ada vez que termino una nueva vuelta al sol, por mi cumpleaños, cierro los ojos y, con un soplido más enérgico en cada aumento de número, se repite el mismo deseo: viajar a África. Hoy os hago una advertencia: ojo a lo que pedís, porque se puede cumplir. Como mi viaje a Tanzania, que me dispongo a disfrutar con mi compañero de vida, José, y con una ruta diseñada por Meliá que se declina por las esquinas más hermosas del país Por si fuera poco, y aunque suene a broma, es nuestro primer viaje en pareja. Comenzamos con este diario que no quiero olvidar nunca. Primer destino: Arusha. Estrenamos nuestro recorrido aterrizando en el aeropuerto internacional de Kilimanjaro para visitar esta ciudad y el área protegida de Ngorongoro, ambas en las tierras altas volcánicas de Tanzania, al norte del país. De camino al hotel, a un lado y a otro, se suceden caminos de tierra salpicados de colores vibrantes, los que visten las personas que caminan por ellos: mujeres cargando con cestas de mimbre sobre su cabeza, motociclistas por todas partes, niños que saludan sin parar corriendo a nuestro lado... Cada minuto que avanzamos ofrece un escenario distinto de diferente cromatismo, cada vez más humilde, más salvaje, más fascinante. El hotel Gran Meliá Arusha () nos recibe con una cálida elegancia que conforma la transición perfecta entre el mundo urbano y la aventura que nos espera. Tras visitar la plantación de café y la fundación Sanaa (), una comunidad de artesanos con diversas discapacidades, todo dentro del recinto del propio hotel, nos encaminamos hacia el monte Meru y sus cataratas. Segunda parada: Ngorongoro, donde nos alojamos en el Ngorongoro Lodge Meliá Collection, el hotel con la ubicación más impresionante donde he estado nunca: la caldera del volcán del mismo nombre, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pero si pensaba que me iba a sorprender el emplazamiento, seis masáis nos reciben con una danza tradicional de bienvenida absolutamente irrepetible. Vuelvo la cabeza y descubro que en el está todo el bailando y cantando. Imposible no unirnos a la fiesta; siento que voy a explotar de felicidad. Al día siguiente, madrugamos para ver el amanecer en el cráter del volcán y hacer un desayuno-pícnic en Ngoitokitok; fue una experiencia de lo más tonificante. Hipopótamos y todo tipo de aves nos avanzan lo que vamos a descubrir en nuestro primer safari, también organizado por Meliá, donde medimos las distancias admirando leones, jirafas, elefantes, familias de monos cebras... No puedo creer que todo esto sea verdad. Sólo faltan mis hijos. Mires a donde mires, el paisaje es como un óleo que se enriquece de detalles al acercamos, los niños juegan con las caras pintadas y participamos en la danza de saltos hasta que llega la hora de una cena con vistas al infinito junto a la chimenea. ¿El menú? Cocina tradicional africana con influencia swahili, llena de matices y sabores y con toques internacionales y orientales; en suma, una delicia.
MEMORIAS DE ÁFRICA
Jan 18, 2024
3 minutos
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