Nosotros y ellos
Por Eduardo Codas
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¿Qué pasaría si la humanidad en la Tierra se extinguiera, y nuestra única chance de sobrevivir como especie fueran los habitantes de una colonia en Marte?
¿Quién es ese hombre que despierta una noche, atado y desnudo en un galpón oscuro, y quien lo puso allí?
¿Qué pasaría si pudiéramos cargar nuestra mente a un cuerpo artificial?
¿Estaría usted dispuesto a duplicar a su cónyuge, traerlo de nuevo después de su muerte en un nuevo cuerpo?
Eduardo Codas trabaja estos y otros dilemas, en una serie de historias intrigantes, en su mayoría de Ciencia Ficción. Con una prosa limpia y robusta, retrata personajes que viven en mundos donde el ser ha trascendido hacia nuevas etapas de humanidad, cayendo en poder del control tecnológico. Los giros de la trama nos abren los ojos a un mundo a veces maravilloso, y a veces rodeado de espanto, que podría ser posible.
A través de estos cuentos, se podrá comprender que, cualquiera sea el mundo donde habitemos, lo que nos permitirá echar raíces no será otra tierra, sino nuestro grado de humanidad y de conexión con el otro. Que la raíz y el sentido de nuestre escencia sigue siendo las emociones humanas, y el valor inexorable de la memoria y los recuerdos.
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Nosotros y ellos - Eduardo Codas
PRESENTACIÓN
Damos la bienvenida a un nuevo autor del género de ficción. Eduardo Codas trabaja con acierto una serie de historias intrigantes, en su mayoría de Ciencia Ficción. Varios personajes viven dentro de mundos extremos en futuros despersonalizados, donde el ser ha trascendido hacia nuevas etapas de humanidad cayendo en poder del control tecnológico.
La prosa es limpia y cuidada. Maneja efectivamente los giros de trama y nos abre los ojos a la sorpresa de un mundo a veces maravilloso, a veces rodeado de espanto, que podría ser posible.
A través de estos cuentos, se podrá comprender que, cualquiera sea el mundo donde el ser habite, lo que le permitirá echar raíces no será otra tierra, sino su grado de humanidad y su conexión con el otro. El deseo de perdurar nos dirá que la naturaleza humana será la misma, que la raíz del sentido de todas las cosas siguen siendo las emociones humanas y el valor inexorable de la memoria y los recuerdos.
Irina Ráfols
PRÓLOGO
La edición de un primer libro es el descubrimiento de alguien que nos ofrece, enredado en la maraña de verbos y adjetivos, un retazo de su intimidad.
Eduardo Codas, fue siempre, un apasionado lector, amante de los relatos referentes a la ciencia y la cibernética, tanto, que consideró seguir una carrera universitaria para capacitarse y ordenar sus ideas, pero otro arte gano la batalla: volvió su talento en la pintura. Hoy se pueden admirar las obras de este destacado pintor en los recintos privados y exposiciones públicas.
Acosado por un tardío despertar literario comienza a crear cuentos y orienta su nueva vocación, con osadía y ágil pluma, hacia la difícil tarea de plasmar en la hoja en blanco toda su sensibilidad y conocimientos a través de la palabra escrita.
En Nosotros y ellos estremece las fibras del YO en inquietante muestra de un futuro que ya está en proceso pero que aún desconocemos. Nos deja expectantes, descolocados en el tiempo.
La ciencia y la cibernética trastornan las conocidas fuentes del saber al sumar a sus códigos nuevos descubrimientos y asombrosas realidades que angustian y perturban al individuo común de este planeta en que vivimos.
El panorama conocido se agrieta; todo está en riesgo: el ambiente, el agua, la fauna y flora, las nevadas cumbres, la paz de las naciones…y el YO se turba y nos alerta al tratar de desafiar este inquietante futuro.
Este libro nos ofrece una aproximación al enfrentamiento y desarrollo de la especie humana ante el avasallamiento de la cibernética. Sugiera alucinantes cambios en las relaciones de la sociedad actual y en la psiquis de sus miembros. Temas fundamentales en los premonitorios cuentos de este volumen. Así, con conocimiento y creatividad, Codas inventa una visión de ese porvenir, real y misterioso a la vez, que nos espera en años venideros.
En el extraño ámbito de La apuesta y otros cuentos, analiza, fuera del mundo cibernético, el motivo y consecuencias del accionar individual y de la capacidad de redención, perdón, o agresividad, del ser humano en momentos de crisis, cerrando, además, el relato, con un asombroso e inesperado final.
Nosotros y ellos es un racimo de cuentos sugerente. Deja entrever un mundo apasionante con el grato placer de su excelente prosa. Su autor tiene el mérito de ser uno de los pocos escritores paraguayos que escribe obras de ciencia ficción, asunto difícil y complejo pues exige vasta erudición y conocimiento del tema. Este libro regala intrigantes cuentos bien contados, a los cultos lectores que sé que disfrutarán con sus propuestas
Maybell Lebron
PALABRAS DEL AUTOR
Descubrir la literatura fue aterrizar toda esa fantasía que llevaba a cuestas. Fue, además, una terapia, un viaje, una necesidad, y por sobre todo, un juego. Sigo pensando que el arte es un juego que se realiza con pasión y de la mejor manera posible, donde el premio no es ganar, sino compartir. El arte que me gusta es, además, un vehículo para sentir y reflexionar.
Quisiera agradecer a aquellas personas que me alentaron y aconsejaron a lo largo del primer tramo de este viaje: Irina Ráfols, Maybell Lebron, Delfina Acosta, Rene Ferrer y familiares y amigos, así como todos los que se atrevan a llevarme a su casa, abrirme y hojear mis páginas.
LA APUESTA
Oscar abrió los ojos. Era de noche. Sus labios estaban sellados con cinta de embalaje y yacía amarrado a lo que parecía ser una camilla metálica. Solo la intensa luz de una lámpara pendía del techo sobre su fofo y blanquecino cuerpo, que resplandecía desnudo, como encendido en la oscuridad. Miró a sus costados; pasamanos atornillados a la camilla parecían acorralarlo. Atrás, un fino porta suero sostenía la bolsa llena de un líquido blanquecino, de la que descendía un catéter justo hasta el antebrazo penetrando la piel.
Luego de varios minutos de forcejeo notó, exhausto, que todo esfuerzo era inútil. Trató de relajarse. Respiró profundo llenando de aire los pulmones, como si instintivamente se preparase para algo, oxigenando sus músculos y su cerebro, tratando de llevar claridad a su mente. Pronto pudo distinguir el repiqueteo de la lluvia oscilando según los leves cambios del viento. Aquella habitación era grande y parecía encontrarse casi en el centro.
¿Cómo había llegado hasta allí? Lo último que recordaba era estar sentado en su sillón frente a la cama matrimonial vacía y desordenada, contemplando las sábanas, los suaves pliegues, como congelados, quietos, despojados de la calidez con la que normalmente abrigan a parejas felices. Ya había tomado alcohol y los tranquilizantes para dormir. Los niños descansaban en la habitación contigua. Su mujer no estaba, pero eso no importaba. Aquel último recuerdo se diluía en un vaso de whisky frente a una cama en la que ya no deseaba acostarse.
Volvió a situarse en el presente. Su visión acomodó a la penumbra y distinguía algunos detalles. Todo indicaba que se trataba de un galpón abandonado con cerramientos de madera, quizás un establo o algún viejo depósito. A la derecha, una puerta cerrada se destacaba entre dos ventanas tapiadas con viejos maderos, clavados desordenadamente. De pronto ingresó una corriente de aire y la lámpara se tambaleó revelando más detalles. En el fondo, contornos absurdos cobraron sentido. Un gran monitor de computadoras yacía suspendido a dos metros de altura, parecía estar atornillado a soportes metálicos. Desde la base del monitor descendían cables que se desparramaban sobre una caja negra situada en el suelo. Por encima de ella, el teclado y un interruptor rojo adquirían protagonismo.
Me lo merezco
, pensó. Merecía estar allí, atado y desnudo, expuesto como un espécimen raro a punto de ser diseccionado, ¿no era un monstruo, un insecto, un bicho raro? Sentía que una delgada línea lo separaba de los demás mortales. Volvió a pensar en su mujer, se filtraron en su mente recuerdos de aquellas primeras citas. El olor fresco de los largos cabellos de Alexandra, que inundaban por momentos el interior de su pequeño automóvil, mientras la abrazaba locamente, mientras sus labios rodeaban sus senos para volver a encontrarse con los labios de ella. Pero todo eso había acabado, y de la peor manera. El solo hecho de pensar en eso le llenó de ira y volvió a sacudirse violentamente. ¿Acaso no había sido una víctima todo este tiempo? ¿Quién decidía si era culpable o inocente?
La puerta se abrió dejando entrar un ventarrón, y varios hombres ingresaron apresuradamente. Estaban vestidos con elegantes trajes negros y traían puestas máscaras. Uno de ellos llevaba el rostro de Paul McCartney, a la derecha, se acercaba John Lennon, otro sujeto parecía representar a Mick Jagger. Se dejaban ver otros miembros de la banda de los Rollings Stones. ¿Se había vuelto loco? ¿Era eso lo que realmente le sucedía? Brian Jones y Keith Richards se pasaban las manos murmurando en un extraño idioma extranjero. Aquello no era inglés. Las sílabas se atropellaban de forma tosca y seca, pero los enmascarados las pronunciaban con mucha clase.
—Buenas noches —saludó un hombre de guardapolvo blanco que parecía sumar unos cincuenta años— Estoy aquí para explicarte cuál es la situación: como ya te habrás dado cuenta, estamos