El fantasma de Canterville
Por Oscar Wilde
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El fantasma de Canterville - Oscar Wilde
autor
Wilde, Óscar
El fantasma de Canterville
Colección Narrativa
Edición y diagramación: Libros Móviles 2016
Todos los derechos reservados para esta edición electrónica
www.librosmoviles.com
I
Cuando el ministro americano míster Hiram B. Otis compró Canterville Chase todo el mundo le dijo que estaba haciendo una insensatez, ya que no cabía duda alguna de que había fantasmas en el lugar. En verdad, el mismo lord Canterville, que era hombre con el más puntilloso sentido del honor, había creído su deber mencionar el hecho a míster Otis cuando llegaron a tratar las condiciones.
-A nosotros no nos ha interesado vivir en el lugar -dijo lord Canterville-, desde que mi tía abuela, la duquesa viuda de Bolton, se asustó hasta el punto de que le dio un ataque, del que en realidad nunca se recuperó, al apoyarse en sus hombros dos manos de esqueleto cuando se estaba vistiendo para la cena. Y me siento en la obligación de decirle, míster Otis, que al fantasma le han visto varios miembros de mi familia que todavía viven, además del párroco, el reverendo Augustus Dampier, que es profesor del King’s College, de la Universidad de Cambridge. Después del desdichado accidente acaecido a la duquesa no quiso quedarse con nosotros ninguno de los más jóvenes de nuestros sirvientes, y lady Canterville frecuentemente no podía conciliar el sueño por la noche a consecuencia de los ruidos misteriosos procedentes del corredor y de la biblioteca.
-¡Milord! -respondió el ministro-, tomaré el mobiliario y el fantasma en la tasación. Yo vengo de un país moderno, donde tenemos todo lo que puede comprarse con dinero; y tenemos a todos nuestros activos individuos jóvenes pintando el viejo mundo en rojo, y llevándose a sus mejores actores y prima-donnas. Doy por descontado que si hubiera cosa tal como un fantasma en Europa, lo tendríamos en nuestra patria a muy corto plazo en uno de nuestros museos públicos, o en el camino como espectáculo.
-Me temo que el fantasma existe -dijo lord Canterville, sonriendo-, aunque puede que haya resistido las ofertas de sus empresarios superactivos. Hace tres siglos que es muy conocido, desde 1584, para ser exactos, y siempre hace su aparición antes de la muerte de cualquier miembro de nuestra familia.
-Bueno, también el médico de cabecera en esos casos, lord Canterville. Pero no existe tal cosa como un fantasma, señor, y yo supongo que no van a suspenderse las leyes de la naturaleza para la aristocracia británica.
-Ciertamente ustedes son muy naturales en América -respondió lord Canterville, que no había entendido del todo la última observación de míster Otis-; y si a usted no le importa tener un fantasma en la casa, perfectamente. Sólo que debe usted recordar que yo se lo advertí.
Unas semanas después se había cerrado el trato, y al final de la temporada el ministro y su familia fueron a Canterville Chase. Mistress Otis, que de soltera, como miss Lucretia R. Tappen, de West 53rd Street, había sido una célebre belleza de Nueva York, era ahora una mujer muy hermosa, entrada en años, con bellos ojos y un magnífico perfil. Muchas damas americanas, al salir de su tierra natal, adoptan un aspecto de enfermedad crónica, bajo la impresión de que es una forma de refinamiento europeo; pero mistress Otis no había caído nunca en tal error. Tenía una magnífica constitución y una vitalidad realmente asombrosa. En verdad, en muchos aspectos era completamente inglesa, y un ejemplo excelente del hecho de que realmente lo tenemos todo en común hoy día con América, excepto, desde luego, el idioma. Su hijo mayor, a quien