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El escéptico
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Libro electrónico101 páginas1 hora

El escéptico

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El escéptico al que le encantaba cazar fantasmas...

Sus amigos le llamaban el Escéptico Eterno, con «E» mayúscula.

A los 31 años, Rajveer se encontraba en la más rara de las profesiones.

Trabajando en un programa de Discovery Channel llamado "El Investigador Escéptico", su principal trabajo era desmentir historias de fantasmas.

Hasta que un día, recibe un misterioso correo electrónico de una tal Sara Williams, propietaria de un pintoresco hotel de la época británica llamado Casa Osborne en Landour, Mussoorie, India.

Sara menciona que ningún turista quiere visitar su hotel porque algunos clientes se quejaban de haber experimentado actividades paranormales allí, por lo que le pide a Rajveer que viaje a Landour para acabar con esas historias de fantasmas mal intencionadas.

Por alguna extraña razón, Rajveer acepta felizmente la invitación, desencadenando una extraña serie de acontecimientos. Y adivina qué descubre esta vez.

Acompaña a Rajveer en su aventura, mientras intenta averiguar qué es la vida, qué es el más allá, qué es real, qué es misterioso, qué es lógico y qué es imposible de explicar y, sobre todo, qué es el amor.

Si te fascinan Ruskin Bond y Nicholas Sparks, también te enamorará El escéptico.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 jul 2021
ISBN9781667407463
El escéptico

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    El escéptico - Prasenjeet Kumar

    1

    SUS AMIGOS LE LLAMABAN el Escéptico Eterno, con «E» mayúscula.

    A Rajveer Singh no le molestaba este epíteto, porque sin duda era un escéptico nato. Pero ¿eterno? Ah, él habría preferido que lo calificaran como «deambulador», ya que eso habría descrito aún mejor sus inclinaciones: alguien que deambula alrededor del mundo demostrando su naturaleza escéptica.

    ¿A quiénes? Bueno... ¡principalmente a él mismo!

    A los 31 años, Rajveer se encontraba en la más rara de las profesiones. Pero no se quejaba, siempre y cuando esta no interfiriera con su espíritu viajero. No creía estar hecho para un trabajo que requiriera estar sentado detrás de un enorme escritorio, aunque se tratara del trabajo mejor pagado en el mundo con la más elegante de las oficinas.

    Pero esto no le daba la libertad de andar por ahí vistiendo vaqueros desgastados. Llevaba su barba francesa perfectamente cortada y se ejercitaba regularmente para mantenerse esbelto y en forma. Y siempre vestía el mejor de los trajes a medida, algo... que pensaba iba bien con su extraña profesión.

    —¿A qué te dedicas, hijo? —Cada vez que le hacían la pregunta, la mandíbula se le congelaba por un momento. Lo cual atraía aún más miradas, además de unas cuantas cejas levantadas.

    Rajveer elegía sus palabras con cuidado, de manera que su silencio parecía más intenso de lo que pretendía. Empezaba diciendo: «Soy un investigador clínico de fenómenos paranormales», pero cuando eso provocaba un confuso y desconcertante «¿eh?», se rendía y soltaba: «en realidad... me dedico a cazar fantasmas».

    Y la reacción siempre era la misma. Primero, una mirada de sorpresa, como si alguien fuera a caerse de la silla. Entonces veía que todos se miraban entre sí y luego lo miraban a él para comprobar si hablaba en serio. Algunos fingían no haber escuchado nada cuando él sabía que sí. Otros comenzaban a susurrar como si de pronto el lugar se encontrara colmado de fantasmas.

    En pocas palabras, todos se habían espantado con su respuesta. ¿Y quién no? Pero antes de que le hicieran otra pregunta, solía dar por terminado el debate. «Y señores, no se preocupen, es una profesión bien pagada. Y, además, me da la oportunidad de ver el mundo».

    Rajveer Singh trabajaba para Discovery Channel en Londres, donde conducía un programa llamado, sí, adivinaron, «El Investigador Escéptico». Su «jurisdicción» se extendía por toda Europa, a cualquier lugar donde se necesitaran sus servicios para desmentir historias de fantasmas: castillos en Irlanda, mansiones en Francia, iglesias en Italia y cementerios en Praga. Algunos episodios incluían destinos turísticos famosos como la Torre de Londres, la Abadía de Westminster y el Palacio de Buckingham.

    Ya había protagonizado cientos de episodios y había cubierto muchísimos destinos exóticos, lo que era un plus. En cada destino y cada episodio, un tema surgía una y otra vez: las historias de fantasmas son una tontería. Los fantasmas no existen, punto.

    Rajveer se aficionó a las historias de fantasmas a partir de los cinco años, gracias a su abuela. Recordaba que ella le había contado que en ese entonces vivía en una casa en la que una habitación de la planta baja estaba tan embrujada que nadie podía pasar una noche allí. «Parecía cobrar vida...» Rajveer recordaba cómo su abuela narraba con un tono lleno de suspenso, cosa que lo mantenía entretenido durante toda la historia.

    —¿Por qué, Dadi? ¿Acaso había un fantasma? —preguntó Rajveer a su abuela.

    La abuelita de Rajveer hacía una pausa deliberada y afirmaba.

    —Quizás esto te asuste. 

    —Está bien, Dadi. Pero, por favor, continúa —imploraba el pequeño Rajveer, casi desafiando a su abuela a que le diera un susto de muerte.

    —Escuchábamos gritos horribles en la noche. Gritos de rabia. Escuchábamos que golpeaban las puertas, las ventanas se abrían y cerraban solas, y los muebles rechinaban como si los estuvieran moviendo de una esquina a otra.

    —¿Enfrentaste al fantasma, Dadi?

    –No, beta... No era tan valiente como tú —reconocía de inmediato la abuelita de Rajveer—, pero un día, conocí a mi vecina, la señora Anand, que vivía en esa zona desde hacía tiempo. Me dijo que asesinaron a alguien en esa habitación y que su fantasma era muy territorial como para permitir que alguien más se quedara en esa habitación.

    Eso decepcionó a Rajveer. ¿Por qué Dadi no investigó las cosas por sí misma? Bostezó y se quedó dormido. Su abuela era una gran cuentacuentos, sin duda, pero ¿significaba eso que existían los fantasmas? No.

    Sus compañeros de escuela se asustaban viendo películas de terror, pero las reacciones de Rajveer solían ser diferentes.

    —Sólo es una película —decía y se encogía de hombros—. Usan iluminación, efectos especiales, maquillaje horrible y los actores sobreactúan de manera espantosa. Y, ah sí, esos estúpidos lentes de contacto blancos.

    Rajveer estaba convencido de que no tan solo los fantasmas no existían, sino que tampoco las almas ni Dios. En ese tiempo, no sabía que existía un término técnico para tal creencia. Pero con el paso del tiempo, se empeñó en investigar y desmentir estos mitos.

    COMO CUALQUIER FAMILIA india de clase media, los padres de Rajveer querían que estudiara ingeniería o medicina, o que se preparara para los servicios superiores como el IAS. Pero Rajveer, en su adolescencia, estaba cada vez más interesado en entender los misterios del universo.

    Después de graduarse, aceptó con entusiasmo una pasantía en Discovery Channel y aprendió los secretos de la planificación, la producción, la fotografía, los efectos especiales, la subtitulación, la locución, etc., y ahora, dirigía su propio programa, y este ya

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