Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Isabelita: Duro Es El Camino Hacia La Libertad
Isabelita: Duro Es El Camino Hacia La Libertad
Isabelita: Duro Es El Camino Hacia La Libertad
Libro electrónico332 páginas5 horas

Isabelita: Duro Es El Camino Hacia La Libertad

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Es la historia de una joven cubana que a pesar de las circunstancias que la rodean, lucha bravamente por salir de la pobreza y conseguir la libertad, utilizando para este fin su determinacin y osada, as como sus armas de mujer. Pasionalmente determinada a entregar su propia vida, si fuese necesario, para lograr su sueo. Al fin, lograr su propsito, despus de vivir tiempos muy difciles.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento23 ene 2016
ISBN9781506510910
Isabelita: Duro Es El Camino Hacia La Libertad
Autor

Andrés Rodilla

Nacido en Valencia (España), cursó estudios de literatura en el Instituto Luis Vives de su ciudad natal. Muy joven, a los 14 años, empezó a componer poesía publicando un libro titulado “mis poesías”. Siendo ya ciudadano americano publicó su primera novela romántica de título “casi imposible” la cual fue muy bien considerada por la comunidad latina de Estados Unidos.

Relacionado con Isabelita

Libros electrónicos relacionados

Ficción de acción y aventura para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Isabelita

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Isabelita - Andrés Rodilla

    Copyright © 2016 por Andrés Rodilla.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 22/01/2016

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    731757

    ÍNDICE

    Capitulo I

    Capitulo II

    Capitulo III

    Capitulo IV

    Capitulo V

    Capitulo VI

    Capitulo VII

    Capitulo VIII

    Capitulo IX

    Capitulo X

    Capitulo XI

    Capitulo XII

    Capitulo XIII

    Capitulo XIV

    Capitulo XV

    Capitulo XVI

    Capitulo XVII

    Epilogo

    Ansiar ser libre es fiel reflejo de nuestra naturaleza. Sigue a la bella y valiente joven en el difícil y tortuoso camino hacia la libertad.

    Andres Rodilla

    DEDICATORIA

    A todas aquellas personas que buscan un mejor futuro en libertad, aun a riesgo de sus vidas.

    RECONOCIMIENTOS

    A Yani Valdés por su prestada belleza e intensa colaboración en esta obra, ilustrándome en el conocimiento de la cultura cubana.

    CAPITULO I

    F ue en Santiago de Cuba, preciosa y caliente ciudad, localizada en el Sur-Este de la Isla de Cuba, alrededor de 864 km de la Habana, con una población estimada en medio millón de habitantes, donde tiene lugar nuestra historia. Una de entre las miles que acontecen a las gentes que cada día luchan por mejorar sus vidas, pese a las tremendas dificultades que encuentran en su vivir diario. Santiago de Cuba es la cuna de los más renombrados salseros, patria de la Trova, tierra de hombres y mujeres fértiles en palabras dulces y melodiosas, donde hicieron del castellano la lengua más rítmica que imaginarse pueda, los santiagueros y sobre todo las santiagueras al hablar parece que canten por la melodía que dotan, con gracia y donaire, a sus palabras. Allá nació María Isabel Fernández, hija de Guillermo Fernández y María Trujillo, ambos nacidos y criados en la muy excelente, bella y acogedora, ciudad natal de la Trova que, ofrece poesías con preciosa música.

    Desde muy temprana edad se caracterizó, María Isabel, por su simpatía, espontaneidad y belleza, siendo también muy aplicada en sus estudios, tanto en la escuela primaria, así como en la secundaria Espino y Fernández donde aún la recuerdan con alegría a la que en su día fue la alumna más aventajada y carismática.

    Pero la realidad cotidiana en la Cuba Santiaguera que, entonces vivía intensamente la revolución fidelista, no estaba para lucimientos personales sino para buscarse el pan nuestro de cada día, lo cual constituía un problema de órdago, dada la escasez de todo, menos de arengas revolucionarias, de tal modo que la gente si no podía comer al menos pensaba que la revolución les salvaba diariamente de lo duro que significa trabajar. Porque en eso del descanso la revolución si les ofrecía cuantiosos beneficios.

    Además el trabajo era tan poco remunerado que se podría decir que trabajaban por gusto ya que para comer no les alcanzaba, así que la solución a sus problemas estaba bien clara, que no teniendo nada en casa que llevarse a la boca, acudían al trabajo para ver que podían sustraer de la empresa, cualquier cosa desde una llave mecánica hasta unos zapatos o bien todo aquello que les dejase unos cuantos pesos con que comprar un par de huevos o unas papas para ese día, porque mañana Dios dirá o bien como el sistema era ateo, tenían que decir mañana la revolución proveerá, aunque realmente no proveía de nada, si ellos que, sustraían todo aquello que les fuera adecuado para revenderlo.

    Tanto tiempo libre tenían y tan musicales eran que lo empleaban ellos en tañer sus viejas guitarras o instrumentos musicales obsoletos, y ellas en canticos y quiebros de cintura, llegando a tal perfección que parecía que del cielo bajaban tan agradables melodías y danzas, sumamente sugerentes, atrevidas y libremente expresadas. La revolución les negaba la libertad de expresión, pero no la artística por lo que ésta constituía la liberación de sus pensamientos y deseos en forma de música y danzas. Libres y por la expresión de sus caras felices, eran tañendo sus instrumentos o las féminas contoneando sus cuerpos.

    E Isabelita iba creciendo en este diferente, por darse solo en Santiago, y tan grato ambiente, aleccionándose cada día de la música y bailes tan característicos de su ciudad que, dicho sea de paso, es la más rítmica y caliente de Cuba pero ella se diferenciaba claramente de las demás de su edad, en que era más inquieta e ingeniosa, más locuaz y atrevida. Ya al despuntar de sus trece daba muchos problemas a sus padres por querer imponer su criterio a tan corta edad, tanto que éstos se quedaban pasmados de las ocurrencias de tal bella y singular hija.

    Cuando llegó a la edad apropiada, tal como se acostumbra en estas latitudes, sus padres la estaban preparando la fiesta de sus quince como era habitual, pero la moza era muy inquieta y ligaba a las mil maravillas con su voluptuosidad y osadía. No le parecía suficiente lo que sus padres la ofrecían para su fiesta siendo tan especial en su vida, por lo que, un día antes de este tan señalado evento el cual marca el punto de inflexión en la cultura cubana, de ser niña a transformarse en mujer ya que en adelante será considerada por la sociedad como hembra casadera y tendrá todos los derechos y obligaciones que ello conlleva, puso sus pies en ligereza y en un santiamén por la calle Reloj se encontraba dispuesta a remediar tan escasos recursos de que disponían sus padres para tan importante acontecimiento social. Con razón pensaba que solo una vez en su vida ocurriría y que por tanto se debía disfrutar al máximo este importante acontecimiento.

    Posicionándose en la calle Reloj, una de las más transitadas de Santiago por la gran cantidad de comercios que en ella se encuentran, sabía la moza que por allí pasaba algún que otro turista y que éstos eran los únicos que podían remediar sus necesidades dinerarias. No queriendo llamar la atención por si algún conocido anduviera por aquellos lares y reconocerla pudiera, estuvo paseando por entre algunas casas cercanas algún tiempo, hasta que acertó a pasar un hombre que, por su tez blanca y sus ojos rastreando a todas las morenas que por su lado pasaban, denotaba que era extranjero, quizá europeo, que eran los más frecuentes visitantes de la linda Santiago. Al pasar por donde estaba Isabelita, ésta le llamó con un peculiar silbido acompañando de sus ya bien aprendidos zigzagueos de caderas, que a todos asombraba por su naturalidad y finura.

    El caballero se le acercó para saber qué quería, un tanto perplejo al ver a tan hermosa y muy joven criatura y oír tan especial silbido de llamada. Ella, en ese momento, le ofreció la mejor de sus sonrisas, acertando a hablarle de esta manera:

    Mire compañero, perdón, Míster, mañana es mi cumpleaños, cumplo mis quince paró de repente la charla que había iniciado a modo introducción porque no sabía que decir, ni que argucia presentar, sin dejar de mirar al extranjero.

    "¿Dime mujercita y qué quieres? ¿Por qué paras de hablarme?, ¿Acaso eres vergonzosa? Con calma hablaba el buen señor que debía estar en sus sesenta, regocijándose sus ojos al verla tan joven y esbelta, aunque en traje de colegio se presentaba, lo cual no era impedimento alguno para vislumbrar la belleza arquitectónica de su cuerpo ya que muy hábilmente la moza se movía como una peonza. Atrayendo y deleitando a tan extasiado personaje.

    Me habían comentado antes de hacer turismo en esta bella isla que aquí se encuentran las mujeres más lindas y exóticas que uno imaginarse pueda, pero al verte a ti, mozuela, tales calificaciones muy bajas nos las presentan pues tus zigzagueos de cintura me recuerdan que estoy en el país de las maravillas Así se expresaba el turista que pasmado se encontraba.

    Hay muchos varones que detrás de mí andan, pero son muy jóvenes y poco versados en hacer feliz a una jovencita como yo mientras iba hablando ella cavilaba de qué manera podría exponerle un buen relato lo más convincente posible que le permitiese obtener tan deseada plata que era realmente su objetivo.

    Creo que estás en lo cierto, mujercita, dime al menos tu nombre

    Me llamo Isabelita. Bueno lo que quería proponerle, sabiendo que tú eres un caballero. Ya ves te hablo como si de mucho tiempo te conociera. Cambió su semblante a seria y algo preocupada y entrecortando sus palabras.

    Dime, te escucho Le respondía el caballero muy interesado en el negocio que estaba tratando de venderle.

    Quisiera que tú trates mi virginidad Seguía con el tuteo en señal de incipiente amistad.

    "La verdad es que no te comprendo, ¿cómo quieres que trate tu virginidad? ¿Acaso hay un procedimiento especial para ello en esta tu tierra? No sabía a ciencia cierta qué negocio le proponía.

    Acostándote conmigo ahora mismo, le soltó de repente.

    "Ya sé, ¿cuánto? La sorpresa se había alejado de su cara.

    Quinientos

    Oh bien quinientos pesos denotaba alegría por sus cuatro costados.

    Quinientos dólares americanos con firmeza le respondió.

    "Fuerte suma me propones. ¿Y qué me das a cambio?

    Mi virginidad, que bien seguro nunca en tu vida la has disfrutado, además podrás gozar de estas anchuras femeninas que en tu vida jamás has visto. levantándose un poco su falta y bajándose el escote para que el extranjero atendiese con su mirada tan hermoso cuerpo.

    Lo vamos a dejar en doscientos dólares americanos por ser virgen aseveró con voz trémula, agotada su fantasía al presenciar tan delicado y escultural cuerpo, es más, sus manos pusieron se a vibrar por la emoción que le embargaba.

    Trato compañero extranjero, que sean $250 que es suma más justa, pero tienes que ser delicado y tiernamente tratarme pues con dulzura se goza más que con brusquedad, además como fácilmente puedes comprender, esta es la primera vez en mi vida que trato estos negocios. Tiernamente le exponía sus razones.

    De ello no tengo la menor duda, ¿dónde podemos ir?, ¿buscamos un hotel? Palabras en sobresalto decía, debido al balbuceo de sus íntimos deseos que quería realizar lo antes posible. La ansiedad de hacer el amor a tan exótica y singular damita iba en aumento y ciego ya se veía entre sus tiernos brazos lamiendo su cuerpo que tan locamente le atraía, seguro que se enloquecería al observarla desnuda, enfrente de tan tierna y bella anatomía, poseerla, aunque fuera por poco tiempo, sería una experiencia única.

    Viéndole ella, con sus ojos fuera de sus orbitas y con su rostro enrojecido, no del sol que en esa hora no había, sino su irrefrenable pretensión, de esta guisa le hablaba:

    Ahorita yo te digo, compañero, ten un poco de paciencia que yo te muestro dónde y cómo, nuestro negocio podemos llevarlo a cabo sin obstáculo alguno, pues ya sabes que tener relaciones sexuales con una mujer de mi edad lo tienes prohibido y penas tan duras que pueden llevarte a la misma cárcel, es por ello que yo tengo un sitio preparado para realizar nuestro encuentro sin que nadie sepa de ello. Con mucha delicadeza la niña le hablaba con sensatez.

    El pez picó, relamiéndose ya estaba al saber que iba a tomar una niña-mujer tan joven y virgen, por tan poco dinero, quedaba saber dónde seria el ágape para él, el adiós a la virginidad para ella.

    Sabía la niña que muy cerca se encontraba una casa deshabitada en su segundo piso, casi sin muebles y los pocos que había eran pura basura, conocía bien sus cuartos y uno de ellos daba a un patio exterior, por medio de una escalera de hierro vieja y oxidada. Ella iba allí, de vez en cuando, a hacer "manitas’ con el jovenzuelo de turno, naturalmente sin llegar al coito pues muy celosamente se guardaba tan codiciada virginidad.

    Ya solo quedaba poner en marcha el plan previamente pensado para obtener sus $250. Con tan ingente cantidad de dinero que suponía tal suma en Santiago, muchos problemas quedarían resueltos para ella y todo su entorno familiar e incluso amistades porque es bien sabido que cualquier buen acontecimiento que acaeciese seria celebrado por todos aquellos que morasen en la misma cuadra y hasta en cuadras adyacentes. Pero ella, tan celosamente guardaba su virginidad que no quería darla a cambio de nada. Dar lo más valioso que en ella había, de ninguna manera, a ningún precio.

    Atiende bien, ¿Cómo te llamas? Al menos ella quería saber el nombre a quién iba a engañar.

    Me llamo Robert, jovencita replicó con ansias de empezar su caminar en este negocio tan peculiar. Su voz entrecortada, su cuerpo nervioso así lo indicaban.

    ¿Ves aquel apartamento, el numero 11? Sube al segundo piso, abre la puerta que queda a tu derecha. Yo te estaré esperando. Y ahora quedate aquí unos cinco minutos para que yo entre primero y compruebe que todo está en orden y además tenga tiempo para aderezarme adecuadamente para tu disfrute

    Robert esperó el tiempo necesario, subió al segundo piso y abrió la puerta, al fondo de la habitación estaba esperándole la moza que ya había dejado parte de su vestido en el suelo, apareciendo casi desnuda, aun estando un poco lejos de ella pudo apreciar con toda claridad el magnífico cuerpo que iba a disfrutar, su asombro quedó plasmado en su cara la cual parecía algo así como al rosario de la aurora, sus ojos desbordados no daban crédito a lo que veía, su boca se encontraba ya aguada de deseos que necesitaba satisfacer con prontitud.

    Deja el dinero en esa silla que tienes a tu izquierda, que ese fue el trato. Cuéntalo, bien, deben ser $300. Con voz dulzona hablaba la joven.

    Eran $250 aducía Robert. ¿Por qué ahora has subido otros $50? Preguntaba el turista inquieto.

    ¿Acaso no has visto mi exhibición que te ha enardecido súbitamente y de qué manera, tus deseos antes insatisfechos ahora enloquecidos, por lo que veo, lo cual te llevará a vivir el mejor sexo de toda tu vida? Eso también vale este poco dinero adicional, no seas mezquino." Todo ello, lo aducía con voz tierna y dulzona.

    De acuerdo, pero vamos ya al asunto que me trae no solo nervioso sino entorpecido De esta manera tan simple la joven logro arrancarle otros $50.

    Se quedó asombrado al ver tal preciosa criatura. Ya no parecía la niña con la que habló minutos antes, el desalmado veía una mujer atractiva en todos los aspectos y en todas las posiciones. Ella sutilmente le indicó que pasase a la habitación contigua, no sin antes mostrarle algo más de ella, lo que fascinó al extranjero. Éste cuan corderito pasó donde ella le indicaba, entornando la puerta a la espera de su víctima.

    Pero he aquí que la moza, más astuta que una madura, corrió rápidamente a la habitación que daba al patio, abrió la puerta, bajando por la escalera con velocidad de vértigo, sin saber cómo, Isabelita desapareció de aquella escena dejando pasmado a su bienhechor, sin olvidar el dinero que previamente había cobrado por sus futuros servicios, que no llegaron a serlo.

    Y con tal ayuda financiera, al día siguiente se organizó una gran fiesta puramente cubana, con presencia de la mejor banda musical que se recuerda, ofreciendo su mejor repertorio de salsa santiaguera y todo ello para celebrar tan esperado acontecimiento. Hubo de todo, abundancia de comida típicamente cubana para toda la cuadra y las de alrededor, bebidas en abundancia para todos, y un gran pastel que repartió generosamente entre todos los asistentes en su entorno reunidos. Tanto éxito obtuvo que sus amistades recuerdan con agrado aquel maravilloso día en el que se les ofreció todo cuanto ellos ansiaron y que ávidamente tomaron. En el que la caliente y pasional música santiaguera embriagó durante todo el día y la noche a los asistentes, mientras los mojitos saciaron la sed de los participantes. Todos quedaron satisfechos y felices, de tal forma que, aún se recuerda, se dice a pesar del tiempo trascurrido, los quince de Isabelita.

    CAPITULO II

    L a joven, que era no solo audaz sino muy inteligente, habiendo demostrado esta cualidad en situaciones un poco alarmantes y fuera de lo normal, también era en sus estudios única, era sencillamente la mejor, había pasado con total éxito, desde su primaria, hasta pre universitario, y por tanto la siguiente etapa, iba a ser, ir a la Escuela del Campo, según exigía el sistema cubano de educación. Lo cual era preceptivo para las jóvenes y los jóvenes cubanos. Este experimento trataba de conciliar los estudios realizados y la experiencia agraria que se pudiera obtener al hacer trabajar de forma voluntaria a los jóvenes en el cultivo y recolección de frutas y hortalizas.

    Así que con ilusión desmedida se preparó para tan gran hazaña. Y mientras estudiaba las asignaturas correspondientes, trabajaría cultivando, no sabía qué ni cómo, pero bien lo aprendería y en poco tiempo, por ser tan lista. Camino del albergue estaba en aquel vetusto cacharro que parecía una gua-gua pero que, más bien, a un carro viejo se asemejaba. Cuando comenzaron esta andadura, ya empezaron los jovencitos a querer pellizcar su lindo trasero, pues teniendo ella tales bondades mucho les atraía, pero ella no estaba dispuesta a tales comedias. Había aprendido desde el inicio de su pubertad que todo tiene un precio y no iba a consentir tales jueguecitos pandilleros, por lo que alzó bien su voz haciendo que todos los jóvenes se enterasen de que ella no iba a consentir tales atrevimientos.

    Después de varias horas soportando los inconvenientes propios de un transporte a todas luces obsoleto, si es que así se pudiera argumentar a la muy mal llamada Gua-Gua que en el argot cubano significa autobús, pues como tal mucho dejaba de desear, llegaron a la muy nombrada y mucho más deseada Escuela del Campo donde empezaron a surgir ciertos problemas aunque descansar pretendían después de haber sufrido tantos golpes en la travesía por el mal estado del camino que iba recorriendo el infortunado transporte que ya para su retiro se ofrecía.

    En la entrada de aquel edificio que, por terminar estaba, pues no había sido encofrado y además por todas partes aparecían piedras sueltas, desprendidas de sus muros y hierbajos por doquier, no había luz suficiente, una bombilla solitaria, que además ya gastada estaba, les daba la bienvenida. Como era ya tarde los jóvenes a pesar de estar casi a ciegas, subieron a sus dependencias, que estaban situadas en la planta segunda donde se encontraban los dormitorios y duchas de los estudiantes, así como unos cuartos dedicados a la lectura, repartiéndose de la siguiente manera:

    En el pabellón izquierdo estaba situado el dormitorio de los jóvenes, a los que se accedía por medio de una escalera que partía desde la primera planta, estando ésta alumbrada por una muy sola bombilla, si es que la había. Este accedía a las duchas por medio de un tabique en el que se encontraba una puerta que cerradura no tenia, no se sabe quién se la había apropiado y si algún día la repondrían. Dos compartimientos componían aquellas, sobre el techo de éstos colgaban unos artilugios que rociando agua era la función que hacían. Otro tabique separaba las duchas de los jóvenes del pabellón derecho donde estaban ubicado el dormitorio de las jóvenes, no teniendo puerta alguna de comunicación aunque los jóvenes, haciéndose de astutos habían agujereado ciertos orificios a la altura conveniente por medio de los que asistían visualmente al dormitorio de las hembras. De igual manera se repartía el pabellón de las jóvenes, aunque mucho más cuidado, señal evidente de que manos blancas lo atendían.

    Una vez que todos bajaron del artilugio, transporte ó Gua-Guay, dígase como se quiera, descansaron unos minutos sus posaderas del tremendo golpeteo sufrido en el viaje, haciéndose la separación de los jóvenes a la izquierda y las jóvenes a la derecha, acto seguido iban subiendo en fila al segundo piso. La jefa de su departamento, muy amablemente asignó a Isabelita su cama, que estaba situada al lado de una tal Yaneris y de otra llamada Yudalis, las dos compañeras empezaban sus nombres con la letra Y, ya que éstos estaban de moda seguramente traídos por los que habían sido aliados de Cuba: Los rusos.

    A la joven poco la importaban con que letra empezaban los nombres, en realidad, era una solitaria y como tal se iba a comportar. Empezó su estancia probando su asignado lecho y a poco esfuerzo que hizo casi se desbarata pues, el soporte de madera estaba podrido y el metálico, crujía de tal manera que cualquier movimiento, por pequeño que fuera, blandía sonidos tal como una orquesta sin instrumentos musicales, que producían chirridos súper agudos causados por el bloque de hierro, y que al oírlos molestaban desagradablemente y hasta herían los tímpanos.

    Quiso inspeccionar su aposento para poner alguna solución a su conflicto, pero era ya tarde, no había tiempo para tales menudencias. En la capaz mente de Isabelita se iba fraguando ya un plan. Como ésto siguiera así, con tanta carestía de medios e incomodidades, tendría que hacer algo, de momento no sabia qué. Tenía que pasar la noche y después muchas noches hasta tener plena conciencia de lo que era realmente la Escuela del Campo a la que con tanta ilusión había llegado.

    El amanecer del siguiente día fue esplendido. Muy de mañana la temperatura era suave y el sol empezaba ya a despuntar por el horizonte con inusitada belleza, fue entonces cuando la jefa de sección animó a las recién llegadas a empezar las tareas cotidianas. A fin de comenzar bien el día, Isabelita, muy aseada ella, fue al baño y vio lo que vio, que nada la gustaba, pero no tuvo más remedio que cerrar los ojos. No es que su casa, allá en Santiago, fuese un palacio, pero sus padres y ella misma se habían preocupado por tener un hogar sin lujos, pero todo bien limpio y bien dispuesto, empleando para ello muchos años de esfuerzo y sacrificio lo habían logrado. A pesar de todas las dificultades que acudían prestas para amargar la vida familiar en aquella época, todas las habían superado con mucha inventiva y tesón.

    Algo que ella como mujer no concebía era la suciedad y el deterioro de todo aquello que juega un papel esencial en la salud, se podía ser pobre pero aseada. Y por lo que veía nada más levantarse, aquello era horroroso, sus buenos ánimos de al principio se iban trasformando en ardientes deseos de salir de aquella cuadra maloliente y descuidada. Ya no era cuestión de medios sino de tener buenos principios. Pero sabía muy bien y se había hecho el ánimo de darle tiempo al tiempo. Quizá, podría mejorar el estado catastrófico en que se encontraba el pabellón donde las jóvenes tenían sus lechos, con el trabajo conjunto de todas sus compañeras.

    Nada más importante para cualquier persona que desea principiar el día con salud y energía que tomar una buena ducha al levantarse de la cama y allá que ella fue. Una vez embutida en aquel pequeño recinto que hacía de ducha y de paredes deslucidas y llenas de letreritos soeces, abrió el grifo, caía un hilito de agua, poca pero ¿qué podía hacer?, sino empezar en cuanto antes su aseo personal. Su jabón lo llevaba en las manos, se humedeció como pudo su lindo cuerpo, se enjabonó y dejó la pastilla en el suelo porque no había otro lugar donde dejarla. La puerta de la ducha lucia por su ausencia, pero qué más daba, estaba en la sección de las muchachas.

    Disfrutaba de su ducha con el hilito de agua que le caía de milagro y el jabón esparcido por su cuerpo y pelo, entusiasmada como estaba en esta dedicación a primera hora de la mañana, cuando de repente, sin previo aviso, el agua dejo de caer. No había más agua. Un grito estremecedor busco su refugio en la sección de féminas procedente evidentemente de nuestra moza que gran alteración le causó la falta del agua en aquel momento tan delicado.

    ¿Compañeras qué carajo pasa con el agua? Que estoy enjabonada hasta los mismos ojos y el agua ahora me falla, no llega gritó con harta desesperación.

    Desde lejos se oyó otra voz femenina. Mija, que el agua se acabó

    Pero cómo que se acabó, si estoy empapada y enjabonada, sin poder abrir los ojos, maldita sea ¿quién paró el agua?. Sus gritos se oían hasta en la sección de los muchachos; no podía dar crédito a esta lamentable situación.

    Mi amor, eso suele ocurrir porque los depósitos son muy pequeños para la cantidad de gente que este pabellón habita y al poco tiempo se acaba el agua, quizá la tengamos de nuevo mañana. Otra voz ella escuchaba.

    Buscó, tentando a su alrededor con sus ojos cerrados, la toalla, que en principio no se dejaba agarrar, hasta que dio con ella y pudo secarse y quietarse el jabón esparcido por su cuerpo y pelo, pero la pastilla que dejo en el suelo, esa no la encontró.

    ¿Dónde está mi jabón?. Gritando, preguntaba.

    ¿Compañeras quién carajo cogió mi jabón?, por favor, lo necesitooooo..

    No había manera, el jabón no tenía alas y sin embargo voló. ¡Se lo robaron!

    Empezaba mal la experiencia en la muy nombrada, pero de famosa nada, Escuela del Campo, ya iba aprendiendo porque la llamaban escuela, en ésta se aprendía y muy rápidamente a como sortear los peligros y sinsabores que originaban aquellas manos ocultas que todo lo querían apropiar. Comprendió que, de nadie se podía fiar, ese era el verdadero significado. Cerrar los ojos a la realidad era como abandonarse en brazos de sus peores enemigas: Sus amigas y compañeras que manos ligeras tenían para sustraer todo aquello que no fuera suyo.

    El hecho de que la hubieran robado un jabón que tenía poco valor, la indicaba que no estaba en sitio seguro. Durante el tiempo que permaneciera en la Escuela del Campo debía tener mucho cuidado y estar siempre alerta de todo aquello que fuese suyo y halago para las demás. Ella era la mejor equipada en ropa y otros accesorios, tenía todo lo necesario para una larga estancia en la escuela. El dinero obtenido en su experiencia con aquel Robert ya lejano en su memoria, la dio acceso a bienes que las demás no podían, ni soñar.

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1