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Perseo TS
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Libro electrónico106 páginas1 hora

Perseo TS

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Who would not want to be one of the first to try the newest and most advanced video game consoles in the word? Discover what is hidden inside this seemingly simple children's game and learn how you can become the mythical Perseus for at least one night.

QuiÉn no quisiera ser de los primeros en probar la nueva y mÁs avanzada consola de videojuegos que existe en el mundo y vivir las mÁs descabelladas aventuras para combatir a Medusa? Descubre lo que se esconde dentro de lo que parece un simple juego de niÑos y cÓmo podrÍas convertirte en el mÍtico Perseo al menos por una noche.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2020
ISBN9786078756315
Perseo TS

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    Perseo TS - Luis Antonio Rincón García

    juego

    Una consola especial

    Mi tableta comenzó a sonar cuando me lavaba los dientes. Tuve que correr sin enjuagarme ni nada, iba sacando espuma por el camino, pero si mi papá escuchaba que no la había apagado, capaz me la confiscaba por una semana.

    Era Rodrigo. Le contesté mal porque él sabe cómo salgo castigado cuando hablamos después de las diez de la noche y aun así me llamó.

    —Es muy importante –dijo escondido debajo de una sábana.

    —Mañana me cuentas –le contesté a punto de cortar la conexión, porque escuché a mi papá subiendo las escaleras.

    —¡Aguanta! –dijo gruñendo–. A Chuy le compraron la Perseo TS.

    —No te creo –le dije, aunque sé que Rodrigo nunca miente–. Esa consola no existe –insistí, aunque con ganas de que me dijera que sí existían y ya las vendían hasta en los tianguis.

    —Yo no la he visto, pero su mamá se lo contó a mi mamá en el súper. Creo que alguien se la trajo del extranjero… –susurró Rodrigo y se movió rápido; ya no vi su cara en la pantalla, sólo escuché su voz–. Ahí viene mi mamá… ¡Adiós!

    Para qué me lo dijo. No pude dormir. Tampoco podía creer que Chuy, precisamente Chuy, tuviera la Perseo TS. Era injusto.

    Con mis papás la buscamos en las tiendas, en internet y se la pedimos a amigos que fueron a otros países. Nadie la encontró y mis papás concluyeron que de seguro se trataba de un mito, porque ni los niños más ricos de la ciudad la habían podido conseguir.

    Debe de ser pura mentira que Chuy sí la tiene, pensé millones de veces. Ni modo que justo él nos haya ganado a los demás.

    El pobre es tan tonto que ni cuando lleva su pelota a la escuela lo elegimos en los equipos de futbol, y en lugar de protestar se queda calladito viendo cómo jugamos los demás.

    Muchos dicen que es buena onda porque presta su balón, yo lo llamo de otra manera. Y es que además es bien torpe. Por eso nadie lo quiere elegir para su equipo, y también porque se pasa de flaquito y débil, y ni sabe correr con la pelota.

    Una vez, en una reta contra el 6° B, alguien pateó la pelota tan fuerte, que chocó en la espalda de otro compañero. La pelota cruzó la cancha y fue a dar a los pies de Chuy, con tan buena suerte que el portero por querer acercarse a él se dobló el pie y cayó lastimado, así que Chuy quedó solito frente a la portería vacía. Soltó el mejor derechazo de su vida, pero le pegó tan mal que la pelota salió disparada hacia afuera.

    Pobre Chuy, puso una cara de tristeza que daba un poco de lástima. Pero ni así lo perdonamos. Le dijimos un montón de cosas. Sólo Alfredo, que es su mejor amigo, lo defendió:

    —Hizo lo correcto. No es justo meter un gol si el portero está herido. Además, sólo es un juego –claro, también nos burlamos de él.

    Yo estaba muy enojado porque con ese gol habríamos ganado. Le dije a Alfredo que le faltaba poco para convertirse en un niño tan tonto como su amigo y casi nos peleamos, sólo que los demás nos detuvieron.

    Luego me arrepentí. No debí decirles eso. De verdad, tuve remordimiento de conciencia varios días; sólo que una cosa es equivocarse y otra reconocerlo, así que nunca le pedí disculpas a ninguno de los dos.

    No creía que fuera cierto lo de la Perseo TS, porque si Chuy no era capaz de meter un gol en una portería sin portero, mucho menos lo sería de conseguir una consola de la que muchos hablan aunque nadie la conozca.

    Una tarde, mientras la buscaba en internet, mi papá me preguntó qué tenía de especial la Perseo.

    —¡Es la mejor del mundo! –le contesté.

    —¿Por qué? –insistió él.

    —Ay, papá –le dije–, todo el mundo lo sabe. Ni modo que tú no.

    Él comenzó a reírse como lo hace cuando no entiende lo que le digo, me despeinó un poco y se fue a su estudio.

    Después de esa tarde yo también me quedé con la duda y todavía la tengo: no sé qué hace tan especial a la Perseo TS. Quizá sea que todos hablamos de ella pero nadie ha podido conseguirla, y entonces es como los fantasmas: nos dan miedo y contamos historias sobre ellos, pero no conozco a alguien que de verdad haya visto uno.

    Lo bueno de la plática con mi papá fue que sin querer encontré una excelente respuesta para quienes salen con la pregunta: ¿Qué tiene de interesante esa consola? Ya hasta lo practiqué; pongo cara de tu ignorancia es asombrosa y respondo: ¡Todo el mundo lo sabe, ni modo que tú no!

    La verdad es feo no saber por qué quieres algo.

    Al menos ya averigüé que Perseo fue un héroe griego que venció a Medusa, la monstruosa gorgona que en lugar de cabellos tenía serpientes en la cabeza y convertía en piedra a quienes la veían de frente.

    Mi papá también espanta cuando se te queda viendo feo, nomás que uno no queda convertido en piedra; si acaso en gelatina, pero es diferente.

    Ahora, lo de TS todavía no sé qué significa. Alguien de mi salón dijo que quería decir Tiene Salpullido, pero no suena muy lógico. Quizá sea Tecnología Superior.

    Quién sabe.

    Sin embargo, lo más feo, feo, feo de todo, no es desconocer por qué quieres algo o qué significa TS, sino saber que eso que quieres lo tiene otra persona, y peor aún si esa otra persona es Chuy.

    Sobre todo porque ahora él sí sabe qué tiene de especial la Perseo y yo no, es decir, hay una cosa que él sabe más que yo.

    No me gusta imaginar que hay algo en lo que Chuy pueda ganarme.

    Niños rencorosos

    Cuando llegué a la escuela pensé que no había clases. Todo estaba en silencio y no se veía a nadie en la entrada. A lo lejos vi a dos niños corriendo hacia las canchas de atrás y Aranza, la niña más bonita e inteligente de mi salón, iba como persiguiéndolos, así que también fui para allá.

    Ahí estaba la escuela entera, todos calladitos, rodeando a Chuy. El pobre estaba cabizbajo y pálido, con la espalda pegada a una pared y abrazaba fuerte su pelota.

    —¿Qué pasó? –le pregunté a Rodrigo apenas lo encontré.

    —Nada –dijo él sin voltear a verme–. Ya se supo que tiene la

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