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Miguel Luna, nacido el 5 de julio de 1950 en el Departamento San Martín, Provincia de San Juan, Argentina, en la actualidad está radicado en el Departamento Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, Argentina desde el 11 de abril de 1987.
Poeta, Músico, canta autor. Tiene más de veinte poemas escritos, luego alguno de ellos los convirtió en canciones que grabó en su primer CD y Casetes. Integrante del Dúo Los Luna, con su hermano Tito Luna.
En este Libro el autor ha desnudado su alma y su corazón para describir su vida desde la sensibilidad de niño en la que habla de su niñez y juventud, de carencia económica, sin caer en lo dramático, al contrario, se destaca la sensibilidad y romanticismo de observación por el contexto que lo rodea. Desde el comienzo habla del pasado para traerlo al presente. No solo habla de su familia sino también de personajes que para él se destacaron por algo que hacían. Para ello lo hace a través de anécdotas, relatos, leyendas y le pone una pasión increíble.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jul 2021
ISBN9789878715643
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    ¿Te pasó algo parecido? - Miguel Luna

    NO OLVIDO MI PASADO PARA TRAERLO AL PRESENTE

    Mi entidad, para poder tener autoconciencia, precisa de una representación de sí misma. Tal representación es tanto una imagen, un concepto de sí mismo, como un conjunto de recuerdos sobre mi propio ser. Además, lo primero es imposible sin lo último; por tanto, los recuerdos son lo primero en lo que nos tenemos que fijar. Hay muchas maneras de fijarse en el modo en el que el pasado aparece en el presente, aquí voy a dar algunos ejemplos. Empecemos por fijarnos en cómo interactúan pasado, presente y futuro. Cualquier estado presente es una huella de lo que me sucedido en el pasado. Nuestro presente es lo que el pasado nos ha legado para construir el futuro con los recursos que el propio pasado nos dejó. La memoria, nos hace accesible el pasado a través de procesos de recuerdo que son el resultado de la activación de huellas de experiencias pasadas al servicio de acciones actuales. Pero también hay que tener en cuenta que los grupos humanos a través del tiempo, han desarrollado procedimientos para ampliar la capacidad de mantener registros del pasado, más allá de la capacidad de registrar huellas en la propia memoria biológica corporal, como así también el contexto de esos grupos humanos. Así surgieron sistemas de notación, poemas, historias, rituales o monumentos como formas de mantener la memoria, de hacer accesibles experiencias que aparecen en la memoria mucho más allá del limitado espacio de tiempo de la vida de cada uno de nosotros. Estas cosas hacen posible que cada uno de nosotros acceda a la experiencia acumulada por el grupo. En otras palabras, hacen posible la cultura. Pedazos dejados por experiencias que se transforman cada vez que se activan para producir las memorias no son fijas, sino recreaciones del pasado que nos producen un sentido de continuidad, un sentimiento de ser una entidad con pasado y con futuro. Reconstruir el pasado en el presente, de acontecimientos personales a través del relato o historias, recordar algo, es entonces, entretejer la experiencia de la activación consciente de esos pedazos del pasado, en el flujo de acciones actuales y así darles significado. De este modo, los recuerdos tienen un contenido y una forma; una forma que no es sólo una apariencia, sino es fundamental del propio recuerdo. El lenguaje y, a través de él, los grupos, los géneros del habla, los recursos literarios, contribuyen a la forma que finalmente toman los resultados de los actos del recuerdo, particularmente cuando se comunican a otras personas. Se pueden recordar muchas cosas: Experiencias personales, eventos reportados, o una mezcla de ambas cosas. Cuando los actos del recuerdo son al mismo tiempo actos de habla referidos a experiencias propias de quien habla, estamos hablando de memorias individuales; Cuando se refieren al pasado del grupo, las llamamos memorias sociales. En cualquier caso, tanto unas como otras se muestran como un producto, como una producción lingüística de un autor (individual o colectivo) conciben esta conexión entre memorias autobiográficas y memorias públicas como la base para la construcción de una cultura personal conectada con una cultura pública. La cultura personal es también un sistema de símbolos significantes (tal como las memorias autobiográficas) que sirven para almacenar y producir significado. La cultura personal, como la cultura general, consiste en un modelo de y un ‘modelo para’ la producción de significados. Las culturas colectiva y personal se cruzan en la interacción personal, en las relaciones entre el individuo y las instituciones culturales. Si esto es así, nos encontramos entonces ante un cuadro en el que cultura pública y cultura privada se crean mutuamente, y la construcción de ambas es el resultado de un proceso de construcción entre las acciones del individuo y las interacciones con su ambiente social. A través de recursos del lenguaje, con metáforas, formas narrativas y modos de expresión que la cultura pública suministra como herramientas para la expresión individual. En cualquier caso, la identidad personal tiene conexión con la ‘igualdad’, al suponérsele una permanencia a través del tiempo, permanencia que sólo puede resolverse narrativamente, a través de unyo narrativo que vive a través de los diferentes estados en que se narran las experiencias de esa identidad. Tal identidad personal puede aparecer de diversas maneras, como auto concepto, como conjunto de atributos pertenecientes a diferentes clases, o como un yo o un nosotros narrativo, dependiendo de la forma en que aparezca en el discurso. En este sentido, la identidad personal o colectiva es resultado de discursos que son ellos mismos, resultado de actos del habla de individuos que actúan con los recursos que tienen disponibles. La identidad, sin embargo, no es un concepto coincidente con el concepto de mí-mismo o con las memorias autobiográficas. La identidad relaciona a un sujeto con otros, considerándolos como compartiendo atributos o como pertenecientes a un mismo grupo. De modo que el esquema del yo-mismo se relaciona con el del grupo, produciendo en el individuo un sentimiento de pertenencia a una entidad superior, compartiendo sistemas de valores, motivaciones y sistemas de categorización.

    DOS ACEQUIAS

    Nací en un pueblo, digo con orgullo su nombre: Distrito Dos Acequias del Departamento San Martin de la Provincia de San Juan Argentina. Soy de Dos Acequias, donde todo el mundo saluda y pregunta... ¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo sin vernos! ¿Vos Sos el hijo de mi Compadre Fulano? ¡Con tu papá íbamos al colegio! ¡Tu mamá hacia unas comidas de ricas, siempre nos convidaba! Dos Acequias, parece que no tiene nada, sin embargo, lo tiene todo. Mi Dos Acequias, es verdad que a veces nos criticamos entre nosotros mismos, pero cuando uno necesita del otro, ahí siempre estamos para ayudarnos, como si fuéramos parientes. Soy de ese pueblo donde aceptamos al de afuera con un cálido abrazo, haciendo que se sienta parte de nosotros. En Dos Acequias, muchos de nosotros, no sabemos los nombres de las calles, ya que siempre para indicar un lugar decimos: al lado de, el apodo de alguien o enfrente de tal cosa, o a la vuelta de la esquina. Soy de ese pueblo de Dos Acequias, donde los chicos pueden andar en bicicleta, o jugar a cualquier cosa tranquilos, mientras los padres están trabajando, sin tener miedo a que una persona mayor los pueda dañar; Ocurre todo lo contrario, los padres dejan a sus hijos, sabiendo que los mayores están atentos, cuidándolos.

    DOÑA JUANA PAEZ

    Mujer muy querida por quienes la conocían en el Barrio Dos Acequias, de personalidad gauchesca, un poco exagerada al hablar.

    Cualquier novedad de mi pueblo, nos enterábamos todos por ser un pueblo chico. Doña Juana, conto lo que paso en el único colectivo que pasaba a diario por Dos Acequias. Contarlo como ella lo hizo; sin aclaración ninguna, dado que cualquiera de mi Pueblo conocía todo incluido los personajes intervinientes en el relato.

    Si corresponde que Yo haga alguna aclaración.

    El ómnibus que pasaba a diario por Dos Acequias, lo llamaban el COLONIA, porque partía de pocos kilómetros más al norte, desde la Colonia Fernández. El chofer apodado Cuico, era el propietario del colectivo, por ello conocía a los habituales pasajeros del Barrio. Un perro de color blanco con lunares negros de un vecino de Dos Acequias, corría todos los días a la par del colectivo hasta el cansancio, motivo por cual, Cuico, pinto a los costados del colectivo la figura del perro corriendo.

    Cuenta doña Juana Páez; Lo que le paso a Josefa, una chica del barrio, Chica de gran y hermoso físico, un poco inocentona, o tal vez distraída, venia de regreso de la Ciudad llegando a su destino, Cuico. Pregunta ¿Dónde bajas Josefa? Ella responde. En lo de Sacarías. Sacarías, un señor; viejo conocido vecino; vivía junto a la entrada de un Callejón Comunero de pocas casas, por lo que el lugar servía de referencia. En dicha entrada corría un canal chico que solían desembarcar, por lo cual había un bordo de arena, alisado a causa de que en esa parte los muchachos de ahí jugaban a la pelota. En el colectivo también viajaban dos personajes que quedan de actores en el relato, que no adquiere relieve si no fuera porque la gente del barrio conocía a estos dos personajes. Alfredo, era burlesco, viajaba en el primer asiento, no hizo lo que hizo en colaboración del momento, sino para exagerar. Marcelo, era demasiado obeso, por lo que no cabía en los asientos individuales, por ello venia en los asientos del fondo del colectivo. Mientras el colectivo aminoraba la velocidad, Josefa, ya venía en el estribo, con su cuerpo mirando hacia atrás y antes que se detenga bajo, por lo que dio un par de vueltas en la arena, levantando las piernas por el golpe, doña Juana, finaliza su relato. ¡Pobre Mujer, al venir de vestido, el cual le quedo en la cabeza, se le vio todo!, menos mal que Alfredo, le tiro su saco para cubrirla, Marcelo, no vio nada porque venía en el último asiento.

    ¡QUE LINDA COSTUMBRE QUE HABÍA EN TIEMPO DE MI NIÑEZ!

    Tanto mis padres, como mis tíos o cualquier vecino, les gustaba hacer vino casero, arrope, chicha, tender en un cañizo higos para secarlos, lo mismo con los duraznos para los orejones o duraznos descarozados, pasas de uvas o ciruelas, así de este modo conservarlos. Los cárneos de chanchos para preparar los chorizos, morcillas, salame, pancetas, arrollados, jamones. Más los amasijos de pan casero para acompañar cualquier comida. Una vez Mamá había salido para hacer unos trámites, entonces a mi Abuela materna, le quedo por ese día la responsabilidad de mandarme a la Escuela, preocupada de que yo no vaya a pasar hambre pregunto, ¿cuántos recreos tienes? cinco conteste, así que corto cinco rebanadas de pan, a todo el ancho del pan casero, panes de esos panes bien grandes.

    A2

    La valija me quedo de mi hermana mayor, era grande y yo solo contaba con un cuadernito de ocho hojas, un lápiz negro, una goma de borrar y una cajita de seis lapicitos de colores. Pasé una vergüenza ese día, porque coincidió con que, una compañera de grado había robado la lapicera fuente de la Maestra, ello significaba un hecho muy grave, nada menos que en la Escuela, donde recibíamos educación, como la Maestra no sabía quién había sido, cerro el grado, dijo en voz alta, abran las valijas y pónganlas sobre el pupitre, comenzó a revisar las valijas. Desde que empezó a caminar por la primera fila, me puse rojo como un tomate, porque sabía que mi valija estaba repleta de rebanadas de pan, Cuando llego a mi lugar, miro mi valija, comento en voz alta como gritando enojada por la pérdida de la lapicera, ¡Miguel no es! ¡Que le va a caber, si tiene la valija

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