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Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios: Psicología de la discriminación
Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios: Psicología de la discriminación
Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios: Psicología de la discriminación
Libro electrónico325 páginas7 horas

Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios: Psicología de la discriminación

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Esta obra se concentra en los últimos doscientos años de vida en común del pueblo mapuche con el Estado chileno y se fundamenta en documentos históricos y vivencias personales del autor que dan cuenta de ese encuentro. Su eje es el prejuicio racista y la discriminación que sufre el mapuche urbano y rural. En su análisis es medular el papel de la escuela tradicional que, mediante sus contenidos, se convierte en un instrumento de hostigamiento a las culturas diferentes de la oficial, perpetuando así estructuras sociales o normas culturales de sometimiento. Tales instituciones, por ser la expresión valórica de los grupos dominantes, ejercen una violencia simbólica en contra de los que provienen de culturas diferentes a la oficial.

Un ensayo fundamental, sólido y profundo, relacionado con el compartimiento desigual por dos pueblos de un mismo territorio: Chile. Un libro no solo de psicología social, sino que también abarca temas antropológicos, históricos, filosóficos y culturales vinculados con la coexistencia, rara vez pacífica, entre estos pueblos . El autor analiza, con muy sólidos fundamentos, las causas que llevan al pueblo chileno a actuar en forma excluyente y con visos de superioridad, y al pueblo mapuche a ser excluido y tratado en forma desigual. Debería ser un texto de estudio obligatorio para los alumnos de educación media, por su calidad, por la verdad que contiene y por su importancia social.

Juan Guzmán Tapia
Juez de la República

Este es un libro que debería constituirse en material obligado de lectura. para los maestros de educación básica de todo el país, y en especial de los de escuelas rurales. Trata de un tema que cala hondo en nuestra nacionalidad: nuestros manifiestos prejuicios raciales y, en particular, nuestra actitud colectiva ante el pueblo mapuche.Este racismo no racionalizado, y ni siquiera consciente, que sin embargo llevamos a flor de piel, y se expresa de modos muy diversos en nuestra experiencia cotidiana.Esta obra nos coloca frente a nuestra responsabilidad de cara al pueblo mapuche, y nos invita a asumirla proponiéndonos caminos posibles.

Igor Saavedra Gatica
Premio Nacional de Ciencias
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ene 2019
ISBN9789563246933
Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios: Psicología de la discriminación

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    Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios - Julio Paillalef

    mapu

    Prólogo a la Primera edición

    Este es un libro que debería constituirse en material obligado de lectura para los maestros de educación básica de todo el país, y en especial de los maestros de escuelas rurales. Trata de un tema que cala hondo en nuestra nacionalidad: nuestros manifiestos prejuicios raciales y, en particular, nuestra actitud colectiva ante el pueblo mapuche.

    Este racismo no racionalizado, y ni siquiera consciente, que sin embargo llevamos a flor de piel, se expresa de modos muy diversos en nuestra experiencia cotidiana. Así, por ejemplo, es de toda evidencia que el pelo rubio y los ojos azules constituyen elementos muy atractivos para la sociedad chilena, como lo demuestra la publicidad de toda clase de artículos en los canales nacionales de televisión; de otro modo sería inexplicable el hecho de que los niños y jóvenes que aparecen en ellos ¡siempre compartan esos rasgos! El pelo negro y la tez oscura no son vendedores en Chile. Lo mismo, por cierto, expresa nuestra peculiar pretensión de ser los ingleses de América del Sur.

    Al parecer nos cuesta aceptar nuestra identidad de pueblo mayoritariamente mestizo, mezcla (en lo principal) de mapuche y español. Es bien sabido que los primeros conquistadores llegaron a Chile sin sus mujeres, por tanto nuestro mestizaje comienza junto con nuestra historia y este es uno de nuestros rasgos principales como país. Se trata de una característica que corta transversalmente a la sociedad chilena, desde los más pudientes (por ejemplo, las familias fundadoras) hasta los que tienen menos. Somos un pueblo homogéneamente mestizo, y ello constituye una de nuestras mayores fortalezas.

    Desde esta perspectiva resulta inexplicable el trato que, como nación independiente, hemos dado y damos a los actuales descendientes de nuestros pueblos originarios y muy especialmente a los mapuche.

    Es pertinente recordar aquí un poco de nuestra historia. Los españoles nunca lograron vencer militarmente al pueblo mapuche. Más todavía, el Parlamento de Quilín, celebrado cien años después de iniciada la guerra de la conquista (enero de 1641), reconoció al río Biobío como la frontera sur de los dominios españoles y la independencia del pueblo mapuche respecto de la Capitanía General de Chile, la que fue respetada, explícita o implícitamente, por todos los parlamentos siguientes, incluido el celebrado por Ambrosio O´Higgins en Negrete (1796), cerca ya del inicio de la Guerra de Independencia. Correspondió a Chile el dudoso honor de derrotarlos definitivamente en una guerra, declarada o no, que se extendió por cerca de veinte años plagados de altibajos y donde se cometieron terribles actos de barbarie. La guerra a muerte, como bautizó Vicuña Mackenna a la guerra de guerrillas organizada por grupos realistas después de la batalla de Maipú, en la que participaron los mapuche combatiendo por ambos bandos, fue seguida, a partir de 1860, por una verdadera guerra de exterminio, que terminó con el aplastamiento total de ellos en 1883.

    Es notable que debieron transcurrir cuatrocientos años para acabar con la independencia y la libertad de un pueblo que tanto españoles como chilenos consideraron siempre como de salvajes carentes de inteligencia.

    Curiosamente, la historia oficial de Chile, que nos enseña a enorgullecernos de ser los herederos de una tradición heroica encarnada en las figuras legendarias de Lautaro y Caupolicán, nada dice sobre este período oscuro que eufemísticamente se conoce como la pacificación de la Araucanía. El pueblo mapuche, su valor indomable, desaparecen de esos textos a partir de la independencia. Tal vez nuestro comportamiento colectivo hacia ellos sería diferente si conociéramos –y asumiéramos– a cabalidad nuestra verdadera historia.

    El proceso que convirtió en indios a los mapuche, del que nos habla el título de esta obra (todo un acierto, en mi opinión), probablemente se incube y desarrolle en esos años: los héroes de antaño pasan a ser considerados como indios bárbaros y sanguinarios, lo que a su vez justifica que sucesivos gobiernos de Chile llevaran a cabo una suerte de limpieza étnica que les permitió apoderarse de sus tierras ancestrales y reducirlos a la condición de pobres entre los más pobres de nuestra sociedad. La suma de estos y otros antecedentes –básicamente culturales– contribuyen a cimentar nuestro absurdo sentimiento de superioridad sobre los mapuche, y en general sobre todos los pueblos originarios, lo que a su vez constituye una de las manifestaciones más claras de nuestro racismo colectivo.

    Es importante reiterar aquí, como lo hace este libro, que la supuesta superioridad de una raza sobre otras carece por completo de base científica. En efecto, los avances recientes en genética molecular permiten hoy afirmar que, desde el punto de vista del genoma humano, hay más diferencias entre individuos de la misma raza que entre individuos de razas diferentes. Las diferencias que observamos entre razas se deben más bien a cambios adaptativos de una estructura genética común. Hablar hoy de razas superiores es derechamente una manifestación de ignorancia.

    En general los chilenos ignoramos la cultura mapuche, y en particular su notable cosmovisión. Los hombres de la tierra (mapu-che) se identifican con la naturaleza, se sienten parte de ella y su idioma (mapu-dungun) es el habla de la tierra.

    Los mapuche no consideran la riqueza material como un bien en sí mismo. Así, la posesión de tierras no les importa como un bien de mercado (y por lo tanto transable); ellos son parte de la tierra y la tierra de ellos, como lo son del aire, del cielo y del agua. ¡Cuánto mejor sería nuestra calidad de vida en Chile si, en lugar de arrasar con su cultura, hubiésemos aprendido de ella!

    La obra que nos presenta don Julio Paillalef nos coloca frente a nuestra responsabilidad de cara al pueblo mapuche, y nos invita a asumirla proponiéndonos caminos posibles.

    Por ejemplo, no es aceptable que el Estado chileno haya definido por ley cuando alguien es indígena (ley Nº 14511, de 1960) y cuando deja de serlo, como lo establece la ley Nº 2568, del año 1979, que autoriza la división de la tierra comunitaria, lo que es muy pertinente en los conflictos actuales con las empresas madereras: ...a partir de la división, las tierras dejarán de considerarse tierras indígenas e indígenas sus dueños.

    La identidad de un pueblo no se reconoce por decreto; se reconoce por su cultura, por su idioma. Estos son temas que debería incluir nuestra educación obligatoria. Del mismo modo, debería enseñarse una historia que pueda ser reconocida como propia también por el pueblo mapuche, y no solo la visión de la cultura dominante. Por último, si alrededor de un diez por ciento de los chilenos tiene una ascendencia mapuche directa y se reconoce como tal, y la gran mayoría de nosotros somos mestizos, ¿cómo no declarar el mapudungun como el segundo idioma oficial de Chile, y de esta manera devolver al mapuche parte de la dignidad que le hemos quitado?

    Subrayo finalmente una proposición muy concreta que hace el autor: que el Estado de Chile, como una medida de indemnización al pueblo mapuche, establezca un sistema de becas que permita a quienes tengan las condiciones necesarias acceder gratuitamente a todos los niveles de nuestro sistema educacional, desde el nivel básico al superior. Con esto se reconocería que el conflicto mapuche no solo implica la recuperación de tierras, lo que de por sí es muy importante, sino, sobre todo, es una cuestión cultural.

    Sin duda alguna la tarea de devolver al pueblo mapuche su dignidad y autoestima sigue estando pendiente, y esta obra de don Julio Paillalef es un aporte muy significativo para que así lo reconozca el Estado de Chile.

    Igor Saavedra Gatica

    Premio Nacional de Ciencias, 1981

    Prólogo a la Segunda edición 

    Tengo el honor de prologar el libro titulado: Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios, psicología de la discriminación, cuyo autor es el profesor don Julio Paillalef Lefinao. Se trata de un ensayo fundamental, sólido y profundo, relacionado con el compartimiento desigual por dos (o más) pueblos de un mismo territorio: Chile.

    Este es un libro no solo de psicología social, sino uno que también abarca temas antropológicos, históricos, filosóficos y culturales vinculados con la coexistencia, rara vez pacífica, entre estos pueblos.

    El autor analiza, con muy sólidos fundamentos, las causas que llevan al pueblo chileno a actuar en forma excluyente y con visos de superioridad, y al pueblo mapuche a ser excluido y, desde luego, tratado en forma desigual. El profesor Paillalef comienza por entregarnos conceptos relativos a la cultura mapuche: su identidad, la lengua mapuzugun, sus principales valores, algunas de sus creencias, su medicina, alimentos y artesanía. Continúa refiriéndose a aspectos sociopolíticos: sus autoridades políticas y religiosas, su organización social, religiosidad, sus cantos y otras de sus expresiones culturales. Es así como nos vamos impregnando, poco a poco, de temas que debimos haber conocido desde siempre y que apenas hemos rozado tangencialmente al estudiar la historia de los héroes mapuche en sus hazañas bélicas contra los españoles. Hace ver este autor, cómo se ha narrado, para el grupo mayoritario, una historia mediante la cual se han exacerbado las supuestas características negativas atribuidas a los mapuche.

    Para que el lector pueda ir comprendiendo los meandros por los que navegan los narradores sociales y los historiadores dirigidos al grupo mayoritario, don Julio Paillalef nos entrega varias definiciones o conceptos relacionados con los tópicos principales de esta obra. Conceptualiza el vocablo prejuicio como una actitud usualmente negativa. Se refiere a juicios, opiniones pensamientos preconcebidos arbitrariamente, o actitudes hacia otra persona o grupo social, sin que existan antecedentes verdaderos que justifiquen dicha conducta. Continúa señalando en forma más concreta: La actitud prejuiciosa del grupo dominante (que) permite racionalizar y justificar sus posiciones de privilegio ante el grupo oprimido. En el caso de los pueblos originarios, sabemos que estos prejuicios han sido parte de un código racista utilizado por las elites dueñas del poder para justificar ante el país sus conductas de arbitrariedad, atropello, destrucción y despojo de los territorios de la etnia. Las consecuencias de estas prácticas están a la vista, los mapuche como pueblos se encuentran en una absoluta postergación sociopolítica respecto de la sociedad mayor. Los estados de pobreza en que se encuentra la mayoría de sus integrantes son una fuente más del prejuicio y discriminación, ya que prejuzgar al pobre es una conducta casi regular en la interacción intergrupal.

    Más adelante, el autor comenta la mapuche-fobia o la búsqueda (que aqueja a un importante sector de la sociedad chilena) de una identidad extranjera, ajena a su realidad, y de ocultar el mestizaje.

    Al referirse a la discriminación, adopta el concepto de Swim y la explica como consistente en acciones negativas hacia otros grupos debido a prejuicios raciales, étnico sociales o religiosos. Luego, al tratar los estereotipos, los define como las creencias respecto de los atributos personales que asignamos a personas o grupos de personas.

    Por último, al razonar sobre el racismo moderno sostiene que sus características son la negación por parte de los grupos dominantes de que sigue existiendo discriminación contra las minorías; la oposición a las demandas de las minorías de un trato igualitario y el resentimiento sobre los favores especiales a los grupos étnicos.

    En Chile, el primer aspecto tiene que ver con la marginación de los descendientes del pueblo mapuche que no tienen presencia en los niveles de gestión del Estado, y de cómo algunos personajes públicos declaran que no tienen dificultades con los jardineros ni empleadas domésticas de origen mapuche y que hasta les han pedido que enseñen mapuzugun a sus hijos. El segundo incide básicamente en la carencia de interés, por parte de la clase política, en legislar para otorgar reconocimiento político a los pueblos originarios y, por el contrario, en criminalizarlos y reprimirlos, llegando hasta el asesinato".

    Al comentar el profesor Paillalef el último aspecto, relacionado con el racismo moderno, señala la manera en que muchas publicaciones plantean que el gobierno chileno destina demasiados recursos para el fondo de recuperación de tierra de los mapuche o que la Conadi resulta demasiado cara para el erario nacional.

    Los conceptos anteriormente explicados resultan indispensables para poder comprender en plenitud la obra comentada y, particularmente, cómo incide la discriminación en la cultura, el aprendizaje, el trabajo y la pobreza del grupo discriminado.

    De las consideraciones expuestas por el autor sobre la discriminación que sufren los demás pueblos originarios existentes en Chile, debemos entender que la más violenta la recibe el pueblo mapuche.

    ¿Y por qué son ellos los más discriminados?

    No cabe la menor duda de que es por su enérgica resistencia durante siglos, por su legendario heroísmo y por sus demandas más directas, particularmente las referentes a sus territorios ancestrales y con respecto a su autodeterminación; y, por las consecuencias que ello podría implicar para el grupo mayoritario.

    Está claro que Chile es un país que está enfermo. Solamente en un país enfermo se puede continuar afirmando que durante la dictadura nunca fueron violados los derechos humanos o que si hubo excesos, ellos fueron necesarios. Asimismo, un país en el cual continúan produciéndose violaciones a los derechos humanos necesariamente debe seguir enfermo. Y hemos podido comprobar que, posteriormente, gobiernos compuestos por personas pertenecientes a partidos políticos cuyos militantes fueron asesinados, torturados y desaparecidos, han actuado con el mismo espíritu discriminador que los afectó tan dramáticamente. Al afirmar que el país está enfermo debemos reconocer que las principales causas de su enfermedad son la avaricia, el egoísmo y el odio; que su llave maestra consiste en el engaño, y que hace uso de la fuerza y de la violencia para reprimir a quienes prejuzga como peligrosos. La historia se repite o, más bien, la historia siempre ha sido la misma.

    Nuestro país ha sido inoculado, en permanentes olas sucesivas, con los gérmenes del prejuicio, el racismo y la discriminación.

    En los últimos capítulos de esta obra se desarrolla en profundidad la temática concerniente a las relaciones existentes entre el grupo mayoritario y el minoritario mapuche; sobre los aprendizajes; acerca de los préstamos culturales, la resistencia y la aculturación. Quizás su parte titulada Mapuche y chilenos: una relación poco sana, constituya el núcleo de este texto. Su autor sostiene que la relación entre estos pueblos se construyó sobre bases ciertamente insanas, en donde primó el interés por parte de unos (los chilenos) por apropiarse, como diera lugar, de los territorios de los otros….

    Se iniciaron una serie de acciones, de saqueos por grupos (de) ambos lados que sirvieron para impregnar la relación entre el Estado y la etnia con una carga emocional llena de desconfianzas y temores. Así, desde los inicios se constituyó una relación social paranoica que se fue asentando a lo largo del tiempo en el inconsciente de ambos bandos. El temor y la desconfianza, muchas veces con fundada justificación, se han mantenido prácticamente incólumes hasta nuestros días.

    Más adelante se mencionan los ingredientes de esta relación paranoica: el carácter del pueblo mapuche y su resistencia frente a la avaricia depredadora del colono, tanto chileno como foráneo, y, poco a poco, vamos reconociendo partes de la historia maquillada de fines del siglo XIX, cuando se desarrolla la denominada pacificación de la Araucanía, sus atrocidades y la huella que fue quedando impresa en el alma de los mapuche. Este periodo está caracterizado por una forma de panamericanismo semejante al existente en el desarrollo de la operación Cóndor que tuvo lugar durante la dictadura militar de 1973 a 1990. En ambos periodos mencionados, actuaron los gobiernos de Argentina y Chile aliados y coordinados en sus acciones de exterminio. Respecto de la denominada pacificación, resulta útil recordar que mientras el ejército chileno libraba una guerra contra los mapuche, arrinconándolos contra la frontera argentina, por el otro lado de los Andes, las tropas argentinas también combatían contra los mapuche en la denominada guerra del desierto, acorralándolos hacia su frontera con Chile.

    La historia oficial ha omitido referirse a este genocidio, posiblemente por la vergüenza que deben experimentar los historiadores al saber que el ejército chileno participó en masacres de mujeres, niños y ancianos, además de haber contado con armamento y adiestramiento muy superiores, y de haber actuado respaldado con una alianza tan poderosa. Este genocidio dejó lo que hoy son las regiones del Biobío y de La Araucanía desiertas de mapuche y aptas para estimular aún más la ocupación permanente y progresiva de los wingkas en estos territorios, olvidando lo acordado en los parlamentos de Quilín y de Negrete, en 1641 y 1803, respectivamente, entre los mapuche y el Estado español, y años después el decreto de don Bernardo O’Higgins Riquelme, mediante el cual garantizó a los mapuche la propiedad perpetua de sus suelos, reconociéndolos como legítimos dueños de sus territorios ancestrales donde habían vivido desde tiempos pretéritos.

    En este capítulo se relata cómo se fue generando el prejuicio racial y materializándose la discriminación que mantuvo vivo el conflicto que hoy resurge con renovadas fuerzas entre los mapuche y las empresas forestales, eléctricas y los propietarios agrícolas, que no es más que la continuidad del arrebato de las tierras, casas, ganado, destrucción de las siembras, asesinatos y otras violaciones a los derechos humanos por el grupo mayoritario.

    En la parte titulada Significación psicosocial de la marginación, se demuestra cómo la marginación y la pobreza en las que quedó sumido el pueblo mapuche han incidido poderosamente en su postergación y discriminación, que aparece palpable al comprobarse que ha sido ignorado en las decisiones sociales y políticas del país y sus miembros desviados hacia cargos, funciones y ocupaciones menores y, por último, cómo se ha ido destruyendo la sociedad mapuche, aboliéndose la propiedad colectiva, con las consecuencias psicológicas y sociales correspondientes, todo lo cual, junto con el establecimiento de las reducciones, ha marginado a este pueblo y lo ha conducido a su pobreza y actual postergación.

    En Psicología del mapuche, el autor se refiere a algunas de las fuentes que comentan la apreciación que los europeos desde siempre han tenido de los mapuche. En ellas sus autores hablan de un pueblo noble, poseedor de humanidad y respeto, hospitalarios, detentadores de una etiqueta especial que observaban con la mayor rigurosidad y que demostraban una crianza (educación) digna de las naciones más civilizadas. Y que en nuestros días siguen siendo personas acogedoras y cariñosas con las visitas, a las que reciben en sus casas campesinas ofreciendo asiento y compartiendo algún alimento, además de ser solidarios. Todo esto lo he comprobado personalmente al estar, muchas veces, por algunos días, en comunidades huilliche, pehuenche, lafquenche y picunche, con motivo de juicios, charlas o de visitas con alumnos extranjeros. En esta parte del trabajo se comenta cómo se fueron generando los prejuicios de violentos, ladrones, sucios y flojos, entre otros apelativos, que han contribuido prodigiosamente al racismo, la marginación, la discriminación y la postergación del pueblo mapuche.

    Resultan valiosos los conceptos explicados en el capítulo VI relativos a los aprendizajes, préstamos culturales y a la resistencia. Sin embargo, sobre el primero de estos aspectos quisiera detenerme y reflexionar un poco más. El autor refiere cómo Leftraru (Lautaro) estudió a los españoles y compartió sus métodos para poder derrotarlos. Este hecho, aunque se haya dado a los inicios de la larga guerra, no se ha repetido más en forma exitosa. ¿Qué ha pasado? ¿Terminó la hora de los toquis? ¿Se llegó al momento en que el brío y la astucia se agotaron? Lo cierto es que este aprendizaje y los resultados del mismo, no se repitieron más. Sin embargo, la historia mundial nos ha demostrado la existencia de muchos triunfos trascendentales basados en el aprendizaje y su asimilación, unidos a otros factores altamente valiosos. Para señalar algunos, recordemos los logros obtenidos en el siglo recién pasado de Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Mandela, entre otros, en los cuales se aprecia que desde la mayor discriminación, postergación y violencia ejercidas con respecto de sus respectivos pueblos, lograron revertir estos flagelos, obteniendo el fin de sus ocupaciones, la igualdad y la autodeterminación de sus pueblos.

    Cuando el profesor Paillalef analiza el tema de la aculturación, toca uno de los puntos que más daño ha causado a los pueblos precolombinos: la imposición de la cultura del invasor sobre la del pueblo invadido. En el continente americano muchas civilizaciones altamente desarrolladas sufrieron una gran transculturación hasta caer en el olvido Se deduce, al avanzar por esta parte, que el pueblo mapuche mantiene su cultura, costumbres, cosmovisión y lengua precisamente porque nunca ha sido vencido. Sin embargo, se advierten ciertos rasgos de aculturación como lo explica el ensayista, al preferir, ciertos longkos conspicuos, la educación wingka sobre la tradicional de su pueblo.

    El autor hace un llamado de alerta al referirse a la gran cantidad de integrantes del pueblo mapuche que emigra de sus campos para trabajar en las grandes ciudades. Explica cómo van engrosando las gigantescas masas de seres discriminados, en un medio sumamente adverso, dando origen a la capa más marginada y más pobre de la población. El autor nos da una visión desoladora respecto de la pobreza y su efecto desfavorable en la educación de los mapuche. Al respecto señala: Al Estado de Chile le corresponde responder por los perjuicios cometidos tras su vergonzosa acción conocida como pacificación de la Araucanía mediante lo que hemos denominado indemnización por los daños inferidos por la ocupación de sus territorios. El total financiamiento de la educación para los mapuche es una forma de ir pagando en parte esta deuda. Esto implica transformar la pobreza de la escuela en escuelas distintas, en lo posible experimentales, para que también los maestros tengan acceso a la investigación y al perfeccionamiento en su profesión.

    Pienso que esta indemnización la debe el Estado a todos los pueblos originarios sobrevivientes.

    La indemnización considerada en esta obra como una deuda por pagar, es de vital importancia. Resulta evidente que mientras no se materialice, va a continuar la animosidad recíproca, la resistencia del pueblo mapuche, la permanente invasión wingka y muchas acciones consideradas subversivas por parte de los mapuche. En consecuencia, van a continuar los efectos de la discriminación, el racismo y la marginación señalados. Al respecto, debemos destacar que esta indemnización debe ser producto de un importante esfuerzo nacional generado a base de impuestos y de medidas económicas adecuadas. Debe existir una voluntad sincera de restituir lo suyo, por parte del Estado, a los mapuche.

    En lo referente a la devolución de las tierras, debe efectuarse con un conocimiento realista de lo que la tierra implica para este pueblo. Las tierras son parte de cada mapuche y cada tierra corresponde a un grupo mapuche determinado, constituyendo una parte integrante de su ser.

    El pueblo mapuche, hoy carente de su tierra, se encuentra ubicado en el sector de irremediable pobreza. Por ello, además, en las medidas a adoptarse, debe existir la voluntad estatal de resolver esta situación de emergencia nacional.

    El profesor don Julio Paillalef concluye su ensayo señalando que estando en los inicios del siglo XXI, con un evidente desarrollo de la sociedad humana a nivel mundial, es el momento de pensar en fundar la institucionalidad de este país, para incluir a los mapuche y demás grupos sociales, frecuentemente atropellados en sus derechos. Los mapuche deberían ser una identidad dentro de Chile, con el respeto y la responsabilidad que esto implica por ambas partes. Solo así se entiende asumir en conjunto las responsabilidades de la gestión política y administrativa del Mapuchemapu, territorio donde siempre han vivido. Es la condición para garantizar un cambio real que busque la inclusión de la etnia y un verdadero desarrollo de la diversidad.

    Compartiendo plenamente este criterio, pienso que la referida refundación de la institucionalidad debería efectuarse a través de la promulgación de una nueva Constitución que reconozca la calidad de pueblos nacionales a los aymara, mapuche, pascuense y quechua; que establezca sus respectivas lenguas como oficiales; que otorgue una igualdad efectiva a los integrantes de todos los pueblos nacionales y que

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