GASTRONOMÍA Y NOVELA NEGRA
La novela negra no solo no es una excepción a este placer gastroliterario, sino que es un género que pide buenas recetas tras cada escena cruenta. Después de la violencia y el horror, no solo no se nos cierra el estómago, sino que la comida nos calma. Una de las cosas en las que coinciden neurólogos, antropólogos, psicólogos y demás «ólogos» estudiosos de las claves del comportamiento humano, es que la comida y la bebida son una forma de tranquilizar a nuestro sistema parasimpático, el primero que reacciona en caso de peligro. Las personas venimos preparadas de serie para sobrevivir en la naturaleza, cazando y huyendo de los depredadores. Ningún animal en libertad se para a beber o a comer cuando siente el peligro cerca. Por eso cuando entramos en un estado de alerta o tensión, comer un bocado o beber unos sorbos de agua nos tranquiliza, es como decirle al centro de control de nuestros instintos: «Si estuviéramos en peligro, ¿me pararía a comer o a beber? » Y eso sucede en la novela negra, cuanto más sórdida es la escena, más necesita el lector que los personajes se sienten a la mesa y coman, es la forma de que todos, escritor, personajes y lectores, nos tomemos un respiro de la atrocidad.
Lo que comen los personajes
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