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Finjo Que Sueño: Una Historia Que Cambió Vidas
Finjo Que Sueño: Una Historia Que Cambió Vidas
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Libro electrónico405 páginas6 horas

Finjo Que Sueño: Una Historia Que Cambió Vidas

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Finjo que sueo cuenta la historia de Beatrice a travs de la recopilacin de las notas desarticuladas que escribi en momentos de locura, despertar espiritual, xtasis y muerte de la realidad consensuada en la que vivi. Es la lucha de una mujer en busca de su libertad como ser humano y en busca de la unin de su conciencia con la conciencia universal que muchos llaman Dios.

Febrero 23 de 2018

IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento16 mar 2018
ISBN9781506524382
Finjo Que Sueño: Una Historia Que Cambió Vidas
Autor

Marina Rojas Magaña

Finjo que sueo cuenta la historia de Beatrice a travs de la recopilacin de las notas desarticuladas que escribi en momentos de locura, despertar espiritual, xtasis y muerte de la realidad consensuada en la que vivi. Es la lucha de una mujer en busca de su libertad como ser humano y en busca de la unin de su conciencia con la conciencia universal que muchos llaman Dios. Febrero 23 de 2018

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    Finjo Que Sueño - Marina Rojas Magaña

    FINJO QUE SUEÑO

    Una historia que cambió vidas

    Marina Magaña Rojas

    Copyright © 2018 por Marina Magaña Rojas.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:      2018935841

    ISBN:                  Tapa Dura                     978-1-5065-2440-5

                          Tapa Blanda                  978-1-5065-2439-9

                                Libro Electrónico         978-1-5065-2438-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser utilizada solamente bajo licencia.

    Fecha de revisión: 15/03/2018

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    ÍNDICE

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    XV

    XVI

    XVII

    XVIII

    XIX

    XX

    XXI

    XXII

    XXIII

    XXIV

    Qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopas"dfghjklzxcvbnmrtyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwrtyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwe

    Untitled-1.tif

    A mi madre y a los antiguos

    A través de la locura descubrir el conocimiento y realizar la conciencia del ser.

    MMR

    Mediante la conquista de lo ilusorio

    se alcanza la realización suprema.

    Shivasutras

    I

    "Desde la eterna no existencia

    Contemplamos en calma el

    Misterioso principio del universo"

    El libro del Tao

    Su mano temblorosa otra vez tomaba la pluma. Muchas veces intentó escribir y dejar registro de los hechos extraños e insólitos que se dieron en su juventud. Ya habían pasado muchos años desde la última vez que quiso hacerlo sin poder integrar de una manera coherente aquellas notas que se le escurrían entre las manos y provocaban que su mirada se alejara de ellas porque hacían que volviera a revivir los sucesos del pasado. Hoy seré yo la que va a transcribir esas notas de Beatrice dándoles el orden que puedan tener dentro del caos aparente en el que ella las realizó. Escribiré la historia, pero dejando que sea ella, la propia Beatrice, quien inserte símbolos ocultos con significado sólo para algunos pocos, que nos cuente historias que parecerán inverosímiles o escriba sus sueños más profundos; lo que sea que refleje la intensidad de la vida de esta mujer y de estos seres que la acompañaron y que, como en un escenario, se presentan en estas líneas. No dependen de mí. Ellos tienen su propia voz y su propia fuerza, su propia historia. Yo sólo soy su instrumento.

    Beatrice se había dado cuenta desde su niñez que entre sus manos tenía una herramienta extraordinaria e indestructible que le permitiría expresar lo que por tanto tiempo quiso decir; gritos ahogados en la garganta que ahora salían como afiladas espadas. Era como tener en sus manos una varita mágica, de esas que aparecen en los cuentos de la más selecta ficción y que permite que la energía del mago que la posee fluya a través de ella y se dirija con todo su poder al lugar o a la persona que es objeto de su conjuro.

    Así, al ir entrelazando su voz con sus sueños y sus fantasías, poco a poco se fue formando entre las letras y las palabras que surgían de la locura de Beatrice una historia inacabada que está en su mente y en su corazón y que empieza a fluir como ella lo deseó como por arte de magia.

    - ¡Una cosa lleva a la otra! como la encantadora abuela Felice siempre le decía.

    Los días y los meses pasaban en la vida de Beatrice y éstos se entretejían con palabras e historias de tan diversa naturaleza como suele suceder cuando provienen de una mente prodigiosa como la suya y que, además, aborda niveles de conciencia tan profundos y desconocidos.

    No puedo hablar de Beatrice sin mencionar a Simone, tan inexplicablemente unidas en esta historia. Vivía en la memoria de Beatrice la imagen y el recuerdo de Simone, aquella Simone lejana y amada y de cómo la misma Beatrice contaba dentro de su historia, su propia historia. Parece trabalenguas o juego de palabras, pero no es así, son realidades que formaron su vida y que se irán develando.

    Los mitos, las imágenes y los símbolos pertenecen más a la vida espiritual que a la vida intelectual; son más facultades del espíritu que facultades de la mente; pueden camuflagearse, esconderse, pero nunca extinguirse y Beatrice vivía su vida con estos atributos del espíritu, pero de una forma alucinada y decodificada, libre de cualquier concordancia con la realidad elaborada y consensuada socialmente. Ella trascendía e iba más allá de cualquier aproximación medible y cotidiana para adoptar una posición dentro de las limitaciones del espacio y del tiempo que la rodeaban. Un tiempo y un espacio por supuesto no lineales. La base en la que ella se apoyaba no tenía nada que ver con las categorías mentales y de conocimiento en las que la mayoría de nosotros apoyamos nuestra experiencia diaria o nuestra comprensión habitual de los sucesos que vivimos.

    Estoy convencida de que su historia, esta historia que les empiezo a contar es un producto de su mente lúcida que deja paso a un estado de conciencia basado más que nada en su intuición. La intuición era para ella la puerta de entrada de lo sobrenatural a su mundo. Ella todo lo intuía o lo presentía y acertaba en la mayoría de los casos; esta extraordinaria facultad era la que, en determinados momentos de su vida la llevó a la confusión total de los acontecimientos y la acercó a los límites con la locura. En este plano es en el que Beatrice nos deja su mensaje y que va dirigido directamente a la imaginación, a la intuición y al espíritu, y en el que los símbolos y las metáforas aparecen. En el momento en el que se debilitaba su sentido sobrenatural, cuando la poseía la mente y el razonamiento, y se dejaba llevar por la cotidianidad, era cuando surgía en ella el miedo, un miedo profundo a esa locura blanca de manicomio como ella la llamaba y que tanto la aterraba.

    El debate interior que se daba en Beatrice entre la conciencia de la realidad en la que se desenvolvía como en un sueño y las otras realidades posibles de las que ella hablaba y que eran producto de sus sueños, la llevaron a no estar segura de cuál era más realidad que la otra; tuvo entonces que dedicarse a explorar y a experimentar en toda clase de fuentes de conocimiento que la llevaran a aclarar esta cuestión: los sueños y la realidad, ¿cuál es más real o quién establece lo que es real y lo que es producto de la mente? si al final la mente nos juega duras pasadas haciéndonos ver como real lo que no es. ¿Cuál es la realidad última de las cosas que escapa a las construcciones de nuestra mente humana? ¿Qué hacer con estas deliberaciones siendo una mujer incrustada en las buenas costumbres de la época y con un mínimo espacio de movimiento?

    Surgió entonces en ella la idea de acercarse a los estudios en materias ocultas para la mayoría de sus contemporáneos con el fin de que la llevaran a entender y a tratar de vivir con aquello que todos consideraban extrañezas de su parte y que para ella eran cuestiones conocidas, cotidianas y comunes. Su aparente locura era el puente que la rescataba de las circunstancias entre lo supuestamente real y conocido y lo primordial; entre lo visible y lo invisible; entre lo tangible y lo intangible. Entre el dolor y el miedo y la dicha y lo divino. El miedo se valía de ella o ella se valía del miedo, de la locura y del sueño; y a través del cambio de percepción del mundo y de las cosas era como ella se acercaba a la verdad.

    Esta historia concilia y reconcilia sus mundos como en un sueño y bajo el disfraz de la locura.

    De repente, todo lo que sabía de su existencia y del mundo que la rodeaba tenía que ser reevaluado. Siempre había expresado serias dudas de que existiera algo más allá del mundo físico. Y en ese momento en la vida de Beatrice su punto de vista cambió totalmente. Supo con certeza que existen otros mundos y que las personas como ella viven también en ellos. Y lo más importante, supo que su cuerpo físico era sólo un vehículo temporal para el Yo verdadero que albergaba en su interior y que, con la práctica, podría separarse de ese cuerpo físico a voluntad.

    Beatrice era una mujer hermosa, no puedo decir exactamente de qué clase de belleza; era una mujer que cautivaba a los que la rodeaban por estar siempre como dentro de un halo de misterio y de magia. Era inteligente, culta; con un simple y delicado sentido del humor; un humor que para algunos era un humor preciso y acertado lleno de lucidez y para otros era ironía y sarcasmo. Sus respuestas podían ser breves y lacónicas o extenderse por caminos intrincados de conocimiento profundo que la mayoría de las personas no entendía. Podía sostener cualquier clase de conversación con propios y extraños o simplemente entrar en un silencio que marginaba y excluía a su interlocutor junto con una mirada entre compasiva y burlona. Se la veía cumpliendo con los compromisos sociales a los que acudía siempre elegante, finamente vestida y propia para la ocasión. Para los que creían conocerla un poco mejor, era una mujer sencilla en sus formas, pero compleja, muy compleja; complicada en sus pensamientos y en las respuestas que tenía aún para lo más cotidiano. Leía mucho y de toda clase de libros; permanecía largas temporadas en la Casona disfrutando de las bellezas del lugar y de la compañía de la pequeña. En estas temporadas cambiaba su personalidad, parecía que se nutría de una nueva vida y la energía que emanaba de ella contagiaba y seducía a todos.

    Reflexionaba en muchas ocasiones con los amigos acerca de temas profundos y poco comunes para aquel grupo social al que pertenecía, o mejor dicho en el que se había encasillado por muchos años, y en el que cada vez se sentía más ajena, sola y temerosa. Un miedo hacia dios sabrá qué empezaba a causarle sudores y escalofríos. Siempre había expresado serias inquietudes de que existiera algo más allá del mundo físico, y, después de los acontecimientos que se dieron con Thomas, sintió que todo lo que sabía y creía de su existencia y del mundo que la rodeaba era falso y tenía que ser, pues, reevaluado.

    En ese momento, en la plenitud de su vida, su punto de vista cambió totalmente. Dio un viraje de 180 grados al saber con certeza que existen otros mundos y que las personas como ella viven también en ellos ¡Estaba segura!

    Emocionada con tal descubrimiento comenzó a anotar exactamente lo que ocurría en estas situaciones. Numerosas preguntas llenaban su mente. A medida que desaparecía la conmoción inicial de su primera experiencia más allá del mundo físico comprendió que su vida ya nunca sería igual. Cuanto más analizaba el significado de su experiencia, más profunda la sentía. Todas sus ideas preconcebidas habían desaparecido en una sola noche. Supo que tenía que revalorar todo lo que había aprendido después de la niñez y todo lo que había considerado verdadero. Era obvio que sus conclusiones acerca de la ciencia, la psicología, la religión y su propia existencia habían estado basadas en una información incompleta si es que no totalmente errónea.

    Después de su primera experiencia en un mundo distinto o que trascendía su cuerpo material y dentro de lo que ella consideraba su ser interior, su mente comenzó a desbordarse con innumerables posibilidades y preguntas. Se había dado cuenta de que existían muchas más sensaciones que ella podía percibir además de las que los sentidos físicos le proporcionaban. Desesperada por obtener información y guía pasó semanas enteras en bibliotecas y librerías en busca de conocimientos sobre el tema. Pronto descubrió que había muy poco; sólo se habían escrito unos cuantos libros sobre el tema, la mayoría de ellos eran muy viejos y ya habían dejado de editarse, y otros, los más valiosos permanecían ocultos y en poder de algunos maestros a los que empezó a buscar afanosamente encontrándose con más charlatanes y estafadores de los que creía que pudiera encontrar. Su búsqueda no se detuvo a pesar de las desilusiones y de los fracasos.

    Esta historia, su historia, que empezamos a vivir en estas líneas es tan suya como del resto de la humanidad aunque es una historia que difícilmente identificaríamos como nuestra, no obstante, refleja, con mayor o con menor intensidad la vida del hombre en este planeta, que busca, a través de claras referencias para algunos o sutiles y veladas para otros, lograr conocer el motivo de la existencia a través de un cambio en la percepción de uno mismo y del universo y de ampliar la sensibilidad que lo acerque a la verdad.

    Beatrice encontró ¿por casualidad? un extraño poder que no había descubierto ni había tenido conciencia de que lo poseía y que le serviría de guía en la oscuridad; se dio cuenta que estaba llena de historias, de vidas, de cuentos y de personajes; de narraciones maravillosas llenas de conocimiento que le eran tan cercanas y tan familiares, tan cotidianas y que interactuaban con ella y la ayudaban a sobrellevar a aquellos personajes de carne y hueso con los que tenía que lidiar en esta vida, una vida que se desenvolvía, según su percepción o punto de vista en unas circunstancias absurdas y en la que parecía que todos se confabulaban para ser infelices, pero, eso sí, cubiertos con unas máscaras de felicidad y buen juicio. Dentro de esta realidad engañosa Beatrice acababa por aborrecer todo, o casi todo lo que la rodeaba.

    Su vida había llegado a un punto en el que le resultaba intolerable la presencia de quienes se encontraban a su alrededor; en especial la presencia de Amelia, a la que escuchaba y era como una tortura, su cuerpo se estremecía y el estómago se le endurecía y se le pegaba a la espalda, era como ver de frente y a los ojos a la encarnación viva de una de las fuerzas más oscuras y enmascaradas que la naturaleza puede concebir; Amelia, poseía el poder de la confusión, el caos y la manipulación; el extremo opuesto de la sabiduría y la verdad que Beatrice tanto amaba y buscaba por sobre todas las cosas. Beatrice consideraba, sin embargo, a estos atributos contradictorios, sí, pero también complementarios: el odio y el amor, opuestos pero extremos de lo mismo, como lo frío y lo caliente, lo sólido y lo gaseoso y que no dejaban de ser sólo estados diferentes de un mismo orden; porque el agua seguía siendo agua aunque estuviera sólida como el hielo o líquida o en forma de vapor; ella, bajo esta premisa, pretendía destruir la insensibilidad y el odio que la rodeaba, como aparecía en la vida de Amelia y de Nicholas y lograr una nueva forma de percibir y de sentir inclinando la balanza hacia el otro extremo, el opuesto, que, aunque continuara en lo ordinario, se abriera a otras y nuevas posibilidades dando paso a lo extraordinario de la vida y del amor.

    Existía oculta en Beatrice una fuerza con la que tuvo que luchar por muchos años antes de que se diera cuenta de que era, más que un demonio que la atormentaba, uno de los maestros que la enseñarían y la guiarían en su desarrollo espiritual. Cuando se dio cuenta de esto era ya demasiado tarde. Sólo yo, como ella misma me lo dijera alguna vez, pude entender el significado de esta presencia a lo largo de su vida. Ese profundo miedo, dolor y sufrimiento que la invadían. A través del dolor y del alejamiento del mundo corrompido que percibía era como sentía que se introducía en el mundo de la verdad y de lo sagrado. Era así, yendo del dolor y el miedo, a la dicha y a lo divino, como dentro en un profundo sueño, como Beatrice pretendía descubrir y explicar nuevas dimensiones de la realidad.

    Uno de sus demonios, pues, tenía un nombre: Amelia, o en ella aglutinaba a casi todos los demonios de su existencia, y este demonio tenía también una tarea: confundirla y desmoronarla hasta que sus partes quedaran tan fraccionadas y dolorosamente separadas que no encontrara ella, por sí sola, la manera de recomponerse y levantarse para ponerse nuevamente en pie ante la vida con sus emociones y su mente otra vez integradas y su espíritu entero; así, Beatrice se alejaba y vivía en ese mundo otro, en esa realidad aparte en donde atesoraba y resguardaba la matriz de su espíritu.

    Beatrice era una mujer que había podido sobrevivir en su entorno cotidiano gracias a ese mundo de fantasías que había creado de niña y en el que la habían acompañado sus amigos los magos y las hadas; los príncipes y las princesas; los reyes y reinas llenas de encanto unos y de maldad otros, siempre en busca del secreto de la inmortalidad o de la fuente de la juventud entre fuentes de mil colores y ancianas misteriosas llenas de arrugas y con un maléfico lunar en la nariz; y a los gallardos caballeros en busca de la justicia y la verdad así como de su amada ideal y los palacios cargados de emociones tanto como de lujos; estos fueron sus inventores y creadores, ellos la sostuvieron y la llevaron de la mano por los caminos retorcidos de su vida.

    Imaginó un cuento "para niños de corazón". Ella lo llamaba El misterio del Universo. Tenía una estructura muy bien definida y se apegaba a lo que ella quería contar de su vida y de la vida a la pequeña. Los personajes eran muchos y muy variados en características y formas, vivían en el planeta Mindor. Había unos encantadores como ositos que habitaban el planeta, los Tosis, seres pacíficos venidos del planeta Nalu; había también unos como lagartos que caminaban y reptaban, los Tolgar, habitantes de la Región de las Grandes Hojas, se arrastraban y reptaban y les gustaba estar en la oscuridad. Los Caballeros Lagui dominaban una región del planeta y ¡eran tan hermosos!, eran seres que caminaban y volaban entre los habitantes de las Tierras Áridas. Más que humanos parecían espíritus etéreos de sin igual ligereza. Poseedor de la Sabiduría que los guiaba en los momentos cruciales estaba Duria, el Mago, el maestro; amado y respetado por todos. Existían también hombres cambiantes, los Mindornianos, habitantes del planeta Mindor, dormidos en la ignorancia sin percatarse de ello, habitaban en las tinieblas y se metamorfoseaban entre los Tolgar y los Caballeros Lagui. Querían salir del maleficio de la ignorancia que los atrapaba y despertar, pero el sueño era muy profundo y además eran arrullados para que se sintieran todavía más dormidos y creyeran ser felices y no quisieran ni pudieran despertar. Existía en su historia también un lugar al que se dirigen los que conocen el secreto, porque hay un secreto, es el lugar en el que vive el rey Ismocult, poderoso y bondadoso, conocido por los sabios y los magos que guardan con él el secreto de la sabiduría más profunda. En el Planeta Madre donde habitan estos seres, al norte de la galaxia, rumbo a la Región de las Estrellas Mansas, inciertas también, viven ahí los que han abandonado el sueño, pero entran y salen, nada es definitivo todavía, están en el filo de la navaja y pueden caer en las garras de Manir, el hechicero del mal, el que hace que las tinieblas parezcan hermosas y sobre todo necesarias para la felicidad y la satisfacción de los incautos Mindornianos. Manir vive en un extraño lugar que cambia continuamente de forma y color, como los reflejos de un espejo; todo parece tan real pero cuando te acercas nada es real, todo es ilusión y producto de tu mente. Si crees que has asido algo con tus manos, en un abrir y cerrar de ojos éstas han quedado vacías; el miedo entonces hace su aparición, junto con un estado de irrealidad y confusión del que tienes que salir, si es que lo percibes, si no lo percibes permanecerás ahí por siglos y siglos, regresando y regresando siempre. Lo que te salva, y es parte del secreto del que hablábamos, es estar quieto y en silencio para que puedas recordar en lo más profundo de ti qué hay que hacer y a dónde debes regresar. En las Negras Sombras, región alejada de cualquier claridad, vive el Señor de la Oscuridad y es tan malvado que no se atreve nadie siquiera a pronunciar su nombre.

    Pero no te asustes, le decía Beatrice a la pequeña cuando le contaba esta historia. En la región de las Grandes Hojas de Mindor despertarán del sueño de la angustia y de la muerte en el que están los hombres y del que creen que no pueden escapar, necesitan, sí, de la ayuda de Duria que por siglos se ha encargado de proteger la verdad; no sabemos en realidad si la protege o la oculta, eso lo sabremos al final, pero nos advierte, como en un acertijo, que la respuesta está en el corazón de cada hombre.

    Beatrice durante muchos años de su existencia estuvo convencida de que la vida podía ser vivida o la podía convertir en uno de los cuentos que aprendiera de niña, como éste, o de aquellos que le contaban su madre y su abuela; había elaborado su propio cuento con su historia, sus personajes y todo lo demás. Ella narraba a su pequeña, años después y aún dentro de su torturada mente, las historias que ella escuchó de su madre y su madre a la vez de su madre y que, la pequeña contaría a sus hijas, y a las hijas de sus hijas alguna vez.

    ¿Cómo empezó todo? te lo voy a contar mi pequeña niña. Había una vez, hace mucho tiempo, en un universo lejano, una niña muy buena y hermosa como tú, que siempre soñó. Soñó con ser sabia, soñó con ser luz y con ser estrella; soñó con amar y soñó con ser amada, inmensamente amada. Pero sucedió que creció y cuando creció, como sucede muchas veces, olvidó sus sueños y empezó a soñar los sueños de otros…y así, sin darse cuenta pasó del universo de sus sueños a un mundo lleno de oscuridad.

    Pasaron los años y un día, sin saber cómo (luego lo supo, pero esa es otra historia) se encontró con un niño, un niño muy bueno y hermoso como tú que había estado como ella en un universo de sueños y había caído en la oscuridad, pero había despertado y salido de la oscuridad y regresado a su hermoso sueño de luz. Al principio no supo cómo pero después sí que lo supo y le enseñó a la hermosa niña cómo ella podía hacerlo.

    Universo… mmmm… Universo. Es una palabra muy grande y le caben muchas cosas, más que eso, le caben personas y animales; estrellas, soles y lunas; magos y encantamientos, brujas y hechizos; guerreros, príncipes y princesas; reyes y reinas…y sabes qué le cabe también: ¡niños!, niños y niñas como tú. Y sucedió que un día, o una noche, no se sabe porque no se escribía como lo hacemos tú y yo, en medio de una nube infinita de luz llegó al planeta un pequeño ser que brillaba como una estrella.

    Los que lo vieron cuentan cómo era: se sentía tibio y cálido como el regazo de una madre, la luz que emanaba de él era tan hermosa y lo envolvía todo; y cuando se acercaban a él, inexplicablemente llenaba a todos con su luz. Sus pensamientos eran como los de los niños. Dicen que era grande y ancho, y pequeño y delgado; cabía en todos lados y ocupaba todos los espacios; olía, mmm… rico, como el olor más suave de las flores, de esas que te recuerdan cuando eras chiquito y olía también a una fruta exquisita que sólo en el planeta tierra se ha conocido, es verde cuando empieza a crecer y amarilla cuando se pone madura. Su olor entra como suave brisa de mar por las puertitas de tu nariz y recorre tu interior suavecito, como si a su paso fuera sembrando nuevos olores de frutas nuevas que fluyen y dan vida y color afuera y adentro de ti. Si lo tocas, como lo hicieron algunos, pareciera como si no tocaras nada y al mismo tiempo tus manos tocan al ser más suave que te puedas imaginar, es como tocar al viento; ¿Lo has hecho? ¿Sabes cómo se siente tocar al viento? ¿Cómo susurra en tu piel? ¿Cómo juega con tus mejillas, con tus ojos, con tus piernas y con tus pies? Al estar junto a él sientes como si fuera la persona que más te conoce y te comprende y no quisieras que se fuera jamás. En un lugar oscuro y engañoso vive el Señor de la Oscuridad, lo acompaña su más fiel servidor, el Miedo, que hace su aparición junto con seres y formas de irrealidad y confusión de las que tienes que escapar.

    - ¡Pero no te asustes! le decía Beatrice a la pequeña cuando veía en sus ojos el asombro y el miedo.

    Despertarán del sueño de la angustia y de la muerte en el que están sus habitantes y del que creen que no pueden escapar; necesitan, sí, de ayuda.

    Y así era como Beatrice le recitaba a su pequeña todas las noches de todos los días un cuento o una historia como queriendo inculcar en ella, o más bien como queriendo que penetrara en ella hasta lo más profundo de su mente y de su corazón la idea de que no olvidara y recordara siempre quién era ella en realidad y su existencia maravillosa como lo habían hecho su madre y su abuela con ella. Pero, en pocos años, cuando Beatrice comenzó a crecer, el viejo hechizo que separaba el mundo del orden en el que ella vivía y el mundo del caos que se vivía en las tinieblas y que hacía su trabajo, parecía haberse debilitado o disuelto, y la cordura de Beatrice se encontraba entonces en medio de una invasión. ¿Pero era de veras una invasión? ¿O quizá era algo más provechoso y creativo? Quizás era la presencia de la antigua noción de armonía entre Orden y Caos.

    II

    "No existencia y existencia son uno y lo

    mismo en su origen; sólo se separan

    cuando se manifiestan"

    El libro del Tao

    Era la primavera de 1856 cuando fue concebida una hermosa niña; su luz viajó por el infinito y en la medida en que se formaba su cuerpo humano dentro del vientre de su madre, se alejaba de su origen y comenzaba el olvido… el olvido viajaba a la par de la luz; pasaron los años y llegó el día en el que la niña olvidó por completo de dónde venía, quién era y a dónde se dirigía.

    Cuando Beatrice nació, aquel frío día de invierno de 1857, su abuela Felice entró a la habitación donde se encontraba la niña con su madre y la tomó entre sus brazos. Una hermosa niña acababa de nacer. La niña parecía que la conocía, su mirada era de confianza y reencuentro, se habían separado por un lapso incierto de tiempo y habían vuelto a reunirse, ese aleteo sutil del tiempo en el universo había vuelto a reunir a aquellos tres espíritus por una sola razón: debían continuar su misión y concluir lo que una vez empezó. La tibieza y calidez de la habitación envolvía a las tres mujeres: madre, hija y abuela. Hermosos colores como velos translúcidos las separaban de la realidad que se vivía afuera de esa habitación que contrastaba con el punzante frío y el soplar del viento que parecía que rugía y gemía a lo largo de los corredores de la Casona como dándose cuenta de lo que sucedía. Esos tres espíritus de esas tres mujeres estaban unidos en una realidad diferente a la que se percibe habitualmente por los sentidos del tacto, el oído o la vista; ahí, en ese primer momento en este mundo, la pequeña conoció a su abuela, a su madre y al talismán que la acompañaría siempre. Tan hermosa la una como la otra y con un punto en común que traspasaba las fronteras de lo físico o de los lazos que se crean por la sangre; se encontraban unidas por los lazos invisibles del espíritu. Pertenecían a una familia de mujeres en la que era incuestionable la fuerza y el poder que éstas poseían. A cierta distancia eran observadas por las miradas furtivas y divertidas de la servidumbre nativa que las asistía en aquella improvisada sala de partos instalada en la habitación principal de la Casona.

    A diferencia de Antonia y de Luisa, que eran de mediana estatura, casi bajitas y en las que con los años sus cuerpos se volvían regordetes y surgían las tan comunes expresiones de: ¡oh, esto antes lo comía y no aumentaba ni un gramo, y ahora lo como y se queda aquí! y señalaban la parte del cuerpo en la que se alojaba la comida, casi siempre en las caderas bien dotadas que ya poseían desde la juventud o en los exuberantes senos blancos y bien formados, Felice era alta y delgada, con una delgadez firme y a veces seca y enjuta; erguida siempre y de porte fino y aristócrata, suave en su andar que a veces parecía que se deslizaba sobre los rojos adoquines del patio grande.

    Pasaban los años y la niña crecía y olvidaba y todo a su alrededor parecía que ayudaba a que olvidara; era como si fuera poco a poco cayendo en un vertiginoso remolino que conforme era veloz y atrayente se convertía en lento, pesado y aletargado, pero igualmente poderoso y destructivo.

    Por dominio de su linaje, durante los años de su infancia rodearon a la pequeña Beatrice seres misteriosos y poderosos envueltos en la más abrumadora cotidianidad: nanas, ancianas vestidas con ropajes oscuros que ocultaban unos hermosos ojos azules en rostros blancos y suaves, como los personajes de las historias que le eran leídas; mujeres jóvenes y de edades maduras cubiertas de joyas, collares, anillos y brazaletes de colores llamativos y festivos sobre brazos de marfil; perfumes, voces, cuerpos, luces y sombras. Siempre estaba rodeada por adultos, ella no convivía con niñas, no, nunca con niñas y menos aún con niños, ellos no eran parte de su experiencia diaria, resultaban seres alejados y extraños a su realidad. Crecía y su madre y la abuela Felice estaban siempre ahí; presentes y poderosas, encargadas de su cuidado y de su educación, envueltas en un halo de misterios y secretos y al mismo tiempo de cosas sencillas como los juegos, las charlas, las lecturas y los paseos. Durante los años de su infancia le contaron historias, muchas historias; eran tan fantásticas como las mujeres que se las contaban, sus amadas, siempre amadas abuelas. A su alrededor había libros, muchos libros, de gran tamaño, tan grandes que ella no podía levantarlos y estando sentada sobre el tapete de colores rojos y negros de la habitación de su madre apenas y los podía sostener sobre sus pequeñas y rollizas piernas blancas, y olían; ¡cómo olían! Ese olor a libro que se mezclaba con la suavidad de la voz de quien lo leía y que parecía que se volvían uno solo. Libros, pinturas, dibujos, música, una música oculta que sólo ella percibía; corredores, algarabía de pájaros; olor, sí un delicioso aroma a hierbas que se mezclaba con el de los rancios libros. Estas pequeñas delicias cotidianas las vivió desde antes de su nacimiento; su madre hablaba con ella, le leía y le explicaba los misterios del hombre y los secretos de la creación; la niña paseaba en el vientre de su madre acompañada de las voces de su abuela y de las mujeres que, más tarde le irían develando en sus sueños los secretos del espíritu.

    Pasaron los primeros años de su infancia rodeada por este velo de protección hasta que su madre se vio en la necesidad de cumplir con las conveniencias de la época y llevarla al Instituto para Niñas en el que recibiría una educación formal y pertinente de acuerdo con los intereses de la sociedad decadente en la que se encontraban. Esta decisión le costó mucho a su madre, pero Amelia, encargada de sus vidas y haciendas por ese tiempo la obligó a hacerlo de tal forma que sus intentos porque la niña permaneciera libre y a su cuidado no tuvieron ningún efecto, ni siquiera la petición expresa por parte del padre de la pequeña Beatrice quien aceptó calladamente como en otras ocasiones la imposición que hacía Amelia ante las decisiones de su vida.

    Desde que la pequeña Beatrice tuvo memoria llevaba anudada al cuello una cintilla de color café oscuro de la que pendía una especie de medallón con una figura y una extraña inscripción grabada en lenguas antiguas, era el amuleto de poder que su abuela le había regalado siendo ella apenas una niña y que la protegería de la fatalidad del destino que la esperaba. Se lo había entregado en aquél cuarto en el que tenían confinada a la bella anciana, para, como más tarde lo sabría Beatrice, ella misma había decidido aislarse para alejarse del infierno de mentiras en las que se había fundado su vida, su seguridad económica y su estancia en aquella casa y en aquel extraño país al que había llegado en su juventud y del que nada conocía ni comprendía y que ¡por supuesto! no le interesaba en lo más mínimo, culpable indefenso de su frustración y enojo por toda una vida de represión y silencio. Felice vivía en aquella Casona entre paredes altas como murallas que la separaban de la vida diaria de aquél pueblo que la rechazaba y la incomprendía en medio de burlas y sarcasmos a medias

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