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Se necesita una madre
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Libro electrónico179 páginas3 horas

Se necesita una madre

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Allie Lassiter sintió lástima por la niña de cuatro años que conoció en la boda de su hermana. Allí descubrió quién era el padre de la pequeña: el hombre al que Allie había evitado durante años. El hombre que la traicionó. El hombre al que amó, y al que aún amaba. Zane Peters.
Sin quererlo, Allie volvió de nuevo a la vida de Zane.
Zane necesitaba una esposa para ganar a los abuelos de la niña en la batalla sobre la custodia de su hija. Su corazón saltó de alegría cuando Allie se ofreció a casarse con él por el bien de Hannah. ¿Conseguiría que Allie fuera su verdadera esposa?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 feb 2021
ISBN9788413751443
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    Se necesita una madre - Jeanne Allan

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

    Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

    www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 1999 Jeanne Allan

    © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Se necesita una madre, n.º 1500 - febrero 2021

    Título original: One Mother Wanted

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

    Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.:978-84-1375-144-3

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    EL SALÓN Augusta del Hotel Cristopher en Aspen, Colorado, propiedad del señor Steele, era el escenario perfecto para celebrar la boda de Thomas Steele y Cheyenne Lassiter. Aquella tarde de septiembre habían encendido las chimeneas que había a cada extremo del salón. Los invitados brindaban por la pareja feliz. Los huéspedes del hotel y algunos turistas observaban a las estrellas de cine, a los magnates de negocios y políticos que se encontraban entre la multitud.

    Alberta Harmony Lassiter quería marcharse.

    –Allie, ¿todavía no estás lista? –dijo el niño en tono desesperado–. Cheyenne, quiero decir, mamá, dijo que no teníamos que quedarnos todo el rato.

    Allie sonrió a su nuevo sobrino. Davy Steele era un bebé cuando sus padres murieron. Cheyenne le dijo que aunque no era su madre, podía llamarla mamá.

    –Tenemos que esperar a que corten la tarta –dijo Allie acariciando el cabello del niño.

    –¿Tenemos que esperar?

    –Sí. Como te vas a quedar en el rancho con la abuela, Worth y Greeley, mientras Cheyenne y Thomas estén de luna de miel, tendrás mucho tiempo para montar a caballo.

    De luna de miel. Parecía imposible. Hacía sólo unas semanas que la hermana de Allie conoció a Davy y a su tío Thomas. Y de repente se había convertido en la esposa de Thomas Steele y en la madre de Davy. Sin duda, Davy comenzaría en seguida a llamar papá a Thomas.

    A Allie se le humedecieron los ojos. Cheyenne estaba preciosa. La belleza de su hermana trascendía la apariencia física. Emanaba belleza desde el interior. La belleza que surgía de ser amada de verdad.

    Allie creyó una vez que la amaban de esa manera. Pero se equivocó.

    –Oh, no, ahí viene.

    –¿Quién viene? –preguntó Allie.

    –Ella –dijo el niño y señaló hacia una niña sonriente–. No me deja tranquilo.

    Allie nunca había visto a esa niña antes. Tenía unos cuatro años y una cara angelical.

    –No parece muy peligrosa.

    –No me deja en paz –la niña lo agarró de la mano y él la retiró–. Vete, no me gustan las niñas.

    La pequeña rompió a llorar.

    –¿Lo ves? –Davy le dijo a Allie–, hace eso cada vez que le digo que me deje en paz. Deja de llorar –le dijo a la niña–, vamos a tomar tarta, ¿no te gusta la tarta?

    La niña asintió y le tendió la mano de nuevo, Davy suspiró y la agarró.

    Allie sonrió a Davy con una mezcla de lástima y aprobación. Después se agachó y dijo:

    –Hola. Yo soy Allie y él es Davy. ¿Cómo te llamas?

    –No dirá nada. Quizá no sepa hablar –dijo Davy.

    La niña lo miró indignada.

    –¿Te gustan las bodas?

    La niña se encogió de hombros y tocó el vestido de Allie.

    –Bonito.

    –Gracias. El tuyo también es muy bonito –era horrible, rosa fosforito y con demasiados volantes.

    –Me lo ha comprado mi papá –dijo la niña.

    –¿Quién es tu papá? –preguntó Allie.

    –Este es mi papá –dijo la niña con expresión alegre y señalando hacia arriba.

    –Hola, Allie.

    Allie sintió que se le paraba el corazón. ¿Qué hacía allí Zane Peters? Era imposible. En una boda. Y menos cuando una vez creyó que se iba a casar con él. ¿Cómo se atrevía a aparecer en la boda de Cheyenne sin que lo hubieran invitado? ¿Cómo se atrevía a hablar con ella? No pensaría que lo había perdonado.

    Nunca lo perdonaría. La había herido más de lo que nadie tiene derecho a herir a otra persona. Ya no tenía capacidad para herirla.

    –¿Allie? ¿Estás bien? Tienes un aspecto curioso. ¿No puedes ponerte de pie? ¿Quieres que vaya a buscar a la abuela Mary, o a Cheyenne, digo, a mamá?

    La voz de Davy hizo que Allie reaccionara.

    –No –dijo sonriendo–. Estoy bien. Se me ha dormido el pie.

    –Deja que te ayude –dijo Zane.

    Ella lo ignoró y se puso en pie. Se dirigió hacia su hermana mayor que estaba al otro lado de la habitación con cara de preocupación. Y de culpabilidad.

    «Maldita seas, Cheyenne». Allie había conseguido evitar a Zane Peters durate cinco años. Trabajaba como profesora en Denver, y cuando estaba en Aspen se le activaba una especie de radar que prevenía los encuentros fortuitos.

    –Puedo explicártelo –dijo Cheyenne cuando llegó su hermana–. Zane era el mejor amigo de Worth.

    –Y yo soy la hermana de Worth. Quieres decir que ¿Worth lo invitó?

    Cheyenne se ruborizó.

    –Ayer vi a Zane en el pueblo. Me saludó de manera tan tímida que me habría reído si la situación no hubiese sido tan triste. Me has dicho un millón de veces que ya no te importa. Que no significa nada para ti. Él era uno de nuestros amigos, y Worth lo echa de menos.

    –Él nunca me lo ha dicho.

    –Worth no lo haría. Está bien, tampoco me lo ha dicho a mí, pero era su mejor amigo.

    –¿Y por eso lo has invitado? ¿Por Worth? –miró a su hermana. Cheyenne nunca había sido capaz de mentir.

    –¿Por qué más lo iba a invitar? Sé que a ti ya no te importa.

    Allie la habría estrangulado.

    –Sabes que no me gusta que metas tu nariz respingona en mis asuntos.

    –La tengo igual de respingona que tú. Además –dijo Cheyenne–, su mujer ha muerto. Zane y tú podríais…

    –Nada. Escúchame, Cheyenne Lassiter, si quieres convertirte en el felpudo de un hombre, adelante. Yo no pienso hacerlo, así que métete en tus asuntos.

    –Personalmente, no me imagino a mi mujer siendo el felpudo de nadie –alguien rodeó a Allie por la cintura.

    –Si no te lo habían advertido, Thomas Steele, lo siento. Los demás tenemos que aguantarla, pero tú podías haberte librado.

    –Puede que sea estúpido, pero creo que sé lo que pasa.

    –Siento haberte llamado estúpido, pero es que a veces mi hermana…

    –¿Qué ha hecho ahora la señora Metomentodo? –Thomas sonrió a su novia–. Te quiero, señora Steele, pero eso no significa que no me entere de que interfieres en muchas cosas.

    Cheyenne parecía tan apenada, que Allie dijo:

    –No importa. Estoy impresionada y he exagerado. Mi hermana no se casa todos los días. Creo que estoy un poco sensible.

    Cheyenne le dio un fuerte abrazo.

    –Mentirosa –le susurró a Allie al oído. Le agarró las manos y continuó en voz alta–. Prometo que no ocurrirá otra vez.

    Allie resopló y ambas se rieron.

    Thomas las miró.

    –Nunca entenderé a las mujeres.

    –Eso es lo divertido del matrimonio –bromeó la madre de Allie uniéndose al grupo–. Mi nuevo nieto se va a poner furioso si no cortáis la tarta. A Davy le gusta mucho más montar a caballo que ir a bodas –añadió Mary Lassiter entre risas.

    El pelo corto le sentaba bien.

    Allie le sonrió al novio. Hubo un día en que las sonrisas más cálidas eran para Zane. Hacía diez años se había enamorado de Allie Lassiter. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, pero eso no. Eso nunca cambiaría.

    Él no tenía derecho a amarla, y menos después de lo que le había hecho. No pretendía que lo recibiera con los brazos abiertos otra vez. Pero eso no significaba que él no tuviera fantasías.

    –Ni los perros hambrientos miran así a la comida.

    Zane no necesitó darse la vuelta para reconocer la voz.

    –Cuando ayer me encontré con Cheyenne y me invitó a la boda, pensé que quizá… –soltó una carcajada llena de amargura–. Allie no sabía que yo venía. Cheyenne no se lo dijo.

    –Cheyenne no podía casarse sin que asistieran sus dos hermanas a la boda –dijo Worth Lassiter.

    –Quieres decir que Allie habría dejado de asistir por no verme. ¿Y tú? Si hubieras sabido que venía, ¿habrías dejado que Cheyenne caminase sola hasta el altar?

    –Yo lo sabía. Cheyenne se lo pensó dos veces y me preguntó si debía llamarte y decirte que no vinieras. Después pensó que no vendrías. Yo sabía que sí lo harías.

    Zane no fue capaz de interpretar el tono de voz de Worth. Tampoco fue capaz de mirar al hombre que fue su mejor amigo.

    –Pasamos muy buenos ratos juntos.

    –Sí –dijo Worth–. Te he echado de menos, pero Allie es mi hermana. Lo que hiciste la destrozó.

    –Haría lo que fuera, pagaría el precio que fuese necesario, para poder deshacer lo que hice.

    –Lo sé.

    Zane miró a Worth.

    –¿Y ella lo sabe?

    –No te ha mencionado desde la noche que entró en casa diciendo que te ibas a casar con otra.

    –Pensaba que a estas alturas ya se habría casado.

    –Algunos hombres se lo han propuesto, pero no aceptó. Entre Beau y tú, la opinión que se ha formado Allie de los hombres no es muy buena.

    Zane apretó los puños dentro de los bolsillos. Pocos hombres eran peores que Beau Lasitter, el padre de Allie que falleció sin que ella lo lamentara. Zane no podía negar que lo que Worth dijo era verdad, aunque le doliera.

    –Hannah está esperando la tarta, pero será mejor que nos vayamos.

    –No sabía que fueras tan cobarde –dijo Worth y se alejó.

    Worth lo había llamado cobarde, y no sabía por qué.

    Se oyeron unas risas. Eran Allie y sus dos hermanas con el novio. Zane solía soñar que ella se reía con él en su cama.

    Hannah se había alejado. Estaba cerca del grupo que rodeaba a la novia. Se fijaba en Allie. Se supone que a las niñas les encantan las bodas, y parecía que Hannah estaba más fascinada con la dama de honor que con la novia.

    Mucha gente pensaba que las dos hermanas mayores se parecían. Se equivocaban. Cheyenne era como un libro abierto. Allie como libro cerrado, que sólo permitía que unos pocos lo abrieran. Zane tuvo el privilegio de compartir los pensamientos mas íntimos de Allie. Un privilegio que desperdició de manera estúpida. Desde el otro extremo del salón, notaba que ella escondía sus sentimientos. Si fuese un hombre llorón, habría llorado en ese momento. Habría llorado millones de veces en los últimos cinco años. Llorar no cambiaba las cosas.

    Tampoco salir corriendo. Se quedaría hasta que Hannah se comiera la tarta. Después se irían de allí. Lejos de Allie Lassiter.

    Jake Norton se unió al grupo y rodeó con el brazo a Allie y a su hermana Greeley. Zane había leído que Norton y su esposa se quedaron en el rancho de los Lassiter mientras la estrella actuaba en una película del Oeste que se rodaba por la zona. Sabía que habían llegado a ser buenos amigos de los Lassiter. Pero aún sabiéndolo sintió celos al ver que Allie se reía con Norton.

    Era idiota por haber ido. Si la novia cortase el maldito pastel… Hannah se comería su porción y después se marcharían.

    Allie estaba tan guapa. Mucho mas guapa que cinco años antes. Casi podía sentir su boca. «Corta el maldito pastel».

    Allie quería gritar. Cortaron la tarta y todo el mundo brindó por los recién casados. Si Cheyenne lanzase el maldito ramo, Allie podría escapar. Tenía que salir de allí. Si él dejara de mirarla… No podía soportar estar más tiempo en la misma habitación que él.

    –Supongo

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