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Los boleros del Chipi-Chipi y otros relatos de la pampa
Los boleros del Chipi-Chipi y otros relatos de la pampa
Los boleros del Chipi-Chipi y otros relatos de la pampa
Libro electrónico170 páginas2 horas

Los boleros del Chipi-Chipi y otros relatos de la pampa

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Información de este libro electrónico

Osmar morgado, es un pampino de tomo y lomo, nació en la Oficina Salitrera Flor de Chile, ahora desaparecida.
Con una pluma ágil y amena, relata en forma de ficción, (la verdad sea dicha: mezcla realidad con ficción) una veintena de cuentos con sus recuerdos pampinos en la Flor de Chile y luego en la salitrera Pedro de Valdivia. Algunos son relatos de romanticismo y amor. Otros de amistad y compañerismo y; los menos; de terror y muerte.
Los relatos son ágiles y obliga al lector a seguir leyendo hasta el final, para saber en qué diablos termina el delirio.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 nov 2023
ISBN9788411815758
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    Los boleros del Chipi-Chipi y otros relatos de la pampa - Osmar Morgado Rivera

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Osmar Antonio Morgado Rivera

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-575-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A mis padres Hilda Raquel y Juan Antonio,

    quienes me presentaron la pampa en sus años más luminosos

    .

    Los vientos y los años me arriaron lejos,

    lo que ayer fue esperanza, hoy es recuerdo.

    (Atahualpa Yupanqui)

    PRÓLOGO

    «Describe tu aldea

    y habrás descrito al mundo».

    León Tolstoi.

    Produce una singular alegría el saber que una corporación cultural independiente, de los viejos pampinos, publicará el libro de cuentos de mi gran amigo Osmar Morgado. En estos duros tiempos de capitalismo puro, el que un escritor novel —no consagrado por la crítica, o que publica por primera vez— encuentre un editor es ya un triunfo. Porque, si no, tiene que andar de editor en editor, o participar en mil concursos, para que pueda lograr publicar su libro. Porque un escritor, uno que se siente de verdad escritor, nunca escribe para sí mismo; escribe para los demás, para que todos los que lo lean, conozcan nuevas experiencias, a otros seres humanos, los juegos de la niñez, los recuerdos de los padres, los amigos de la infancia. En resumen, la vida que ya pasó y que no vuelve más. Porque yo, como lector, busco conocer otras vidas, otras experiencias, otros mundos, otras formas de vivir, que enriquecerán mi propia —y presente— vida interior. De allí la necesidad de escribir y de publicar.

    Por eso, mis palabras de aprecio y reconocimiento a la Corporación Cultural Vivencias de la Pampa, porque toman en serio lo que significa CULTURA, porque la vida de la pampa salitrera es una página inolvidable de la historia de Chile, y porque las experiencias de la vida en las diversas «oficinas» (como se llamaba a los pueblos salitreros) de Tarapacá y Antofagasta constituyen un todo inseparable: el trabajo, las recurrentes masacres de pampinos, la familia, las fiestas, los amigos, la vida de los grupos teatrales, y todo, de una riqueza CULTURAL de incalculable valor espiritual e histórico. Gran trabajo de la Corporación Cultural Vivencias de la Pampa, de la ciudad de Antofagasta.

    Pero un prólogo es la presentación de un libro y de su autor; el lector no debe impacientarse, porque la lectura, tranquila y meditada, da frutos. Y vamos a ello.

    Osmar Morgado es ingeniero civil electricista y trabajó en Chuquicamata. A pesar de ser ingeniero, apasionado por las matemáticas y las ciencias, de ser un gran jugador de ajedrez, y de ser un amante de los boleros y los tangos, a pesar de todo eso es un gran lector, como él lo indica al comienzo del libro: en todo lo que tenga letras y donde hay letras, él está metido. Especialmente ha leído a los escritores chilenos, y de estos, a los que hablan de la pampa: Volodia, Rivera Letelier, el inolvidable Andrés Sabella. De ahí que maneje tan bien la lengua castellana y, por haber nacido y crecido en la pampa, la forma del habla de los pampinos, una forma muy peculiar, con sus propios giros y dicharachos, que él incorpora tan atinadamente en los diálogos de sus personajes.

    Porque, como en toda obra literaria, hay que distinguir entre el contenido y el estilo, entre lo que se cuenta o se dice, y el cómo se dice. Y aquí un buen lector distingue: cada personaje debe expresarse como lo que es, y por eso, cada personaje de este libro es un pampino y habla como pampino. No habla como el citadino o el hombre del sur. He aquí la principal virtud del estilo de Osmar Morgado: si bien los contenidos o asuntos de que trata en cada uno de sus cuentos son importantes, porque son interesantes, es la forma de contarlos, del cómo lo dice, lo que sorprende, lo que llama a seguir leyendo, porque yo, lector, estoy caminando por un lenguaje que es mío, que yo reconozco y me dejo envolver por la narración sin descanso. Y quiero seguir leyendo. Naturalidad, espontaneidad. Por el contrario, un lenguaje puro, academicista, forzado, aunque correcto, no entusiasma a nadie. Aburre, dice uno, por mucho que me interese el tema o asunto que trata. Y eso es mortal. El libro no llega a mitad de camino.

    Allí está, entonces, la principal virtud de Osmar Morgado al narrar sus historias: la naturalidad, la espontaneidad, esa forma tan atractiva como escasa, de contar con sencillez y fino humor, una parte de la vida de alguien. No hay, en su manera de contar, grandes aspavientos verbales, ni grandes muestras de conocimiento de la lengua y la literatura; todo sale fluida y naturalmente. Es lo que los antiguos llamaban «la difícil facilidad». Porque esto no lo consigue el escritor de la noche a la mañana: es el fruto de largas y meditadas lecturas, es el fruto del que pone su oído a ras del pueblo y del ser humano que lo rodea. Eso es lo que hará que usted quiera seguir, con gusto, leyendo, leyendo y leyendo…

    Ahora bien, es lógico que esta cualidad del estilo de Osmar Morgado, le vienen dada por su vida de pampino y por su afición a los boleros y los tangos. El lector pampino notará la relación de la vida de sus personajes con la letra de esos boleros y tangos que él intercala. Es maravillosa la articulación que se produce entre la letra de las canciones y la vida de sus personajes. Y usted no se da cuenta y ya está recordando su propia vida.

    Es mucho lo que se puede decir sobre el libro de Osmar Morgado: su contenido y su forma. No obstante, nos queda una pregunta por hacerle a usted, amigo lector: ¿qué relación hay entre todo lo dicho y el epígrafe de Tolstoi? Exactamente, lo pensó bien: con estos relatos Osmar Morgado salió de la oficina salitrera y se universalizó, se hizo dueño del mundo. Porque cualquier ciudadano de este planeta leerá estos cuentos y vibrará con cada uno de ellos.

    Pero esto no es un estudio científico-literario, ni es un ensayo. Es la sencilla presentación de un buen libro destinado a un buen lector.

    Que los dioses iluminen el camino de Osmar para que nos siga deleitando con otras historias. Que con esta clase de escritores la vida se hace más bella.

    Reginaldo Saavedra Parra

    Profesor de Literatura

    Iquique, junio 21 del 2023

    AGRADECIMIENTOS

    Mis sinceros agradecimientos a la Corporación Cultural Vivencias de la Pampa, cuyo aporte ha hecho posible que este libro viera la luz, después de más de una década, de juntar polvo al interior de mi ordenador. Quiero, en la persona del presidente de la Corporación, señor Jorge Álvarez Torres, hacer extensivos mis agradecimientos al resto del directorio y socios fundadores.

    También mi agradecimiento a mi amigo y tío Reginaldo Saavedra Parra, por el tiempo que se tomó en escribir el prólogo y revisar el texto, sus aportes han sido fundamentales en la concepción de estos relatos.

    Existen innumerables personas que, de una u otra forma, han apoyado la aparición de este libro, vayan para todos ellos mis agradecimientos y mis disculpas por no nombrarlos a todos: mi compadre y amigo Pedro García Saavedra por haber recopilado tan originales epígrafes, mi editorial Letrame S.L en la persona de su director Luis Muñoz, cuyas guías y apoyos han sido fundamentales y por haber creído en este proyecto. mis editoras

    Giulia Bucciarelli, Jessica Casuso, Ana Castañeda y, en general, a todo el equipo de Letrame S.L., por su paciencia y apoyo en la culminación de esta edición; y, por supuesto, a mi familia por soportar que hable de este libro, todos los santos días.

    PALABRAS DEL AUTOR

    Lo primero es lo primero: algunos sucesos, lugares, instituciones y personajes (vivos o muertos) que inspiraron estos relatos son, en su gran mayoría, reales. Solo sirvieron de inspiración en esta obra de ficción. Ningún personaje es tratado en forma negativa o denigrante. No es mi intención. Quiero dejar establecido que estos cuentos o relatos son una interpretación ficcionada de la realidad. Ahora vamos al grano.

    Un día de septiembre del año 2006, por esas casualidades de la vida, me encontré en un céntrico supermercado de la ciudad de Antofagasta, con un coterráneo de infancia, Jorge Castillo, de la oficina salitrera Pedro de Valdivia. Me contó que en un sitio de Internet llamado «mipampa», se estaban reuniendo los pampinos todos a contar sus experiencias, sus anécdotas e historias de la pampa, de las oficinas salitreras. Ni corto ni perezoso, apenas llegué a mi casa, me conecté al sitio y comencé a contar mis propias historias. Desde ese momento, y por un periodo que duró algo así como seis años, fui un asiduo participante de ese foro cibernético, creado por mi amiga pampina Sonia Tolosa, que por ese entonces radicaba en Estados Unidos. Fue un espacio de tiempo que me hizo revivir mis años mozos, ya que con esta experiencia les encontré la pista a muchos amigos, próceres que me había arrebatado el tiempo. A partir de esas intervenciones, un día cualquiera, cuando el sitio ya no existía y a la mayoría de los contertulios les había perdido de nuevo la pista, decidí hacer una recopilación de estas intervenciones y plasmarlas en el trabajo que el lector tiene ahora en sus manos. Lamento que no estén todas las historias, ya que muchas de ellas, al principio, las escribía directamente en el foro y, al desaparecer este del cyberespacio, no quedaron registros… No tengo pretensión literaria alguna —todos dicen lo mismo cuando publican algo— yo solo quiero que estas historias —que en su gran mayoría son reales— no queden en el olvido y a la vez animar a otros, más preparados que yo, a que se atrevan a dejar algún escrito que rememore y deje testimonio de aquella época trascendente de nuestra historia, que es parte de la historia patria, que tan poco y tan mal se ha escrito hasta ahora, con algunas excepciones de verdaderos escritores, entre los que destacan el consagrado Hernán Rivera Letelier y los desaparecidos Volodia Teitelboim y Andrés Sabella.

    Es una verdadera pena que gran parte de los personajes —todos, o casi todos, reales, insisto— que en este libro se nombran, ya no estén con nosotros; sin embargo, abrigo la esperanza de que amigos y descendientes de ellos, leerán estas páginas y darán fe de que esta época mágica existió.

    BOLEROS EN PAMPA UNIÓN

    «Amar,

    he aquí la única cosa que puede ocupar y llenar la eternidad.

    El infinito necesita lo inagotable».

    (Los Miserables, Víctor Hugo).

    «…mis hermanas mayores fueron al teatro con sus amigas. Mi hermano menor fue invitado por los vecinos a ver y disfrutar del invento del siglo, que hace poco llegó a la oficina: la Televisión, también llamada la Caja Idiota. Mis padres duermen su muy merecida siesta del sábado, con las ventanas de su dormitorio abiertas de par en par y el bendito ventilador colgando del techo, zumbando que es un gusto. Desde el living se arrastran por el polvo de las tablas del piso baldeado al petróleo, las suaves notas de un tango, desparramadas por un extraño aparato —ahora ya extinto— que es el único lujo con que cuenta mi padre en su humilde vivienda: un equipo estereofónico de alta fidelidad marca Philips, que compró en casa Arqueros en incómodas cuotas mensuales, y que tendrá que pagar por el resto de sus días. Mientras las notas comienzan a trepar por las paredes descascaradas y pintadas a la cal, para depositarse en el pentagrama que han dibujado las grietas, me descuelgo por la ventana —nunca me gustó salir por la puerta— y aterrizo en la vereda de mi calle pampina. Dejo puertas y ventanas abiertas y me largo a correr por la calle dispareja, entre pimientos raquíticos y ladridos de perro aún más raquíticos, que avivan mi fugaz carrera, mientras mi corazón golpetea como bombo en carnaval.

    Mis amigos y amigas me esperan en la esquina de calle Angamos. Nos vamos cantando, caminando abrazados, hombro con hombro, asemejando en nuestro andar a una enorme cuncuna de amistoso caminar cumbanchero. Vamos camino a la piscina del Club de Empleados. No tenemos apuro en llegar, nos da lo mismo tranquear que galopar, porque nadie nos espera en ningún lugar, sabemos que el tiempo nos pertenece… No tenemos apuro en llegar, atravesamos las concesiones, la iglesia, el hospital, mostramos nuestras credenciales de ingreso (carneses los llamábamos) y cruzamos las puertas de madera enrejadas y pintadas de un color verde esperanza, que nos conducían a la felicidad, a esa felicidad en la cual siempre me escondo cuando me asaltan los recuerdos o me apuñala la nostalgia… Ahora que me encuentro irremediablemente lejos de aquel pedacito de cielo donde escaseaban el odio y la envidia, pero sin embargo

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