener un heredero.
–No tengo intención de hacer eso. Tampoco me casaré con una mujer que me gusta y cuya esperanza de tener ese hijo sea mediante tratamientos de fertilidad a veces dolorosos y no siempre eficaces.
–Podrías adoptar.
–¿Igual que mis padres te adoptaron a ti?
–No me adoptaron oficialmente. Sigo siendo un Zaretsky. Tu padre nunca tuvo intención de que yo heredara el trono.
–Tú eras su repuesto –murmuró Maks con cierta amargura.
Demyan se encogió de hombros.
–El deber es el deber.
–Y mi deber me impide pedirle a Gillian Harris que se case conmigo –además, su sentido del honor lo instaba a romper con ella lo antes posible.
–¿No la amas? –preguntó Demyan.
–Ya sabes lo que pienso.
–El amor solo conduce al dolor… –dijo Demyan, citando uno de los refranes favoritos de la madre de Maks.
Maks añadió el resto.
–… y a poner en peligro el deber.
Ambos tenían razones para creerlo.
–¿Qué vas a hacer? –preguntó Demyan mientras recuperaba su pose de pelea.
–¿A ti qué te parece? –preguntó Maks ejecutando una sencilla combinación de golpes.
–La echaré de menos.
A Maks no le cabía duda. Una de las razones por las que había decidido pedirle a Gillian que se casara con él era que, a pesar de su educación en un pueblo pequeño, se llevaba sorprendentemente bien con su familia y había superado situaciones sociales que a muchas les habrían parecido abrumadoras.
Gillian era hija de un conocido corresponsal y desde pequeña había asistido a eventos en los que se codeaba con las personas más ricas y poderosas del mundo.
Demyan bloqueó la patada de Maks y respondió con otra de su cosecha.
–¿Vas a decírselo esta noche?
–Puede que no haga falta –seguramente, a la hermosa rubia de ojos azules le habían dado una copia de los resultados de las pruebas.
Gillian ya sabría cuál era la razón de sus reglas irregulares. También sabría cuáles eran las responsabilidades que conllevaba la posición de su prometido. Probablemente estaría esperando el final de la relación.
Dado que era una mujer más práctica que la mayoría, Maks esperaba que no se produjese una incómoda escena de ruptura.
–Sí, abuela, creo que esta será la noche –dijo Gillian con el teléfono sujeto entre la oreja y el hombro mientras daba brincos por la habitación intentando ponerse los zapatos.
–¿Te ha dicho ya que te quiere? –preguntó Evelyn Harris, la abuela de Gillian y la mujer que la había criado.
–No.
–Tu abuelo me ha dicho que me quiere todas las noches antes de dormir durante los últimos cuarenta y ocho años.
–Ya lo sé, abuela –pero Maks era diferente.
Él controlaba sus emociones como le exigía la realeza; como príncipe responsable que era, obedecía. Aunque dejaba escapar sus emociones cuando estaban haciendo el amor. En cierto modo.
Maks hacía el amor con la intensidad de un hombre concentrado en complacer y en perderse en la mujer que compartía su cama.
Durante los últimos siete meses, esa mujer había sido Gillian.
Llevaban saliendo un mes cuando se la llevó a la cama por primera vez. En su momento eso le había parecido extraño, teniendo en cuenta su reputación, pero después se había dado cuenta de que, por increíble que pudiera parecer, Maks buscaba algo más de ella que una simple compañera de cama.
Y, aunque se había mostrada más entusiasmada que asustada, también se había quedado de piedra.
Ella no pertenecía a aquel círculo. No era rica, ni famosa, ni poderosa, aunque a su padre le gustaba verla cuando estaba en la ciudad, y eso significaba acompañarlo a algún que otro evento de relevancia social. Como no podía dedicar todo el tiempo para visitarla, la incluía en su agenda, así que Gillian había asistido a muchos actos