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Antología personal (1960-2002)
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Libro electrónico345 páginas1 hora

Antología personal (1960-2002)

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La escritura de Marco Antonio Flores nace de la interiorización de elementos cotidianos. Los recuerdos se trasforman a través del lenguaje en experiencias únicas, vueltas a formular para expresar su esencia subcutánea. Cada poema es un instante de la vida del poeta inmortalizado por su imposibilidad de ser recuperado.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 ago 2015
ISBN9786071631077
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    Antología personal (1960-2002) - Marco Antonio Flores

    Tierra Firme


    ANTOLOGÍA PERSONAL

    (1960-2002)

    MARCO ANTONIO FLORES

    ANTOLOGÍA PERSONAL

    (1960-2002)

    Primera edición, 2008

    Primera edición electrónica, 2015

    Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

    D. R. © 2008, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-3107-7 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    A mis nietos

    Antonio y Alejandro

    Que en mi lápida escriban:

    "Un acezar constante y peligroso,

    el ron,

    y las mujeres,

    fueron el sueño en el que fue

    soñado".

    M. A. F.

    Sumario

    Introducción

    La voz acumulada (1960-1963)

    Viento norte (1963-1964)

    Muros de luz (1963-1967)

    La derrota (1967-1970)

    Crónica de los años de fuego (1972-1983)

    Persistencia de la memoria (1986-1987)

    Un ciego fuego en el alma (1981-1985)

    La estación del crepúsculo (2000-2002)

    Índice

    Introducción

    Toda poesía es misteriosa:

    nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir.

    J. L. BORGES

    1

    Cuando uno se enfrenta a lo que escribió durante las cuatro pasadas décadas, no se reconoce. Pareciera que esas palabras han perdido mucho de la emoción que las provocó y ahora fueran distantes y un tanto ajenas. Sin embargo, cuando surgieron para sintetizar una intensa emoción que surgía empalabrada de lo más hondo del inconsciente, estaban vivas y parecían latir.

    Quizá ahora, para quien se acerque a ellas en esta antología personal, sigan tan vivas como cuando nacieron para dar testimonio de un instante, de ese momento irrepetible en el que el poeta revela sus más intensas emociones y a través de ellas descubre, sin esperarlo, quién es.

    Yo me acerqué a ello cuando tuve 20 años. En ese momento lo dejé todo: academia, intereses familiares, planes y promesas de una vida cómoda y decidí quién sabe por qué (aún no lo sé), escribir un soneto sin tener un antecedente o un conocimiento previo para hacerlo. Fue resultado de un impulso. Quizá éste fue producto de un intenso anhelo de soledad, o de la necesidad de amar y ser amado por las mujeres, o de la búsqueda de saber quién era yo realmente y conocer mi verdad y enfrentarme a ella vestido de palabras, o quizá todo esto junto me llevó a sumergirme en esa palabra desconocida, esa que uno descubre en lo más profundo de sí sin quererlo. Finalmente comprendí que sólo en la poesía me despojaría de todas las falsas vestiduras y podría enfrentarme a mi verdad, esa con la que me desnudo frente a mí.

    Así que fue un día de 1958, cuando sin desearlo ni intuirlo me senté en la grada de la puerta de una casa desconocida, y en un boleto de autobús escribí un soneto. Hoy, 48 años después, vuelvo a los poemas que escribí durante cuatro décadas, y poco a poco me van desvelando mi pasado.

    2

    Terminé de escribir mi primer libro de poesía en 1963. Vivía en La Habana, en el Hotel Presidente, a una cuadra de Casa de las Américas y a dos del Malecón. No supe qué hacer con él y si debía dejarlo como estaba o buscar la excelencia de la que habla Juan Ramón Jiménez, removiendo, limpiando y revisando reiteradamente cada poema. Se lo llevé a la Biblioteca Nacional José Martí al poeta cubano Cintio Vitier quien, entusiasmado decidió prologarlo y presionarme para que lo publicara lo más pronto posible porque había que acabar con el peso muerto que constituiría el no hacerlo.

    Fui más lejos que Vitier. A partir de entonces nunca volví a leer un libro mío después de terminado y publicado. Jamás retorné a esas emociones y sentimientos que eran producto de un tiempo desaparecido. Y así, fui olvidando lo que había quedado en cada libro y decidí vivir cada nueva etapa vital sin recurrir al pasado. No sé de memoria ningún poema que haya escrito en estas cuatro décadas. Incluso, la mayoría ni los recuerdo.

    Así que cuando se me planteó recopilar una antología personal no supe por dónde comenzar y qué tipo de criterio o lectura debería tener o hacer para reunir lo más representativo de mi trabajo. Tardé un mes en la búsqueda de las respuestas y no las encontré. Así que cuando comprendí que el tiempo que me quedaba era corto, me senté a leerme y, asombrado, me descubrí.

    El resultado, que al final me satisfizo, está en las siguientes páginas que el lector tendrá a bien recorrer y opinar acerca de él.

    Espero que en algún momento concelebre con emoción algún, o algunos poemas de esta antología personal.

    3

    En los últimos 38 años publiqué ocho trabajos de poesía. Ninguno de ellos constituye la recopilación de múltiples poemas desperdigados. Cada libro representa una etapa de mi vida, y cada uno es la síntesis y la catarsis de esa etapa. Cada uno está ligado a un tema central que engarza todo el contenido de un momento de mi existencia y de los acontecimientos históricos y sociales que la rodearon.

    He publicado los libros de poesía:

    La voz acumulada (Guatemala, edición de autor, Imprenta El Faro, mayo de 1964, pp. 53). Prólogo de Cintio Vitier.

    Segunda edición en Reunión. Poesía completa, volumen I (Guatemala, Editorial Universitaria, septiembre de 1992, 225 pp.). Prólogo de S. Balev.

    Viento Norte (Guatemala, Ediciones La Ermita, diciembre de 2005, 30 pp.).

    Muros de luz (México, Siglo XXI Editores, noviembre de 1968, 109 pp.). Presentación de Carlos Pellicer.

    Segunda edición (El Salvador. Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación, diciembre de 1968, 126 pp.).

    Tercera edición en Reunión. Poesía completa, volumen I (Guatemala, Editorial Universitaria, septiembre de 1992, 225 pp.).

    La derrota (España, Helios, septiembre de 1972, 106 pp.). Prólogo de Jesús Munárriz.

    Segunda edición (España, Helios, abril de 1973).

    Tercera edición, Reunión. Poesía completa, volumen I (Guatemala, Editorial Universitaria, septiembre de 1992, 225 pp.).

    Crónica de los años de fuego (México, colección El ala del tigre, Universidad Nacional Autónoma de México, junio de 1993, 126 pp.).

    Segunda edición en Reunión. Poesía completa, volumen II (Guatemala, Editorial Universitaria, junio de 2000, 216 pp.). Prólogo de B. Levi.

    Persistencia de la memoria (Guatemala, Cultura, julio de 1992, 97 pp.).

    Segunda edición, Reunión. Poesía completa, volumen II. (Guatemala, Editorial Universitaria, junio de 2000, 216 pp.).

    Un ciego fuego en el alma (México, colección Molinos de Viento, Universidad Autónoma Metropolitana, agosto de 1995, 45 pp.). Prólogo de Carlos Montemayor.

    La estación del crepúsculo (Guatemala, Fondo de Cultura Económica, febrero de 2003, 74 pp.).

    LA VOZ ACUMULADA

     (1960-1963)

    A Victoria, mi madre

    Había estado solo y, por miedo

    o para que no se le corrompiera

    la voz, comenzó a cantar.

    JORGE ENRIQUE ADOUM

    iniciación

    1

    me presenté a mí mismo hace un momento,

    con qué amabilidad reconocí mi voz,

    reconocí mi mano, mi esperanza,

    mi profunda quietud de ser un hombre.

    contemplé mi figura transitoria

    parsimoniosamente, eternamente;

    me vi, me conocí, me di un abrazo,

    me preparé una copa en bienvenida,

    me invité a sentarme, me miraba.

    miraba mi ropaje ennegrecido por la angustia,

    miraba mis ojeras más negras que la noche del hastío,

    miraba mi sillón y mis espaldas,

    mis lentes, mi ilusión, mi sexo, mi odio,

    mis dedos extendidos que gritaban,

    mi loca poesía: mi delirio!;

    y me reconocí:

    había llegado!!

    2

    para tocar mis manos,

    para alcanzar mi voz:

    que erguirme tuve sobre mis pies de sueño.

    y estoy de pie, rotundo,

    definitivamente fuerte y poderoso,

    erguido en mi estatura cotidiana,

    con el cerebro a cuestas como aureola,

    parado, junto a mí, como una estatua

    de eternidad latente, duradera.

    y estoy así:

    rotundo, fuerte, firme:

    siendo yo.

    3

    nací con el futuro dolorido,

    y el canto atravesado en la garganta!!

    ____________________

    Aquí está ese futuro dolorido,

    y el canto atravesado en la garganta!!

    oficio

    aún existo, me divido

    en gotas, como exudando

    angustia solitaria;

    haciendo cal de nombres,

    de ciudades,

    que integran con su arena

    mi armadura.

    carne soy, enhiesta

    en ocasiones, cantando

    en coro lúgubre, una tierna oración

    entre bimanos.

    aquí me instalo,

    aquí doy cabezazos para soltarme

    toda la bravura, toda la bronca de ternura

    que quisiera a momentos

    darle al hombre, al niño, al débil,

    al pobre con sus hambres,

    todo el amor que llevo entre los huesos,

    entre las manos pálidas,

    sin surcos.

    rito de pan entre oración de luna, que

    se bifurca

    y se deslíe y rompe, entre nociones de corola y pueblo,

    que brota de la piel a borbotones,

    que impulsa a perpetuar canciones rojas

    oídas al azar entre los ángeles;

    así nombro el acento,

    sin garantía, sin anuncios rosa,

    con la necesidad irrazonable,

    de platicar a veces con el hombre.

    egoísmo

    recuerdo que la ventana

    era muda y sorda;

    solamente que, a veces, suspiraba.

    entreabría sus goznes lentamente

    y acumulaba polvo en los rincones;

    no pensaba nunca, a no ser en ella

    y en su ración de gotas, en su pupila

    rígida, por donde penetraban

    estrellas como nardos celestes;

    su alféizar era filoso,

    ulceraba.

    no dejaba a nadie recostar

    la pena en sus rodillas o en la

    penumbra de sus ojeras lívidas.

    la ventana siguió muda, solamente que,

    a veces, sollozaba.

    deseo

    puedes impunemente

    gritar,

    cobriza imberbe,

    carne, piel cálida.

    ha oscurecido, los oídos

    del día se cierran ya,

    los postigos

    están desayunando

    el último plato

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