Soy la mujer más amada y felizmente realizada
Por Rafael Rojas
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Primeramente dándole las gracias a Dios por permitirme una vez más ver mi sueño hecho realidad.
Gracias a toda mi familia y amigos por el apoyo incondicional.
A todo el elenco de la primera y segunda parte de esta mini historia, muchísimas gracias. Sin la participación de ustedes este proyecto no hu
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Soy la mujer más amada y felizmente realizada - Rafael Rojas
Soy la Mujer
más Amada
y Felizmente Realizada
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Rafael Rojas
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Publicado por Ibukku.
www.ibukku.com
Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico
Copyright © 2019 Rafael Rojas
All rights reserved.
ISBN paperback: 978-1-64086-370-5
ISBN ebook: 978-1-64086-371-2
Perla Brillante co rría desesperadamente. Su padre, Daniel Arroyo, corrió detrás de ella sin poder alcanzarla, quería morir junto con su hija, ya que era una vergüenza para los dos. «¡Espera, espera hija! ¡Hija, hija!» Desde el momento en que vieron sus rostros, Perla Brillante ya no era ella por el impacto de saber quién era ese hombre que la había hecho tan feliz: Era su padre.
Su mente se puso en blanco, la pobre muchacha no sabía quién era ella, perdiéndose en la oscuridad. De noche cruzaba y doblaba esquinas sin saber a dónde iba. Su padre, Daniel Arroyo, agonizaba en el apartamento que era de ella, donde derrocharon tanta felicidad, tanto amor. Así, agonizando, sólo pedía perdón a Perla Brillante y pedía al Señor Dios que se apiadase de su hija, ya que había sufrido tanto.
Moribundo como estaba, algo muy dentro de él le decía que su hija Perla Brillante no iba a morir, pero él dejaría plasmado todo lo que quería decirle antes del inminente suicidio:«Hija, sé que voy a morir, como también sé que vas a ser muy feliz. Lo único que te pido es perdón. Sé que el destino te tiene muchas sorpresas, quiero que seas la mujer más feliz del mundo, las más amada. Recuerda, no quiero morir, pero es mejor que desaparezca de este mundo. Si no muriera sería algo muy duro para nosotros. En el momento en que tuviéramos que vernos a la cara, van a venir los recuerdos. Hija, recuerda que hay un hombre que está muy enamorado de ti, como también sé que tú te enamoraste de él. Ese hombre es el señor Carlos Ocampo, el que fue padrino de nuestra boda. Es duro decirlo, pero ya no podemos regresar el tiempo atrás. Yo estoy moribundo, pero aquí en mi celular te dejo todo grabado.
Hija, ese hombre me hizo llegar a ti. Si el destino te hace encontrarlo de nuevo, ámalo. Estoy muy seguro de que él te va a hacer muy feliz y muy amada. Recuerda que él me dio su lugar al no poder ir al encuentro contigo. Ámalo y quiérelo y trata de ser muy feliz.»
En la mente de Perla Brillante no había ningún pensamiento. Su mente estaba en blanco. Se le olvidó todo lo que había pasado con su vida.
Daniel Arroyo ya estaba dando su último suspiro, así que en los últimos momentos de su vida dejó su grabación, pero con mucho dolor, ya que todo el cariño del mundo lo cambiaba por dinero, creyendo que estaba haciendo un bien a su hija al dejarle toda su fortuna.
«Hija, perdona que en este momento te hable de dinero ya que en todos tus años eso era lo que había: lujos y dinero, cuando lo único que querías era afecto. Eres mi única hija y todo lo mío era y es para ti. Tu madre Diamante es una mujer muy buena, perdónala. Ella, al igual que yo, nos entregamos mucho a los negocios y a la buena vida, desatendiendo a nuestra hija. Así hay millones de personas en el mundo, pero nosotros te adorábamos, aunque no te lo dábamos a entender. Si te lo demostrábamos era con lujos y millones de dólares. Una y mil veces perdón, hija de mi corazón.
Recuerda: te quiero mucho, hija querida, no quisiera morir, pero es lo mejor que Dios puede hacer. Perdón, perdón, perdón. Sé que el destino te juntará con mi mejor amigo, Carlos Ocampo.
Adiós mi hija. Lo que nos prometimos la noche en que se derramó tanto amor, que, si alguno de los dos muriera esa noche, más allá de la muerte nos íbamos a seguir amando. Eso ya no puede ser si a mí me tocó morir. Te seguiré amando, queriendo y adorando como tu padre. Desde el cielo te daré todo el cariño que nunca te di, mi hija, mi hija, mi hija. Que Dios te bendiga.
Busca a ese hombre, no te vas a arrepentir. Adiós mi hija, te cuidaré y te protegeré día y noche».
El señor Daniel Arroyo murió dejando todo plasmado en una grabación en el apartamento de Perla Brillante. Él estaba seguro de que algún día ella daría con esa grabación. Perla Brillante seguía sin rumbo, perdida en la oscuridad de la noche. Lo único que la alumbraba era su pelo color oro.
La pobre muchacha adoraba tanto su antifaz que ni en ese momento de desgracia se deshizo de él. Lo llevaba muy apretado en su mano. La pobre muchacha iba despeinada; nada le importaba al no saber lo qué estaba pasando con su vida, pensaba que estaba desatinada, loca, no tenía mente, no tenía idea.
No tenía a nadie que la llevara con un médico para que la pudieran atender. Estaba perdida en sí misma de tanto doblar y cruzar calles. Llegó a parar muy cerca de la iglesia donde contrajo matrimonio. El destino se estaba poniendo a su favor, muy cerca estaba aquel señor, aquel hombre millonario de Dubái, el mejor amigo de su padre, el que fue el padrino de la boda.
Ese hombre que se enamoró de ella locamente, el ser que descubrió a esa bella muchacha cuando se exhibía bajo esos antifaces y que mandó a su amigo Daniel Arroyo al encuentro con ella, ya que él no pudo ir a esa cita.
El señor Carlos Ocampo no fue a la cita por cuestiones de trabajo y negocios millonarios. Después de que salió de la iglesia se fue muy cerca de ahí a un piano bar a tomar whisky, sin control, muy amargado porque la mujer que amaba se casó con su mejor amigo, pues él mismo se la había puesto en bandeja de plata.
Carlos Ocampo mandó cerrar el piano bar para quedarse solo en él, no quería que todos vieran cómo lloraba su pena por aquella mujer del antifaz. Su belleza no se le quitaba del pensamiento, estaba tan amargado que no usaba copa para tomarse sus tragos, tomaba de la misma botella y lloraba y lloraba sin parar que ya no sabía quién era él. Sólo sabía que estaba embriagado de amor por esa mujer del antifaz, que no se le borraba de la mente.
Mientras tanto, Perla Brillante estaba cansada de caminar sin rumbo. Doblaba esquinas por donde quiera sin saber dónde estaba y sin saber qué estaba haciendo, pero siempre aferrada a su antifaz como si no pudiera desprenderse de él. Era como mágico, no sabía quién era y seguía aferrada a su antifaz. Era como si Dios no quisiera que se deshiciera de él, que siguiera con él hasta el último momento.
El señor Carlos Ocampo seguía tomando sin parar en ese piano bar, sin saber lo que estaba pasando con esa muchacha y tampoco sabía lo que pasó con su amigo Daniel Arroyo. Mientras él estaba tomando, Perla Brillante andaba sin rumbo por diferente calles y esquinas de Dubái. Caminaba sin descansar, de su boca no salían palabras ya que quedó paralizada de la voz por la impresión tan grande que tuvo. La infeliz muchacha no sabía lo que era estar cansada, no sabía si le dolían los pies de tanto caminar, no sabía si tenía hambre; sólo su destino cambiaría si alguien se apiadara de esa joven, si apareciera un ángel mandado por Dios, alguien tenía que aparecer y apiadarse de esa bella mujer, la que no sabía ni quién era. Carlos Ocampo estaba tan embriagado, que ni siquiera sabía dónde estaba.
No sabía que muy cerca estaba aquella mujer por la que venía sufriendo y ahora mismo estaba en esa condición por el amor de esa muchacha y de ese antifaz, sólo le salían de su boca palabras entrecortadas: «Ya no quiero seguir bebiendo, quiero pasar por la iglesia donde se casó la mujer que iba a ser mía por una noche entera. La mujer de quien me enamoré perdidamente. Sólo con ver la iglesia me daría cuenta de que ahí estuvo y que yo estuve muy cerca de ella, ya que fui el padrino de su boda con mi mejor amigo, Daniel Arroyo.
¿Cómo le estará yendo a mi amigo con esa misteriosa muchacha? ¿Le estará yendo bien? Hoy que es la noche de bodas, cómo quisiera que fuse yo quien estuviera en su lugar. No sé, esa muchacha con ese antifaz tan elegante, tan bella, tan delicada, tan amada. Todo parece un sueño. Así como estoy pasaré por esa iglesia, me conformaría con eso. Estoy tan ebrio que no sé ni siquiera cómo voy a manejar, en este momento no sé de mí, no sé dónde estoy parado, sólo sé que estoy borracho por la mujer que amo, la mujer de quien me enamoré. Entregaré el guía de mi carro a Dios todopoderoso, Él es quien me va a llevar a donde quiera llevarme, Él es mi salvador y me llevará por un buen camino. A Él me entrego en cuerpo y alma. Siempre, cuando más lo necesito, ahí está conmigo.»
Perla Brillante seguía sin rumbo, pero muy cerca de la iglesia por donde quería pasar aquel hombre que tanto la recordaba. Aquel hombre que estaba tan embriagado y tan deshecho por su amor. Como que algo le dice que pase por esa iglesia.
Un hombre que no sabe de él está montado en su carro y sólo está viendo alucinaciones. Manejando va y sólo alcanza a ver visiones, pero como se encomendó a Dios, todo le está saliendo muy bien. Con todo y estar tan embriagado, alcanza a mirar que algo va cayendo sobre la carretera muy cerca de donde él va manejando. Piensa que es una estrella fugaz la que cayó del cielo. Para él eso es un símbolo de buena suerte. Como está tan ebrio, no le dio importancia a lo que alcanzó a mirar, no sabiendo si era una estrella fugaz.
Era su amada Perla Brillante y eso que vio brillando era su pelo, que siempre estaba brillando en la oscuridad. Así, frenó el carro muy cerca de esa llamada estrella fugaz, pero al mismo tiempo sintió un impacto de algo sólido y se asustó un poco. Con todo y su embriaguez se bajó del carro y quiso mirar muy de cerca por aquel golpe que sintió cuando frenó su auto. Quedó muy sorprendido al ver el cuerpo de una mujer, pero como estaba tan ebrio pensó que era su borrachera, que estaba viendo alucinaciones y quiso echarse agua por la cabeza para así despejarse la mente.
El señor Carlos Ocampo quedó sorprendido al ver lo que estaba mirando: «¿Será verdad lo que estoy mirando o estaré soñando? Tendré que echarme agua para así ver mejor las cosas. Dios mío, esa estrella fugaz es aquella muchacha que se casó con mi amigo Daniel Arroyo, la que se acaba de casar, de la que yo fui padrino de boda. Sí, es ella, todavía tiene su antifaz en las manos. Santo Dios, qué bella es esta muchacha. ¿Por qué escondía su rostro bajo ese antifaz si es muy bella? Estoy tan ebrio que no sé si estoy viendo bien o si estoy alucinando. Me he echado tanta agua por mi cabeza para así aclarar mi mente, pero veo que no ha