Primavera de café: Un libro de lecturas vienesas
Por Joseph Roth
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"Hoy, estos espléndidos artículos proporcionan la mejor visión de la vida cotidiana, de las costumbres y las gentes de aquel tiempo de desilusiones y derrumbes, pero también de un incipiente futuro. Encontramos aquí al genial artista que fue Roth; un excelente narrador, un observador perspicaz y un periodista que atrapaba a sus lectores con las manos abiertas de la inteligencia. Ironía y frescura es lo que transmiten estos textos; magníficos en su brevedad, incisivos y cautivadores. La edición es excelente, muy bien traducida, con acertadas fotografías de época y un útil glosario."
Luis Fernando Moreno Claros, El País
"Sus textos ejemplifican una manera libérrima y creadora de entender el periodismo si se quiere local, o localista, para al fin transformarlos en piezas literarias de alto calibre que han superado la prueba de la erosión."
Robert Saladrigas, La Vanguardia
"Cautivador retrato de la Viena después de la Primera Guerra Mundial."
ABC, Las letras y las Artes
"Estupendas crónicas vienesas".
Vicente Molina Foix, El País
"Gracias a la observación de los pequeños universos, no pocos escritores han llegado a ser enormes y póstumos narradores. Roth es uno de ellos."
Francisco Vélez Nieto, Cambio 16
""Las crónicas rothianas son ejemplos de esmerado lirismo: hasta las cuestiones más nimias quedan convertidas en manos de Josephus en joyas de calidad. Una altura literaria sin par que brilla junto a unos devaneos temáticos que nos llevan por distintos aspectos de la vida que pululaba en aquellos años por la capital austríaca."
Iñaki Urdanibia, Gara
"Hubo un tiempo, allá por los siglos XIX y XX, en que periodismo y literatura no eran oficios excluyentes. Incluso cohabitaban en las redacciones y las tabernas, donde escritores y reporteros compartían noches de plomo, tinta y brebajes varios. Supone una excelente cura de humildad sumergirse en las páginas de Primavera de café, donde se reúnen las crónicas vienesas escritas por el gran Joseph Roth al término de la Primera Guerra Mundial. Porque la obra periodística de Roth está sin duda a la altura de su narrativa. Si el Roth novelista es un observador agudísimo, el Roth periodista es todo ojos y todo oídos. Es en lo minúsculo donde Joseph Roth detecta, y nos revela, el latido puro de la vida. Magistral."
Luís Pousa, La Voz de Galicia
"La mirada que dirige a la ciudad de Viena tiene muchos de los elementos que aparecerán en sus magníficas novelas, y el vigor descriptivo de estos breves textos, además de la propia juventud del autor, no disimula la amargura de fondo que más tarde transimitirán los mencionados textos. Aquí planea la lucidez de la mirada de Roth y el aire elegíaco de su mejor prosa."
Tomás Ruibal, El día de Toledo
"No importa de qué escriba, siempre se impone su mirada astuta y compleja sobre la superficie de la realidad."
Carlos M. Domínguez, El País Cultural (Uruguay)
Joseph Roth
Joseph Roth (1894-1939) nació en Brody, un pueblo situado hoy en Ucrania, que por entonces pertenecía a la Galitzia Oriental, provincia del viejo Imperio austrohúngaro. El escritor, hijo de una mujer judía cuyo marido desapareció antes de que él naciera, vio desmoronarse la milenaria corona de los Habsburgo y cantó el dolor por «la patria perdida» en narraciones como Fuga sin fin, La cripta de los Capuchinos o las magníficas novelas Job y La Marcha Radetzky. En El busto del emperador describió el desarraigo de quienes vieron desmembrarse aquella Europa cosmopolita bajo el odio de la guerra. En su lápida quedaron reflejadas su procedencia y profesión: «Escritor austriaco muerto en París».
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Primavera de café - Joseph Roth
JOSEPH ROTH
PRIMAVERA DE CAFÉ
UN LIBRO DE LECTURAS VIENESAS
EDITADO POR
HELMUT PESCHINA
TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN
DE CARLOS FORTEA
ACANTILADO
BARCELONA 2020
CONTENIDO
Prefacio, por HELMUT PESCHINA
I. PRIMAVERA DE CAFÉ
Primavera de café
Una terraza de café, y otra más
El cambista de dinero blanco
Luces vienesas de esperanza
El pequeño Sacher
Café popular
El bar del pueblo
Artistas
Excursión
Cine en el Prater
El café de la undécima musa
II. SÍNTOMAS VIENESES
En servicio y fuera de servicio
Pompas de jabón
Las consecuencias
Divergencias
Confusión
«Calados»
La despierta conciencia del Arte
La plaza del mercado de los especuladores
Del descenso de los precios
Cincuenta años de la Guardia de Seguridad de Viena
Unas palabras
Chucrut
Vehículos modernos
Proletarización de las casas
Revista de otoño
«Carteles»
III. TIPOS VIENESES
¡La leche!
Entrevistas con tipos de la calle
Viejos y nuevos oficios
Despedida de la cobradora
El hombrecillo del bosque de la plaza de San Esteban
Cien años
La metamorfosis de la «propina del portero»
IV. ESCENARIOS VIENESES
La isla de los desdichados
Los muertos de la plaza de San Esteban
El cuento de la Sophiensaal
De uno que partió a conocer el miedo
La falta de expectativas de los antiguos teatros imperiales
El nuevo Hofpark
Schönbrunn
La sopa del desayuno
El velo
Animales
Primavera urbana
Carrusel
El barco de la primavera
Las víctimas mortales del estómago de la gran ciudad
Riviera en Kagran
V. VIAJE POR EL PAÍS DE HEANZEN
La frontera
La anexión de la Hungría occidental germanoparlante
Sauerbrunn
Ödenburg
Zinkendorf o Nagy-Zenk
Deutsch-Kreuz
Los judíos de Deutsch-Kreuz y las Schweh-Killes
Glosario
PREFACIO
por HELMUT PESCHINA
En el otoño de 1913, con diecinueve años, Joseph Roth llega, solo, desde Lemberg/(Galitzia), a la gran capital imperial y corte de Viena, con el fin de estudiar germanística en la universidad. Empieza sus estudios en el semestre de verano de 1914, acudiendo a las clases de Walter Brecht y Eduard Castle. (Uno de los ayudantes de Brecht era Heinz Kindermann, posterior catedrático en el Instituto de Ciencias del Teatro de la Universidad de Viena, al que Roth eternizó en su primer cuento, «El alumno aventajado», y como teniente Kindermann en su novela La Marcha de Radetzky).
Durante su primera época en Viena, Roth tuvo alquilado un pequeño cuarto en la Rembrandstrasse 35, en el barrio de Leopoldstadt, en el 2.º distrito.
Los judíos orientales que vienen a Viena se instalan en la Leopoldstadt, el segundo de los veinte distritos. Allí están, en las proximidades del Prater y de la estación del Norte. […] Todos llegaron a través de la estación del Norte, cuyas naves se hallan aún impregnadas del aroma de la tierra natal, y que es la puerta abierta al regreso.
La Leopoldstadt es una judería voluntaria. Buen número de puentes la unen con los demás distritos de la ciudad.¹
Sin embargo, pronto renuncia por motivos económicos a su cuarto alquilado y se traslada a casa de su tutor, el comerciante Siegmund Grübel, en la Wallensteinstrasse, distrito 20.º, donde vivirá, a veces con su madre, hasta su reclutamiento en 1916.
Roth ya escribe poemas durante sus estudios. El 5 de agosto de 1915, escribe una carta a la redacción del Österreichs Illustrierte Zeitung, en la que ofrece enfáticamente sus primeros trabajos líricos:
Estimado señor redactor jefe:
Soy uno de esos a los que llaman poetas, locos o mendigos, o todo a un tiempo. Los tres atributos me cuadran, muy especialmente el último.
No es la nostalgia de la tinta impresa la que me hace escribirle, sino la necesidad. Hoy en día, enseña a no rezar. Nos hemos olvidado de rezar, porque hemos visto que era en vano. La necesidad enseña hoy a pedir. Pero el ruego se transforma en oración, y el hombre al que es dirigido se convierte en Dios. ¡Para mí, eso es lo que usted es ahora, señor redactor! Ojalá escuche mi ruego.
Si no lo sabe, sin duda intuye lo que es ser pobre. Qué pasa cuando se tiene una gran ansia en el corazón y no se lleva ni una moneda en el bolsillo. Cuando en los días de verano, con el cielo azul como en los cuentos, se quiere salir de la ciudad y se encuentra uno en el tranvía con la incómoda institución de los cobradores y controladores. Cuando no se puede salir a pie porque el corazón de un zapatero es duro, más duro que una suela de zapato. Cuando hay que quitarse el pan de la boca para escribir un poema en una hoja de papel limpio. Cuando hay que entregar las cartas en persona in loco, porque el correo exige tasas de franqueo. Cuando se ama la vida, y esa hermosa y diabólica mujer le rechaza fríamente a uno, como a un amante incómodo.
Si sabe usted todo esto, señor redactor, no echará este envío a la papelera. Sería una lástima, no tanto por mis poemas como por el hermoso y blanco papel…²
¡Así se las gastaba con veintiún años!
Roth fue escuchado, sus poemas no fueron arrojados a la papelera, sino publicados en el Österreichs Illustrierte Zeitung.
Su situación económica en esta época es tan mala, que supone que ni siquiera dispone del dinero para comprar un ejemplar del Illustrierte Zeitung, y no digamos para permitirse una visita al café, lectura del periódico incluida, para ver impresos sus poemas.
Un año después, escribe a su prima favorita, Paula Grübel, a Baden bei Wien, con ocasión de su cumpleaños:
¿Qué te voy a regalar? No tengo dinero, pero mi página está remunerada con seis céntimos. Cuenta las páginas de esta carta y obtendrás una pequeña suma…³
Esta misma Paula Grübel escribe desde Lemberg, en junio de 1939, unas semanas después de la muerte de su primo, a Hermann Kesten, editor de las primeras obras completas de Roth:
Estoy ordenando ahora los poemas de Roth […] que en mi opinión son preciosos e interesantes, porque contienen con toda exactitud el estado del espíritu y los pensamientos del poeta de veinte años, Roth.
Están muy desordenados, pero quizá con la ayuda de J. Wittlin, que en aquel tiempo tuvo gran amistad con Roth, y con las notas encontradas, pueda reunirlos cronológicamente y, en la medida de lo posible, titularlos por grupos, lo que también se puede desprender de las notas sueltas. Creo que serán ciento cincuenta poemas, o incluso más. En muchos manuscritos figura la anotación «acept.»—o «acpt.»—, por lo que sospecho que muchos de ellos fueron publicados sueltos durante los años de la guerra en distintas revistas austriacas o vienesas […].⁴
Junto a Joseph Wittlin, también Soma Morgenstern se contaba entre sus amigos de esa época; ambos eran compañeros de estudios y futuros escritores como él, con los que mantuvo amistad hasta su muerte.
Wittlin describe a su compañero Roth en 1949, en su discurso con ocasión de la conmemoración en Nueva York del décimo aniversario de su muerte:
Roth llamó mi atención. Era muy delgado, atildado, bien vestido. Llevaba el rubio cabello con raya en medio, siempre alisado con gomina. Me pareció el arquetipo clásico de un dandi vienés de los círculos funcionariales, uno de esos que llamábamos «finolis». Llevaba un monóculo ante los hermosos ojos azules, de mirada con frecuencia irónica. Ese monóculo me irritaba. Hoy, es difícil decir si Roth lo llevaba para ver mejor el mundo, que entonces le parecía hermoso y mágico, o porque se avergonzaba de ese amor por el mundo y quería ocultar con el monóculo, que daba una expresión severa a su rostro, el entusiasmo que había en sus ojos. En cualquier caso, daba a su afilado rostro un toque de arrogancia […].⁵
En 1937, Roth escribe un prefacio a la novela de Joseph Wittlin, La sal de la tierra. Soma Morgenstern lo recordará más adelante, después de la muerte de Roth, en Huida y fin de Joseph Roth.
Morgenstern se alista al empezar la guerra, a cuyo inicio Roth y Wittlin son pacifistas. Pero ambos cambian de actitud en 1916, sienten como una vergüenza quedarse inútilmente en Viena y se apuntan voluntarios. Incluso décadas después, en su discurso, Wittlin no es capaz de alegar motivos precisos para ese cambio de opinión:
Cuanto más duraba la guerra y más amigos caían en los frentes, tanto más nos hartábamos de la cháchara absurda contra la guerra en los cafés […]. Así que, por los motivos que fuera, entonces poco claros para nosotros, decidimos presentarnos voluntarios a pesar de nuestra aversión a la guerra, el ejército y la monarquía.
Hasta la primavera de 1917, Roth está acuartelado como recluta en Viena, luego es destinado a Galitzia, donde trabaja en el servicio de prensa como una especie de censor; probablemente tenía que supervisar las cartas desde el frente.
Incluso durante su estancia en el ejército, compuso poemas y pequeños ensayos, que fueron publicados en el diario Der Abend y en el semanario Der Friede. El editor de Der Friede es el doctor Benno Karpeles; Alfred Polgar es el director de la sección de literatura, y habría de convertirse en el maestro, modelo y mentor de Roth.
Al terminar la guerra, Roth retorna a Viena sin recurso alguno. No puede continuar sus estudios, tiene que buscar trabajo.
Con el final de la guerra, había empezado una nueva era política. El 12 de noviembre de 1918 se proclamó la Primera República Austriaca.
El emperador Francisco José I había muerto durante la guerra, el 21 de noviembre de 1916. El día de la proclamación de la Primera República, su sucesor, Carlos I, renuncia a toda participación en los asuntos del Estado.
El doctor Karl Renner*⁶, que sería el primer presidente de Austria después de la segunda guerra mundial y hasta 1950, es nombrado canciller.
El 12 de octubre de 1919, Roth levanta un monumento crítico al socialdemócrata Renner en el artículo «El nuevo Hofpark»:
El doctor Renner, que, según una versión, se trajo de Saint Germain* una insuperable predilección por las rejas, ha hecho vallar una gran parte de la superficie de césped. Dicen que ha costado ciento sesenta mil coronas, pero no es mucho, porque es, por así decirlo, la reconstrucción de la Austria alemana la que con el corte del césped delante de la Cancillería ha tenido un prometedor arranque y se presenta en forma de verja sobre un cimiento amurallado. Dicen que en medio del césped va a levantarse un coqueto pabellón, en el que el doctor Renner trabajará lejos del ruido de la calle. «El canciller como eremita», podría titular entonces un suplemento del Arbeiter-Zeitung. […] En verano, el canciller podría entregarse a la útil ocupación de plantar coles, si no tuviera bastante con producirlas con sus discursos. La circunstancia de que actualmente se está cortando el césped dentro de la verja permite deducir que la autoridad del canciller ha manifestado el deseo de poder oír al menos crecer la nueva hierba en primavera.
A las dificultades económicas de los años de la posguerra se añaden pronto las tensiones políticas.
Y, aunque la situación económica general, y por tanto también la de la prensa diaria y el resto de la prensa, era extremadamente difícil al principio de la Primera República, dado que con el nuevo trazado de las fronteras se habían perdido importantes mercados de la época de la monarquía, las nuevas fundaciones de periódicos fueron consideradas evidentes y forzadas por la nueva constelación política.
La nueva Austria estaba hambrienta de nueva información. La hasta entonces desconocida relación entre los ciudadanos y la República tenía que ser intermediada, tenía que aproximarse a los lectores interesados. Los periódicos y sus colaboradores se enfrentaban a nuevas tareas. A pesar de esa inmensa presión de la información política y del ansia de información de los lectores, el suplemento literario pudo mantenerse, al menos durante cierto tiempo, en la mayoría de los periódicos.
Una de esas nuevas fundaciones, Der Neue Tag, cuyo redactor jefe fue durante su breve publicación—entre marzo de 1919 y abril de 1920—el doctor Benno Karpeles, formaba parte del consorcio papelero Elbemül, que tenía en su poder unos cuantos periódicos, como el Wiener Allgemeine Zeitung, el Wiener Mittagszeitung o Das Illustrierte Extrablatt, entre los cuales Der Neue Tag ocupaba una posición especial, porque «a su redactor jefe, Karpeles, se le había asegurado contractualmente que podía llevar la dirección del periódico con entera independencia de los capitalistas
, es decir, sin influencia de los propietarios, sin injerencia de la administración
[…]». El diario Der Neue Tag publicaría aquellas aportaciones nacidas del espíritu de la hora. Iba a constituir un foro de debate para los nuevos problemas (Ingeborg Sültemeyer, Das Frühwerk Joseph Roths 1915-1926. Studien und Texte, Viena-Friburgo-Bailea, 1976, p. 47).
El modelo del Neue Tag de Karpeles fueron los renombrados órganos Berliner Tageblatt y Frankfurter Zeitung, para los que Roth escribirá en los próximos años la mayoría de sus artículos.
La primera edición de Der Neue Tag sale a la calle el 3 de marzo de 1919.
En abril de 1919, Karpeles, que conoce a Roth por sus anteriores aportaciones a Der Friede, lo contrata como redactor fijo y reportero de local. Es el principio de su trabajo periodístico regular y de su carrera como uno de los autores más cotizados del articulismo alemán.
Roth era probablemente el más joven de la redacción, de la que formaban parte nombres tan destacados como Alfred Polgar, Egon Erwin Kisch, Anton Kuh, Leo Perutz y Arnold Höllriegel (es decir, Richard A. Bermann). Y el hecho de que el joven colega pudiera abrirse paso entre estos grandes del articulismo político-social y mantener su sitio en la sección muestra las dotes literarias de Roth desde el comienzo de su carrera. No fueron jamás los artículos de un «principiante». Entre abril de 1919 y abril de 1920—fecha en