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Alunizajes
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Libro electrónico217 páginas3 horas

Alunizajes

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Información de este libro electrónico

El mágico abrazo entre la muerte y la esperanza.

¿Qué ocurriría si alguien acariciara tu cuello en mitad de la madrugada estando solo en casa?

¿Qué pensarías si el mundo en el que vives, en un segundo se desmoronara?

¿Acudirías a una entidad bancaria que presta tiempo en lugar de dinero?

¿Lo dejarías todo por amor?

¿Responderías a las voces que en las noches te susurran en sueños pidiendo ayuda?

¿Atenderías la llamada de la pasión, aunque con ello pusieras en peligro tu propia vida?

Los personajes que conforman esta selección de relatos se verán obligados a responder a estas y a muchas otras preguntas, entre la indecisión y el miedo, el deseo y la cordura, el bien y el mal...

Diecinueve relatos, once poemas, incontables sensaciones e infinitas posibilidades para salir airoso de los lances del destino o lamentarse al sumergirse en el más oscuro abismo.

Pasa adelante, ponte cómodo y sébienvenido al mágico abrazo entre la muerte y la esperanza.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento2 oct 2017
ISBN9788417164041
Alunizajes
Autor

David Gámiz

David Gámiz nació en Priego de Córdoba en 1981. Se licenció en Administración y Dirección de empresas en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Córdoba. Ha realizado formaciones de postgrado en dirección de recursos humanos y programación neurolingüística, de ahí que las emociones que experimenta cada personaje ideado por el autor se describan con escrupulosa exactitud. Actualmente trabaja en la ONCE, como instructor de tiflotecnología y Braille. Ha obtenido cuatro premios en certámenes de relatos breves en los últimos años. Es propietario de un blog de temática variada en el que relatos, poemas o recomendaciones literarias y musicales integran su contenido. Tras su primera obra Sé que vendrás esta noche, Gámiz regresa con Alunizajes, una colección de diecinueve relatos y once poemas, donde el amor, el odio, el miedo, los más bajos placeres y lo sobrenatural, dan vida a un conjunto de personajes que luchan por vencer la cruenta batalla que libran con ellos mismos.

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    Alunizajes - David Gámiz

    Citas

    Tuve que ir y volver a la luna, perderme y jugarme la vida,

    tuve que andar al revés y volver a aprender lo que ya conocía;

    tuve que huir y al volver de la luna, después de jugarme la vida,

    supe que a veces, tal vez, hay que dejarse la piel.

    Lagarto amarillo

    Hay una batalla que tiene lugar entre hombres y mujeres. Muchas personas lo llaman amor.

    Edvard Munch

    Nosotros elegimos: cambiar o no los planes,

    no creo en el destino, por eso fui a buscarte;

    si todo está escrito, léelo conmigo,

    si nada está escrito, yo lo escribo contigo.

    Fran Fernández

    Nota del autor

    Un día lluvioso de invierno, de esos en que apetece sentarse en el sofá al abrigo de una infusión caliente y un buen libro, cambié los amaneceres descafeinados en compañía por despertares solos con hielo que levantaron mi ánimo, dejé atrás la rutina y los dolores de cabeza, para probar con la improvisación y los triptanes.

    Salí del mar de dudas en el que navegaba mi suerte y tomé tierra en un paraíso contemporáneo, donde las olas del mar son la banda sonora de mis atardeceres esperanzados.

    Tomé nuevamente el teclado entre mis manos, di vida a grises seres que ansiaban salir del limbo en el que se encontraban y hablar, gritar sus desgracias y hacerse oír en un mundo de sordos.

    Hui del frío que desprenden las palabras que se dicen pero no se sienten, me desprendí de la mochila con la que un día decidí cargar, convertí mi miedo en alas para volar y tomé tierra por fin, en el lugar que la vida tenía reservado para mí, en tus manos.

    Intro

    ¡Qué difícil resulta todo aquí en mi habitación!

    Intento ordenar las palabras debajo del edredón,

    verás he conocido a alguien y es que me encantó

    y a ver cómo te digo eso, no lo entiendo ni yo.

    Intento buscar las palabras, no causar tanto dolor

    intento ordenar las palabras, que suenen algo mejor

    y las ponga como las ponga cada vez suena peor

    y a ver cómo te digo eso, porque es que me encantó...

    El joven escritor no puede dejar de derramar una lágrima, mientras la vieja canción de Conchita inunda su cuarto de recuerdos: eso de que la tablet elija la música de forma aleatoria, a veces, juega malas pasadas, se dice.

    Duda entre dos americanas para acompañar el pantalón de pinzas y la camisa blanca que ha elegido. Al final opta por la gris, más clásica, pero también más cómoda.

    Mientras la descuelga de la percha y valora si pasarle un poco la plancha, piensa en Virginia y en el lejano día en el que le envió esa canción. Fue cobarde, era consciente de ello y en muchas noches de desvelo se maldecía por cómo se habían desarrollado las cosas y enrojecía de vergüenza cuando pensaba en el modo en que dijo a la mujer a la que había creído amar, con una canción encerrada en un correo electrónico, que alguien había aparecido en su vida y que con solo un par de sonrisas, había puesto patas arriba el escenario en el que se movía, más aún cuando ella había dejado a su anterior pareja, su ciudad y su trabajo por hacer la locura de acompañarle en un viaje para dos, les llevara donde les llevase.

    Ella lloró, suplicó y trató de convencer a Toni de que su relación no podía romperse a las primeras de cambio, mas él fue intransigente y lo dejó todo, para unos meses después, ser engañado por la chica que le encantó, quien volvió con su novio de toda la vida, sumiendo al joven escritor en un estado de melancolía del que solo logró salir plasmando sus emociones en cientos de páginas, que al principio rompía y arrojaba a la papelera, lo que dejó de hacer cuando envió un relato a varios concursos literarios, resultando ganador en un par de ocasiones. Así fue como pensó que de aquella sensación de desasosiego en las noches, de las lágrimas derramadas, del arrepentimiento por sus actos y de las continuas batallas contra sí mismo y la soledad que lo atenazaba, podría sacar algo positivo.

    Aunó en un documento una docena de relatos grises como su americana y los envió a tres editoriales, cuya respuesta jamás recibió; así las cosas, comenzó a considerar la idea de autopublicar su obra a sabiendas de que no iba a tener la difusión que a él le habría gustado, pero, por lo menos, vería cumplido uno de sus sueños.

    El proceso fue rápido, su editorial no se preocupó excesivamente de la calidad de la obra, únicamente le gestionaron la concesión del ISBN, le dieron un escaso lavado de cara al estilo de fuente y al tamaño de la letra y, en apenas seis semanas, tenía los doscientos ejemplares, que había contratado, en su casa, acompañados de un booktrailer del libro y algunas recomendaciones para elevar las ventas, tanto en formato físico como en plataformas digitales.

    Muchos de sus amigos tomaron aquella idea de publicar un libro como una de las tantas excentricidades de Toni, quien ya les tenía acostumbrados a sus continuos cambios de parecer o a la toma de decisiones sin valorar las consecuencias. En cualquier caso, cuando envió un correo electrónico a su grupo de confianza, invitándolos a acudir a la presentación de Doce maneras de tirar la toalla sin morir en el intento, que era el título de su ópera prima, todos confirmaron su asistencia, así como sus familiares más directos, compañeros de trabajo y algún que otro curioso y un reportero, al único al que fue capaz de convencer del interés del acto; con todo, Toni estimó que estaría acompañado en su aventura literaria por una cincuentena de personas.

    Faltaban dos meses para el día, cuando una vieja amiga de la facultad, le ofreció sus servicios como community manager, para intentar potenciar las ventas del libro en redes sociales. Según su amiga, el título de la obra era sugerente y, publicando algunas reseñas en blogs literarios, amén de posicionar la web del autor en los buscadores más conocidos, contaría con mejores herramientas para darse a conocer en el convulso mundo de las redes y lo digital.

    Toni aceptó el ofrecimiento de su compañera Estrella y se dejó asesorar por ella en todas las cuestiones relativas a su proyecto en internet. Observó con algo de escepticismo como su página de Facebook pasó de los veinticinco ínfimos seguidores a mil quinientos en un par de semanas, como las reflexiones que de vez en cuando dejaba en las redes se llenaban de reacciones y de comentarios de, supuestamente, futuros lectores y compradores de su libro.

    —Esto va genial —le decía Estrella—. A la gente le gusta lo que escribes, Toni, no sé, es fresco, directo, actual…, sigue así, ¡que te irá bien!

    Entabló charlas privadas con varios de sus seguidores e, in­cluso en algunas noches, se recriminó el no haberse preocupado antes por las nuevas tecnologías, las que le estaban proporcionando, si no amigos, al menos conocidos con los que mantener interesantes conversaciones. Era una tarde calurosa para ser finales de octubre, aquel año, el verano parecía no querer abandonar las calles de la ciudad y las vidas de sus moradores.

    Sacó el móvil del bolsillo de la americana y ordenó a Siri que llamara a su hermana Ester.

    —Hola, bicho —le dijo cuando ella descolgó, utilizando la forma con la que habitualmente se dirigía a ella, repleta de cariño, aunque no lo pareciera—. ¿Qué tal todo?

    —¡Tú sí que eres un bicho! Estate tranquilo, anda, gracias a dios tienes una hermana resolutiva que va a hacer de este día el más feliz de tu vida. Ya he recibido a buena parte de los asistentes, hemos colocado la mesita con los ejemplares para quien quiera comprarlos, Carlos está afinando el piano y…, creo que solo faltas tú y dos o tres de tus amigos…

    —Gracias, hermana. La verdad es que no sé lo que haría sin ti. Yo ya estoy llegando, en unos minutos estoy contigo…

    —Pues date prisa, que no sé yo lo correcto que se verá el que el escritor de un libro sea el último en llegar a su presentación…

    —No tardo, preciosa.

    Colgó el teléfono y aceleró el paso.

    Se terminó de retocar en el espejo y salió a la calle. Una sensación de vértigo le sacudió al verse camino a la biblioteca, donde se llevaría a cabo el acto. Llevaba un ejemplar de su libro en la mano y una sonrisa boba que no acababa de difuminarse, aunque se esforzara. Era la primera vez que Toni emprendía una aventura como aquella y se decía que no podía fallar a los que, de una u otra, habían apostado por él.

    En unos minutos, entró en la biblioteca, precedido de un generalizado aplauso de los asistentes. Echó un vistazo a la sala y, para su tranquilidad, vio que la afluencia de personas era elevada, mejor de lo que él se había esperado. En los meses previos al día de la presentación, se preguntaba qué haría si al acto no acudiera nadie, lo que le ponía bastante nervioso. Por eso, al ver tantas caras, conocidas y ajenas, se tranquilizó mucho.

    Estrechó las manos a buena parte de las personas que le acompañaban aquella tarde y subió al estrado, donde la responsable del área de cultura de la ciudad iba a pronunciar unas palabras y a darle paso para que él continuara con el acto.

    Cuando todos estuvieron sentados, la concejala dio comienzo a la presentación. En una corta intervención, agradeció a todos su presencia en la biblioteca, dio unas leves pinceladas de las próximas actividades culturales que iba a poner en marcha el consistorio y finalizó con una escueta biografía del autor, recomendando la lectura a los asistentes de su primer libro y dándole la palabra.

    Toni, al que siempre le había generado mucho respeto el hablar en público, echó una ojeada a los asistentes desde el estrado, cogió el micrófono y comenzó a hablar:

    —Buenas tardes a todos y muchísimas gracias por acompañarme en un día tan especial para mí. Quiero pediros disculpas por las meteduras de pata que pueda cometer durante el acto, la verdad es que, no os voy a engañar, ¡estoy como un flan!

    Bueno, antes de intentaros convencer de que la lectura de este libro es algo vital para el devenir de vuestras vidas, me vais a permitir que os lea el fragmento de una canción y ya termino de calmarme.

    He elegido esta canción porque me siento muy identificado con ella, habla de un viaje y de todo lo que el protagonista ha decidido llevarse para afrontar el mismo. Para mí la escritura de este libro ha sido algo así, como un trayecto lleno de peligros y oportunidades, de dudas y de certezas, de lágrimas y risas…, y creo que mi equipaje sería muy similar al del protagonista de la canción, que por cierto, se trata de «En mi mochila» de Algiva y dice así:

    Llevo la angustia de partir,

    el ansia de llegar,

    el pañuelo que secó las lágrimas que derramé por ti,

    las respuestas que no entiendo,

    las preguntas de verdad,

    un poquito de lamento,

    la risa cuando me dan las ganas de levantarme…

    llevo algún antojo,

    todas las mentiras que guardé en un saco roto,

    el deseo de hacerme cada día un poco más grande,

    Lo que nunca se me olvida y lo que me enseñó mi madre:

    lvive tus sueños! ¡No tengas prisa! ¡No seas cobarde!

    Yo, llevo el cariño que me hace falta si me abandono,

    llevo el silencio que me habla cuando me siento solo,

    ¡La rabia pa tirar palante! ¡Los gritos para desahogarme!

    Y es que yo, llevo el alivio de sentir que soy tu apoyo,

    sin ti soy agua de un arroyo que pudre poco a poco,

    Te necesito más que a nadie,

    más que a mis sueños, más que al aire...»

    Tras la lectura de la canción y otro aplauso de los asistentes, Toni se sintió mejor y pudo comenzar a explicar por qué había escrito el libro y qué era lo que había detrás de cada historia y cada personaje.

    —Alguien me dijo, alguna vez, que vivir es ganarle batallas a la soledad..., puede que sea cierto. Los personajes de este libro son atrevidos luchadores que pugnan por transmitir eso que no cabe en las palabras, las sensaciones que asfixian, los sentimientos que duelen...

    Es por eso que hoy tengo aquí a una persona que tiene la capacidad de hacer brotar todas esas sensaciones, valiéndose de un piano. No es un secreto que la música es una de las cosas que más emociones despierta y menos aún, el hecho de que yo me valgo mucho de ella para darle vida a mis personajes. Así que el gran Carlos Luna va a interpretar una particular versión que ha realizado de una de esas canciones que han dado vida a una historia e historia a una vida. Se trata del «Estoy hecho de pedacitos de ti», de Antonio Orozco. ¡Pido un fuerte aplauso para Carlos!

    Carlos Luna resultó, para sorpresa de todos, ser un auténtico virtuoso del piano y logró con cada acorde, emocionar a los asistentes.

    La presentación avanzó, entre confidencias de Toni acerca de sus relatos, anécdotas que habían sucedido al autor durante la creación del libro y la lectura de un par de poemas de su cosecha.

    —Bien, no me queda mucho más que deciros, agradeceros nuevamente el que hayáis venido: me habéis hecho sentir especial y eso no lo olvidaré nunca. Si os he sabido convencer de la lectura de mi libro, mi hermana, a la que agradezco infinitamente su apoyo, los tiene para quienes los queráis adquirir. Será un placer dejaros alguna dedicatoria. Lo dicho, muchas gracias a todos. Os dejo con Carlos, que nos va a tocar... ¿Qué vas a tocar Carlos? No recuerdo si me dijiste con qué ibas a cerrar.

    El auditorio rio ante el despiste y Carlos volvió a hacer las delicias del público, con su versión para piano del «Adiós Dulcinea» del Mago de Oz.

    Toni se acercó a sus padres, que estaban en primera fila, y los abrazó con fuerza. Ambos eran conscientes de que su hijo había pasado una mala época y se mostraban esperanzados ante la idea de que el libro fuera una especie de renacer.

    Fueron muchos los libros que se vendieron y, en pocos minutos, una abundante cola esperaba a que el novel escritor, les dedicara el ejemplar adquirido.

    ¡A ver si te haces famoso y un día este libro es una joya que se puede vender por miles de euros!, o ¡nos devolverás el dinero si no quedamos satisfechos! Fueron algunas de las chanzas y bromas que le dedicaron sus amigos.

    Estaba ya pensando en recogerlo todo e irse a celebrar con su gente el éxito, cuando una chica, se acercó tímidamente al

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