El príncipe de los secretos
Por LUCY MONROE
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Sin revelar su identidad ni su propósito, Demyan se propuso un plan de seducción destinado a hacer que Chanel se enamorara perdidamente de él. Pero, cuando supo que que ella era virgen, descubrió algo que creía no tener: conciencia. Y el plan dio un giro inesperado. Un giro que aquel príncipe despiadado no había anticipado.
LUCY MONROE
USA Today Bestseller Lucy Monroe finds inspiration for her stories everywhere as she is an avid people-watcher. She has published more than fifty books in several subgenres of romance and when she's not writing, Lucy likes to read. She's an unashamed book geek but loves movies and the theatre too. She adores her family and truly enjoys hearing from her readers! Visit her website at: http://lucymonroe.com
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El príncipe de los secretos - LUCY MONROE
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2013 Lucy Monroe
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
El príncipe de los secretos, n.º 326 - noviembre 2021
Título original: Prince of Secrets
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1375-844-2
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
A Debbie, mi hermana y amiga. Dios bendijo inmensamente a nuestra familia cuando te trajo a ella. Y a Rob, mi querido hermano.
Porque juntos habéis llenado de generosidad, amor, esperanza y alegría a esta familia, y a mí personalmente.
Con todo mi amor, ahora y siempre.
Prólogo
–¿Qué estoy mirando? –le preguntó Demyan a su tío, el rey de Volyarus.
Ante él, sobre el escritorio, había una serie de fotografías. En todas aparecía una mujer bastante normal de pelo rizado y pelirrojo. Su único rasgo sobresaliente eran unos ojos grises que revelaban más emoción de la que él se permitiría mostrar en todo un año.
Fedir frunció el ceño mientras miraba las fotos durante varios segundos antes de mirar a Demyan a los ojos, de un negro igual al de los suyos.
Aquellos que confundían a Demyan por el hijo biológico de Fedir tenían razones para ello; el parecido era increíble. Pero Demyan era el sobrino del rey y, aunque había sido criado en el palacio como heredero sustituto y era solo tres años mayor que el futuro rey, en su cabeza él lo tenía muy claro.
Fedir se aclaró la garganta, como si las palabras que tuviera que pronunciar no fuesen de buen gusto.
–Esa es Chanel Tanner.
–¿Tanner? –preguntó Demyan, consciente de la coincidencia.
–Sí.
El apellido era bastante común, al menos en Estados Unidos. Demyan no tenía razón para dar por sentado que esa mujer estuviese emparentada con Bartholomew Tanner, uno de los socios originales de Yurkovich Tanner.
Salvo que el retrato del texano buscador de petróleo colgado en uno de los salones de palacio se parecía enormemente a la mujer de las fotos.
Bartholomew Tanner había ayudado a fundar la empresa mediante la cual Volyarus y la familia Yurkovich se habían enriquecido. En otra época Bartholomew había poseído una gran parte de las acciones.
–Se parece al barón Tanner –el título se lo había otorgado el abuelo del rey Fedir por ayudar a localizar reservas de petróleo y otros depósitos minerales de Volyarus.
Fedir asintió.
–Es su tataranieta y la última de su estirpe.
Demyan se recostó en su silla, arqueó las cejas y esperó a que el rey siguiera hablando en vez de hacer preguntas.
–Su padrastro, Perry Saltzman, se puso en contacto con nuestra oficina de Seattle en relación a un trabajo para su hijo. Al parecer el chico está a punto de graduarse en Empresariales con honores.
–¿Por qué me lo cuentas a mí? Maks es el que se encarga de cosas así –su primo además tenía gran habilidad para rechazar propuestas sin causar conflictos diplomáticos.
Él, en cambio, no era tan paciente. No haber sido educado como príncipe heredero tenía sus beneficios.
–Está de luna de miel –las palabras de Fedir eran ciertas, pero Demyan tenía la impresión de que había algo más.
De lo contrario, podrían haber esperado.
–Volverá dentro de un par de semanas.
Y, si el señor Saltzman estaba buscando un trabajo para su hijo, ¿qué hacía la mesa llena de fotos de su hijastra?
–No quiero que Maks lo sepa.
–¿Por qué?
–No estará de acuerdo con lo que hay que hacer. Ya conoces a mi hijo. Puede ser muy… recalcitrante.
–No lo entiendo.
Había pocas cosas que su primo no haría por su país. En su momento, había renunciado a la mujer que quería en vez de casarse con ella cuando supo que había pocas esperanzas de tener un heredero.
Fedir apiló las fotos y dejó encima una imagen en la que Chanel aparecía sonriendo.
–En 1952, cuando Bart Tanner accedió a ayudar a mi abuelo a encontrar petróleo, aceptó el veinte por ciento de las acciones de la empresa a cambio de sus esfuerzos, su experiencia, su personal especializado y toda la maquinaria necesaria.
–Eso lo sé –a todos los niños del país les enseñaban la historia del mismo.
Volyarus había sido fundado por uno de los últimos hetmans ucranianos, que había adquirido el archipiélago de islas con su propia riqueza canadiense. Junto con un grupo de nobles y campesinos había fundado Volyarus, que literalmente significaba libertad de Rusia
, porque habían estado convencidos de que era cuestión de tiempo que Ucrania cayese por completo bajo el dominio ruso.
Habían acertado. Ucrania volvía a ser independiente, pero allí se hablaba más ruso que ucraniano. Habían pasado demasiados años bajo el yugo de la URSS.
El hetman Maksim Iván Yurkovich primero había invertido su riqueza en el país y se había convertido en su monarca. Para cuando su hijo fue coronado rey de Volyarus, la monarquía de los Yurkovich estaba bien asentada.
Sin embargo, las décadas posteriores no habían sido todas buenas para el pequeño país, y la riqueza de sus habitantes había empezado a declinar, hasta el punto de que incluso la Casa Real lo estaba notando.
–Bart murió siendo el dueño de esas acciones –aclaró Fedir.
–No.
–Oh, sí –el rey se puso en pie, dio vueltas por la habitación y se detuvo frente a una de las ventanas que daban a la ciudad–. El plan original era que su hija se casara con el hijo más joven de mi abuelo.
–¿El tío abuelo Chekov?
–Sí.
–Pero… –Demyan dejó la frase inacabada, pues no había nada que decir.
El duque Chekov se había quedado soltero, pero no porque la hija de Tanner le rompiera el corazón. Era gay y había pasado sus años supervisando los intereses mineros de Volyarus con un ayudante que había sido mucho más que eso.
En los años cincuenta, esa había sido su única oportunidad de ser feliz.
Los tiempos habían cambiado, pero algunas cosas seguían igual. El deber hacia la familia y hacia el país era una de ellas.
El rey Fedir se encogió de hombros.
–No importó. Fue un matrimonio concertado.
–Pero nunca llegaron a casarse.
–Ella se fugó con uno de los petroleros.
Eso debía de haber sido un gran escándalo en los cincuenta.
–Pero yo creí que el barón Tanner había dejado las acciones a los habitantes de Volyarus.
–Esa fue una invención de mi abuelo.
–El valor de esas acciones se ha utilizado para construir carreteras, escuelas… Maldita sea.
–Exacto. Devolverle el dinero con intereses a Chanel Tanner sería poner en peligro la estabilidad financiera del país.
–Ella no tiene idea de su legado, ¿verdad? –de no ser así, Perry Saltzman no se molestaría en buscarle trabajo a su hijo; se limitaría a demandar a Volyarus.
–¿Cuál es el plan?
–Casarse.
–¿En qué ayudaría eso? –aquel con quien Chanel se casara podría reclamar el mismo dinero al país.
–Había una cláusula en el testamento de Bartholomew. Si alguno de sus descendientes entraba a formar parte de la familia real de Volyarus, el dinero de las acciones sería para el pueblo, menos una parte anual destinada al mantenimiento y bienestar de su heredero.
–Eso no tiene ningún sentido.
–Lo tiene, si conoces el resto de la historia.
–¿Y cuál es?
–A la hija de Tanner la dejó plantada su amante, que ya estaba casado, con lo cual su ceremonia fue invalidada.
–Entonces podría haberse casado con el duque Chekov.
–Estaba embarazada de otro hombre. Había protagonizado un escándalo. Él se negó categóricamente.
–¿Tanner pensaba que podría hacer cambiar de opinión al tío abuelo Chekov?
–Tanner pensaba que el hijo de ella se casaría con alguien de nuestra familia y vincularía el apellido Tanner a la casa de los Yurkovich para siempre.
–Ya estaba vinculado por los negocios.
–Eso no era suficiente –contestó el rey Fedir–. Deseaba un vínculo familiar con su apellido intacto, a ser posible.
–La familia era importante para él.
–Sí. No volvió a hablar con su hija, pero la mantuvo económicamente hasta que ella volvió a casarse, con una condición.
–Que su hijo llevase el apellido Tanner –tenía sentido.
–Exacto.
–Y presumiblemente tuvo un hijo.
–Solo uno.
–El padre de Chanel, pero has dicho que es la única Tanner viva por parte de Bart.
–Lo es. Tanto su abuelo como su padre murieron tras inhalar sustancias químicas en un accidente de laboratorio.
–¿Eran científicos?
–Químicos, igual que Chanel. Aunque trabajaban con subvenciones. Ella es ayudante de investigación.
¿La mujer pelirroja de las fotos era científica?
–¿Y nadie de la familia era consciente de que podían reclamar las acciones de Tanner?
–No. Él deseaba dejarle el dinero a la gente de Volyarus. Le dijo a mi abuelo que esa era su intención.
–Pero no lo hizo.
–Era buscador de petróleo. Es una profesión peligrosa. Murió cuando su nieto aún era joven.
–¿Y?
–Desde entonces mi abuelo pagó la educación de todos los niños de esa rama de la familia.
–Tampoco ha habido tantos.
–No.
–¿Incluyendo a