Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Compro lago Caburga
Compro lago Caburga
Compro lago Caburga
Libro electrónico257 páginas5 horas

Compro lago Caburga

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Su esposa se ha enamorado de un escritor ”roto y comunista” y lo ha abandonado. Está humillado y deprimido, pero su amigo de toda la vida, Pito Balmaceda, lo sacará del marasmo mediante una propuesta ineludible que promete cambiarle la vida. Se trata de una operación inmobiliaria mayor que busca comprar un gran terreno en el Lago Caburga, que incluye viviendas de connotados políticos e intelectuales que suelen veranear allí.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 ene 2017
ISBN9789563240955
Compro lago Caburga

Relacionado con Compro lago Caburga

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Compro lago Caburga

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

2 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Compro lago Caburga - Elizabeth Subercaseux

    PÁGINA

    PALABRAS DE LA AUTORA

    Esta es una novela. Los personajes que aparecen en ella no existen en la vida real. Las casas y propiedades en el lago Caburgua también son producto de la imaginación. Por razones literarias e históricas se han incluido nombres de personas públicas, sin embargo, cualquier semejanza entre los personajes centrales de esta historia y alguna persona de la vida real no es más que mera coincidencia.

    PITO BALMACEDA

    La noche era oscura. Alberto introducía su llave en la puerta sabiendo que la casa estaría sola, los techos le parecerían más altos y el silencio más cerrado. Eudosia no se quedaba a dormir y la Pila, su preciosura de ojos almendrados, voz suave y aire de misterio, no estaba. La puerta se abría lentamente, con esfuerzo, crujiendo como un portón de iglesia con los goznes oxidados por el tiempo. Alberto entraba de puntillas e inmediatamente notaba que algo había cambiado en el hall. La mesa de caoba con cubierta de mármol y las fotos familiares en marcos de plata habían desaparecido. El cuadro de Cienfuegos, que la Pila había comprado a Jackie cuando a Pito Balmaceda se le apestaron los salmones, tampoco estaba. En su lugar colgaba una especie de póster que alguien había colocado allí mientras él se encontraba en la oficina. Alberto se acercaba. Alzaba la vista. Era un gigantesco parte de matrimonio:

    Pila Yrarrázaval Aldunate

    Gonzalo Carrera Muñoz

    Tenemos el agrado de invitarle a nuestro enlace matrimonial 

    el cual se  celebrará con una fiesta en El Tufo

    Pajaritos 25670

    Maipú

    Alberto despertó sudando. Miró la hora. Eran las tres de la madrugada. Llevaba días soñando lo mismo. ¿Y si la Pila acababa por casarse? ¿Y si el maldito sueño se hacía realidad? ¿Y cuál era El Tufo? ¿Existiría un lugar tan rasca? ¿Por qué soñaba esas vulgaridades? ¿De puro solo? ¿De puro desesperado?

    Desde la partida de la Pila con el escritor la vida de Alberto fue un pasar solitario y vacío. Y no es que no hubiese pensado que algún día la Pila podía faltar. De hecho lo pensaba a cada rato. Durante un tiempo vivió con un miedo tan irracional a que no estuviera, que se desvaneciera como se esfuma una ilusión. Después empezó a temer que pudiera pasarle algo terrible, enfermar de cáncer al pulmón —fumaba como puta en domingo, como decía ella misma, muerta de risa—, o morir atropellada cruzando Providencia, o de alguna dolencia al hígado con ese whisky con la pizca de sal que tomaba como si fuera Coca-Cola. Pero mandarse a cambiar de la noche a la mañana con un escritor de mechas largas, camisa desabrochada y comunista, no. La Pila detestaba la izquierda, era cómoda, le gustaba el lujo, que Alberto supiera nunca había apoyado la cabeza en una almohada que no fuera de plumas de ganso, pasaba sus días haciendo vida de rubia en los malls, adoraba jugar bridge con la Pepa Bulnes y si Guayo estaba en Nueva York, se cortaba el pelo con Oscarito en el Hotel Delano en Miami.

    —Que alguien me explique qué hace la Pila con un mechas de clavo muerto de hambre como todos los escritores —le decía a Pito Balmaceda. 

    —Tirar, pues, huevón, lo que hacen estas minas cuando parten con otro, qué otra huevá van a hacer. Pero no te aflijai, la mina que tira con un huevón con plata no se aburre jamás, la que tira con un huevón que masca lauchas, vuelve. No hay obispo que le compita a la chequera, huevón. ¿Por qué crees que volvió la Jackie cuando me gorrió con el medio peluche de la teleserie? ¿No te acordai de ese galancete que andaba con la camisa abierta y un medallón en el pecho, huevón? ¿No te acordai cuando la Jackie volvió diciendo que estaba arrepentida, huevón? Se les pasa la calentura y vuelven. Siempre es la misma cosa, por donde se corte el queque sigue siendo de harina. ¿Sabís huevón? No hay nada más doloroso que te pellizquen la uva, te entiendo, pero hay que levantar cabeza y animarse, huevón, no te vas a quedar llorando toda la vida. Yo que tú salgo con una mina que me acaricie el ego y me sacudo a la Pila, huevón.

    Pero él no se animaba. Las noches eran largas. Las paredes se le venían encima. El silencio de la casa se le hacía insoportable. No paraba de darse vueltas en la misma cama donde en tiempos mejores había amado a la Pila. ¿En qué había fallado? ¿Acaso era malo para el sexo y nunca se había dado cuenta? ¿Acaso no la había tratado como a una reina? 

    Lo peor había sido la reacción de las hijas. Es cierto que él no era un padre cercano, no se entendía bien con la Carolina y a la Pilarcita rara vez la veía a solas, casi siempre con ese par de mellizos consentidos, el marido, las nanas, pero nada de eso justificaba su actitud, ¡como si él tuviera la culpa! La Carolina lo había herido. "No sé porqué te sorprendes tanto, papá, si mi mamá se fue con un intelectual es porque necesitaba algo más que plata para botar en los malls o viajes a Miami para cortarse el pelo en el Delano. ¿Nunca pensaste que podía sentirse vacía llevando una vida tan estúpida y sin sentido? Le dolió. No le dijo nada, pero le dolió. La Pila hacía la vida que quería y él no le veía nada de estúpido y sin sentido a ser feliz. Y a la Pilarcita lo único que le importaba era el qué dirán, le daba vergüenza que su mamá se hubiera metido con un don nadie, por último que se hubiera ido con alguna persona conocida. El dolor y la pérdida de su padre le importaban un huevo. Hasta su mamá había justificado a la Pila; tan interesante que encontraba a Carrera. Por lo menos partió con uno que vale la pena. Es un magnífico escritor, Alberto, profundo y muy creativo. Peor hubiera sido que te hubiera cambiado por un indeseable. ¿Usted cree que vuelva?, había preguntado él. No lo sé, qué quieres que te diga…si está enamorada, si además se siente incentivada intelectualmente… no lo sé, Alberto, desconozco los problemas que había entre ustedes. ¿Me está diciendo que soy un ignorante incapaz de mantener a mi mujer interesada?

    No, de ninguna manera.

    En buenas cuentas se había quedado solo. Si no hubiera sido por Pito Balmaceda y Felipe Vial, sus amigos desde los tiempos del Verbo con quienes se juntaba en el Club de Golf y en Zapallar, se habría pegado un tiro. 

    Una de esas noches, tarde, cerca de las doce, lo despertó el timbrazo del teléfono. ¿Y si era la Pila? Su esperanza cobró forma en la oscuridad. Lo dejó sonar tres veces. ¿Quién sino ella podía llamar a su casa a esas horas? ¿Y si era para decirle Alberto ven a buscarme? o Alberto, me equivoqué. Lo que fuera, partiría volando. A veces, siento que te odio con toda mi alma y te mataría, pero nunca he dejado de amarte, musitaba cuando el teléfono llamó por cuarta vez y atendió.

    —Perdona la hora, huevón. Dijiste que pasabas las noches en vela, por eso me atreví a molestarte. ¿Estás dormido?

    —¿Cómo?

    —Dormido, huevón, porque si estás durmiendo tómate un vaso de agua. Vengo llegando de una reunión que puede significar un vuelco en mi vida, huevón, y en la tuya, algo crucial, huevón. La huevá que voy a decirte es más importante que la cresta.

    —¿Se trata de la Pila?

    —No, huevón, de mí. Escúchame con atención. Tú sabís que siempre he tenido un fuerte sentido de servicio público, huevón, tú sabís que la cosa pública me interesa.

    —Sí, siempre dices eso.

    —Y nunca ha estado mejor la masa para empanadas —siguió Pito—, así que tomé la decisión, huevón, entro en la política.

    —¿Tú? ¿Cómo?

    —Voy a presentarme a Senador, huevón, it´s now or never, entro a la primaria. Felipe me convenció. Sebastián necesita gente que piense como él, sustento político, parlamentarios de su tribu. Este gallo nos está haciendo el favor del siglo, huevón, nos está sacando de un sitial pavoroso, ¿te dai cuenta?, y por lo mismo hay que apoyarlo con tutti.

    —No entiendo, ¿de cuál sitial pavoroso?

    —El sitial de los huevones que se enriquecieron mientras se hacían los ciegos con los atropellos a los derechos humanos, el sitial de los que apoyamos a Pinochet y nunca dijimos ni pío, huevón, nos limpiamos el poto con la democracia; visto desde la distancia lo que apoyamos es vergonzoso, me arrepiento de no haber abierto mi boca y tengo claro que si no fuera por Sebastián la historia no nos absolvería en la perra vida, huevón. Tenemos que pasar a la historia como huevones decentes, devolverle a la sociedad lo que la sociedad nos ha dado, huevón, y esta es la mejor manera de hacerlo… supongo que estarás de acuerdo, huevón.

    —Sí, pero la política no es algo que se aprenda de la noche a la mañana, tú has sido empresario toda tu vida.

    —¿Y quién te dice que no se pueden combinar las dos cosas? La puerta se nos abrió de par en par, huevón, negocios privados y gestión pública, todo en democracia y legítimo a la vela, huevón. Hay que subirse al carro de Sebastián, huevón, si no fuera por él no habríamos visto los pasillos de La Moneda en cien años. Este huevón agarró lo mejor de la Concertación, tiró la mochila de Pinochet al río y salió elegido con los votos de la derecha pinochetista, ¡hay que ser macuco para mandarse esa! ¡Y ahora volvimos, huevón! Toca empujar el carro de la derecha progresista con toda la fuerza que tenemos, huevón. De partida, vamos a cerrarle el paso a Estanislao Amunátegui, nada personal contra el huevón, huevón, el problema con él es que no está ni ahí con la nueva derecha… pero esta huevá no es para el teléfono. ¿Vai a estar despierto otro rato? Me voy a tu casa, huevón.

    —¿Ahora? Van a ser las doce de la noche, Pito.

    —Qué le hace el agua al pescado, huevón, ¿sabís dónde están los ministros? En La Moneda, huevón, acabo de escucharlo en la radio, el Presidente los convocó a una reunión de emergencia. En el Chilean way prima la eficacia, no hay tiempo para perder durmiendo. En diez minutos estoy en tu puerta. Prepara café.

    *

    —Tú ubicas a Juaco Aldunate, huevón.

    —Sí, no lo conozco mucho, pero sé quién es, es medio pariente de la Pila. Pero Juaco, ¿no es pinochetista? 

    —Ya no, huevón. Se viró. Ahora es de centro.

    Alberto lo miró sorprendido.

    —¿Juaco Aldunate?

    —Nueva derecha a full, huevón. En materia de impuestos, por ejemplo, está de acuerdo con un aumento transitorio para arreglar rápido la cagá del terremoto. La cosa gay, ni un rollo, huevón, totalmente abierto. Realismo, creatividad social y responsabilidad individual, Guy Sorman, huevón. Juaco anda en esa onda. Si fue pinochetista es culpa de su papá que le negó las fuentes de información, él no sabía. Acuérdate que su papá fue ministro de Pinocho en los primeros tiempos y, claro, el viejo no iba a andar contándole a los niños que el Mamo Contreras andaba tirando huevones al mar, pues, huevón. 

    Alberto se quedó pensativo un rato. Estaban en su escritorio. Pito había llegado quince minutos después de la llamada y Alberto se había puesto una bata y había bajado a preparar café. Le parecía insólito que Pito quisiera participar en algo tan distinto de lo suyo como la política. No podía imaginárselo metido en eso. Pito era pensamiento hablado, impulsivo y entusiasta, una excelente persona, pero la política requería cabeza fría, tacto, diplomacia, una serie de aptitudes que él no tenía.

    —Y dices que debo formar parte del equipo. ¿Me quieres decir cómo? La política nunca me ha interesado, es algo que no domino en absoluto, además, lo mío son las propiedades.

    —Nadie te dice que vas a dejar tu negocio, al contrario, huevón, ahí mismo te necesito, en propiedades. Para empezar a conversar tengo que hacerme de algunas casas para la campaña.

    —Casas… ¿para qué quieres casas? 

    —Es que no te imaginai todo lo que mueve una campaña política, huevón, aunque se trate de una primaria, ahora es cuando se organiza el aparato para la campaña definitiva, huevón. Ayer tuve mi primera reunión con Juaco y dos huevones que trabajan con él y lo primero es ubicar los centros desde los cuales vamos a operar, huevón. Por ahí hay que partir.

    —¿Y qué pito dices que toca Juaco en todo esto?

    —Va a ser mi jefe de campaña. Es publicista, huevón, su agencia es, si no la mejor, una de las mejores de Chile. Juaco es experto en campañas electorales, ha preparado a una pila de huevones desde que volvió la democracia.

    —No debe ser tan bueno —comentó Alberto en voz baja—, Estuvimos veinte años con la Concertación.

    —De acuerdo, huevón, pero no fue porque los candidatos estuvieran mal capacitados, la mochila de Pinocho era demasiado pesada, ni un mago podría haberlo hecho mejor que Juaco. Él está entusiasmado con la idea de ayudarme, huevón, yo no sé nada de estas cosas y ahora las campañas políticas se hacen con precisión científica, no hay lugar para improvisaciones, ¿te dai cuenta?

    —Entiendo. ¿Quieres más café?

    —No, huevón. La cosa es que Juaco me va a dejar listo para la foto. No sabís todo lo que sabe este gallo. Santiago tiene más de treinta comunas, huevón, no vamos a concentrarnos en todas porque no hay tiempo ni plata, vamos a quedarnos con Lo Prado, Renca, Ñuñoa y Las Condes. Lo primero es montar las secretarías, una en el barrio alto —no te va a costar nada encontrar esa, huevón— y dos o tres en los barrios populares. Quiero que te pongas mañana mismo a buscármelas. Vamos a comprarlas baratas y venderlas caras, temporal investment, huevón.

    —No creas que es poca plata, son tres casas que después no van a servirte para nada, sobre todo las de Lo Prado y Renca, un cacho. Y no hay para qué comprar. Arriéndalas.

    —Si compramos barato y vendemos caro, recuperamos, huevón. Plata va a haber, y mucha. Eché a andar un negocio con míster Chang, huevón, no sé si te hablé del chino, va a poner veinticinco por ciento en el negocio y cinco por ciento en la campaña. Juaco se pone con dos por ciento y...

    —¿Quién es míster Chang?

    —Ya te explico, déjame terminar, huevón, Felipe me apuntala con otro veinticinco y si es necesario empeño hasta el alma, pero no creai que no voy a cubrirme las espaldas, lo tengo todo encaminado...

    —¡Para! Chanta la moto, Pito, no tan rápido, me estás mareando con tanta cosa —Alberto posó su mano en la de Pito en un afán de calmarlo. 

    —Estás enredándote en demasiados millones. Me imagino que Juaco te habrá dicho lo que vale montar una campaña política.

    —Sí, pues, huevón, de eso estamos hablando, desde que se fue la Pila no computas. ¿Tú crees que no he pensado en las platas? Te digo, voy a hacer un negocio la raja que no tiene por donde fallar. En paralelo, huevón. Escúchame con atención: voy a comprar el lago Caburga.

    —Comprar el lago Caburga —repitió Alberto, ahora convencido de que Pito se había echado algo al cuerpo.

    —El lago propiamente tal, no, pues, huevón, para qué quiero el agua, y tampoco vamos a comprar el lago entero, me refiero a las casas que hay en el sector de la playa Los Pilos, todas las casas de ese lado. Cash, chin, chin, tú me las vas a comprar. Y si no nos resultan esas, serán otras, pero al chino le gusta Caburga. Lo ha estudiado palmo a palmo y dice que hay pocos lugares en el mundo tan bonitos, huevón.

    —No me cabe duda de que estás loco —dijo Alberto con un dejo de alegría en la voz. Tal vez no fuera tan mala idea. Serían unas veinte casas, sumó rápidamente, un promedio de ciento cincuenta palos por casa, tres mil millones de palos, el diez por ciento para él, trescientos millones de palos. Seis punto tres millones de dólares. Seiscientos cuarenta mil dólares para él.

    —La idea es comprar esa orilla del lago y construir un complejo turístico ecológico. Están hechos los contactos para el financiamiento. Míster Chang es experto en paneles solares y motos de agua. Mira, huevón, por favor, no me pongai esa cara. Son motos que no contaminan. Estoy muy consciente de que la ecología la lleva. Sebastián lo ha dicho con todas sus letras. Me gusta el huevón, está articulando un discurso nuevo, un discurso moderno y eficiente donde la ecología juega un papel importante. Esta gallá está decidida a equilibrar desarrollo y ecología, algo totalmente nuevo en Chile —se entusiasmó Pito tomando aire—, puta que me gusta todo esto. Vamos a crecer como locos, y ahí entro yo con míster Chang, huevón. Nuestro complejo turístico va a ser ecológico cinco estrellas, tecnología al servicio de la ecología fina, onda Jane Fonda, huevón. Será el primer complejo turístico ciento por ciento ecológico de Latinoamérica. No pongai esa cara, huevón. Ismael Balmaceda va a hacer cosas grandes para este país.

    Alberto había escuchado esta perorata sin pestañear. No era la primera vez que Pito se apasionaba con algún negocio y con excepción de los salmones, que terminaron apestados, siempre le había ido bien. Era tramoyista, le gustaba organizar cosas, manejar todos los hilos, y ponía tanto empeño que Alberto lo creía capaz de resucitar a un muerto. 

    Pito se levantó de la silla. Era una cabeza más alto que todos sus amigos y seguía tan delgado como cuando se ganó el apodo de Pito en el colegio. El abundante cabello castaño, los ojos verdes y la cara salpicada de pecas le daban un aire juvenil. Nadie hubiera dicho que iba a cumplir cincuenta y cinco años. Miró a Alberto con expresión risueña. 

    Chilean way of doing things, huevón. No nos ataja nadie, huevón, la Concertación está muerta, no existe, caput, good bye. No quiero dejar pasar el llamado del servicio público. Ahora entiendo a los huevones cuando escuchan la voz de Dios y se meten a cura. Sinceramente, te digo, huevón, siento que tenemos que ayudar a Sebastián a sacar esta huevá adelante con políticas modernas, ubicuidad, huevón. Mira Sebastián. A los ocho está en su helicóptero en Purranque, a las diez con los ministro en La Moneda, almuerza en Perú con Alan García, toma té con los terremoteados en Cauquenes y trabaja toda la noche con Hinzpeter, huevón.

    Alberto suspiró.

    —Tecnología y política al servicio del medio ambiente y el bienestar del ser humano, huevón, molinos de viento, paneles solares, comida macrobiótica, agua de mar en las piscinas temperadas, huevos sin yema, pescados orgánicos, chiquillas lindas, rubiales, medias blancas Cacharel como la Ena, el Mapocho con bateaux-mouches, la nueva derecha, huevón, puta que estoy contento. ¿Qué decís, huevón?

    —Suena muy bonito, interesante, pero todavía no me queda claro qué monos pinto en este asunto.

    Pito volvió a sentarse y traspasó a Alberto con los ojos brillantes.

    —Pintai todos los monos del mundo, huevón, eres el mejor corredor de propiedades que se ha visto en Santiago. Tú serás mi palo blanco. No quiero aparecer comprando un lago si estoy en campaña política, huevón. Van a empezar con la cantinela de los intereses creados, que la cosa pública, que la línea que separa y toda esa vaina que restregaron a Sebastián, que no podía tener equipo de fútbol, no podía tener canal de televisión, cómo iba a tener una línea aérea. ¿Te dai cuenta, huevón? 

    —Déjame darle una vuelta.

    —No tenís que darle ni media vuelta, huevón, además, si empezai a emparentarte con La Moneda, ¿no creís que la Pila se lo va a pensar dos veces? ¿No creís que va a decir qué hago pelando el ajo con este comunacho sin ni uno cuando puedo volver a mis lujos y codearme con el poder, huevón?

    —Voy a pensarlo.

    *

    En la tarde del día siguiente Alberto se fue de su oficina a la casa de sus padres. Ladislao Larraín estaba jugando bridge en el Club de Golf y no regresaría hasta la hora de cenar. Se alegró de encontrar sola a su mamá. Su padre lo hacía sentirse

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1