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Libro electrónico115 páginas1 hora

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Información de este libro electrónico

Juan aprendió pronto que con su alter ego podría comerse el mundo. Todo iba bien hasta que la prensa amarilla londinense empezó a cuestionarse por qué no había fotos en la solapa de su libro o en las contraportadas de sus libros. Empieza la carrera de un escritor para esconder su identidad. El encuentro con el amor que nunca pensó que se merecía. En Te encontré el maestro se convierte en aprendiz y un enamorado a la vieja usanza. Los sueños a veces se hacen realidad y son más grandes de lo que pudimos llegar a soñar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 abr 2021
ISBN9788413865638
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    Te encontré - Goretty

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    Créditos

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Goretty

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1386-355-9

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Agradecimientos

    Este libro se empezó a escribir en el 2010, cuando nació mi primer hijo. Me apunté a clases de escritura y así comenzó, pero en lo que se convirtió después en 2020 no tiene nada que ver con lo que iba a ser el libro originalmente.

    Mis libros cobran vida a medida que los voy escribiendo, así que rara vez puedo decir que sabía cómo iba a transcurrir y terminar un libro en mis manos.

    He disfrutado en soledad de la creación de este libro con la ayuda de mi amiga Poliana Ponte, que corrigió páginas y páginas. Doy gracias a mi hijos por recordarme que cuando estoy con fuerzas debería escribir y escribir.

    Esos apoyos han sido inspiración pura y dura.

    Gracias, chicos, por apoyar a mamá para cumplir su sueño; es una de las mejores cosas que me ha pasado.

    Agradecer a toda la gente que compró mi primer libro Mírate en mi espejo, ell@s me hacen seguir mi camino.

    Deseo con mi corazón ardiendo que os guste.

    .

    Removió el caldo en la gran copa, como si estuviera en una cata de vinos. Le complacían las marcas españolas. Degustó su sabor. «Sin lugar a dudas, el Rivera de Duero era uno de los mejores vinos del mundo» razonó.

    A su alrededor, parejas entrelazadas cenando cariñosamente. Su agente, a su lado, lo observó. Él siguió con la vista a un camarero que llevaba una botella de Cava. El restaurante estaba abarrotado de gente. Sintió que por primera vez en mucho tiempo su agente volvía a ser «el agente», no el amigo en que se había convertido con los años. ¿Para eso había venido de Nueva York? La edad le estaba jugando una mala pasada. La proposición era una locura.

    Dio un sorbo al vino y su aroma lo embriagó. Jugueteó con su entrecot a la pimienta. Estaba bueno, aunque era demasiado pequeño para su gusto. Restaurantes minimalistas con platos grandes y migajas de comida.

    —¿Estás loco? —le preguntó a su agente.

    —¿Por qué?

    —No puedes estar hablando en serio.

    —Pues sí —contestó el agente.

    —Ha sido un largo camino llegar hasta donde estoy y no deseo perderlo. Es una locura lo que me pides.

    —Precisamente por eso te lo pido. Esto es para tocar la cima de los gloriosos, que no perdamos lo que tenemos. Reconozco que ha sido un camino muy arduo.

    Se quedaron en silencio. Juan sopesó la propuesta y se le antojó que podría ser el comienzo de su vida y no la continuidad de Greg Simmons.

    —Bien. Lo haré —contestó resignado y vencido ante la poderosa razón de Antonio.

    —Buena decisión.

    El restaurante a su alrededor se iba vaciando. Al ir perdiendo a los clientes, las parejas que se miraban con cariño, los camareros estaban deseando largarse a casa o de fiesta.

    Era grato estar de vuelta. Diez años viviendo en Nueva York y siendo mundialmente conocido como Greg Simmons le habían hecho olvidarse de las pequeñas cosas que merecían la pena. El calor de su gente, recorrer las calles de Madrid que tantos recuerdos albergaban…

    No había avisado a nadie de que iba a estar por la ciudad. Deseó no encontrarse con conocidos.

    El centro de Madrid albergaba novedades. La Gran Vía se erigía majestuosamente desde la plaza de Callao hasta Plaza España, toda peatonal. Se podía andar en las carreteras que antes se llenaban de coches contaminantes. Hacía sol. Se acercó a uno de los kioscos más antiguos de esa calle y pidió una botella de agua. El kiosquero era el mismo de hacía diez años.

    —¡Chaval! Hace siglos que no te acercabas por aquí.

    —¿Te acuerdas de mí? —le preguntó.

    —¡Claro! Todos los domingos me comprabas varios periódicos y te regalaba chicles o caramelos por ser un cliente fijo. Y de repente, te perdí. Me pregunté qué había sido de ti.

    —Me fui a vivir al extranjero.

    —Bueno, es mejor que las cosas que imaginé que podrían haberte pasado. Cuando una persona es constante en la vida de otra y desaparece sin más… El cerebro se hace preguntas. Me alegra haberte visto.

    —Gracias por preocuparte por mí. No tenía ni idea. Y como no me despedí la primera vez, lo hago ahora. Volveré a Nueva York, pero quiero que sepas que cada vez que vuelva vendré a por los periódicos.

    —Gracias.

    —Me llevaré los periódicos, mantengo el mismo hábito.

    El señor cogió los tres periódicos que habitualmente se llevaba Juan y se los dio junto con unos chicles y la botella de agua.

    —¿Todavía te acuerdas de mis diarios favoritos?

    —Tengo buena memoria.

    —Pero han pasado diez años.

    —Y sigue funcionando —lo dijo guindándole un ojo mientras se señalaba

    La cabeza.

    Se despidió y prosiguió su andadura. Aquel señor le había dejado un buen sabor de boca. Iba sonriéndole a la vida.

    .

    —Lo que importa es el lenguaje que uséis para contar las cosas —oyó decir al profesor.

    Llegaba tarde a clase.

    —Buenas tardes. Soy Juan, nuevo —recitó medio avergonzado por llegar con la clase empezada.

    —¡Hola, Juan! —saludaron algunos, incluido el profesor, que en ese momento estaba escribiendo algo en la pizarra.

    Juan tomó asiento donde pudo. En seguida se dio cuenta de que usaban una mesa redonda, igual que la de Camelot. «Nadie era líder en esa manada» pensó.

    —¿Podrías decirnos qué tipo de literatura lees, Juan? —la voz del profesor lo sacó de su ensoñación.

    —Un poco de todo —intentó parecer poco interesante.

    —¿Cómo cuál? ¿Qué autores te gustan? —insistió el profesor.

    —Andy Bonaparte, Gabriela Octavos y también Greg Simmons.

    —¿Greg Simmons? ¡Madre de Dios! Tus autores escriben literatura basura, sobre todo ese tal Greg Simmons. Los principios de Greg fueron buenos, pero luego se vio de qué pasta estaba hecho. Aquí se enseña arte, puede que este no sea la clase de lugar adonde debas asistir.

    —Bueno… Si aprendo arte, es posible que mejore mi manera de escribir —le soltó a bocajarro al profesor.

    —En eso tienes razón. Espero enseñarte algo beneficioso para que alcances sentir la escritura

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