Te Gusta Morir?
Por Federico Romano
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Doce historias en primera y tercera persona, los personajes se mueven a lo largo de un hilo intentando mantener el equilibrio entre la fantasía y la realidad.<
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Te Gusta Morir? - Federico Romano
Federico Romano
¿Te Gusta Morir?
(Colección de Cuentos)
Copyright© 2006 Federico Romano
LA CANCION DE LA NADA:
La habitación se sumió en la oscuridad, había música de fondo, afuera, autos a toda velocidad, la luz de sus faros entraba por las persianas e iluminaba el rostro de Patrizia que, paralizada por el frío, tenía los ojos clavados en el techo como si esperara una respuesta. Ella estaba ahí, bajo las mantas, intentando aislarse del mundo, pero sus pensamientos no la dejaban en paz, simplemente alimentaba su ansiedad y ahogaba su respiración.
Patrizia hubiera querido vivir una vida sin reglas, sin tener que dar explicaciones a nadie, una vida de sueños realizables y no de continuos dolores y derrotas. La vida es un sueño que nunca lograremos, nosotros tratamos de cambiar de camino pero ella nos obliga a seguir el suyo, ella ya ha escrito nuestro destino y también como, donde y cuando morir. Somos espectadores de una película, nuestra película.
Patricia lo había comprendido desde hacía tiempo y para seguir viviendo, defenderse del mundo se había cerrado en sí misma, ella imaginaba su cielo iluminado por estrellas púrpura, con las nubes que la acariciaban, Ella estaba allí en un rincón oscuro de su habitación esperando que el sueño la secuestrara y se la llevara consigo para siempre, pero la realidad siempre la llamaba y su sufrimiento día tras día aumentaba cada vez más.
Tenía muchos conocidos, amigo para ella era una palabra demasiado grande, algunos parecían más cercanos a sus gustos pero prefería no confiar en nadie, todos hablaban entre ellos, mientras ella se quedaba al margen soñando
Pasaba sus días escuchando música, no al mundo, ese mundo que la había traicionado y abandonado.
Vivía con sus abuelos, sus padres murieron pocos días antes de su sexto cumpleaños, fueron atropellados por un camión en la A 14 que volcó aplastando el auto de sus padres, la ambulancia no sirvió de ayuda, los dos murieron instantáneamente. En el baúl encontraron lo que quedaba de un enorme peluche precisamente un oso panda que sus padres querían regalarle por su cumpleaños, se lo entregaron a su abuela quien, presa por la ira y el dolor, inmediatamente lo destrozó sin decirle nada. Patrizia ante la noticia de la muerte de ella corrió a la habitación dando un portazo, la vida había llamado a su puerta pero ¿cómo podía una niña de casi 6 años estar preparada para todo esto? La verdad es que nadie es capaz de entender la muerte, estuvo dos meses sin salir de casa, sus abuelos intentaron hacerla jugar pero ella no quiso saber, la ira se apoderó de ella tanto que le declaró la guerra al mundo. Al crecer su deseo de libertad se incrementó dramáticamente por lo que estaba en constante pelea con sus abuelos. A los doce ya salía por la noche, minifalda, stilettos, ya se sentía mujer, usaba maquillaje agresivo, labios morados, delineador rojo fuego, su altura la hacía parecer una chica mucho mayor, todos los chicos decían que ya tenía 16 años. Ya fumaba, bebía ya asistía a todas las discotecas y nunca llegaba a casa antes del amanecer, salió sola y empezó a entrar a un club, conoció a un chico y se fue a la cama con él sin motivo, estar poseída la hacía sentir bien incluso por un momento, necesitaba vivir cada emoción al máximo. Siempre caminaba por las calles con un Walkman en el bolsillo, siempre escuchaba su canción favorita La canción de la nada
de Sigur Ros.
Solo música para no pensar.
Solo música para no morir.
Hora 6:30
Patrizia cierra los ojos
Es muy tarde para dormir
Y demasiado pronto para morir...
Patrizia vivía en el apartamento de arriba del mío, había vivido sola durante un par años, para mantenerse, ella vendía su cuerpo en las noches, en las calles a los hombres ricos ansiosos, buscando emociones fuertes para tratar de darle más sentido a su vida. La conocí una vez en el ascensor, tenía un rostro dulce, inocente, a pesar de las bofetadas que le dio la vida, y esos ojos celestes que intentaban meterse dentro de mí para entender quién era yo, sus ojos créanme que nunca he podido olvidarlos. La vi dos veces más, la segunda vez me besó y bloqueó el ascensor para hacer el amor conmigo, la pasión nos abrumaba como dos bestias en celo, nuestra relación fue corta pero tan intensa que por un momento me pareció tocar el cielo con un dedo. Se vistió rápidamente y salió del ascensor sin decir una palabra, allí me quedé un par de minutos más,