Los compradores de ojos: y otros relatos
Por Carlos Allendes
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El cuento elLA está inspirado en viajes entre Malmö y Köpenhamn.
El misterio de Torrlösa está basado en parte en sucesos reales.
Los compradores de ojos está inspirado en sucesos verdaderos en Sudamérica.
Los otros relatos son inspirados en la vida y recuerdos de la infancia.
Carlos Allendes
Carlos comenzó a escribir en su juventud en Sudamérica tras descubrir a Julio Cortázar. Ganó un concurso con una obra de teatro para niños. Después de ello escribió cuentos cortos que no eran políticamente correcta en ese tiempo. Esos relatos s encuentran durmiendo en cajas de cartón. Una vez en Suecia como refugiado político comenzó a escribir nuevamente. Relatos cortos en español, que caben en un A4. Esos también "maduran" en cartones con la excepción de Los Compradores de Ojos, que una vez traducido al sueco ganó un concurso organizado por el periódico sueco Sydsvenska en el año 2002.
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Los compradores de ojos - Carlos Allendes
Índice
Señales
Kim
El lápiz de grafito
El libro
elLA
Los Compradores de Ojos
Las piedras mágicas
El Misterio en Torrlösa
Sobre el Misterio en Torrlösa
En el principio creó Dios los cielos y la #erra
Dedicatoria
A Verónica que quizá esperaba que fuese realidad y no otro de los sueños de
este relatador de cuentos y que nunca llegaron a publicarse.
A mis hijos y nietos.
A mis hermanas, primas y primos. A quienes fueron mis vecinos. A mis
padres ya fallecidos, a los abuelos ya fallecidos.
A las monjas en el año preescolar, a las damas inglesas de la escuela en los
primeros grados, thanks.
A los excelentes maestros del Liceo y los profesores en las Universidades
que me acogieron.
A las personas que he conocido durante los viajes y que amablemente
prestaron oídos a mis sueños y a mis ocurrencias.
A las generaciones futuras que leerán estos relatos sin entender parte de
ellos por causa de las diferencias que el tiempo genera.
A los viejos de esas generaciones que verán cumplirse algunas de la
afirmaciones que estos relatos tienen.
SEÑALES
Después de varias semanas con un rito - se encuentra en internet por si te interesa - un rito que cambiaría mi vida, de ser aburrida y vacía como cesante a una vida triunfante, me decidí por abandonar el rito. Porque mi vida seguía tan aburrida como antes del ritual. Me decidí a terminar una mañana, cuando desperté al oír música.
Estaba en la parte final de un sueño. Un sueño que por una vez era erótico, muy agradable, para decirlo de una manera correcta.
Estaba a punto de besar a la mujer. Uno de esos besos que solamente ocurren en las películas. Milésimas de segundos antes de despertar, o quizás fue mientras despertaba, se escucharon unos tonos simpáticos. Esas notas me hicieron perder el hilo del sueño.
No me importó que perdiera el final. La sensación era fantástica. La alegría era enorme, había pasado mucho tiempo desde el último sueño así. Tan pronto como yo inicié la sesión en la realidad me di cuenta. ¿De qué? De lo estúpido que era el caminar casi a tropezones en la casa, con las zapatillas de levantarse intercambiadas en los pies antes de irse al trabajo - ese era el ritual - esperando que esa conducta obligara al cerebro a pensar diferente. Ello haría cambiar mi vida. Porque de esa manera se conectan de nuevo algunos circuitos en el cerebro.
¡Por favor! ¿Por qué creí yo eso? ¿Reconectar el cerebro? Me decidí a terminar con el rito porque era ridículo. La mujer y la música me hicieron ver que la vida es más que el éxito y el dinero.
¿La música entonces?
Eran castañas. Castañas que al caer sobre el techo del garaje lograron hacer una melodía.
Después del desayuno - finalmente un desayuno con la zapatilla de levantarse correcta en cada pié - me quedé pensando en las castañas. Encendí la radio, por si la música aparecía. Una idea tonta. Por la mañana es más hablado el repertorio. Seguí pensando. ¡De repente caí en la cuenta!
¡Las castañas eran una señal! Una señal que yo hubiese pasado por alto. A no ser por la alegría que la música me había dado. ¿Cuántas veces había yo perdido señales en mi vida? Difícil de saberlo. Un poco irritante. Preocupante. Angustiante.
¡Obvio que yo había perdido muchas señales! ¿Todos pierden el tren alguna vez, no? Mi vida no solamente era aburrida, yo mismo me había transformado, de ser una persona normal a ser un ente gris, un ser antisocial. Debido seguramente a que yo no había sabido leer las señales. O debido a otra causa.
El que yo había perdido señales se debía simplemente a que nadie me había enseñado. Lo que no aprendiste como niño… es imposible saber como adulto. Nadie en la familia había siquiera cuchicheado en mis oídos sobre las señales.
Ni siquiera mi abuela me había hablado sobre ello. Y eso que mi abuela era muy sabia. Posiblemente una buena lectora de señales.
Que la escuela debió haberme enseñado… Olvídate. Yo fui a una escuela privada. Donde solamente recibíamos conocimiento. Todo lo demás se suponía que lo recibías en casa. Y en mi caso tenía yo unos agujeros enormes desde casa. Carencias emocionales. Nada de raro que yo había perdido entre otras cosas las señales. A veces lo tenía yo muy difícil a la hora de leer a las personas. No obstante podía leer muy bien a los animales.
¡Entonces! Nada de quebrarse la cabeza pensando en las señales perdidas. Señales que yo seguramente no habría sabido interpretar. ¿Existen realmente señales para nosotros en la vida? Si esa señales existen ¿de dónde provienen? ¿De fuera de nosotros? ¿Del cielo? ¿De Dios? ¿De nuestra mente?
¿No es así que cada uno forma su propio Destino? Mmmmm… ¿Existe el Destino? Por cierto ¿qué es el destino realmente? Si no una cadena de sucesos que pueden conducirte a algo bueno, algo más o menos o algo malo?
De todas maneras: si nuestras vidas son predestinadas, entonces no existen señales ¿verdad? ¿O no? Podemos elegir como queremos, el resultado en cambio no lo podemos cambiar. Pero… ¿no había oído yo a veces historias de personas que habían recibido señales?
Si. ¿Sobre personas que habían ignorado las señales con consecuencias catastróficas? Naturalmente que si. Y varias veces.
Entonces era verdad. Las señales existen, han existido y existirán. Reflexioné sobre la lista de los castigos que le caen al que no toma en cuenta las señales - por ejemplo las cartas cadena - y esa lista es tan larga como todas las bendiciones que se pueden recibir. Incomprensiblemente podía yo, que no era creyente, recibir tanto bendiciones como castigos de parte de Dios y los ángeles o de parte de la fuerza castigadora. El peor de los castigos era, aparte de los más recurrentes como la pobreza o siete años de mala suerte y otras calamidades, el peor era la muerte.
No la muerte propia, tu mueres solamente una vez. Y una vez muerto ya no te golpean las olas de la vida. El castigo tiene que hacerte sufrir y mejor aún si ello ocurre durante un largo tiempo. Nada sabemos de lo que sucede con nosotros después de que el cuerpo deja de funcionar, después del colapso como se dice en los círculos educados.
El castigo era lo que le podía suceder a otros. Si yo no seguía esos rituales. Yo sería el responsable de la muerte de los otros.
La muerte de la esposa.
La muerte de la hija.
La muerte del hijo.
Una especie de visión bíblico-paranoica de la realidad.
Sin embargo yo tenía suerte. No tenía esposa. Ni compañera. Tampoco tenía hijos - eso es lo que sé - y además no tengo ningún pariente vivo. Completamente solo en el mundo. ¡Ja ja ja! Muerte… tú no puedes quitarme a nadie de mi vida. Solitario soy, solitario abandonaré esta vida. Y a pesar de ser libre había caído yo en la estupidez del ritual. Hasta que la música había revelado la verdad.
La música. La música se había pegado en la cabeza - de esa manera en que la música acostumbra a pegarse a la consciencia por las mañanas - y no había logrado zafarme de ella. La alegría se redobló repentinamente. Es el efecto secundario de esos momentos en que te das cuenta de algo, así de repente. La comprensión repentina acostumbra a dar alegría. El doble de alegría. El cuerpo se llena de euforia. El alma se ilumina.
¡Libre! Nada de reverencias a la izquierda y a la derecha para rendirle honores a supuestas entidades celestiales que nos cuidan incansablemente de día y de noche.
Libre del ritual cuyo objeto era protegerme mientras yo lo practicara. El antiguo lema romano "Te doy para que me des" era indudablemente ley dentro del universo del New Age. ¡Ahora yo era libre! ¡Gracias a la música!
Sentado frente a un computador en la Oficina de Empleos, si, existía una organización estatal con ese nombre por aquellos años, me cruzó la mente un pensamiento:
¡Las castañas no eran una señal!
¡Las castañas era un símbolo!
No pude, ni siquiera si de verdad lo hubiese querido, seguir buscando trabajo. Imprimí unos anuncios de empleos, para tranquilizar mi conciencia y aparentar que había hallado algunos empleos interesantes. El cerebro mientras tanto estaba a punto de descarrilar - como muchas veces. Pensamientos que iban y venían. Siempre lo mismo… El carrusel estaba ya funcionando. Como la música. Desde tiempo atrás había empeorado la cosa. Cualquiera nimiedad podía poner en acción al carrusel. Carrusel, rueda de Paris. Arriba y abajo. Vuelta, vuelta y vuelta. Horas y horas.
¿Dónde? ¿Dónde había yo leído sobre señales? ¿Fue en ese libro de bolsillo? Quizá. ¿Dónde está ese libro ahora?
Busqué con la mirada un funcionario de la Oficina de Empleos. Alguien que pudiese hablar conmigo. Habían cerca de 10 en la Oficina. Uno de ellos se dirigía hacia mi con una leve sonrisa. Comunicación telepática. Ya había registrado mi presencia en el sistema. Amablemente me recordó que debía buscar trabajo de forma activa y registrar mi actividad. Yo asentí y simulé una especie de problemas con el estómago.
La Oficina de Empleos no desea personas con problemas de estómago en sus locales. Yo exageré aún más.
El funcionario me recomendó que me fuese a casa. Sin dilación alguna cumplí con su recomendación.
Una vez en casa comprendí que con toda seguridad ninguna persona normal habría creído mi vergonzosa actuación. La vergüenza era enorme. Tan grande que me dio un ataque de risa. Uno de esos con letras mayúsculas. Con una J grande. ¡JA JA JA JA JA! Todos fingían creer. Todos en la ciudad. Posiblemente en todo el país. Los funcionarios. Los amigos. Yo mismo.
Me quedé dormido en el sofá. Estaba leyendo El diccionario filosófico
del Swami Shri-sri Guptanjalis comprado en la India. Un libro que presumiblemente solo existe en la India. Nada de número ISBN. Tapa blanda.
Impreso como los libros en el 1800. La letras un poco gruesas. Letras gastadas. El papel grisáceo complementa. Ese papel que es una mezcla de papeles, cartones y trozos de tela. Comencé a recordar el viaje a la India. Desde el primer momento. Y caí dormido.
Desperté sediento. Una idea apareció de inmediato borrando lo que estaba soñando. Sinónimos. Sinónimos. Sinónimos. Sin fiebre se puede pensar mejor. ¿No es verdad? Busqué información al respecto con la tableta:
Una señal es como tú también lo sabes un objeto físico con información en forma de texto o un símbolo y puede estar provista de sonido o luz.
Una señal es un acto, un movimiento. Ejecutado por alguien o por ti mismo y que da una instrucción.
¡Ya! La música no había sido una señal. Un símbolo está en un lugar. Hasta que se cae o alguien lo destroza. He visto muchos símbolos. Y además, como lo dice mi diccionario; lo que nos es una señal es un símbolo. Bueno quizá yo he confundido las definiciones.
Salí a caminar por la tarde. Enojado por haber dormido casi todo el día. Estudié con atención todas las señales. Buscando algún símbolo.
Revisé los correos electrónicos en las diferentes cuentas que tengo. ¿Qué? ¿Cómo? ¡Estaba llamado a una entrevista de trabajo! La Oficina de Empleo había organizado ese encuentro. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Una señal? ¿Un símbolo? La entrevista era al día siguiente.
Muy extraño todo - porque a decir verdad yo había hecho todo