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Morfogénesis
Morfogénesis
Morfogénesis
Libro electrónico309 páginas4 horas

Morfogénesis

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Morfogénesis, la tercera y última parte de la saga de Lía D’acosta, nos narra la historia de un tiempo que avanza entre mundos paralelos, donde mirar lo que sucederá en el futuro es la imagen de un pasado, que nos enrostra la mayor opción. Así, las decisiones que van trazando la vida de los personajes parecen siempre tener más de una alternativa, cuyo crecimiento y maduración va despejando las inquietudes. ¿Cuál es la mejor decisión?… ¿La más práctica? ¿Elegir el amor? ¿Adquirir más conocimiento? ¿Luchar por lo que es justo? La tensión entre los propios deseos y el bienestar colectivo, donde finalmente siempre viviremos, es lo que genera la forma del fin de esta historia.
IdiomaEspañol
EditorialMAGO Editores
Fecha de lanzamiento3 mar 2014
ISBN9789563172263
Morfogénesis

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    Morfogénesis - Lía D´acosta

    libro tercero:

    Morfogénesis

    Lía D'acosta

    © Copyright 2014, by Lía D'acosta

    Primera edición digital: Febrero 2015

    Colección de novela: Viaje al fin de la noche

    Director: Máximo G. Sáez

    editorial@magoeditores.cl

    www.magoeditores.cl

    Registro de Propiedad Intelectual Nº 239.910

    ISBN: 978-956-317-226-3

    Diseño y diagramación: Catalina Silva R.

    Lectura y revisión: María Fernanda Rozas

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Derechos Reservados

    Ella, cristalina guía la brisa que nos entrega el amanecer.

    Él, la esperanza y el milagro que nos sonríe en cada atardecer.

    Para Simón Pérez Peñailillo y Aylin Ludueña Collinao,

    quienes caminan de la mano a dos pasos a la derecha, de todos

    y cada uno de los miembros de nuestra familia.

    Y a ti Rolando, mi amigo, mi amante y compañero,

    padre de mi precioso hijo, Kalfu.

    ¿Tenemos conciencia del futuro y el pasado?

    ...tan difícil es extrapolarse e instalar la mente

    en la situación que ha quedado sólo en la memoria,

    o en una situación que eventualmente podría ocurrir.

    El tiempo es el mejor y el más grande enemigo...

    Nos hace más humanos y deshumaniza el alma y la mente.

    A la comprensión y la percepción del hombre y mujer

    las hace embusteras.

    Y no podemos, entonces, aprovechar el presente

    porque lo valoramos sólo en comparación

    con el futuro y el pasado.

    Primer capítulo:

    Tú realmente tienes

    que sujetarme

    Leftraro le miraba tratando de encontrar algún vestigio de furia, tratando de comprender cuál era la razón por la que este hombre cometía sus crímenes. Instigaba dentro de sus ojos aquella actitud, buscaba la ferocidad que lo había transformado en un monstruo aniquilador de todo lo que de otro color veía. Sentado frente a él, Leftraro con la frente ceñida, ya sin cuestionarse su misión, escudriñaba en esas mejillas rasgadas y desteñidas de tanto afeitarse, un rasgo de ira. Sin embargo, todo ese amargo mirar y el endurecimiento de su rostro habían desaparecido. Nada quedaba ya del hombre que había golpeado sin piedad a la esposa de uno de sus más queridos vecinos, ya nada quedaba de ese hombre bestia, que había apresado a uno de sus compañeros del colegio y le había torturado, nada quedaba del infeliz que estaba obsesionado con la caza de un joven de 15 años de la comunidad, quien se escondía de él desde los doce. Ítalo estaba asustado, le tiritaba el mentón y sus pupilas cambiaban constantemente de un lado a otro, esperando que alguno de los muchachos lo golpeara sin previo aviso. No obstante Leftraro, a pesar de Luis y Roberto, no quería pagarle con la misma moneda, tenía en su mente la idea de intentar comprender tal comportamiento. Ítalo esperaba los golpes que justificaran estar amarrado a una silla, porque su forma de actuar y de concebir a un prisionero era así, muy distinta a la de los Colicheo. Esto no ocurrió. Leftraro se aburrió de mirar el temor en la saliva de ese hombre, y con un gesto, les pidió a Enrique y Raúl que salieran.

    Inche chumayo vineu –(¿Qué vamos a hacer con él?) preguntó Enrique a Leftraro, rascándose la mejilla, quitándose un resto de tierra que había quedado del momento en que lo atraparon.

    —Deberíamos hacer lo que dice Roberto y Luis, sería una manera apropiada de vengar todo lo que él ha hecho, se correría la voz y todos nos tendrían miedo dijo Raúl, un tanto dudoso.

    —¡Miedo sólo tienen cuando están solos, cuando andan en grupo son capaces de matar todo lo que se le cruza por delante! respondía Enrique.

    Chumaí (¿Entonces?) dijo Raúl, esperando, como ya era costumbre, la última palabra de Leftraro.

    —Creo que debemos hablar con él, conocer sus pensamientos. Tal vez, si entendemos la mente del enemigo, de cómo se mueve y qué lo mueve, podemos sacar mucho más provecho. Enrique escuchó a Leftraro, miró hacia el frente y vio un bosque estrechándose con la oscuridad, suspiró y meditó sobre todos los peligros que cualquiera de sus acciones pudiera significar. Pensó en la seguridad de sus hermanos… y sintió en su pecho que lo mejor era terminar con todo esto.

    —Creo que lo mejor es que lo liberemos. Nos deben estar buscando y no quiero que ninguno de mis hermanos caiga preso por una mala decisión mía dijo Enrique, mirando a los ojos de Leftaro, con un gesto suplicante.

    —Lo soltaremos Enrique, no te preocupes… pronto dijo Leftraro, y miró al bosque buscando su aprobación.

    Volvió a entrar, esta vez, solo.

    Antonia estaba esperando, apoyada en la reja de madera, que Leftraro regresara a casa. Erika salió a buscarla, ya estaba oscureciendo y la tetera había hervido. Antonia movía sus manos nerviosas sobre la madera, observando el camino oscuro que se cubría de una neblina clara, pues comenzaba a caer una tímida llovizna. Sin oír la voz de Erika, que la llamaba, dijo: —A lo mejor va a llegar por el otro lado. Pasó por el lado de Erika y caminó hasta el fondo del sitio. Erika la siguió con tranquilidad, al llegar a la reja de alambre de púas la alcanzó, poniendo una mano en su hombro: —Antonia, no creo que vaya a regresar hoy día, por qué no comemos y nos acostamos, así más pronto llegará mañana, y más pronto llegará él. Antonia desistió de estar toda la noche esperándolo, y ante la cálida voz de Erika, decidió, una vez más, hacerle caso. Ya sola en su habitación, recordó la primera vez que estuvo ahí. Odiaba sentir de nuevo esa sensación de soledad, de temor por la salud y la vida de Leftraro.

    Hace ya tres meses que Antonia vivía con Leftraro en su casa, los padres de Leftraro todavía seguían en el norte y los cinco hermanos, más Antonia y Erika, habían instaurado un nuevo sistema familiar, del cual las cabezas eran Leftraro y Enrique. Su diario vivir oscilaba entre dos de sus objetivos más importantes: uno era cultivar la tierra y asegurar el futuro de sus hijos, y el otro, defender su comunidad ante cualquier amenaza. Antonia, durante este tiempo, había aprendido todo lo que estaba a su alcance respecto de la cultura mapuche, y lentamente percibía dentro de ella un don, que nada tenía que ver con su vida pasada o con Verónica, era algo que residía en su interior, una marca en su ser, más poderosa que la marca de las acciones a través del tiempo. Comenzó a comprender que estaba discretamente relacionada con la esencia y el vaivén de virtudes más puras, repartidas en cada uno de los seres humanos. A pesar de que la machi tenía interés en enseñarle todo lo que ella sabía, en la comunidad no le permitían ser una discípula como tal, porque no confiaban en ella. Sentían que se traicionaba su raza al permitir que una winka heredara el poder de una machi. Había ido cada mes a visitar a sus padres, como se los había prometido, y acompañaba de vez en cuando a Leftraro a las reuniones que mantenía con loncos de varias comunidades de la zona. Había sido testigo de cómo el ánimo de todos se iba caldeando cada vez con mayor fuerza, y lo complejo que era controlar las ganas de los hermanos mapuche de contestar la violencia con violencia. Era difícil lidiar con todos los grupos que se estaban formando a favor de distintas causas, difícil proteger a Amuylewfu y sus primos, que se habían dedicado a boicotear las entregas de madera. Para algunos, la alianza en defensa de la naturaleza se confundía con la alianza en defensa de sus tierras. Los propósitos todavía no eran los mismos entre todos los peñi. Además, algunos grupos mapuche creían en la soberanía chilena y querían actuar por medio de sus leyes, y otros preferían olvidarse de todo asunto y acomodarse a la nueva forma de vivir que les había sido impuesta.

    Para algunos, Antonia pasaba casi desapercibida, pensaban que era una mestiza y la iban aceptando poco a poco. Aún no se atrevía, ni era apropiado al parecer, que ella expresara su opinión, más que nada porque Leftraro no declaraba que ella era su mujer frente a los demás, ni a sus hermanos. Estos no consideraban preguntar qué pasaba entre los dos, mas, el hecho de que hubiera agregado Leftraro otra cama a su habitación, significaba que no estaban juntos, al menos no como una pareja. Roberto explicaba a sus hermanos: —junto muleim chumblelei (están juntos pero no revueltos). Lo cierto es que Leftraro no había querido manifestarse para no ilusionar a Antonia, no quería herir sus sentimientos nuevamente, por lo tanto, lo mejor era que, mientras no estuviera de verdad sujeto a ella, a Antonia únicamente, no debía hacer nada al respecto. Quería sacarse cualquier vestigio de Verónica para amar a Antonia, pero a veces se convencía que en realidad, estaba esperando a Verónica otra vez, verla volver de pronto, o que Antonia se convirtiera en ella. Lo más probable es que si hubiese habido un poco, sólo un poco más de vanidad en Antonia, ella se habría aproximado más a su antigua versión, pero Antonia era bondadosa, humilde y alegre, y esas características tan afables no eran parte de la Verónica que Leftraro recordaba.

    Antonia no se había dado cuenta que una de sus habilidades era la de manipular la opinión de las personas para su conveniencia, era un don latente, estaba dentro de ella, y se había despertado a favor de cumplir lo que ella quería. La clarividencia estaba presente, pero sentía temor de desarrollarla. Aunque la Machi la incentivaba a escuchar y leer sus sueños, ella prefería ir con cautela en esto. Más que ninguna otra cosa, lo que quería aprender de ella era el uso de las hierbas, para curar a las personas, y sobre esto había aprendido bastante. Antonia quería creer que estaba esperando a que Leftraro se decidiera de una vez por todas a estar con ella, pero en verdad se quedaba porque ese mundo estaba en ella, había más verdad en el mundo mapuche que cualquier otra verdad que pudiera escuchar en el resto de su vida winka. La vida tenía sentido ahora, tenía un propósito, al estar ahí, al aprender y comer el pan, se daba cuenta de que el sentido de la vida y la razón de la existencia estaban presente en cada detalle del sur, en el intento de vivir en paz con la naturaleza, con la tierra, con ella misma, con todas las personas que la rodeaban, en paz con su alma. La vida tenía sentido ahora que quería crecer en lo espiritual y no crecer en el exterior o lo material.

    Antonia se acostó en su cama, suspiró y cerró los ojos, intentando sacar de su pensamiento la idea de que algo malo le pudo pasar a Leftraro y a sus hermanos, cuando habían ido a proteger a Diego, un joven de 15 años que llevaba ya 3 años escondido, desde que fue inculpado de una quema y de pertenecer a una organización terrorista. Los carabineros habían tenido datos de su paradero y habían decidido ir a buscarlo bajo la orden, todos ellos por supuesto, del Teniente Faúndez, Ítalo Faúndez.

    —¿En qué circunstancias conociste a Diego?preguntó Leftraro tranquilamente mientras se sentaba en una silla frente a Ítalo.

    —No tengo por qué contestarte ninguna pregunta, indio de mierda. Te vas pudrir en la cárcel por secuestro, nada evitará que pagues por esto porque ya conozco tu rostro.

    —Nadie vio cuando te llevamos, por ahora sólo estás extraviado y nada más… y ¿de qué servirá que conozcas mi rostro una vez que tu cuerpo yazca bajo tierra, en el patio de mi casa?

    —No te atreverías a matarme indio, soy una persona importante.

    —¿Importante en qué sentido? No entiendo. Para mí, sólo eres un hombre con un propósito, igual que todos los demásdecía Leftraro, con el tono sincero de sus palabras y la seriedad del gesto en su frente.

    —Yo, si tuviera a ese pendejo como me tienes a mí, indio, haría lo justo no más, llevarlo detenido y que pagara por lo que ha hecho…

    —¿Qué ha hecho? interrumpió Leftraro instintivamente.

    —Está metido con los terroristas, ha sido manipulado por los de la ETA, que andan metidos en Chile de hace ya harto tiempito, pasándoles armas y diseños de bombas, dándole instrucciones de estrategias terroristas. Eso tú lo sabes mejor que yo. Eres de su tribu dijo Ítalo, sin asomo de miedo ni temblor en su boca.

    —¡Ese cabro chico no tiene nada que ver con esas cosas que tú mencionas! Lo que pasa es que andaba en una protesta y el niño fue más osado que tú, y te dejó en vergüenza ante tus compañeros, porque lo pillaste y te pegó tan fuerte, que no pudiste pararte del dolor por varios minutos, eso te dejó picao’, y desde entonces que lo quieres pillar, esa es la verdad.

    —¡¡¡Es un terrorista!!!... Igual que tú y todos esos indios cochinos cometierra con los que andas. Esto de tenerme atado acá es un acto vandálico, de repudio a la gente, ¡eres un criminal y no otra cosa! gritaba Ítalo, regresando a su tono altanero.

    —¿Te acuerdas de Oscar Huenchunao? Al teniente le cambió la cara al minuto que pronunció ese nombre . Claro que te acuerdas de él, tal vez podrías llamarme criminal si yo te diera a ti la misma hospitalidad que tú le diste a él, cuando lo tuviste detenido 3 días, ¿recuerdas? decía ahora Leftraro, con mucha calma.

    —Lo que pasó con él nada tiene que ver contigo, necesitábamos la información, nada más, detuvimos a ese grupo subversivo que tenía planeado quemar las casas de los dueños de las parcelas…

    —Esa es tu excusa, claro, así duermes tranquilo, porque crees que el mal que haces detiene un mal mayor. Pero explícame: ¿qué mal evitaste al llevar detenida a aquella mujer, que te estaba grabando, a ella, a su hija de 15 y a su bebé de un año y medio? ¿Qué mal detuviste? Sólo previniste que saliera publicado después, en alguna página social, lo que tú ibas a hacer.

    —Esos son gajes del oficio, nada más Ahora Ítalo, ya más tranquilo, respondía con cierta soberbia.

    —Estar en esta habitación también es parte del trabajo de una persona como tú, cuando es atrapado por los justos y le hacen pagar por sus culpas, atrapado por un grupo que no respeta tu impunidad.

    Leftraro se le quedó mirando, esperando cualquier reacción que le pudiera dar un indicio de arrepentimiento, o algo que le indicara que existía la posibilidad de que podía cambiar, sin embargo, su semblante era irrevocablemente malvado, cualquier atisbo de bondad o sentido común había sido eliminado de cuajo por alguna situación de su vida. Mas Leftraro no podía comprender cuál. Se dedicó a observar su alma para distinguir los colores, mientras este hombre bajaba la cabeza ya agotado de la misma posición. De pronto golpearon la puerta, Leftraro salió de la habitación, Roberto lo esperaba afuera para decirle: —Inche pebin pung we (Vi lo que está adentro de él), me he dado cuenta de que si utilizamos la fuerza, más fuerza le vamos a dar, porque su impulso y motivación reside en la violencia, si le dejamos libre nos buscará sin cansancio, si lo matamos, como bien tú dices hermano, esa energía negra quedará sobre nosotros, y no podemos hacerlo cambiar porque ya está demasiado percudido. Creo que sólo podremos amedrentarlo para que desista de su saga de crímenes contra nuestro pueblo. Debemos hacerle creer que perderá todo lo que tiene, todo su estatus, hacerle creer que perderá la razón de su vida si nos vuelve a ver. Te contaré algo que leí de su mente…

    Leftraro después de conversar con su hermano volvió a entrar, ahora con un plan infalible entre sus dedos.

    —Comprendo ahora tu proceder y veo el único camino que podemos seguir. Nos han traído un video en el que apareces túÍtalo levantaba la cabeza lentamente y sus ojos café penetraban directamente a los ojos de Leftraro. Su aura se enrojecía Nunca volverá a ser teniente alguien que cometió un crimen como ese.

    —¿Qué crimen? decía orgulloso Ítalo, y escupía.

    —Has cometido tantos que no sabes del que estoy hablando.

    —No tienes ningún video, indio farsante. Estás fanfarroneando.

    —Te lo describo.

    —Si puedes.

    —Un Suzuki Maruti azul estacionado en un sendero de tierra, al lado de unos trigales, una familia; una mujer, un hombre, tres hijos; de 2, 11 y 15 años, familia mapuche. Sacaste al chofer, mientras otro sacaba a la mujer del otro lado, le golpeaste en el estómago varias veces con tu puño antes de patearlo. Fue en ese momento que se metió el hijo mayor, a quien golpeaste con la luma antes de que pudiera hacer algo Mientras Leftraro relataba, Ítalo se iba agitando, su respiración se hacía más fuerte, en su mente trataba de hacer los cálculos, se daba cuenta de que era imposible que el indio lo supiera, porque no habían dejado nada del vehículo y las personas estaban amenazadas, no iban a hablar, ¿cómo es posible? se preguntaba, mientras cada detalle del relato se hacía más verídico. No podía entenderlo y el nivel de miedo subía. Sabía que una cosa era el relato de un mapuche, pero un video, un video lo condenaría frente a todo el mundo, nadie entendería sus razones, sólo el video, sólo el video.— Después de toda la golpiza que les diste a la familia, tú y tres más, se preocuparon incluso de quemar el vehículo. También tenemos la grabación de cuando volvieron a quemar el auto, tú te preocupaste de sacar la bencina con una manguera, para después tirársela encima al maruti y encenderlo con una rama que pescaste del camino, porque te dio miedo prenderle fuego con tu encendedor, uno dorado con un águila grabada y las letras E A G L E abajo.

    Sorprendido estaba Ítalo ahora, sabía en su mente que el relato de la familia podía haber llegado a los oídos del indio detalle por detalle, pero no era posible que alguien le hubiera contado lo del encendedor, porque no había nadie alrededor que pudiera darse cuenta de eso, sólo podría apreciarse por una cámara, con un acercamiento pronunciado, con un programa en un computador analizando la imagen. Se quedó pensando, con el pecho exaltado varios momentos.

    —¿Qué querís a cambio de ese video, indio conchetumadre? Leftraro se quedó mirándolo un rato sin responder, tratando de comprender como tanto odio se puede albergar en una persona a tal punto que lo obligue a realizar esas acciones . No me arrepiento de lo que hice, se lo merecían.

    —Como tú te mereces que te hagamos lo mismo que tú le hiciste a Huenchunao Los ojos de Ítalo comenzaron de nuevo a zizaguear en todas direcciones buscando algún elemento que Leftraro pudiera utilizar para proporcionarle dolor .No te vamos a hacer daño, te dejaremos ir, pero si vuelves a estas tierras, si te vemos poner un pie en los terrenos de la comunidad, entregaremos el video a los noticieros, y no a los chilenos, a los noticieros extranjeros.

    —¿Me dejarán ir? … Pero después igual van a mostrar el video ¡Quiero que me lo entreguen!

    —Todos tenemos una copia ahora, y nadie lo mostrará, porque todos saben que es nuestro seguro en contra de tu ira y la de los tuyos. Si vuelves una vez más a estas tierras, se sabrá la verdad.

    —¿Cómo voy a saber si van a cumplir lo que me estás diciendo? Se le adelgazaba la voz a Ítalo al pronunciar estas palabras.

    —No lo sabes, pero no estás en posición de exigir nada, te vamos a dejar vivir, esa es tu garantía, seguirás vivo y con tu trabajo, siempre y cuando pidas traslado de aquí y te vayas lejos. Además, si nosotros decimos que es así, es así, tal vez no entiendas esto porque ustedes no saben cumplir, su palabra es vacía y traicionera, nosotros sí lo hacemosLeftraro se daba cuenta de que la idea de Roberto daba resultado. Ítalo meditó sobre esto, se humedeció los labios, se agitó un poco y contestó:

    —Lo haré.

    Lo dejaron suelto en medio de un camino, desatado, pero con las vendas puestas. Se fueron corriendo los hermanos Colicheo, se internaron en un bosque próximo, tan rápido, que parecían unas sombras moviéndose al ritmo del viento. Luis se preguntaba si estaba bien lo que hacían, ese hombre se merecía mucho más que eso, Luis sentía que debía pagar por sus culpas, en su interior una fuerza le decía que tenía que regresar y dispararle en la cabeza. No comprendía del todo la decisión de Enrique y Leftraro, pero no le quedaba otra cosa más que respetarlo. Se detuvieron varios kilómetros lejos del camino, pararon de correr y se juntaron los cinco. Leftraro se quedó mirando el rostro de Luis, le sintió inquieto: —Entiendo tu molestia, pero no es el mejor modo la venganza.

    Inche langmabel Leftraro (Pudimos haberlo matado, Leftraro). Nadie lo hubiese sabido jamás, se lo merecía, ese hombre no va a cambiar.

    —Pero ya no molestará más a Diego, ni a Oscar, ni a nadie de la comunidad, esa es nuestra misión respondía Leftraro tratando de apaciguar a su hermano.

    —Nuestra misión no tiene sentido ni repercusión Leftraro, por lo menos no para mí. Sé que no va a venir más, me consta, pero donde vaya será un racista y un mal hombre, no podemos permitir eso Ahora Luis intentaba dar un paso para regresar.

    —Lo siento Luis, pero no podemos hacer lo mismo que ellos, no podemos…Leftraro le sujetaba del hombro a Luis mientras pensaba, si su hermano tenía razón, cuál sería su excusa para dejarlo libre .Yo no me siento capaz Luis de decidir quién debe vivir y quien debe morir, ¿te sientes tú capaz de tomar esa decisión bajo tu conciencia? Si eres capaz de ir y matarlo y quedarte con eso el resto de tu vida, pues anda. Yo no puedo Leftraro le soltó el hombro y bajó su cabeza.

    —Algún día vamos a tener que tomar las armas para matar peñi, no podremos evitarlo si las cosas siguen como están dijo Raúl, no queriendo apoyar a Luis, sino queriendo dar un bosquejo de una realidad pesada que se les caía encima.

    —¿Tú vas a tomar un arma para matar Raúl, cuando se te ha brindado el don de sanar? Inche vemabi (¿Podrías hacerlo?)dijo Leftraro con lágrimas contenidas en sus ojos, pues eran sus hermanos, su sangre, y sentía en las venas lo que ellos le decían, él sabía que todo eso era verdad.

    —Las circunstancias nos obligarán a hacerlo dijo Roberto, un poco temeroso de expresar su opinión.

    —Ya basta, hemos hecho lo correcto, no me importa cuán ansiosos estén ustedes de ir a pelear y matar, yo no voy a permitir que un peñi mío se convierta en un perseguido o en un preso de por vida dijo con fuerza Enrique . Actuaremos con cautela, como lo hemos hecho hasta el momento, y mientras podamos, actuaremos con las palabras y con el ahínco de proporcionarle paz a nuestra comunidad, y que no se hable más de tomar las armas. Inchin com comelei (¿De acuerdo?) Todos asintieron con la cabeza, menos Leftraro que con la mirada perdida sentía el espíritu de Pelantraru danzar dentro de él, en la espera de liberar todo su poder.

    Llegaron a la casa de madrugada, se sacaron los zapatos y los dejaron bajo techo en el pasillo de adelante. Laftraro entró silencioso a la pieza, se sentó en su cama, mirando a Antonia que dormía acurrucada abrazando a una almohada. Sintió que valía la pena el esfuerzo por todos aquellos que hoy iban a dormir tranquilos. Se sacó los pantalones y la polera, se metió en su cama, puso su brazo sobre la cabeza y mirando el techo recordó su última noche con Verónica.

    A la

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