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La Cruz del Verdugo 1, Los meses previos: La Cruz del Verdugo, #1
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La Cruz del Verdugo 1, Los meses previos: La Cruz del Verdugo, #1
Libro electrónico97 páginas1 hora

La Cruz del Verdugo 1, Los meses previos: La Cruz del Verdugo, #1

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PRIMERA PARTE DE "LA CRUZ DEL VERDUGO"
Basada en un suceso real, esta novela corta narra los meses previos a la desaparición y asesinato de Mara, una adolescente de dieciséis años.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 ene 2020
ISBN9781393179535
La Cruz del Verdugo 1, Los meses previos: La Cruz del Verdugo, #1

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    La Cruz del Verdugo 1, Los meses previos - Laura Pérez Caballero

    Basada en un suceso real, esta novela corta narra los meses previos a la desaparición y asesinato de Mara, una adolescente de dieciséis años.

    La Cruz del Verdugo

    Prefacio

    Te querré hasta la muerte

    El Inspector Leguina vuelve a releer el mensaje. Qué bobada, se lo sabe de memoria. Se lo pone enfrente al muchacho. El muchacho, alto, flaco, con el pelo negro rapado por los laterales y largo en el centro, con un pearcing en la ceja izquierda, dos dilatadores, uno en cada oreja, la nariz recta, los ojos claros con pestañas largas y espesas, es guapo. No para el inspector, claro, pero sí para cualquier chiquilla.

    —Samuel —le increpa.

    Samuel mira el mensaje con pereza. Resopla.

    —Venga ya, esas son cosas que se dicen. ¿Van a acusarme de asesinato por eso?

    El inspector piensa que el chico tiene razón. No puede acusarle de asesinato por eso. No puede. No puede, pero cree firmemente que ese macarra de veintidós años ha asesinado a Mara, de dieciséis.

    El inspector no tiene hijas, pero ha visto suficientes casos de niñas que se dejan encandilar por tipos como Samuel y terminan tiradas en cualquier descampado. Niñas que se creen mujeres, mujeres que se creen que un hombre no puede hacerles daño porque ellas le aman. Ha visto cuerpos destrozados, descuartizados, desmembrados, lacerados, quemados, torturados hasta ser irreconocibles, hundidos en lagos oscuros y profundos, hinchados por el agua, amoratados, lívidos, tumefactos, mordidos por los peces. Mujeres que han ido por su propio pie al cadalso sin saber que estaban condenadas a muerte.

    Y en todos los casos había un hombre que sabía escribir mensajes bonitos para impresionarlas, hacer promesas que sonaban a locura, a locura de amor, y que a ellas les hacía pensar que jamás las podrían hacer daño.

    Se enfada porque me quiere, porque se moriría si me perdiera, porque su amor, nuestro amor, está por encima del de cualquier otra pareja. Nadie puede quererse como nosotros nos amamos. Él me lo ha dicho: Te amaré hasta la muerte

    Solo que no dijo la de cuál de los dos.

    EL PRINCIPIO

    1.

    Mara sale del instituto. Son los primeros días del mes de marzo, brilla el sol y hace calor. Si los días fríos y lluviosos los alumnos ya están alterados a la hora de la salida, los primaverales la algarabía se vuelve insoportable. Las hormonas bailan, las chaquetas sobran, los cuerpos se activan.

    Los gritos de toda la chavalería no impiden a Mara sacar el móvil del bolsillo de atrás de sus pantalones vaqueros, rotos a la altura de un muslo y una rodilla, y abrir inmediatamente el whatsapp para leer el mensaje de Samuel.

    ¿Vas p’casa o p’al 8?

    8 escribe ella.

    Te paso a buscar en 15 min

    ok

    Miguel aparece corriendo tras ella. Pareciera que no saben caminar como el resto de las personas, solo correr. El cuerpo larguirucho, la sudadera amarrada que se ha ido resbalando hasta llegarle a la mitad de los muslos, el pelo sudado a ras de la frente. La toma por la cintura y  grita en su oído.

    —¡Marita! ¿Ya estás hablando con tu novio?

    Mara le pega un codazo mientras se deshace de él. Pone su mejor cara de indignación.

    —¿Quién eres tú para cogerme por la cintura? ¿Te crees que eres tú mi novio? —se burla.

    —Ya me gustaría, pero a ti te gustan viejos —dice el chico, que comparte aula con ella.

    Mara le saca el dedo corazón. Está harta de que todo el mundo le recuerde que Samuel tiene veintidós años y sea muy mayor para ella, que acaba de cumplir los dieciséis. Son todos unos niñatos, sobre todo los chicos, que parece que tarden siglos en madurar.

    Rosa saca un cigarrillo apenas traspasan la puerta del instituto, lo enciende, le pega dos caladas y se lo pasa a Mara.

    —¿A dónde vais, guapas? —pregunta otro de los chicos tirando de la mochila de Rosa para hacerla detenerse en seco y ver el gesto de fastidio de la chica.

    —Al 8 —dice Mara, y le devuelve el cigarro a su amiga.

    El móvil pita anunciando un nuevo whatsapp. Mara enciende el móvil y ve el perfil de Alejandro, un chico que ha conocido en facebook hace una semana más o menos. Abre el mensaje.

    Buenos días, preciosa El emoticono de un beso hace sonreír a Mara.

    Rosa  mira desde sus gafas de cristales gruesos. Tiene no sé cuántas dioptrías y odia sus gafas. Sólo está esperando a que se le estanque la maldita miopía para poder operarse. Culo de botella, se ríen a menudo de ella, incluso los fines de semana, cuando las sustituye por lentillas, durante las escasas horas que sus ojos las pueden soportar.

    —Ya te vale, tía, te los llevas a todos de calle. Deja alguno para las demás. Regálame a Samu.

    Mara golpea en un hombro a su amiga. Se ríen. Son amigas desde infantil. Mara ha tenido muchos amigos, unos mejores, otros peores, pero todos han ido pasando por su vida sin pena ni gloria, excepto Rosi, ella es la boya anclada en el océano a la que siempre puede agarrarse para mantenerse a flote.

    Caminan todos juntos, entre gritos y risas. Los adultos les miran, a casi ninguno les gustan y ellos lo saben. Se ríen más fuerte. Qué les importa a ellos. Las calles amplias son suyas, como la vida.

    Entran al ocho. Es un garito largo y estrecho, sin cristalera en la entrada, una vez dentro nadie puede verte, y eso es algo que gusta mucho a los  adolescentes. Al fondo hay un billar viejo y destartalado al que nadie juega, pero que parece ser es el culpable del nombre del local, que originariamente era el bola8 y que ahora se ha quedado solo en el número.

    Lo regenta un matrimonio de mediana edad, un poco raros, pero muy enrollados, que no piden el carnet a la hora de vender alcohol, así que se han hecho con una clientela que anda entre los catorce y los dieciocho años y que se encuentra muy a gusto en un lugar en el que pueden considerarse adultos sin serlo y sin ser vistos por los mismos.

    Mara y Rosa se hacen con dos taburetes y se sientan en la barra, cerca de la entrada, porque Samuel aparecerá de un momento a otro y a Mara no le gusta hacerle esperar. Rosa se pide una cerveza y Mara una coca cola, no sea que Samuel le huela el tufo a alcohol en el aliento.

    Mara saca el móvil y entra

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