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Inevitable: Diosa del Destino
Inevitable: Diosa del Destino
Inevitable: Diosa del Destino
Libro electrónico387 páginas5 horas

Inevitable: Diosa del Destino

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Información de este libro electrónico

El Destino no se puede cambiar.

El futuro no está nunca en movimiento.

Es todo una mentira, pensar  que el destino puede ser cambiado. Jayne lo sabe. Tiene la maldición de ver cómo la gente a su alrededor morirá y no importa lo que haga, no puede cambiarlo. Eso incluye a Aaron, el guapo chico inglés que fue transferido a su escuela a mitad de semestre y que sólo tiene ojos para ella.

Pero entonces un asesino en serial se aparece en la ciudad de Jayne y ella está en su lista.

Encontrar una forma de alterar el futuro nunca ha sido tan crítico.

El libro 1 de la serie de la Diosa del Destino, Inevitable es una novela de suspenso con un toque sobre lo paranormal. Los fans de Bella Forrest disfrutarán de esta nueva versión de una mitología desconocida. Romance, magia, suspenso; ¡el libro perfecto para escaparse un rato!

IdiomaEspañol
EditorialTamark Books
Fecha de lanzamiento28 sept 2023
ISBN9781071536841
Inevitable: Diosa del Destino
Autor

Tamara Hart Heiner

Tamara Hart Heiner lives in Arkansas with her husband, four kids, a cat, a rabbit, and several fish. She would love to add a macaw and a sugar glider to the family collection. She graduated with a degree in English and an editing emphasis from Brigham Young University. She's been an editor for BYU-TV and currently works as an editor for WiDo Publishing and as a freelancer. She's the author of the young adult suspense series, PERILOUS, INEVITABLE, the CASSANDRA JONES saga, and a nonfiction book about the Joplin tornado, TORNADO WARNING. 

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    Vista previa del libro

    Inevitable - Tamara Hart Heiner

    Tamara Hart Heiner

    Y por Tamara Hart Heiner:

    Perilous (WiDo Publishing 2010)

    Altercation (WiDo Publishing 2012)

    Deliverer (Tamark Books 2014)

    The Extraordinarily Ordinary Life of Cassandra Jones:

    Walker Wildcats Year 1 (Tamark Books 2016)

    Lay Me Down (Tamark Books 2016)

    Tornado Warning (Dancing Lemur Press 2014)

    Copyright 2013 Tamara Hart Heiner

    Edición ebook

    Todos los derechos reservados

    Este libro es una obra de ficción. Los personajes, nombres, lugares, incidentes y los diálogos son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como hechos reales.

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida en forma alguna sin el permiso previo por escrito del editor, excepto en el caso de pasajes breves incorporados en reseñas críticas y artículos.

    Tamark Books

    Bella Vista, AR http://tamarahartheiner.com

    Diseño de tapa de Tamara Heiner

    Copyright 2013 Tamara Summer Heiner

    Dedicatoria

    Para mis dulces hijos, que saben que mamá escribe libros pero no entienden lo que eso significa, solo que  cuando está sentada frente a la computadora, es  momento de quedarse tranquilos y en silencio.

    Ustedes mis pequeños, son la luz que ilumina mi mundo.

    Y a mi esposo, que sin él este libro no hubiera podido ser posible. Gracias por todo.

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Reseña de Lay Me Down

    Otros libros deTamara Heiner

    Sobre la Autora

    ––––––––

    CAPÍTULO UNO

    EL AROMA  siempre me inunda instantáneamente.

    Lo noté en cuanto abrí la puerta de la oficina, me pare en seco. Era un aroma a limón, era como caminar entre una arboleda de cítricos. Habiendo crecido en Nueva Jersey, no conozco mucho sobre plantaciones de cítricos, pero estoy segura que así es como olerían. Cada vez que siento el aroma de limones, sé que la muerte está en el aire.

    El Sr. Harris levantó la vista y me sonrió por encima de sus gafas de color marrón oscuro. Hice contacto visual con su frente, una técnica de supervivencia que domino desde  hace años. El aroma se deslizó sobre él en olas, dominando el olor a cuero su  de su silla negra.

    Señorita- miró mi currículum que estaba sobre el escritorio de caoba. Lockwood, por favor, pase.

    Tragué y entré, sintiendo la puerta de madera detrás de mí cerrándose con un  suave golpe. ¡Maldición! no lo mires a los ojos.  Las palmas de mis manos estaban sudorosas y me alegré de llevar puesta una chaqueta  negra sobre mi blanca camisa abotonada.

    Me senté en la silla enfrente de él, aferrando contra el pecho mi cuaderno de notas con espiral. Mi mirada se posó en mis zapatos de tacos altos negros y  lustrados. He dedicado buena parte de mi tiempo observando zapatos. Mirar el suelo siempre ha sido más seguro que mirar la gente a la cara.

    Gracias por mostrar interés en nuestra vacante de pasantías, Srta. Lockwood. La voz del Sr. Harris era amable, y sabía que se había dado cuenta que yo estaba nerviosa. El Ignoraba que si yo posaba mis ojos en su mirada, podría VER su muerte. Vaya, la suerte que tengo. He notado en tu currículum que escribes la columna de deportes en tu instituto. ¿Vas al colegio secundaria Lacey Township?

    Asentí con la cabeza, Así es. ¿Cómo podría escapar de esta situación? No tenía sentido continuar con la entrevista, mi interés en la vacante de pasantía en Lacey Patch, para escribir la columna de noticias on-line de Lacey Township había desaparecido repentinamente. Examiné su escritorio, mi mirada se posó en una foto de Stephen, vestido con su camiseta de lacrosse azul marino y blanco.

    Mi estómago se revolvió aún más. Harris. No sólo fue por la visión de la muerte de este hombre acechándome sin siquiera haber hecho contacto visual, sino que como si fuera poco era el padre de mi ex.

    Debió haber notado mi mirada fija en el portarretrato, porque sus dedos aferraron  la fotografía. Cubriste al equipo de lacrosse extensamente en tu columna, incluso mencionaste a mi hijo un par de veces. ¿Conoces a Stephen?

    ¿Si conocía a Stephen? Me avergonzaba que me lo tuviera que preguntar, yo sabía que el Sr. Harris tenía una pequeña afinidad con su  whiskey escocés, y probablemente por eso no recordaba cuando Stephen me llevó a su casa después del pool party de Jessica.

    En realidad yo tampoco recordaba mucho sobre esa noche, fue la misma fiesta en la que Stephen se enrolló con Jessica -la chiquita promiscua- y aun así tuvo el descaro de llevarme a su casa después. Para tranquilidad del Sr. Harris, sólo nos habíamos conocido brevemente mediante corto saludo mientras Stephen me arrastró por  escaleras arriba hasta su habitación.

    Momentos antes de que cortáramos.

    ¿Srta. Lockwood?

    Oh, cierto, quería saber si yo conocía a su hijo. Claro, claro. Miré por encima de su hombro por la ventana, las nubes flotaban perezosamente y las ramas de un roble con flores rosadas me saludaban. Todo el mundo conoce a Stephen.

    No has planeado ir al partido esta noche, ¿verdad?

    Umm, no. Decididamente no.

    He revisado tus artículos publicados, y son muy precisos, sin embargo, te las arreglas bien para resaltar tu voz de forma agradable en tu modo de escribir. ¿Te sentirías cómoda aventurándote fuera de la temática de deportes?

    La sola idea me hizo entrar en pánico, y levanté la cabeza. Oh, no. No podría. Deja de hablar, deja de hablar, baja los ojos.

    Demasiado tarde.

    La visión comenzó tan pronto como nuestros ojos se encontraron. Me fundí en su alma, convirtiéndome, por un breve momento, en Ben Harris.

    Las imágenes pasaron por mi mente. Veía a través de los ojos del Sr. Harris a la mamá de Stephen, fotografiándolo a él y a su cita de graduación frente a la repisa. Incluso atrapada  en la visión, sentí una puñalada de celos al ver a la hermosa rubia.

    Espera (para) un momento. Esa no era Jessica.

    La visión continuó, enviándome nuevamente a la mente de Ben. Apenas después que Stephen se fuera a la fiesta de graduación, Abigail se derrumbó en la sala de estar alfombrada. Los paramédicos no pudieron salvarla. Mi corazón se agrietó por el dolor de la muerte de mi esposa, no, la esposa de Ben. Abigail estaba muerta, y Stephen me culpaba a mí. Quiero decir, su padre. No podía soportar la culpa, la ira, el dolor que me estaban asfixiando.

    Estas no eran emociones mías, mantén la calma Jayne, céntrate en ti misma.

    Luché por mantener mi propia identidad mientras Ben Harris, ebrio de dolor y con demasiado alcohol encima, subía al techo de la casa y cedía a su desesperación. Su cabeza fue lo primero  que golpeó contra  los ladrillos de color pastel, con un fuerte a crujido que me sacó de la visión.

    Fin.

    Jadeé y me puse de pie de un salto. Tomó un tiempo para que el dolor en mi cabeza se disipara.

    El Sr. Harris frunció el ceño detrás de su escritorio. Todavía estaba vivo, aún no había ocurrido. Y el aire estaba libre del opresivo aroma a limón.

    Quizás solo habían pasado dos segundos, el tiempo no transcurre para ellos cuando estoy en una visión. Agité la cabeza, intentando despejar mi mente, mi corazón seguía latiendo como si aún estuviera parada en el techo, mirando desde los tres pisos hacia abajo.

    Sr. Harris... Comencé, nunca he sabido cómo contarles sobre su inminente muerte. Especialmente porque nunca me creen. ¿Cuánto tiempo le quedaba? Había visto algunos de los eventos que lo llevaron a su muerte, lo que significaba que le quedaban semanas, tal vez meses todavía. Tragué con fuerza. Deberías decírselo -  no deberías decirle nada...

    Mi celular comenzó a sonar a mi lado, lo saqué de mi bolso, agradecida por la distracción, sin importar lo poco profesional que fuera.

    Ya era bastante malo que pudiera VER las muertes, experimentarlos era aún peor. Me dolía la garganta por las lágrimas sin derramar, como si se tratara de mi esposa moribunda y de mi hijo enojado.

    ¿Estás bien? me preguntó el Sr. Harris. ¿Necesitas algo de beber?

    Las lágrimas brotaron de mis ojos nublando mi vista, amenazando con desbordarse. Disculpe, tengo que atender esta llamada. Traté de mantener mi voz firme y salí corriendo de su oficina, arrastrando conmigo mi carpeta y mi bolso.

    Tenía que tratar de advertirle. ¿Pero cómo hacerlo? Por nada del mundo iba a volver a entrar ahí. Seguramente llamaría a seguridad. ¿O sólo estaba poniéndome excusas? Le enviaré una carta, me dije para aliviar mi angustia, le recordaré que tiene muchos motivos  por los cuales seguir viviendo.

    La cara de Joshua como un relámpago apareció en mi mente, un vívido recordatorio de la primera vez que traté de evitar una muerte y fracasé. La primera vez de muchas, muchas otras veces.

    Me detuve en el pasillo y cerré los ojos, forzándome a respirar. Me acordé de su pequeña bicicleta roja con las ruedas de auxiliares amarillas, la que siempre montaba paseando por el barrio. No podía haber tenido más de seis años en ese tiempo.

    Respirando hondo, me despegué de  la pared y levanté mi mirada. La luz fluía a través de una ventana alta, la más cercana a mí, al final del pasillo. La curiosidad pudo más que mi deseo de alejarme de la oficina del Sr. Harris. ¿Estaba ella allí?

    Me acerqué a la ventana y eché una mirada hacia afuera. Tal vez ni siquiera esté aquí, razoné. Podría estar en el otro lado del edificio, donde no pudiese verla.

    Ahí estaba ella. Divisé a la rubia, alta y tiesa, con su liviano vestido blanco ondeando con la brisa. Estaba parada majestuosamente, muy fuera de lugar sobre la concurrida acera de Nueva Jersey, la gente se movía a su lado como si no existiera, ajena a esta extraña y bella mujer arraigada al cemento.

    Ella giró su cabeza hacia mí, y yo me agaché, con el corazón palpitando a mil. Había dos cosas que siempre podía prever  de antemano con una visión: el aroma a limón y después la aparición de la mujer. Probablemente siempre había estado allí, pero sólo la había notado en el último año más o menos.

    Las visiones me estaban viniendo más a menudo en los últimos tiempos. Aparecían varias veces al año, como mucho. Ahora las tengo unas cuantas veces a la semana. Me inquietaba, me ponía nerviosa  salir a la calle. Y yo estaba comenzando a sentir rabia  con la mujer de blanco, que seguramente sabía lo que estaba ocurriendo y no hacía nada por detenerlo.

    Bajé corriendo los dos tramos de escaleras, sólo cuando llegué al primer piso me detuve.  Abrir la puerta de los baños, me metí en un cubículo y abrí mi celular. Seguro que era la única persona que quedaba en la tierra que no tenía un smartphone.

    ¿Dana? Susurré, finalmente devolviendo la llamada a mi mejor amiga. Una rápida mirada a la pantalla me mostró que eran casi las cinco. Las clases habían terminado hacía más de una hora.

    ¡Oh, Jayne! La alegre y chispeante voz de Dana cacareaba desde el pequeño altavoz azul, hice una mueca de dolor, manteniéndolo alejado de mi oreja. Lo olvidé por completo. Estás en una entrevista, ¿no?

    Estaba, exhalé, sintiendo que mi sangre bombeaba un poco más despacio. No estaba yendo bien, así que me fui.

    Uff. Dana gruñó sin querer. ¿Cómo es eso? ¿Una de tus ‘reacciones’?

    Me tome un momento, pensando qué responderle. Me decía a mí misma que debía contarle a Dana lo de mi Don, pero de alguna manera nunca me atrevía a hacerlo. Sí, no me sentía bien.

    Oh, bueno, lo siento. Así de fácil, ella descartó el incidente. Entonces, ¿qué estás haciendo ahora? ¿Quieres venir a mi casa?

    Me la imaginaba, con sus traviesos ojos azules brillando, segura de sí misma, sin una preocupación en el mundo. Llevaba su pelo rubio rizado cortado a la altura de los hombros, que siempre se balanceaba con unos bucles perfectos.

    Sí, tengo algo de tiempo libre, aunque probablemente debería volver a ponerme a buscar trabajo. ¿Qué estás haciendo?

    Oh, sólo ordenando un poco.

    Saliendo del cubículo, me detuve frente al espejo y  examiné mis ojos, estaban sólo un poco rojos ahora. ¿Ordenando qué?

    Mi vestidor. ¿Por qué no vienes?

    En realidad, quería ir a casa y encender una vela, la  de Dulzura Rosa. Era lo único que podía despejar las visiones de mi cabeza, pero eso podría esperar. Dana era un año mayor que yo, y el próximo mes luego de la graduación nos distanciaríamos. No quería perder la oportunidad de pasar tiempo con ella. Sí. Ahora mismo voy para allá.

    Puse el teléfono en mi bolso y abrí la puerta del baño. La secretaria sentada detrás de la recepción,  estaba hablando por teléfono y escribiendo un mensaje. Me cepillé el pelo castaño Hacia adelante enmarcando mi cara, enganché mi cartera al hombro y pasé por allí con toda la confianza que pude reunir. Mis pies taconeando sobre el piso de mármol, resonando en el silencioso vestíbulo. Nadie me saludó, pasé a través de las puertas giratorias sin mirar atrás dos veces.

    Aire fresco. Mis hombros se relajaron, aunque sabía que en cualquier momento podría doblar una esquina y sentirme acosada por la muerte de alguien.

    No sé cuáles son las estadísticas oficiales, pero estoy bastante segura que la mayoría de las personas en Nueva Jersey mueren pacíficamente mientras duermen, al igual que en el resto del mundo. Por alguna extraña razón, no puedo VER a esa gente. Los que VEO mueren antes de tiempo, y generalmente no son  muertes en circunstancias muy felices.

    Preocúpate por otra cosa, me dije a mí misma. ¿Cómo llegar al coche antes de que se acabara el tiempo del parquímetro?

    Los rayos de sol luchaban por asomarse a través de las grises nubes del cielo de Nueva Jersey, me puse las gafas de sol, deseando que no me permitieran VER. El año pasado, me suscribí a un periódico durante un mes, sólo para mirar los obituarios, cuando vi cuántas muertes accidentales ocurrían cada semana, me di cuenta que estaba obligada a encontrarme con algunas de estas personas durante mis actividades diarias.

    De alguna manera saber esto no me hacía sentir mejor.

    Sólo me quedaban diez minutos de tiempo del parquímetro cuando llegué hasta mi Honda Accord blanco de diez años de antigüedad, como últimamente no lograba mantener un trabajo estable por mucho tiempo, no podía permitirme nada mejor.

    Ese pensamiento me hizo fruncir el ceño. Siempre me quedo paralizada cuando sentía ese aroma cítrico a limón. No quería saber nada de sus vidas, y especialmente de sus muertes.

    Incluso ahora, las imágenes del inminente suicidio del Sr. Harris bailaban ante mis ojos. El hombre de  voz amable y exteriormente tan profesional estaba arriba en su oficina, probablemente entrevistando al siguiente postulante, esperanzado, felizmente inconsciente del nefasto giro que tomaría su futuro.

    CAPÍTULO DOS

    ––––––––

    ARRANQUÉ EL COCHE  y  le di una mirada a  mi reproductor de CD. El Fray.

    El sonido dramático y melancólico era exactamente lo que necesitaba. Subiendo el volumen demasiado alto, me entremezclé con el tráfico y me dirigí a la casa de Dana. Vivía en uno de los elegantes barrios residenciales de Forked River, con vistas al lago Deer Head. Con el tráfico de la tarde, me llevaría al menos media hora en  llegar hasta allí. Estaba lista para el viaje.

    La música inundó mi mente. Para cuando aparqué el coche en el círculo de entrada de la blanca mansión estilo-colonial, la única preocupación que me quedaba era si tendría tierra en los zapatos. Las nubes se abrieron, permitiendo que el cálido sol de primavera me besara las mejillas. Moví la cabeza, llenando mis fosas nasales con el olor salina que la brisa arrastraba tierra adentro. Me encantaba vivir lo suficientemente cerca del océano como para  poder olerlo.

    Usé mi propia llave para entrar por la puerta principal. ¿Hola? Nunca lograba recordar el horario de la ama de llaves de Dana y a ella no le gustaba para nada que la sorprendieran desprevenida. Nadie me contestó, me quité los tacos altos y hundí mis pies en la mullida alfombra blanca.

    Dar un paso en la habitación de Dana era como entrar en el mundo de las hadas. La alfombra rosa chicle chocaba contra el apacible color blanquecino del marco de la puerta. Ella finalmente había reemplazado hacía ya unos años las camas dobles con dosel por una cama matrimonial con un edredón que tenía los tantos volados y encaje como para aparecer en un anuncio publicitario de cortinas.

    Pero el empapelado de la pared con el unicornio y las hadas seguía allí, un recuerdo de los días de una infancia libre de preocupaciones, cuando aún soñábamos con ser princesas y teníamos la esperanza de ser felices para siempre.

    Hoy sin embargo, un montón de ropa apiñada se asomaba saliendo del vestidor. Dana asomó la cabeza con el celular pegado a la oreja. Hola.

    Hola, le contesté.

    Sí, suena fabuloso. Ella hizo un gesto hacia mí y chasqueó el  chicle en su boca, con sus redondos ojos azules brillando.

    ¿Qué es eso que suena tan fabuloso? Ladeé la cabeza antes de darme cuenta de que no me estaba hablando a mí. Me arrastré por encima del desastre de ropa desparramada y me dejé caer sobre la cama.

    Escucha, Jayne está aquí, te llamaré más tarde. Genial, adiós.

    ¿Con quién hablabas? Le pregunté.

    Kenney, dijo, refiriéndose a un chico mayor que yo apenas conocía. Lanzó el teléfono sobre el acolchado y de un salto se recostó junto a mí, sosteniendo su barbilla con las manos  sonriendo.

    ¡Jaynie! Si realmente quieres un trabajo, vas a tener que dejar de ser tan exigente, lo sabes.

    Lo sé. Tomé una de sus almohadas y la abracé contra mi pecho. Pero no ese trabajo.

    Saltó de la cama y desapareció entrando otra vez a su vestidor. Era muy fácil desaparecer así, ya que su vestidor era más grande que mi propio dormitorio. No quieres trabajar en serio, sólo te gusta ir a las entrevistas de trabajo.

    Lo que tú digas, Danes. No podía defenderme sin decirle la verdad, así que dejé que pensara lo que quisiera. ¿Qué haces ahí adentro? ¿Limpieza de primavera?

    Asomó su cabeza y tiró una maleta vacía encima de la ropa.  No, estoy empacando.

    ¿Otra vez? Traté que mi voz sonara normal pero agaché la cabeza antes que ella pudiese notar mi reacción.

    Siempre habíamos planeado quedarnos cerca de casa e ir a la universidad Brookdale Community College, a una hora de distancia, pero cuando Dana fue aceptada en el Instituto Tecnológico de Massachusetts con una beca en matemáticas, no la rechazó. No sólo eso, sino que planeaba salir de Forked River tan pronto como terminara la graduación.

    No es que la culpara. Lacey Township y los pueblos que lo conformaban no tenían nada nuevo ni interesante que ofrecer. Motivo por el cual yo justamente quería quedarme en mi lugar.

    Tengo que asegurarme de que quepa todo. La cama se hundió un poco, y miré hacia arriba mientras Dana se sentaba con las piernas cruzadas delante de mí. Eres inteligente. ¿No quieres hacer algo emocionante con tu vida?

    Justamente de eso se trataba, no quería. Fingí una sonrisa. No quiero. ¿Crees que soy aburrida o algo así?

    Vale, antes solías ser más divertida... Sus ojos se abrieron de par en par. En realidad no quise decir eso.

    Antes de que Stephen y yo rompiéramos. Ni tenía que decirlo. Solíamos hacer cosas juntas, y no sólo cosas normales como bailar y ver películas, sino cosas como snorquel y caminatas e ir a Wal-Mart a las dos de la madrugada para reabastecer nuestro suministro de dulces. Ahora toda mi vida estaba enfocada en sobrevivir a lo que quedaba del año escolar.

    Me mordí la uña del dedo índice y respiré hondo. Ya era hora de que lo superara y siguiera adelante. Vamos a hacer pizza-karaoke esta noche.

    Sus ojos se iluminaron. ¡Karaoke! han pasado siglos desde la última vez. Luego frunció el ceño. ¿Estás segura? Es lunes a la noche.

    Me encogí de hombros. Es mejor vivir al límite. Noche de pizza a mitad de precio.

    Ella tiró su maleta a un lado. Te toca pagar, chica.

    Pero yo manejo.

    No hay problema. Dana se detuvo frente a su tocador, retocándose el lápiz labial púrpura y acomodando su corto cabello rubio. Me quedé sin gasolina, así que no hay otra.

    Entrecerré los ojos y fruncí el ceño. Sus padres le daban un buen fondo de dinero para gasolina. ¿A dónde has estado yendo tanto con el coche?

    Me lanzó una sonrisa tímida. Conocí a un tipo en el club de campo la semana pasada. Me invitó al campus, y he ido varias veces. No estoy interesada en él, sabes, es sólo.... diversión. Dana me tiró una bufanda, que cacé en el aire. Ponte eso, hace juego con lo que llevas puesto.

    Miré hacia abajo, mi falda corta negra, mi camisa blanca y mi chaqueta negra, y pensé en lo fuera de lugar que me quedaría la bufanda verde lima.

    Necesitas un poco de color. Dana asintió. Póntelo.

    Está bien. Me lo envolví alrededor del cuello y  lo anudé.

    Mi teléfono comenzó a vibrar dentro de mi bolso. Tuve una sensación incómoda en la boca del estómago cuando vi quien era la persona que me llamaba: Beth, mi hermanita menor.

    Con una diferencia de cuatro años entre las dos, Beth y yo siempre habíamos tenido una relación cómoda. Pero desde que había comenzado a expedir el aroma a limón dos meses antes, no he podido evitar el miedo que siento cuando estoy con ella. Tenía dos opciones: Ver la horrible forma en que ella moriría y por ende viviría con la culpa al saber que no podía hacer nada por impedirlo o podía evitarla tanto como fuera posible.

    Elegí evitarla. Una tarea nada fácil cuando compartes el baño con alguien.

    El celular estaba sonando por última vez. Lo abrí de golpe. ¿Hola?

    Por el amor a los celulares, Jayne, pensé que no ibas a contestar.

    No iba a contestar la llamada. En voz alta, dije: Bueno, lo hice. ¿Qué pasa?

    Acabo de terminar con mi grupo de estudio y necesito que me lleven a casa, mamá me dijo que te llamara, estoy en la escuela. Esperaré en la curva junto a  la bandera.

    ¡Espera! Protesté, pero Beth ya había colgado, suspiré.

    ¿Qué pasa? Dana se paró junto a la cama, con las manos en las caderas.

    Levanté una ceja. Estoy de servicio de taxi.

    Que personaje. ¿Quieres que vaya?

    Si Dana viniese, las dos podrían charlar y yo podría conducir más tranquilamente. De hecho es una gran idea, puedes mantenerla entretenida. Sin embargo, no hice ningún movimiento para irme, Beth podría esperar un poco más.

    Como si estuviera leyendo mi mente, Dana me dijo: No la dejes sola, ya sabes sobre el asesinato en el puerto de Lanoka.

    Sí, espeluznante. Lacey Township estaba conformado por varias comunidades más pequeñas, todas consideradas tranquilas y aburridamente seguras. Un homicidio había sido el titular en los periódicos.

    Y no sabía cómo iba a morir Beth, era mejor no correr ningún riesgo. Muy bien, vamos.

    Nos subimos a mi auto, saliendo de la ciudad hacia la escuela secundaria. Me mordí los costados del dedo, después de ya haberme quedado sin uña.

    Mira. Dana señaló por la ventana. JT's Bagel Hut está contratando personal. Tal vez podrías conseguir un trabajo allí. Se rió como si fuera tremendamente gracioso.

    Fruncí el ceño. No es una mala idea.

    Abrió los ojos y me miró fijamente. Venga ya, si quieres ser periodista.

    Necesito un trabajo, Dana, papa no está pagando esta gasolina.

    "Tenías un trabajo. Uno bueno por cierto y renunciaste otra vez".

    Trabajar en Camela's Fashion no era exactamente avanzar en  mi Carrera, protesté. solo me servía para conseguir unos cuantos buenos descuentos.

    Concedido. Dana asintió con la cabeza. Así que dejaste ese trabajo porque querías empezar una pasantía como periodista.

    Algo por el estilo. Correcto.

    Y te fuiste de la entrevista de hoy porque. . . ?

    Fruncí el ceño. No era  para mí. No encajaba bien.

    ¿Y Bagel Hut de JT es lo que estás buscando?

    No le contesté. No tenía una respuesta para darle.

    Jane, me estás ocultando algo. ¿Por qué no me dices qué está pasando?

    Me retorcí en el asiento concentrándome en la carretera. El distrito comercial desapareció detrás de nosotros, a ambos lados  los campos de maíz ya maduros nos rodeaban,  fijé mi mirada en las borlas doradas meciéndose.

    Tantas veces había estado a punto de contarle a Dana mi secreto. Pero no quería que pensara que yo estaba loca. Como pasó con el psicólogo, La loca de Jayne, casi podía oír los susurros en mi cabeza.

    Frené en la escuela secundaria, Beth se acercó al coche, sonriéndonos. Me quedé mirando el parabrisas, El aroma a limones flotaba en el aire a su alrededor. Mi ritmo cardíaco aumentó por la pura costumbre, tragué con fuerza, soportando esa sensación.

    ¡Hola! nos saludó Beth. Se paró  frente a la ventanilla del lado del conductor,

    ¿Van a  salir a algún lado?

    ¿Por qué no se me  había ocurrido subir la ventanilla? Podía sentir sus ojos sobre mí, esperando, mirando para ver si le contestaba. Mantuve la mirada, ya entrenada, fija hacia adelante en todo momento. Sí, vamos a salir esta noche.  Sube, te llevaré a casa.

    Beth lentamente se dirigió a la puerta trasera. Eché una mirada por el espejo retrovisor y vi sus ojos todavía sobre mí, sus labios pegados, reacomodé los espejos para que no hiciéramos contacto visual accidentalmente en ningún momento.

    La sensación de culpa creció en mi pecho, lo ignoré y puse mi pie sobre el acelerador. No me permitiría VER lo que podría sucederle.

    CAPÍTULO TRES

    ––––––––

    ¿ÉSTE ES TU último año de escuela? El gerente de JT's Bagel Hut se sentó frente a mí en una mesita, jugueteando con la lapicera que tenía entre la oreja y la gorra. El distintivo con su nombre en la camisa decía: Tom. Sus ojos escanearon la solicitud de una página que yo había rellenado.

    , Pasé mis manos sobre mis muslos, alisando cualquier arruga que pudiera haber en mi falda rosa. Me sentía demasiada elegante. ¿Por qué no me había puesto unos vaqueros y una remera? Porque no podía asumir la idea de que una entrevista no fuera  algo profesional, por eso.

    Humm. Dejó la solicitud y me miró fijamente.

    Me tensé, por la  mera

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