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Lovely Planeta
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Libro electrónico236 páginas1 hora

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¿Qué une a una adolescente furiosa, un vagabundo sin deseos, una emprendedora neurótica o una madre atrapada en la rutina diaria? Todos han tenido en sus manos la sabiduría de la India: el libro de Wakanda-Adhita. Es como la declaración de un testigo que cruza fronteras. Es el detonante de una vida mejor. Personajes extravagantes que se cruzan en un universo multicolor donde todo está permitido.
 

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento7 may 2021
ISBN9781071599303
Lovely Planeta
Autor

Mirelle HDB

L'histoire commence en Suisse, à Schaffhouse, près des chutes du Rhin. La petite Mirelle (qui n'est pas encore connue sous le pseudonyme de HDB) pousse son premier cri un 10 novembre d'une année surprenante pour la lune. Notre héroïne ne restera pas très longtemps dans cette région dont les habitants parlent une langue qui ressemble, pour elle, plus à du gloubi-boulga qu'à de l'allemand. Elle atterrit dans une petite ville de Suisse romande. Alors qu'elle s'ennuie prodigieusement sur les bancs de l'école, elle s'imagine des vies fabuleuses, remplies d'étoiles, de voyages et d'histoires rocambolesques. Elle écrit ses premiers discours de remerciement pour les Oscars et le prix Pulitzer ! Elle voit grand, son pays natal devient trop petit pour ses rêves démesurés. C'est pour cette raison qu'elle monte à Paris suivre les cours Florent. Après quelques expériences de théâtre enrichissantes et de belles rencontres, elle s'en va encore plus loin, dans un vaste pays qu'elle a fantasmé en lisant notamment Paul Auster et Truman Capote. New York, Chicago, Atlanta, Le Grand Canyon, San Francisco et tant d'autres. Deux années de magie dans une contrée qui symbolisait encore le rêve américain. Touche-à-tout, elle a été vendangeuses, contrôleuse de contacts électroniques pour la Nasa, jeune fille au pair, prof de français pour avocats de la mafia, traductrice de notices pharmaceutiques, voix française pour la compagnie de théâtre de David Schwimmer (oui, Ross dans Friends !) figurante, standardiste, cat sitter, plante verte puis chargée de communication et souffre-douleur dans des galeries d'art. Ces aventures entre Paris, la Suisse et de nombreux voyages, lui ont donné envie de se rapprocher de ses parents installés au calme dans le sud de la France. Dorénavant, notre héroïne est devenue Mirelle HDB. Elle est l'heureuse romancière, éditrice et graphiste de trois romans et quatre recueils de nouvelles et se consacre à mettre ses aventures inspirées de ses voyages, de ses rencontres et de ses rêves riches et visuels sur papier.

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    Lovely Planeta - Mirelle HDB

    LOVELY PLANETA

    MIRELLE HDB

    Traducido por

    Silvia Adriana Domingo Puga

    Diseño gráfico: ©Mirelle HDB

    Contacto: lovelyprojets@gmail.com

    © Mirelle HDB 2021 Spanish Edition

    Quedan prohibidas las copias o reproducciones destinadas a uso colectivo. Cualquier representación o reproducción, total o parcial, realizada por cualquier medio, sin el consentimiento del autor o de sus derechohabientes o causahabientes, constituye una infracción del Código de Propiedad Intelectual.

    A Martin, por haberme ayudado a encontrar la clave.

    Índice

    Prólogo

    Aphyllanthe

    Thérèse Perséphone McKinley de Valmore

    Calliste de Garamord

    Lux

    Pétrus

    Fulgence d’Amour

    Angéline

    Virgil-Sanjay

    Prólogo

    Acaba el año erótico. A pesar del vacío que he sentido desde la muerte de mi marido, esta mañana me desperté con ganas de aventura, de viajar y sobre todo, de no planear nada.

    Una explosión de colores rojos, amarillos, verdes, rosas, azules, naranjas, violetas, cae del cielo sobre los bailarines que giran con gracia con una música estimulante. El viento remueve el largo cabello de las mujeres. Levanta sus saris. Pétalos de rosa y jazmín acarician a los bailarines y perfuman el ambiente. Este espectáculo me hipnotiza. Me siento transportada. Es alegre, emocionante, a kilómetros de la vida que acabo de dejar. Estoy en otro mundo. Yo soy otra.

    El tiempo vuela a cámara lenta como en una película de Bollywood. Imágenes de mi vida anterior pasan ante mis ojos. Mi pequeña vida burguesa europea, tan tranquila, bien organizada. Un marido

    cariñoso, pero hogareño, que se encargaba de todo, que planeaba, que no dejaba nada al azar. Un hombre al que no le gustaba viajar. Y yo, que tenía sed de aventuras, de tierras lejanas, de descubrimientos, nunca tuve el valor de ir sola. Es un poco triste decirlo, pero fue su muerte lo que me liberó. Si hoy estuviera aquí a mi lado, creo que le daría un infarto. Hay demasiado de todo en este país. No me decepcionaron las primeras imágenes y aromas que me asaltaron. Estaba molesta, conmovida, indignada, aturdida, conmocionada, pero decepcionada, ¡nunca!

    Salí de París hace apenas un mes, con dos amigos de mi hija. Ella estaba demasiado preocupada para dejarme ir sola. Llegamos a conocernos mejor mientras nos turnábamos para conducir. Dormíamos con los lugareños y, a veces, cuando el clima lo permitía, en sacos de dormir bajo las estrellas. Redescubrí la despreocupación de mis veinte años en las carreteras de Europa y Asia Central. Pasamos por muchos pueblos, vimos paisajes de colores impactantes y dejamos que los niños nos escoltaran con gritos de alegría. Tuvimos un pinchazo

    solo una vez. Por suerte, un ingenioso autoestopista nos echó una mano. Recorrió el largo camino con nosotros, nos enseñó a preparar un auténtico y delicioso té de menta. Luego le dejamos cerca del mar Caspio. Nuestra aventura continuó durante varias semanas. Llegamos a la India cansados, pero llenos de experiencias. Caímos de adoración frente al Templo Dorado de Amritsar. Pasamos una noche entera admirando esta maravilla que se refleja como una joya en la cuenca que la rodea. Nos dolió en el alma que, pocos días después, abandonáramos nuestro estado de contemplación para retomar nuestras peregrinaciones.

    Llegamos a Nueva Delhi a altas horas de la noche. Encontramos un lugar para recostar nuestros cuerpos agotados después de un viaje tan largo. Las tres estrellas de nuestro hotel no tenían nada que ver con la comodidad más básica, si no con lo que podíamos admirar en el cielo, junto a la ventana de nuestra habitación. El fuerte ruido del ventilador no me impidió caer en un sueño denso, desprovisto de sueños.

    Acaba de amanecer. Una luz magnífica despunta en el horizonte. El calor ya está saliendo de su guarida. Se reanuda el ajetreo que se había aliviado un poco con la oscuridad. El hambre me sacó de la cama. Mis compañeros de viaje todavía dormían profundamente, un privilegio de la juventud. Mis sesenta años me empujaban a aprovechar al máximo esta novedad que se me ofrece. Todavía es temprano. Los vendedores ambulantes desenvolvían ropa, especias, joyas y también rosquillas fritas en un líquido tan oscuro que parecía aceite de motor. El hambre acalló mis miedos. Las probé. Estaban calientes, picantes, buenas. Un niño con una sonrisa brillante me ofreció un té muy dulce con leche y cardamomo. Cuando se terminaba la bebida, bastaba con tirar la taza de barro al suelo. Al final del día, se formaba una pila de tazas usadas. La lluvia eliminaría los restos.

    En la calle, me ofrecieron el mundo, todos mis deseos, en bandeja de plata. Les rechacé cortésmente y continué mi vagabundeo. Paseé alrededor de una vaca que yace al otro lado del camino. El

    gran animal impedía que pasaran carritos y taxis. Pero como es sagrada, se la dejaba rumiar tranquilamente, mientras el tráfico continuaba a su alrededor, como si no pasara nada.

    Iska kya daam hai?

    Pregunté en hindi el precio de un salwar kameez. Quería vestirme como los lugareños, pero no tenía ganas de ponerme un sari. Regateé un poco, como es costumbre, y me fui con una magnífica prenda que solo me ha costado unos pocos francos. Me encontré a muchos estadounidenses y europeos que vinieron a rehacer el mundo en paraísos artificiales, o a buscar un ashram para apaciguar su alma.

    Después de una semana de jugar a los turistas, dejé mi coche a mis amigos, que iban a Benarés. Se sintieron culpables por dejarme sola, pero les juré, con humor, que era mayor de edad y que estaba vacunada. Necesitaba un poco de soledad. Nos despedimos con una última risa y grandes abrazos.

    Conseguir un tren a Agra no fue tarea fácil. Intenté comprar un billete en la enorme estación que está tan plagada de gente como un hormiguero.

    Algunos viajeros se quedaban allí a esperar, durmiendo

    en el suelo. En este país el tiempo, al igual que los horarios de los trenes, no es una ciencia exacta. No estoy acostumbrada a ver gente con deformidades físicas en la calle. En Francia, nos avergonzamos de ellos, los escondemos. Lo que es duro de ver es la resignación en los ojos de los niños muy pequeños que están hambrientos, abandonados, vagando, desesperados por comer. He escuchado decir que no debes darles nada porque es su karma. La gente pasaba de largo con sus ropas hermosas y miradas indiferentes.

    Aterricé en Agra. Me moría de ganas de ver el Taj Mahal. Por desgracia, llegué a la hora de cerrar. ¡Qué decepción! Alquilé una habitación en un hotel de lujo, necesitaba una buena cama. Dormí hasta el día siguiente. Mis sueños estaban llenos de imágenes de todos estos niños. Me desperté llorando. Estoy más alterada de lo que me atrevo a admitir. Disfruté de mi desayuno como nunca lo he hecho antes. Engullí todo como un ogro, diciéndome a mí misma lo afortunada que soy, a mi edad, de

    estar en tan buena forma. Vestida con mi salwar kameez, me paseé por los terrenos del Palacio con

    un nudo en el estómago. ¿Quizás el miedo a llevarme una decepción? La larga caminata que me acerca al Taj Mahal me permitió darme cuenta de la magnificiencia del edificio. A mi lado caminaban familias con niños corriendo. Alegraban el ambiente con su risa. Sus madres estaban vestidas con saris de todos los colores del arcoiris. Un extravagante canto a la vida. Una vez dentro del mausoleo, me embargó una energía increíble. Es como si la belleza se hiciera palpable. Mis ojos comenzaron a humedecerse, no sé si estoy de luto por mi esposo, mi repentina soledad, o simplemente la alegría de estar viva y tener la oportunidad de visitar un lugar tan maravilloso. De repente, sentí una presencia reconfortante a mi lado. Alguien me pasó un pañuelo. Me encontré con la mirada radiante y benevolente de una mujer con un sari blanco. Me tendió la mano: Wakanda-Adhita, me dijo, creo que es la hora del té. Debo parecer confundida porque ella me sonrió, envolviendo su brazo protector alrededor de mis hombros. Parecía tener apenas treinta y cinco años, pero tenía un

    aura tan maternal que la seguiría hasta los confines de la tierra. Al salir del palacio, ella me contó la

    Al día siguiente, dejamos Agra en su hermoso coche Ambassador. Esta mujer tiene dos nombres asombrosos: Wakanda significa poder mágico interior en la tribu Dakota del pueblo Sioux y Adhita, aquella que está educada en la India. No he conocido a nadie que le sentara su nombre tan bien como a ella. Por primera vez en mi vida, me encariñé de alguien de manera instintiva, a primera vista. De ella emanaba una gran serenidad. Procedente de una zona acomodada y multicultural, tuvo la oportunidad de viajar mucho. Toda su sabiduría

    y secretos provenían de su rica herencia. Tenía una forma única de envolver a la gente con su dulzura.

    Wakanda-Adhita sugirió que hiciéramos algunas visitas antes de unirme a su ashram. Vimos el Palacio de los Vientos y descubrimos el meticuloso trabajo de los joyeros artesanos en Jaipur. Llegamos

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