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Pláticas De Sobremesa
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Libro electrónico658 páginas10 horas

Pláticas De Sobremesa

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La autora narra parte de la historia de su pueblo.  Una  villa poblana que se vuelve atractiva para muchos después de la independencia de México, cuando el país estaba en un completo caos.  De pronto comienza la inmigración.  Comienzan a llegar familias, abren tienditas, negocios varios.  Las familias fundadoras no eran muchas; se empiezan a casar entre ellos dando como resultado que se emparentaran, a tal punto que era difícil conseguir pareja.  

Explica las costumbres de la época, describe a los personajes clásicos del lugar, sus tiendas, mesones, hoteles, fondas, escuelas particulares.  Cuenta cómo llegó su abuelo paterno al poblado, proveniente de Jicolapa.  Del lado materno el arribo de su abuelo y hermanos, los Martínez, inmigrantes españoles. Relata cómo se fueron formando las generaciones hasta llegar con ella, “La Hormiga”.

“Pláticas de Sobremesa” es un regreso al pasado.  Sin ser novela, te atrapa con relatos de familia, relatos autobiográficos, varios son divertidos.  Fueron varios años de investigación, entrevistas dando como resultado este volumen.  Al leerlo los lectores saborearán su contenido: Los bailes del huarache, los bailes de la zapatilla; organizados por los de “la orilla” y “los del centro”, las mascaradas, las galletadas, la llegada del cine mudo.

IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento31 oct 2017
ISBN9781543460308
Pláticas De Sobremesa
Autor

Esperanza Gómez Salas

Esperanza Gómez Salas, La Hormiga, es Licenciada en Administación de Empresas por la Universidad Autónoma de Puebla. Sus primeros empleos fueron en el sector privado. Casó con un miembro de la Marina de los Estados Unidos en 1997. Residió en los US 16 años. Otros tantos los había trabajado en la Embajada Americana en México, en Paseo de la Reforma, desempeñándose en las oficinas de Finanzas y Contabilidad, así como en la Oficina de Protocolo, en la Residencia del Embajador John Dimitri Negroponte. El vivir lejos de su pueblo la acercó a descubrir sus raíces. Siempre ha sido amante de la historia, los museos, los viajes, es devoradora de libros. Llegó al punto de documentar la historia de su familia, la familia Gómez Salas y la de su terruño Xicotepec de Juárez (Villa Juárez) en la sierra norte de Puebla, después de escuchar de sus padres, familiares y amigos sus relatos en las pláticas de sobremesa; decidió que esos datos no debían perderse, así nació la idea de agruparlos en este libro. Se dio a la tarea de entrevistar a todas las personas mayores que sabía contaban con la información que necesitaba. Acudió a su numerosa familia para conseguir que le platicaran de sus padres, abuelos, bisbuelos. Bastantes veces estas personas compartieron fotos, memorias, cartas, biografías, diarios, revistas, periódicos. Las charlas fueron en las cafeterías, el mercado, en las casas, en las reuniones, fiestas, en la calle, donde se podía. Su cometido le llevó varios años. Aún continúa conversando, entrevistando gente, tomando notas, escribiendo. Es además autora de “Casa Gómez” y “Anecdotario.” Viviendo en los Estados Unidos participó en dos ocasiones en concursos del Canal 22 Internacional para seleccionar las mejores historietas, las dos veces sus relatos fueron seleccionados y presentados en la televisión. Actualmente vive entre su terruño y San Antonio, TX.

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    Un hermoso recuerdo de mi tierra, de bellos amaneceres, de olor a café, de estar cerca del cielo

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Pláticas De Sobremesa - Esperanza Gómez Salas

Pláticas de

Sobremesa

Esperanza Gómez Salas

Copyright © 2017 by Esperanza Gómez Salas.

Library of Congress Control Number:         2017916249

ISBN:                   Softcover                                 978-1-5434-6029-2

                            eBook                                       978-1-5434-6030-8

All rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval system, without permission in writing from the copyright owner.

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Rev. date: 10/31/2017

Xlibris

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www.Xlibris.com

767478

CONTENIDO

Capítulo 1 José María Gómez Aguirre, El Sr. de Jicolapa. Los Gómez Díaz.

Capítulo 2 Mamá Dimpna, Nina. El flechazo. Muerte de Don Chema.

Capítulo 3 El noviazgo, la boda.

Capítulo 4 Los Martínez. Los bisabuelos Flavio Martínez y Rosario Barros.

Capítulo 5 Los Salas. El bisabuelo Constancio: Pagüelito, el abuelito Constancio: Tancho.

Capítulo 6 La tienda de la esquina. La compra del terreno en el centro.

Capítulo 7 La Hormiga. Nacimiento, niñez.

Capítulo 8 La construcción, viviendo en las bodegas, nuestra casa, las mercancías.

Capítulo 9 Don Mode. Don Noé. La visita de año nuevo.

Capítulo 10 Esas cenas de navidad y de año nuevo.

Capítulo 11 Entre la escuela y el mostrador.

Capítulo 12 Las Vacaciones

Capítulo 13 Todos Santos. Gui Shantoro.

Capítulo 14 Villa Tiros. Huachi Balas.

Capítulo 15 Feria Regional, Agrícola, Ganadera y del Café.

Capítulo 16 Amenidades.

Capítulo 17 El asesinato del presidente Venustiano Carranza. La Mesa del abuelo Chema y el velorio.

Capítulo 18 Fidel Castro Ruz en Villa Juárez.

Bibliografía

CONTENIDO

CAPÍTULO 1

José María Gómez Aguirre "El Sr. De Jicolapa. Los Gómez Díaz.

El Sr. De Jicolapa - Tierra de promisión - El Puente Apatlaco – P’nombrecitos - De Beristain a la ciudad de los Palacios - El viaje de Rubén - Los mesones- El mesón de Doña Antonia González Valderrábano - Hotel- tienda-mesón del Sr. Alfredo Santos Martínez, Hotel Hidalgo- Salsipuedes - El Mesón de Don Antonio Santos Martínez - La tienda - Su acáchul - Los propios - Los velorios-Domicilio conocido - Se puebla la Xicotera – Libaneses - Pa’ nombrecitos - Se congestionó - ¿Qué nombre les pondremos? - El abuelito Chema. Su hortaliza - El café con piloncillo - El pollo- Su tienda - Su casa - El callejón - Fábrica de jabón, Vinos, la cerería - La lejía. El acáchul - El abuelo Chema en palacio nacional - La víbora - Los cartones - Miércoles y sábado, hoy toca: Baño - Su sótano - La tienda de Chema no tenía nombre - Muere la abue Hermelinda - La tía María- Los duendes -Tío Froílán- Tío Israél - Las tías - El circo - El uniforme militar- La torta de chorizo - Las cuelgas, Las Vicentas - La alberca de Chema y las galletadas - El pulque del abuelo, el cine Mudo - El cine Sonoro - La llegada a Villa del primer carro - Los del Centro, los de la Orilla - Papá Noé, el Neo - Las orejas de burro - La Sra. Tentación, La Llorona - A punta de groserías - Egusfón Flirus - El Chinco- El salvavidas - La tienda del Neo - De la Calleja - Le apagaban la vela"- !!! Confesión, Confesión¡!!! - Las Ánimas del purgatorio.

CAPÍTULO 2

Mamá Dimpna, Nina. El Flechazo. Muerte de Don Chema.

Mamá - La terrible sequía. - Aunque ¿Ud. no lo crea? Y los topiles". - Los Topiles - Castigada - La lección de Nina - A escondidas - De pipa y guante - Bienvenidos niños refugiados españoles - La expropiación petrolera - Los bailes de Apapantilla - De Mecapalapa a Xico a caballo – Las víboras voladoras - El dentista - El Flechazo - Muerte de Don Chema.

CAPÍTULO 3

El Noviazgo, la boda.

El Neo y Nina - Las serenatas - Ruiponche - Feo Fuerte y Formal - El equipo, Las Donas - La intriga - La boda por lo civil - Los invitados - El retorno - Boda por la iglesia - La fiesta - Tuvieron que vender las arras - La foto de bodas.

CAPÍTULO 4

Los Martínez, los bisabuelos Flavio Martínez y Rosario Barros.

Pioneros - Era barbero - Pater familias - Flavio en la Xicotera - La apuesta - Historias de Teziutlán: El Caballero elegante – La influenza española – Las 8 me dieron en Querétaro - Los tíos – Saúl - Mario - Rosa Aurora - Abuelita Esperanza, su niñez - La serenata - Los mundos - Se la robó - Esperancita en Mecapalapa - Haciendo tamales de María Cacao - Abuelita Esperancita en Palacio Nacional - La lluvia de peces - De la cintura pa’ riba - Remedio contra la peste - Mario, la tragedia - La tía Evita y su mortaja - El caldito de frijoles, - que siempre no - La mortaja de Esperancita.

CAPÍTULO 5

Los Salas. El bisabuelo Constancio: Pagüelito. El abuelo Constancio: Tancho. Mamá Dimpna.

El Pagüelito - Margarita, te voy a contar un cuento - El pastel - La piñata - Las abejas - El malacachón - La herencia del Pagüelito, la paila con monedas de oro y plata - Constancio y Sofía - La fuga - La maldición - The end.

Abuelito Constancio, ¡Qué re jiju e malas! - La revolución, cuelgan al Pagüelito en una Ceiba - Como las cotorras - El que la hace la paga - Se lo hicieron topillo - Le cortó la cabeza - El destino.

CAPÍTULO 6

La tienda de la esquina. La compra del terreno del centro.

La tienda de la esquina - Piso de tierra - Prendiendo y apagando la luz - La tienda de papá no tenía nombre - Ingo de China - De a centavo - El negocio del queso añejo - Bebidas embriagantes - Refino, cervezas, y refrescos al tiempo - El pipi’s room de la tienda - Madeo - Nada de vender copa - El cajón de los pesos - Los envoltorios - El dinero en un costal - La masilla, las encaladas - Dulces a precio de oro - Los vehículos - El primer banco, los primeros teléfonos, el teléfono # 10 - La compra del terreno del centro - El regalo - Los ovnis.

CAPÍTULO 7

La Hormiga, nacimiento, niñez.

Su nacimiento - Nana Panchita - El clima, la neblina. Apoxcahuado - Los juegos - El Lindo pescadito - El coreano- Misas en latín - Los tours - A cumplir con una manda - Lidia.

CAPÍTULO 8

La construcción, viviendo en las bodegas, nuestra casa, las mercancías.

La construcción - Primera venta - La inauguración - Las tres de sol - Se hará presente su cariño - Vendiendo - Don Noé y Doña Dimpna - La cerería - Viviendo en las bodegas - Nuestra casa - Los proveedores - No sea que se vaya a robar el plato - Los habanos - Los caldos. El tequila.

CAPÍTULO 9

Don Mode, don Noé, la visita de año nuevo.

Don Mode. La cerería. El incendio - Don Noé, éstos son mis vinos y mi cama, gatos en reversa – Habló con una sirvienta - La visita de año nuevo.

CAPÍTULO 10

Esas cenas de navidad y de año nuevo.

La matada del guajolote - La deshuesada del pavo - Las recetas de antes - La cena, - Que has de hacer - Los abrazos de navidad y de año nuevo - Las misas de gallo - Me da veinte centavos de pellejos y mi calendario - Mi año nuevo - Ventas decembrinas - El piñatazo de Filemón y Gudelia - La de la bicicleta

CAPÍTULO 11

Entre la escuela y el mostrador.

El regalo - Los padrecitos - ¿Para cuántas cuadras lo quiere? - Mariano Pérez - A la escuela - Bromas, peleas de box de mujeres - Los Apodos. - Las Chochis, La Hormiga - El Media Vida - Las purgas - El Ninaná - La escuela de las madres - Medio internas - El calabozo - Los espinozos - Los niños tarcisios - Las veladas en el Cine Garza - Los desfiles - La kermess - El internado - El crepé, la laca - Las pepitorias - La Hormiga en palacio nacional - Fotos de ovalito - Los padrinos - El Sagrado Corazón - Doña pastorcita.

CAPÍTULO 12

Las vacaciones

Mecapalapa - Ando volando bajo - Las idas a los arroyos, a las pozas, al río - Hasta las cuatro - El baño de hoyito - Bañarse en la lluvia - Se le apareció el diablo – Adivinanzas - Curados de espanto - Ajocopaque - Los Chínguiris - Casa construída sobre un cube - Una de pericos - Sandino.

CAPÍTULO 13

Todos Santos - Gui Shan Toro.

Preparándonos para las ventas todosanteras - No toca Mi lindo cafetal - El Maguey- Pas que se juye - El ánima sola - El altar de muertos - Las Cuachirinepas- Las idas al panteón, de noche - Aquí nomás - ¡No, mole ya no! - Gui shantoro.

CAPÍTULO 14

Villa Tiros - Huachi Balas.

Los rivales - Se le encogió su tacuche.

CAPÍTULO 15

Feria regional, agrícola, ganadera y del café.

La feria en el centro - Los juegos - La Ola - La rueda de la fortuna - La coronación de la reina - La dedicada de canciones - Las víboras - Y, se salieron las víboras - La mujer sin cabeza - Los enanos - Los gallos - Las charredas - La exposición ganadera - La exposición del café - Los bailes - De tirantitos - A barrer - El arreglo - Sin cebolla, porque voy a bailar- Los bailadores, los éstos y las éstas"- ¡Ah!, cómo se hacían del rogar para bailar - Tip para bailar - Pa’ que mi lo cuestas - La penitencia.

CAPÍTULO 16

Amenidades.

Al puerto de Veracruz - Botica - tienda de Doña Felícitas Valderrábano López - La primera imprenta - Fábrica de limonadas - Donatos Cabrera: Donato Cabrera el gordo y Donato Cabrera el flaco- Donato Cabrera el gordo - La revolución y la quema de archivos - La Ley Calles. Los Cristeros - Los restos de un obispo, ¿cardenal? Juzgue Ud. - Donato Cabrera el flaco - La tienda de Don Macario - ¿Casa de cambio? - La Francia Marítima - Casa Alberto González y las Galletas Esponjadas. - Las Galletadas - El baile del huarache - El baile de la zapatilla - Las mascaradas - Pompas Ricas - El Dúo de los paragüas - Los Lanceros - El Teatro - Un Baile de Blanco y Negro - Las posadas - La moruza - El reloj del palacio - El Campanario - El Calvario - El Convento agustino - La Xochipila - La judas - Daría Varona - Manuelito Márquez, fotógrafo del pueblo - El Padre Panchito - la Laguna - La Loma del Obispo - Embotelladora El Paraíso. - Las Semanas Santas de antes - sábado de Gloria. El judas. Vigilia Pascua - Hotel Italia - Herrería de Roberto Cruz- - Hotel Cuevas. Hotel Lechuga - La tienda de Don Felipe Gómez Tello - Médico de la tropa - El primer médico de Xicotepec - Don Heriberto Carballo Estudillo, traumatólogo empírico - La herencia de Cleofitas - La fonda de Doña Teofilita - La primera carnicera de puerco - El teléfono - El Telégrafo - Radio - Televisión - Las teles, las antenas - El Cine Garza - Se quedaban dormidos - Zapatería de Don Luis Santos Martínez - La Zapatería de Don Celestino Maldonado - las secadoras de antes - Profesor Benigno Zayas Márquez - Fray Juan de Zumárraga - Obispo Juan de Palafox y Mendoza - Porfirio Díaz - El almuerzo ofrecido por el Ing. Enrique Téllez al presidente Porfirio Díaz - La mesa - Francisco I. Madero - Venustiano Carranza - El ex rey de Rumanía - La plana mayor cubana - De Ultramar - El viaje de las Adelitas - La cantaora y la bailaora - Aurelio Lombardía Zardaín.

CAPÍTULO 17

El asesinato del presidente Venustiano Carranza. La mesa del Abuelo Chema y el velorio.

El traslado del cuerpo inerte de Don Venustiano Carranza a Villa Juárez - La mesa del abuelo Chema - El velorio de Carranza - La caja.

CAPÍTULO 18

Fidel Castro Ruz en Villa Juárez.

Casa Lombardía y la revolución cubana - la propiedad - Rafael Burgunder Leicegui - El búnker - El baño- La alberca - La cercanía de Casa Lombardía con las habitaciones del Hotel Mi Ranchito - Testimonios - Los barbudos - El barbudo de Quique Téllez" - Las enchiladas de Mele. Las pastillas - A nadar - Gloria Lozano - La primera casa de Mi Ranchito - Navegó en el Granma - Xicotepec testigo de la revolución cubana. Tensión en Mi Ranchito.

DEDICATORIA

Con todo mi cariño,

A mis padres Noé y Dimpna por habernos acogido alrededor de la mesa del comedor de nuestro hogar desde que éramos niños para escuchar sus relatos de antaño durante las sobremesas.

Estoy en deuda con mamá Dimpna, quien me dedicó horas, me permitió grabarla durante varios años. Escuchaba de ella durante el desayuno, comida y cena epopeyas de su tierra natal y las de su nuevo pueblo. Gracias mami.

¡A mi esposo Billy Jack Whitley! ¡Toda mi gratitud! Gracias güerito por acompañarme a las entrevistas, por ayudarme a investigar, tomar las fotos, sacar copias, pero, sobre todo, gracias por apoyarme en mi proyecto.

A mis hermanos y, a todos los buenos amigos que me ayudaron en esta labor, solo me queda decirles que, gracias a muchas de sus historias, ahora podemos disfrutar este libro.

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Abuelo Chema y Abuela Hermelinda - Fotos de archivo Familia Gómez

CAPÍTULO 1

José María Gómez Aguirre, "El Sr.

de Jicolapa". Los Gómez Díaz.

Estimados lectores, soy "la Hormiga" y les voy a platicar, de antes.

El Sr. De Jicolapa. Al abuelito Chema solo lo conocí de oídas. Todo lo que les voy a relatar de él, me lo platicó la familia, las amistades. Conservo únicamente tres de sus fotografías.

Cerca de Zacatlán, ciudad poblana, vieja, famosa por sus manzanas rayadas, excelente destino para los que quieran vivir en este planeta tierra, chorromil chorroscientos años, ya que dicen que en ese sitio la gente se muere de vieja y donde el dicho reza para chismes y campanas, Zacatlán de las manzanas, hay un lugar que se llama Jicolapa, ahí merito nació en 1880, en el año de la canica, nuestro abuelito paterno, José María Gómez Aguirre, a quien de cariño le dijimos Chema. La casa donde vivio sus primeros años fue sencilla, con pilares de mampostería y tablas. Varios nogales y uno que otro árbol frutal la rodeaban. Sin lugar a duda, el lugar más apacible y atractivo para nuestro abue, lo constituía un manantial de aguas cristalinas, donde solía pasar algunos de los pocos momentos que tenía para descansar.

Ora sí que, Chema vino al mundo, en el año del caldo. Era presidente de México Don Porfis Díaz. Estábamos en pleno porfiriato afrancesado. Las familias eran muy conservadoras. La disciplina se llevaba muy bien con los golpes, iban de la mano. A los papás, a los abuelos, se les hablaba de, usted y no de, tú. En muchos hogares y como si hubieran pertenecido al gremio religioso, a ellos se les debía besar la mano al saludarlos en señal de respeto. Les anteponían el Don, y el Doña a las personas mayores para mostrar su consideración, para resaltar su estatus social, o por cortesía. En el pasado el Don, Doña fue un término que se utilizó tanto en la provincia, como en las grandes ciudades. Claro que usaban también el Señor, Señora, Señorita, Señorito. El Señorita, Señorito era usado para los solteros castos. Era un insulto, una falta de respeto decirle, - señora, a una chica que no era casada y además virgen, ella podía contestar muy indignada, — señorita, por favor.

Los padrinos de bautizo tomaban muy en serio su rol al aceptar el padrinaje, la protección de un recién nacido. Casi, casi se obligaban a velar por el bienestar y fututro de sus ahijados en caso de que fallecieran los padres.

Como la vida nos lo aporreó, Chema maduró tempranamente. Desde niño supo lo que quiso: Iniciar una nueva vida en otro lado, tener su propio negocio, ser él mismo su patrón. No pensó en el norte, ni en el sur de la República Mexicana, quiso Don José María seguir viviendo en suelo poblano, por eso se dirigió a Villa Juárez. Al llegar, trabajó de lo único que podía aspirar un jovencito sin capital: Como dependiente de una tienda de abarrotes en general. Luego abriría su propio negocio y se daría a conocer fabricando jabón, lejía y vinos. A Chemita le tocó vivir en nuestro pueblo el momento histórico del asesinato de presidente Venustiano Carranza en 1920, en Tlaxcalantongo, Pue. Después de muerto, el cadáver del Barón de Cuatro Ciénegas fue traído a Villa Juárez. Por aras del destino, la mesa donde boleaba su cera José María fue la usada para que velaran el cuerpo. Tuvo la oportunidad de saludar en persona al presidente de la República Emilio Portes Gil en Palacio Nacional.

Fue el creador del vino de Acáchul. Lo más importante para mí, es que fue mi abuelo. Desgraciadamente cuando nací, el abuelito Chema ya se nos había ido. No lo conocí, supe de él al igual que de muchos relatos que incluyo en esta obra, por papá, mamá, otros familiares y amigos que nos hablaron de ellos durante las pláticas de sobremesa.

Mis respetos para Don Chema, — me quito el sombrero, todavía me dicen algunos que lo conocieron. Nada más chequen su curriculum: Aprendió a temprana edad a hacer tantas cosas, que en Villa Juárez todos decían que Don José María era muy industrioso." Hacía vinos y licores, jabones para lavar la ropa y lejía para blanquearla, jabones de tocador, cremas, perfumes, cera blanca y amarilla, sombreros, petates, morrales, frutas en conservas, verduras en escabeche, chiles, zanahorias y cebollas en vinagre, quesos. Sabía como cultivar la tierra: Fue dueño de una gran hortaliza, además contaba con experiencia en la crianza de animales.

Su padre se llamó Martín Gómez, su mamá Guadalupe Aguirre. Tuvo dos hermanos: José de la Luz (tío Lucho) y Manuel. La mamá de Martín Gómez, se llamaba María Francisca.

Su niñez fue muy triste; la muerte sorprendió a sus padres cuando era un pequeñín; su hermana se hizo cargo del huerfanito por encargo, no por querencia, no lo trató bien. Era muy estricta y rigurosa en su educación. Lo obligaba a pronunciar una serie interminable de oraciones, si es que quería comer. Comenzaba a trabajar muy temprano con el estómago vacío, se parecía a los maderos de San Juan que piden pan y no les dan. Para sobrevivir, de chiquillo, Chemita se ganó la vida como borreguerro. Le cuidaba los borregos a un tío- padrino que vivía en Zacatlán. Solo tenía ocho añitos. Se levantaba a las tres de la mañana. Este padrino lo enseñó a trabajar. Todo lo que sabía hacer José María lo aprendió de él. Este buen hombre fue su maestro, su guía. Es verdad, que a nadie le falta Dios, Chemita tuvo además de a su padrino, otro angelote de la guarda que vio por él, éste ser, era una piadosa mujer de nombre Rosita, prima de su mamá, quien vivía en la ciudad de Puebla.

Tierra de promisión. No están Uds. para saberlo, ni yo para contarlo, pero el jovencito Chema no estaba a gusto con su vida familiar, ansiaba con toda el alma vivir en otro lado, anhelaba tener una verdadera familia. Escuchó que varias personas de Zacatlán y Chignahuapan se habían trasladado a Villa Juárez y les iba bien en el comercio; todo aquél que llegaba con deseos de hacer dinero, lo lograba. A esta villa llegaban comerciantes, arrieros, gente de razón e indígenas de diferentes rancherías, pueblitos, a comprar y a vender sus productos. En este lugar el comercio fluía, de todos lados aparecían mercaderes. Así es que nuestro abue, con unos cuantos trapitos, escaso de dinero, partió del lugar que lo vio nacer, lleno de ilusiones.

Fue primero por su tía Rosita a la ciudad de Puebla, donde residía ella sola. Era soltera y quería mucho a su sobrino huerfanito de Jicolapa. Rosita, trabajó de doméstica al servicio de la familia de Don Tiburcio Díaz, quien fuera nuestro bisabuelo paterno, Chemita se metió de dependiente. Tía Rosita estaba maravillada con la vegetación del lugar, todo se daba, las hierbas de olor, las plantas, las flores, las verduras, frutas, había muchos árboles. Tía Rosita había nacido en la Angelólopolis. La familia de ella le había dejado una herencia al abuelo, solo que éste la rehusó.

Rosita era una mujer atractiva, tenía tipo de francesa: Güerita, ojos azules, pelo ondulado tirándole a chino, esbelta. Vestía enagüas y blusón. No se casó. Contaba mamá que no era afecta al baño, lo evitaba, le gustaba conservarse en su jugo. La tía quería mucho a su sobrino Chema. Ella presintió muy bien que José María, que ahora ya contaba con doce años, estaría muy bien en Villa Juárez.

El Puente de Apatlaco. El abuelito y la tía Rosita arribaron a Villa Juárez, caminando, alrededor de 1892. Entraron a Villa Juárez por el Puente Apatlaco, de piedra. Todos los viajeros para entrar a esta población lo hacían a través de esta pasarela que aún existe hasta nuestros días y que se encuentra cerca de donde estuvo la antigua alberca del Hotel Mi Ranchito. Ahí todavía yace una inscripción que dice:

A Jico

1 ½ Kilómetros

Puente de Apatlacco,

Esta obra se concluyó en febrero de 1877 bajo la dirección del artista C. Luis Martínez, siendo alcalde el C. Jesús Lechuga y Síndico el C. M.

El puente fue transitado a pie, a caballo, en diligencia y hasta en coche cuando ya los hubo. Al pasar el puente a formar parte del Hotel Mi Ranchito, quedó para muchos en el olvido.

José María al llegar al lugar, buscó primero a una persona que pensó era su amistad, lo buscó, le pidió ayuda, solo para darse cuenta de que ésta, no iba a llegar. Había encontrado a su conocido, y este individuo, que solo unos meses antes, le había prometido ayudarlo a establecerse, de "dientes pa’ fuera" le había dicho, muchacho, — si algún día vas por Villa Juárez, — búscame, — para lo que sea, — para lo que se te ofrezca, — cuentas conmigo. ¿Sí, ¿cómo no? Esa fue la primera traba que se encontró al llegar al lugar. — Y, — ora, — y, ora se repetía a sí mismo, Chema. Ahora, ya no se se podía dar el lujo de cambiar de idea; ya estaba aquí; debía seguir adelante, no tenía planes de regresarse; su boleto no era de viaje redondo: Era solo de ida. El abuelo, había llegado para quedarse, a un lugar donde no tenía amigos, solo su tía Rosita. Afortudanamdemte le fue muy bien en su nueva tierra. Le ayudó a seguir adelante su carácter emprendedor, su formalidad, honestidad. Trabajó de dependiente, como empleado en la tienda de Don Enrique Morales.

Pa’ nombrecitos. El bisabuelo Tiburcio Díaz y su esposa Carmelita Márquez Aguilar, habían tenido seis hijos: Epitacia, Hermelinda, Román, Agapito, Billibaldo, Emilio. Los Díaz fueron originarios de Oaxaca, los Márquez de San Agustín. Carmelita nació en Pápalo. De la bisabuelita Carmelita la gente decía que, había sido pushca (ricota) pues había heredado una gran cantidad de cabezas de ganado de sus padres. A la tía Epitacia de cariño le dijero Tía Pitita o Tía Epitacita.

La tía Epitacia Díaz y su papá Tiburcio, se quedaron impresionados de Chema, por su capacidad de trabajo y lo laborioso que era. No daban crédito que José María supiera hacer tantas cosas, todas bien hechas; se dieron cuenta que ese joven, siendo un huérfano, sin tener un capital; no provenir de una familia adinerada, tenía futuro. Inmediatamente Epitacita pensó que ese muchacho le convenía a su hermana como marido; la hizo de cupido, dando por resultado que se comprometieran y hubiera bodorrio. —No tengo nada que ofrecerte, — Hermelinda, — solo mi trabajo y mi rectitud, — le había dicho José María a la abuelita Hermelinda Díaz Márquez.

Los recién casados rentaron un cuartito. A ninguno de los dos se les vino el mundo encima, los dos deseaban salir adelante, honradamente. Hermelinda comenzó a vender dulces, cigarros, jabones, afuera de su vivienda, en una caja vacía de madera mostraba sus productos. Vendía también un refresco que ella misma elaboraba que le llamaban garapiña. Esta bebida llevaba piña, canela, piloncillo, nuez moscada. Chema comenzó a fabricar jabón, él había comenzado a palearlo desde los ocho años. Haciendo jabón y lejía, vendiéndolos, José María se dio a conocer. Al mismo tiempo comenzó a elaborar todas las otras cosas que había aprendido a hacer con su padrino, entre ellas los vinos.

Para cuando el abuelo llegó a este húmedo poblado, nos llamábamos Villa Juárez. No siempre fue así. Nuestra tierra era conocida en la época prehispánica como Xicotepetl, en el Códice de Xicotepec aparecemos con el nombre de Xicotepec. En el siglo XVI que es cuando llegaron los españoles y fundaron nuestro terruño, seguro la iglesia católica dijo: — Amo, ató— matarili— rili rón, — ¿qué nombre les pondremos?, — matarili, rili, rón, — les pondremos San José de Xicotepec, — matarili rili rón, — este nombre si nos gusta…. Y nos bautizaron como San José de Xicotepec, con este nombre nos conocieron hasta 1754, en serio que esta denominación, ¡sonaba!!! ¡Padrísimo!!! ¡Qué bonito nombre!!!

A fines del siglo XIX nos convertimos en una villa,de ahí el nombre de Villa Juárez,(en honor al benemérito) durante la revolución y después de ella, seguíamos con el mismo nombrecito, aunque por no comportarnos muy bien que digamos, y por tratar de resolver los problemas con las pistolas, nos llamaron burlona y extraoficialmente Villatiros, mal de muchos, consuelo de tontos, dice un refrán por ahí, por el amor de Dios, si no éramos los únicos mal portados en la región, a Huachinango le llamaban, Huachibalas. ¡En 1960 nuestro terruño deja de ser una villa, lo elevan a categoría de ciudad! ¡Oh my God! Ciudad Xicotepec de Juárez. Y, en esas estamos. ¡y miren! ¡Hago changuitos para que no nos vuelvan a nombrar de otra manera!

Ahora me van a preguntar, — ¿dónde canijos está Xicotepec de Juárez? Les responderé, — está en la sierra norte del estado de Puebla, — a lo mejor, los dejé igual, — bueno, si toman la carretera México – Tuxpan desde la capital mexicana, pasarán por este poblado. Estamos adelante de la Presa de Necaxa. Gracias a la nueva super carretera, en casi poquito más dos horas, saliendo del D.F. ojo, aclaro, sin tráfico y sin plantones, se encontrarán en este lugar, que por cierto es ya, Pueblo Mágico. Siempre hemos sido favorecidos por las lluvias, la neblina y el chipichipi, por consiguiente, sobra la humedad, actualmente somos una ciudad pintoresca, verdecita, pues estamos bañados de mucha vegetación.

¡Me referiré a mi terruño como "Xico, Jico, ¡La Xicotera"! Y, por favor, discúlpenme ¡Really, Sorry! ¡Si se me sale el, !!!Villa Juárez!!!; en honor a la verdad, yo crecí llamándolo así. En mi mente, mi pueblo, así se llama. Se los advierto para no "hacerlos bolas."

Nuestro gentilicio está de no fácil pronunciación. Es ideal para un trabalenguas: Xicotepecano o xicotepequence. Me encanta el de villajuarense o como nos llamaba el Negro, Alfonso Gómez Santamaría, otro nieto del abue Chema, los paisanos de la Xicotera"

Tía Rosita se llevó bien con la familia de su sobrino. Adoraba a Chema. Cuando se casan mis padres en 1943 y con la llegada de mi hermano mayor, Rosita se encariña tanto con él, que de plano les pide a mis papás quedarse a vivir con ellos para cuidarles al niño. A tía, la comida le quedaba siempre como para decirle, - tía, ¿me puede servir otro poquito de guisado?. Lo mejor de sus platillos eran sus molitos. A los tres años de hacerles compañía, pasó a mejor vida. Murió de viejita, fue velada en la casa que una vez habitaran mis papás, en la calle de Guerrero # 106.

Chema llegó a Xico por el año de 1892, la población era muy pequeña, había pocas familias. En el centro, zócalo existían muy pocas casas construídas, algunas hechas de mampostería y artezón de madera, con tejas; no todas, ya que había casitas hechas de tejamanil y tablas, con horcones, otras eran de tabla y techos de hojarasca o zacate, pisos de tierra. El monte, los jegüites cubrían todo el cerro del Xicotepetl, llamado por algunos El Cojolite llegando casi hasta el zócalo. Para1880 podíamos decir, que el pueblo estaba cerca del cerro. Como no había carretera, la gente caminaba por las veredas, se iban a pie, usaban los caballos, los burros como medio de transporte. — Seño, — me dijo un señor, —es que no había brecha. Supe de personas que vendían pan, como necesitaban caminar de noche, se ponían un candil arriba de su cabeza para alumbrarse. En pocas palabras, no era nada fácil ejercer el comercio para algunos, en esos días.

De Beristain a la ciudad de los palacios. Los arrieros jugaron un papel importantísimo en el comercio rural; transportaban las mercancías a lomo de mula en esos caminos llamados de herradura. La arrierada llegaba a Xico con sus bestias cargadas de productos, las vendían, descansaban los arrieros y sus animales esa noche en un mesón, al otro día compraban en las tiendas de abarrotes y se regresaban con su carga a sus rancherías. Tantos los arrieros, como el resto de la población, en estas jornadas de a caballo, o caminando, necesitaban un lugar para descansar, pasar la noche. Los arrieros y los demás viajeros pernoctaron en los mesones. Tuvimos muchos en el pueblo. Las personas salían de su ranchería, pueblo; llegaban a Xico en la tarde; se quedaban en un mesón; en un hotel cuando ya operaba el Hotel Hidalgo del Sr. Alfredo Santos; en el Hotel Italia de los Esquitín; otros pedían permiso para quedarse a dormir en casa de algún familiar o conocido.

Los que necesitaban tomar el tren en Beristain para llegar a la ciudad de México, al otro día, de madrugada debían caminar desde aquí, algunas horas, dicen algunas personas que eran hasta ocho horas de camino; se iban por sus atajos, si el tiempo estaba bueno, iban llegando a tiempo al pueblo de Beristain, donde se encontraba una estación de tren. De Xico a Huachi, caminando, a patín, el trayecto se les hacía largo; pasando Huachi sentían que ya habían llegado; los afortunados que tenían caballos hacían la jornada en tres, cuatro horas. De La Unión a Xico eran dos horas a caballo. En los 1930’s ya algunas chicas usaban para estas cabalgatas falda pantalón. De la ciudad de México llegaba diariamente un tren a Beristain a las once de la mañana, — se hacía una enorme plaza, los pasajeros que bajaban, comían algo y continuaban su viaje.

El tren que salía de la estación de Buenavista de la capital se venía por Tizayuca, Tezontepec, Zempoala, Ventoquipa, Tulancingo, Ahuazotepec, Beristain. El recorrido era como de aproximadamente ocho horas. De Beristain a Necaxa solo había una vía estrecha, que era usada por la compañía de Luz de Necaxa. En ese trenecito o autovía, transportaron de Necaxa a Beristain el cadáver del presidente Venustiano Carranza. Los del rumbo salían para la capital mexicana de la estación de Beristain. Este tren transportaba lo mismo, animales, personas, mercancías. Si viajaba Ud. en segunda clase, podía venir sentadito y a su lado alguien podía traer de acompañante un perro, un puequito, unas gallinas. Se pagaba por primera, segunda y a lo mejor hasta tercera clase como en el Titanic. La primera clase contaba con asientos acojinados, un baño cerca. Disponía de vagones de carga para maíz, frijol, azúcar, pulque. Los empleados andaban uniformados, maquinista, garrotero, el que cobraba los boletos.

El viaje de Rubén. Rubén Gómez Cabrera, otro nieto del abuelo Chema me describíó un viaje en tren saliendo de Xico, llegando a Beristain, de ahí a la capital por 1933. — "Prima, no sabes la emoción que me embargaba, — saber que iba a ir con mi jefe a la capital, en tren, — me hacía perder el sueño. — Papá iba a México, al mercado de la Merced a comprar cosas para su sombrerería y jarciaría. — Mamá nos ponía un lonchecito. — A nosotros ya no nos tocó caminar, en esos días, — nos íbamos en una carcachita de Don Moísés Téllez, — había también otras camionetitas, cochecitos viejos, de modelos atrasados, que llevaban al público de Xico a la estación."

Ezequiel y Neftalí Vargas, fueron de los primeros en proporcionar este servicio en un coche Dodge.

Rubén sigue hablando, — "luego fueron como dos, tres personas las que se dedicaron a este oficio, -los vehículos estaban en mal estado, además de ser viejitos, en ocasiones debían encadenarlos por el lodo. — La duración del trayecto estaba sujeta al clima; si el éste cooperaba y el camino estaba más o menos, nos tomaría llegar en aproximadamente en carcachita dos horas, a caballo, pasando por Necaxa y cerca de Huachi, unas cuatro, cinco horas. — Eso estaba mejor, pues caminando te podías hacer como ocho horas, dependiendo del estado del tiempo.

— Usábamos los atajos, para caminar o manejar, — nos comíamos nuestro bastimento, finalmente llegábamos a la estación.—Yo estaba fascinado con el tour, aún faltaba lo mejor por venir: — El tren.— Al irse aproximando pitaba la locomotora, — todos los que esperábamos, ¡ nos llenábamos de júbilo!— En Beristain mi jefe compraba con Doña Cholita algo para comer durante el trayecto; vendían aguas, enchiladas, refrescos, café, pulque.— Cuando salía el tren volvía a pitar. — A eso de las tres de la tarde, ya hacía hambre, — comíamos en nuestros asientos. —Yo no cabía de asombro, me sentaba en la ventanilla, todo el tiempo iba admirando el panorama. — Llegar a la cd. De México era aún más emocionante. Todavía pasábamos ya dentro de la ciudad por otras estaciones. — Una de ellas era la estación de la Villa, otra era la de Peralvillo, que debíamos recorrer antes de llegar a la estación de Buenavista. En todas se detenía. — Finalmente íbamos llegando a nuestro destino: La Gran Ciudad De los Palacios, nos dirigíamos al Hotel Rioja que estaba en 5 de mayo # 45. Los comerciantes que llegaban a la capital a bordo de un vehículo, con sus mercancías, llegaban al Garage Nueva York, que se encontraba en Peralvillo."

No había caminos, asegura Don Agustín Calva, quien es aseador de calzado. — Tenían que caminar porque no cabían los animales. — El General Barrios fue quien abrió el paso, hizo la brecha, desde Huachi, Necaxa, Xico, hasta Tuxpan. — Se cobraba una cuota, llegó a pagarse 0.20 cts. por persona y 0.20 cts. por bestia en los 1920’s, de aquí a la Junta.

—"Muchos hablan re- bien del General Barrios, — menos mi papá. — Llegaba este general con sus soldados a pedirles que le ayudáramos en la faina¹, debíamos abrir caminos, — el trabajo que necesitábamos hacer no era voluntario, no era por las buenas. —Si se negaban, se los llevaban, a punta de culatazos, por dos, tres semanas, sin paga. —Les daban de comer unas gordas, — les metían una zobas — y, a ver, — ¿quién le decía a mi General Barrios, — que no?"

El General de Brigada Gabriel Barrios Cabrera por allá por el año de 1928, comunicó por medio de una ramificada red telefónica a todos los pueblos de la sierra, inició numerosos caminos vecinales y troncales, construyó muchos edificios escolares. Su obra amplia y benéfica, la dejó truncada, abandonada.

Mamá Dimpna, nos contaba que este general, con la faina, * abrió la brecha hasta Mecapala, Puebla, su tierra. Le pedía a la gente que llevara su herramienta. Andaba checando que todos trabajaran, si no, los metía en una bartolina (calabozo). La gente que no quería cooperar gratuitamente, maltratarse, debía pagar el trabajo de cinco peones. Su papá Constancio, así lo hizo.

El viaje desde algún rincón poblano a caballo, con decanso en un mesón, hotel o quedándose con algún familiar y llegar a la estación de tren de Beristain, tomar de ahí el tren a la ciudad de México podía tomar uno, dos, tres días. No cabe duda de que Beristain era la estación que conectaba a los serranos con la capital de la república, la capital del estado. Los que salían de Beristain, algunos dicen que, a las once, otros que, a las doce, algunos más aseguran que salían a la una y media; iban llegando a la cd.de México al anochecer. Era más sencillo viajar a la capital mexicana, desde Xico. Aquellos cuyo destino era la ciudad de Puebla, estaban amolados, ¡vaya que estaba largo el recorrido!, primero debían arribar a la cd. De México, de ahí tomar el tren que iba al puerto de Veracruz, el tramo para llegar a la Angelópolis tenía muchas paradas. Los que se dirigían al puerto jarcocho, sabían de antemano que les esperaban muchas estaciones.

La vida era más tranquila entonces, las personas disfrutaban estos viajes enormemente. Don Agustín, conocido por muchos, a sus 85 años y con quien me encanta platicar de antes, me decía de uno de sus amigos: — Se llamaba Benito, — seño, —compraba un bulto de sal en terrón en Beristain, — se traía cargando ese bultote de 50 kgs en la espalda, — hasta Xico— ponía su puesto exactamente donde está la asta bandera, — en el zócalo. — Ahí nos vendía la sal por cuarterón. No cabe duda de que la condición física de este pochteca debió haber sido envidiable.

Tía Tencha Cabrera contaba que ella acompañó a su tía Vicenta a la ciudad de México, en coche, en los años 1940’s. Salieron de Xico a las once de la mañana y llegaron a la capital de la república al anochecer. Pasaban por todas las poblaciones.

Los mesones. A falta de hoteles, los viajeros con sus caballos, mulas, mercancías pernoctaban en mesones. En la Xicotera hubo suficientes mesones, hasta pa’ aventar pa’ arriba, para los arrieros. Había menos lugares para pasar la noche, para los particulares y sus familias. Algunos mesones eran mejores que otros, me refiero que había mesones de diferente catego, algunos con cuartos, bacinica, agua para lavarse. Otros eran más sencillitos. Los que debían caminar y no tenían dinero para pagar por un lugarcito en el mesón, se quedaban a dormir en los corredores de las casas, en los portales, con familiares. El mesón cumplía su propósito: Albergar personas animales y cosas.

El mesón fue un lugar indispensable en todos los rincones del planeta, ya que la gente necesitaba descansar y un lugar donde pasar la noche. Podemos decir que los mesones eran los hoteles, de antes.

¡Los mesones en los Estados Unidos, los famosos inns o posadas, casi siempre ofrecían comida a sus clientes, y algo mejor! guau!!!!!! ¡Servicio de bar!!! Ya que muchos, tenían su taberna. Allá era con: Cama, comida, bebida. ¡Sí, la dormida era en cama!!! ¡Qué cama!!!! eran pequeñitas, la poca ropa para los camastros estaba sucia, olía mal, el colchón estaba en pésimo estado, eran muy viejos, las almohadas por el estilo, no había para todos, y estaban llenas de bolas. La mayoría de las veces solo les prestaban un cobertor. En un cuarto, se dormían dos, tres hombres en una camita, suertudotes esos que ya habían ligado cama, porque habían llegado primero, faltaban los que iban llegando más tarde, no existían las reservaciones.

Para llenar el cuarto, a los que llegaban al final, a ésos les tocaba, suelo. Podían llegar a pasar la noche en un cuartito siete personas. A los que les tocaba el piso, los acostaban en una especie de colchoneta, dos de cada lado de la cama. Resumiendo, dormir en un cuarto de una posada en gringolandia equivalía a dormir todos amontonados, sin conocerse. Era difícil dormir todos apretados en el mismo lecho. Los ocupantes dormían sucios, borrachos algunos, oliéndose el uno al otro, podían llevar… chinches. No había baño en el cuarto, les daban poca agua. Más les valía estar súper agotados y poderse dormir fácilmente, de otra manera iban a tener que oír los ronquidos del otro. Les daban a veces una bacinica, la cual vaciaban al otro día a la calle, o a la parte de atrás de la posada. Otros lugares, contaron con una letrina cuando ya las hubo.

Si en los Estados Unidos los mesones estaban para los leones en Xico estaban para llorar. Muchas veces estuvieron los mesones en los zaguanes, en cuartos largos, la entrada era empedrada. Los arrieros se dormían en costalitos, en lonas, en petates, en los avíos de sus animales, en sus apaches que usaban como colchoncito. Ellos cargaban consigo algo para taparse. Recibían en los mesones una velita delgadita para que se medio alumbraran. Para ir al baño salían al patio, no había baño dentro del cuarto, podían hacer en la huerta, irse al monte, a campo raso, entre los animales. Normalmente en los mesones donde no iban arrieros, donde se hospedaba un particular solo, o con su familia, les podían dar un cuartito, con un camastro, una bacinica, una jarra con agua para lavarse la cara, las manos, los brazos en un lavamanos de peltre, un aguamanil; a falta de éste podían irse a lavar al pozo, al arroyo. No había drenaje. Había solo caños. Los baños eran las letrinas.

La mayoría de los mesones para la arrierada no tuvo éstas. Otras veces a los arrieros les daban un petate. En caso de que el mesón estuviera concurrido y el viajero necesitara descansar en ese sitio porque no había otro lugar donde pasar la noche, le permitían dormir en el suelo, sentado, por supuesto que dormir sentado en el suelo también costaba, no era gratuito dormir en el piso; algunos pisos eran de tierra. En algunos lugares, si se ponían de acuerdo con los del mesón, podían comer o desayunar algo en ese lugar. Los precios eran módicos, incluía el hospedaje del viajero y sus caballos, burros, mulas, pastura y agua para los mismos. Me platicaba Agustín, —la quedada en un mesón costaba 0.15 cts. Por persona y 0.15 cts. por las bestias, por noche, — allá por los años 1930’s, — sin alimentos.

En los pocos lugares que les daban de comer, las cocinas no sobresalían por su higiene. Aquí, en Xico a los ocupantes de estos parajes que llegaron a comer en estos mesones, les fue bien, claro, en Xico siempre se ha comido ¡riquísimo! Los platillos por sencillos que fueran estaban bien sazonados; otros preferían llevar su itacatito. En los portales de Xico o en la plaza, había vendedoras de antojitos. Agustín nos sigue diciendo, — la mamá de las Quirós y su hermana vendían comida en los portales. — Los mesones contaban con canoas para el maíz, cebada, forraje y unos baldes o tambos para el agua, para los animales.

Continúa, — "muchos de los arrieros que venían a Xico, llegaban el miércoles en la tarde; algunos hacían sus entriegos²* el mismo miércoles, se quedaban en el mesón, al otro día salían de madrugada, otros debían esperar hasta el jueves temprano para vender su mercancía en la plaza."

Para 1920 los arrieros que venían de Tuxpan nos traían a vender sus pescados salados, y se regresaban cargados de naranjas, que no había por allá.

El Mesón de Doña Antonia González Valderrábano. Estuvo ubicado en la calle 2 de abril # 111. Era atendida por su propietaria, la Sra. Antonia González. Doña Antonia era hija de Laureano González, el español que llegó de Zalla, España a nuestra población y de Vicenta Valderrábano. El suyo fue un buen mesón. No creo que hayan sido arrieros sus clientes. Contaba con diez cuartos. Cada habitación tenía su cama, lavamanos o lebrillo, palangana para lavarse la cara, su jarra con agua, una cubeta, bacinica con tapadera. La renta del cuarto incluía un jabón, tal vez de los pocos mesones que ofrecían este artículo. Todavía conserva la familia estos lavamanos y bacinicas de su pensión en buen estado, lo que habla de la buena calidad de los mismos. Estos juegos de lavamanos con su jarra, bacinica con tapadera son de peltre, algunos de color blanco con el filo azul, otros adornados con florecitas, pintadas como en esos tiempos. No cabe duda de que, antes, nos hacían las cosas de mejor calidad. Han pasado más de cien años y estos enseres están en buen estado.

Las bacinicas, por cierto, me platicaban, podían ser parte del equipaje de las damas y los caballeros, para sus viajes. Nuestras damitas del centro solían llevar una, guardada en una bolsa de tela fina, con una jareta. En el Museo de Historia Bob Bullock en Austin, TX. Me encontré con una bacinica que perteneció a Don Antonio López de Santa Ana, es de plata. Nuestra Alteza Serenísima, cargaba con ella en sus campañas militares. Cuando perdió la batalla de San Jacinto, en Texas, éste objeto quedó en manos de los americanos junto con otros objetos personales que se exhiben en ese museo texano.

Durante la revolución, los soldados se guarecieron en la propiedad de esta damita, podemos decir que la tomaron, desde ahí disparaban hacia el cerro. Una parte del mesón la tomaron para cuartel, por una temporadita.! ¡Pobre de Doña Antonia! También le tocó pagar por los platos rotos.

Seguramente, fue de las mejores posadas de Xicotepec, en aquel tiempo. En 1920 este mesón estaba en su apogeo. Se supo que varios carrancistas se hospedaronde con Doña Antonia, al ser asesinado Venustiano Carranza cobardemente en Tlaxcalantongo, Pue. En mayo de 1920. Para 1930 el mesón ya no funcionaba.

La propiedad de Doña Antonia González era enorme, muy extensa. Hasta la fecha cuenta con árboles frutales como guayabos, limas, limones, mandarinas; plantas como hermosas bugambilias, camelias. En esta casa, nos cuenta una de sus nietas, Tey Cabrera, —como estuvo muy cerca del cementerio de la iglesia, cuando la arreglaron, fueron encontrados varios ataúdes, veíamos lumbre en la noche, y es que de los huesos salía el fósforo que producía esa lumbrita. — Durante la época cristera en casa de mi abuelita se celebraron misas a escondidas, y se bautizaron a varios chiquitines.

Laureano González, padre de Antonia, quien fuera oriundo del Zalla, provincia de Vizcaya, viviendo en la Xicotera, sentía nostalgia por su región vasca, la echaba de menos, lo mismo que a la monarquía. Prueba de ello son los retratos de el rey de España Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia de Battenberg que él tenía en casa y que hasta nuestros días son conservados por la familia Cabrera.

En esa mansión, uno de sus miembros se despertaba diciendo que veía un monje frente a su cama. No le hacían caso, le aconsejaban cenara menos, pudieran ser pesadillas. Pasó el tiempo; el piso de madera de su recámara debió ser cambiado pues estaba viejo. Al levantarlo encontraron los restos de un monje que había sido enterrado en un ataúd.

Hotel –Tienda - Mesón. Hotel Hidalgo del Sr. Alfredo Santos Martínez.

Estuvo ubicado en el portal poniente, en Constitución # 106. Gumersindo Nava Cabrera fue el primero que me habló así de él, — funcionaría desde 1895. —No solo fue mesón, — fue: Tienda de abarrotes - mesón, — casa habitación y, por si fuera poco, ahí estuvo el famoso Hotel Hidalgo. —Contaba con dos pisos, en la parte trasera. — El zaguán del mesón era grande, —estaba empedrado, el mesón iba en bajada, — comenzaba en el centro, — en el portal, — llegaba a la calle conocida antiguamente como Salsipuedes.

Salsipuedes. Por cierto, la calle de Salsipuedes o callejón debía su nombre, a que cuando llovía fuerte, se hacía un lodacero, había tanto lodo, que las bestias y sus dueños se atascaban en el mismo. Era bien fácil llegar, ¡la salida estaba en chino!,³ era un calvario. !!!Pobres carteros!!!

Este mesón que estaba en bajada, la planta baja era para los macheros y los arrieros. Comenta Don Agustín: —Al frente estaba la tienda, —de la actual farmacia, — pa’ allá estaba el mesón; — pa’ cá, la tienda; pa’ arriba; la casa habitación, y los cuartos del hotel, a los cuales yo les llamaba en aquél entonces la pensión, se subía por una escalera.

La tienda del Sr. Santos como varias de la época, no tenía nombre. El Hotel se llamó Hotel Hidalgo. En esos días al portal poniente le llamaban El Portal Hidalgo La propiedad estaba junto a la vivienda de doña Felícitas Valderrábano y su esposo, Juan Córdoba y Gómez.

El Hotel Hidalgo fue el primer Hotel de la villa.

Alfredo Santos, era de Zacatlán. Había heredado el negocio de su padre el Sr. Antonio Santos Morales. Los Santos habían comenzado como arrieros, llevaban mercancía de Beristain a la Mesa de Metlaltoyuca. Contaban con cuarenta caballos. Vendían piloncillo y tenían su fábrica de aguardiente.

El negocio del Sr. Santos tuvo mucho éxito, porque los arrieros le vendían la mercancía que traían: Frijol, maíz, chile, pipián etc., como no se iban a regresar con sus bestias vacías, se regresaban cargados con productos que habían comprado en su tienda: jabón, sal, harina, manteca, azúcar, galletas, refino etc., además de pagar por el hospedaje de él y sus animales y mercancías en el mesón. Era negocio redondo.

Esta tienda seguramente fue de las más grandes y fuertes desde 1896 a 1930. Al empezar a circular los vehículos, los Santos llegaron a tener un camión para llevar y traer mercancía a la ciudad a la ciudad de México, al mercado de La Merced.

La tienda estaba en el portal. La casa habitación de la familia del Sr. Alfredo Santos Martínez y el hotel estaban atrás, no al frente, se subían escaleras para llegar a ellas. De un lado el hotel, del otro, su residencia. Este negocio se comenzó a construir 1890 y se terminó en 1896, y— estaba hecho con piedra, cal y arena, ya que no había cemento.

En 1932 o 1933, el hotel ya no operó. La tienda continuó vendiendo, pusieron al frente a un encargado. El hijo de Don Alfredo estudiaba la carrera de medicina en la ciudad de México. El negocio lo traspasaron en los 1940’s al Sr. Vicente Gallego, quien estableció ahí mismo la famosa tienda llamada, El Submarino.

Dice Gume Nava, —en un globo de cristal, un globo opaco, blanco, — con letras mayúsculas, no manuscritas, en negro, decía: Hotel Hidalgo." El globo señalaba la entrada del mesón a los arrieros. La entrada al mesón era por dos lados, por los portales, o bien, por la calle de Salsipuedes.

Al preguntarle a Don Agustín por el hotel – mesón – tienda - casa habitación, me dijo:

Es que antes, — la calle de Porfirio Díaz pasaba hasta la Zaragoza. — Esa calle pasaba cerca al mesón, la cerraron, hicieron un zaguán, — después ya no hubo paso. No recuerda haber visto el letrero del hotel, —y, onque lo hubiera visto, — seño, — no sé ler."

Yo nunca entré al hotel, o pensión como yo le decía, nos afirma nuevamente Don Agus, — pero sí bajé por esa calle, cuando estuvo abierta, por esa calle que llegaba hasta la calle de Alatriste.

En estos días, asegura, — hubo muchos mesones, eso me platicaron; el de Don Alfredo siempre estaba lleno, no solo de arrieros del rumbo, muchos arrieros de Veracruz llegaban con sus mercaderías a Xico.

A Don Agustín, no le gusta hablar de años, siglos. El mide el tiempo diciendo: — Cuando tenía trece, cuando tenía ocho años, cuando era yo chamaco, o cuando, no había yo, nacido. De esta manera, concluye hablando del hotel, — el mesón de Don Alfredo y su tienda, — fueron unos de las mejores y más grandes, cuando yo no había nacido, ya que vendían de todo, me platicaba mi papá. — Se acabó cuando pusieron la tienda El Submarino. —cuando tenía yo como catorce años. Don Agus nació en 1928.

Al interrogar a Carlos David Homero Cabrera Lechuga, quien naciera en 1923, acerca de si supo de la existencia del Hotel Hidalgo, se le iluminaron los ojos, y, muy emocionado, me expresó: — !!! ¡Claro que lo conocí!!! "Si yo jugaba ahí, con Alfredo, el hijo del dueño, quien llegara a ser un renombrado doctor en la población, — jugaba con él, cuando éramos niños, ya que nosotros, los Cabrera, también vivíamos en el mismo portal a unos cuantos metros. — Su tapanco estaba lleno de maíz, ahí era donde nos gustaba jugar. —El letrero del hotel estaba de la siguiente manera: — En una bombilla redonda tenía el emblema

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