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Descansa Benito
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Libro electrónico71 páginas52 minutos

Descansa Benito

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Se tratan de una Novela infantil y juvenil donde los protagonistas son nuestras mascotas que tenemos en casa; algunas muy usuales en cualquier hogar (perros, pavos y loros) y otras menos frecuentes (monos). La novela tiene la ambición honesta de instalarse en el lector pequeño o escolar y verlo disfrutar o conmoverse al sentirse identificado con el coprotagonista de la historia (todos los capítulos tienen a un niño al lado de la mascota protagónica) y con los cuidados, atenciones y lamentos ante alguna desgracia que le pueda ocurrir a su animalito amigo).
Este libro se constituye como una gran despliegue de imaginación narrativa, y dentro de este género, en la vertiente de la literatura para niños y jóvenes, en los que el efecto conmovedor y de fábula logra cultivar al lector, a la vez que consiguen resaltar diversos valores, como la solidaridad, el amor por la naturaleza y los animales, la compasión, entre otros. Escritas con un lenguaje sencillo, esta historia memorable de un perrito rescatado de la calle se alza como una buenaimagen narrativa sobre el mundo animal y doméstico, pues también son protagonistas de estas historias las familias.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 sept 2020
ISBN9780463028513
Descansa Benito

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    Descansa Benito - Iván Rodríguez Alegre

    La ceguera de Benito.

    Sonámbulo

    El destino de Benito.

    Benito recuperado.

    Vivir así.

    El reencuentro

    Era una noche fría, cundía un ambiente extraño cuando Andrés llegó a su cuarto con el animalito en brazos. Suavemente un viento fresco aleteaba desde la avenida y se hizo fuerte al tocar la terraza.

    Suspiró y con un grandioso gesto de felicidad sacó la esponja circular y acomodó en el baño al animalito, a fin de esconderlo todavía de los juegos de su perro Peluchín. Quiso decirle palabras de consuelo, cargarlo así como hacía con su perro, pero la fragilidad de su cuerpo le dio una impresión tenebrosa y solo le pudo expresar:

    Te cuidaré como no pude hacerlo antes, en Montealegre.

    Apenas lo vio en la calle, rendido y gimiendo de frío y de temor, lo reconoció como su mascota perdida. Tan delgado estaba; oh, perrito, el esplendoroso pelaje blanco de antes con reverberaciones de marrón en la cabeza, el espinazo y las patas; lucía desmejorado… Lo cubrió con una manta para protegerlo del frío ingresando por la ventana superior.

    Recordó aquellas noches cuando Laika, su madre aullaba en casa; era un sonido lastimero, extendiéndose como un viento fino por los patios y cuartos. Pensaba: la presa de carne robada en alguna casa vecina no había saciado el hambre de sus crías.

    Así, era común cuando Laika entraba a la casa de enfrente y la empleada nada le decía. Unas semanas antes vivió en ella hasta que la empleada lo cargó y dejó en el Sahuán de Andrés y al instante su hermano Arlo lo cogió y alimentó con un pedazo de pan. Andrés se mostraba renuente, pues ya tenían a Blondy. Sin embargo la mascota lo recibió enloquecido entre saltos y gemidos disimilares.

    La empleada pronto le daba un plato de comida; y si demoraban Laika se subía a la mesa de la cocina. Y lo hacía con derecho, como dijimos había vivido allí algunos días. Ahora su vida estaba tan cambiada, había parido una camada de cuatro cachorros, uno de leche y café, mestizo el otro y dos más con el pelaje blanco. En todos las orejas permanecían erectas, su pelaje muy suave y sus patas cortas, rasgos heredados de la madre; sus miradas siempre estaban buscando afecto.

    Laika, con su andar pegado a las paredes, buscó pasar desapercibida al ingresar en el comedor. Movió los ojos a los costados con la idea de verificar la presencia de alguien y, al no encontrar a nadie, avanzó hacia la mesa. Meneó el hocico, subió a la silla y llegó hasta donde estaban los potajes humeantes y jugosos, servidos en fuentes grandes cubriendo el ancho de la superficie.

    El dueño de casa, don Armando López, había llevado a sus invitados a recorrer la enorme huerta ubicada detrás de la casa, que en su bajada llegaba hasta el borde del río, y en cuyo lado opuesto llevaba cerca de la plaza de la ciudad, permitiendo oír la bulla y ajetreos de la gente. Lo sembríos se esparcían en diferentes niveles según la variedad a cultivar y necesidad de regadío. Los árboles frutales yacían regados en toda la extensión, sus frutos de diferentes tamaños y colores daban un colorido especial al ambiente. Aquellos nobles convidados celebraban entre gestos de felicidad tal edén y también las formas coloniales de la estructura, después del terremoto del año 70 se mantuvo incólume; entonces muchas casas del pueblo fueron destruidas y las calles borradas.

    Pasada una hora volvieron cansados y sedientos y se dirigieron al comedor, con los rostros hambrientos, llamados sin duda por los aromas de los potajes. Señores de saco y corbata, directores y jefes de los bancos en la capital del departamento.

    La perra, ya subida en la mesa, daba cuenta de la presa atrapada. La sacudía con la idea de sacarla de la fuente y comerla en dos o tres bocados, pues terneras y cabritos la esperaban también. A ella no le importaba si la encontraban, como se acordó pasó sus primeros días en esta casa y la sentía propia, la conocía y tenía rutas de escape si la atrapaban: atravesando la ventana del costado o saltando hacia el pasadizo. Ella solo pensaba en llenar su estómago y volver, porque sus crías estarían gimiendo de tristeza y hambre.

    La puerta del comedor

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