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La Memoria Perdida - Libro Recopilatorio
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Libro electrónico161 páginas56 minutos

La Memoria Perdida - Libro Recopilatorio

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La Memoria Perdida es una recopilación de los libros Pasa el viento entre el bambú, Cuentos de la Calle y Escritos Divergentes.En "Pasa el viento entre el bambú", el lector podrá disfrutar de una colección de más de 30 poemas variados.En "Cuentos de la Calle", se adentrará en los encuentos callejeros de David, un joven humilde, que por motivos de estudio se ha trasladado a una gran metrópolis.En "Escritos Divergentes", se presentan cuentos de temáticas eclécticas y sucesos asombrosos. Sus protagonistas variopintos van desde una roca hasta un pirómano y un astronauta.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 feb 2020
ISBN9781393836476
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    La Memoria Perdida - Libro Recopilatorio - Harold Sanchez

    ESCRITOS DIVERGENTES

    Una compilación de cuentos sobre temas eclécticos. El lector será transportado a la misión de un astronauta en un planeta desolado, conocerá el terrible destino de un joven que decide arrendar una habitación, vivirá diferentes sucesos desde la perspectiva de una roca, conocerá el motivo detrás de la extraña afición de un pirómano, entre otras historias que podrá encontrar si decide sumergirse entre las páginas de esta obra.

    FUEGO

    Había un joven en mi pueblo. Se llamaba Carlos, pero nadie se refería a él por ese nombre. Todo el mundo le llamaba El Pirómano pues tenía la costumbre de quemar cosas en el patio de su casa.  Varias veces pude observar cómo una delgada estela de humo empezaba a asomarse desde la residencia de Carlos; primero tímidamente, como un infante que intenta dar sus primeros pasos, pero que poco a poco se expandía por el cielo hasta formar un intenso nubarrón negro visible desde varios metros de distancia.

    En una ocasión no pude resistir la curiosidad y fui hasta la casa de Carlos. Se demoró un poco en abrir la puerta. Cuando lo hizo, me invitó a entrar a pesar de que no habíamos tratado mucho el uno con el otro. Debo decir que me sorprendieron sus modales, me invitó a tomar una taza de té mientras conversábamos de temas diversos. Allí, sentado en un pequeño sillón, nadie hubiera pensado que el Carlos con el que platicaba era la misma persona que apodaban El Pirómano.

    —Disculpará Usted mi impertinencia —dije luego de un rato de diálogo entretenido— pero siento una gran curiosidad por saber por qué se dedica a quemar cosas en su residencia.

    Intenté suavizar lo más que pude mis palabras, tratando de que la pregunta no sonará como un reproche. No obstante, me di cuenta de que mis temores eran infundados pues Carlos terminó de degustar su té para luego responder con total naturalidad:  

    —Verá usted, el fuego desde tiempos antiguos ha sido usado como elemento purificador. El uso que le doy en mi casa es el mismo: Me ayuda a eliminar los pensamientos negativos y a purificar mi alma.

    Meses después de esa conversación, me enteré de una noticia por demás curiosa. Carlos se había comprometido con una hermosa joven extranjera. La boda se llevó a cabo durante el mes de mayo. Desde ese momento, Carlos dejó de quemar cosas. Todo el pueblo hablaba de cómo la influencia positiva de la muchacha había sido capaz de sanar al pirómano de su endiablada afición.

    Luego de eso, viajé a la Capital por motivos de trabajo y, durante varios años, perdí la pista de la pareja. Pero ayer, durante un receso de mi oficina, fui a visitar el viejo pueblo y aproveché para enterarme del devenir de Carlos y su esposa.

    —Ha sido horrible —me respondieron— Hace sólo una semana, un conductor ebrio se salió de la carretera y atropelló a la esposa de Carlos mientras estaba de compras. La mujer se encuentra en cuidados intensivos. Parece que su estado es bastante grave.

    Me sentí triste por la noticia. Anoche, antes de acostarme, oré por la pronta recuperación de la esposa de Carlos. 

    Esta mañana, cuando me desperté, pude ver una delgada hilera de humo extendiéndose por el cielo.

    VERDAD

    Había un hombre que deseaba encontrar la verdad. Intentó buscándola en la academia, pero sólo encontró teorías.

    —Me acercan a la verdad—dijo el hombre—pero difieren tanto de ésta como un objeto de su sombra proyectada en las paredes de una caverna.

    Así, con una maleta en su espalda, se dedicó a viajar por el mundo dispuesto a encontrar la verdad. La buscó debajo de cada roca a lo largo y ancho del planeta. Preguntó a cada persona, desde el humilde campesino hasta el aclamado erudito, pero nadie... absolutamente nadie fue capaz de decirle con certeza dónde encontrar la verdad.

    Una noche, mientras el hombre descansaba en la ribera de un río, vio una pequeña canoa que avanzaba sin ningún tripulante. La canoa se detuvo frente al hombre, quién sintió una gran curiosidad y abordó tan inusual transporte.

    La canoa prosiguió su deambular. Al comienzo, el hombre podía distinguir el paisaje que se presentaba a ambos costados del río; pero luego de varias horas de travesía, fue incapaz de reconocer algo, pues todo se ennegreció a su alrededor.

    Por fin, la canoa se detuvo. El hombre bajó de su transporte y caminó a tientas hasta lo que, al parecer, era la entrada de una cueva. La oscuridad, de improviso, le cedió su lugar a una fuerte luz y, una voz potente retumbó desde todas las direcciones.

    —¿Cuál es tu deseo? — preguntó

    El hombre se inclinó al tiempo que afirmaba:

    —Si se me pudiera conceder el conocimiento sobre la verdad.

    —Te diré tu verdad, pero ¿qué me darás a cambio?

    —Ofrecería todo, hasta mi propia vida.

    —No puedes darme tu vida puesto que no existes—respondió la voz.

    Y dicho esto, el hombre comenzó a desintegrarse con una enorme sonrisa en su rostro.

    LA BÚSQUEDA

    La nave aterrizó sobre la superficie del planeta. Sus enormes patas extendidas se posaron, con la suavidad de una hoja arrastrada por el viento, en el suelo inexplorado del astro celeste. Un breve instante después, entre el murmullo de los sonidos del sistema y una leve nube de polvo, emergió el tripulante. Sin descender de su nave, contempló el horizonte que se presentaba ante su vista… El planeta estaba desolado.

    —Centro de control—dijo el astronauta, por medio del intercomunicador de su traje—Aquí el pasajero X500B, ¿Me escuchan?

    La quietud del lugar fue interrumpida por la vibración del intercomunicador.

    —Aquí Centro de Control. Todos los sistemas funcionan correctamente. Puede proceder con la misión.

    El tripulante accionó un mecanismo y, desde la parte inferior de la puerta, empezó a descender una rampa por la cual el astronauta pudo caminar. Al tocar el suelo del planeta, sus huellas quedaron grabadas en la arena.

    —Centro de control—dijo el tripulante—recuérdeme, ¿por qué acepte esta misión?

    —500B, aquí centro de Control, por nada importante, sólo el futuro de tu especie.

    El tripulante encendió el sensor. En la pantalla del instrumento, se pudo observar un débil destello luminoso.

    —Centro de control, detecto una señal, pero está muy lejos. Voy a acercarme a la fuente— Informó X500B

    El tripulante avanzó hacia el norte, con su mirada siempre atenta a las señales de su radar. Luego de varias horas de caminata, el astronauta pudo divisar vestigios de extrañas estructuras saliendo de la arena del planeta.

    Estaba asombrado. Unas ruinas como aquellas, con una arquitectura en ángulos rocambolescos, muy diferente a todo lo que conocía, en un planeta yermo cubierto de polvo.

    —Control, ¿Pueden observar lo mismo que yo? —preguntó el astronauta

    —Afirmativo—respondió Control.

    Su curiosidad creció.

    —Una estructura como esta—pronunció el astronauta—sólo puede significar que existe vida en el planeta.

    —500B, ¿Ves lo destruida qué está

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