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Rompiendo el Orden: Rompiendo el Orden, #1
Rompiendo el Orden: Rompiendo el Orden, #1
Rompiendo el Orden: Rompiendo el Orden, #1
Libro electrónico204 páginas2 horas

Rompiendo el Orden: Rompiendo el Orden, #1

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Información de este libro electrónico

En un mundo donde soñar está prohibido, sólo los determinados sobreviven.

Sueños, Creatividad, y Magia-- todos se fueron con una sola orden. Prohibidos de las cosas que te hacen diferente, las personas acuden a un estilo de vida aburrido y práctico. La creatividad es un crimen. Las artes son Atrocidades. La desobediencia significa la muerte. 

Se espera que la hija del Vergudo Principal de El Régimen siga sus pasos, pero Calista Knight de catorce años es curiosa de emoción, creatividad, y sueños. No ayuda que esté aislada y sea abusada en el colegio por su asma.

Cuando el chico nuevo, Wes, la anima a que deje de tomar la medicina de prevención de sueños y la introduce a la creatividad, una nueva vida se abre para ella. La magia se vuelve muy real, y con los sueños y la creatividad entrelazados, los límites no tienen fin.

Pero El Régimen no quiere que nadie sueñe.

Calista es una amenaza para el orden.

Sólo tiene dos opciones: superar sus propios miedos personales y la desaprobación de su sociedad, o terminar igual de estéril e incolora como las personas a su alrededor.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento19 ene 2020
ISBN9781547577200
Rompiendo el Orden: Rompiendo el Orden, #1

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    Rompiendo el Orden - C. Kopf

    Nota de autor

    A todos los soñadores allá afuera...

    Sigan soñando e inspirándose a ser quienes son. ¿Quién sabe? Con tu determinación y paciencia podrías llegar a donde quieres ir en tu vida. Tal vez te encuentres en un mundo que nunca imaginaste. Deja que los sueños sean tu magia y confía en aquellos en los que más confías. No hay límite en intentarlo y ningún éxito viene sin fallos.

    -Catherine Kopf

    Agradecimientos especiales a...

    Dios, Erin Hughes, Emily Holmes, Marlo Nall, y a mi familia por inspirarme a completar esta historia.

    Tabla de contenidos

    Nota de autor

    Agradecimientos especiales a...

    Tabla de contenidos

    Uno:

    Dos:

    Tres:

    Cuatro:

    Cinco:

    Seis:

    Siete:

    Ocho:

    Nueve:

    Diez:

    Once:

    Doce:

    Trece:

    Catorce:

    Quince:

    Dieciséis:

    Diecisiete:

    Dieciocho:

    Diecinueve:

    Veinte:

    Veintiuno:

    Veintidós:

    Veintitrés:

    Veinticuatro:

    Veinticinco:

    Veintiséis:

    Veintisiete:

    Veintiocho:

    Veintinueve:

    Treinta:

    Treinta y uno:

    Treinta y dos:

    Treinta y tres:

    Sobre la autora:

    Uno:

    Tenía catorce años, curiosa, y mi navegación de internet por la noche ya podría haberme dado una condena de muerte.

    Al menos esas eran las reglas— las leyes que mantenían en marcha a la sociedad. El Régimen protegía mi mundo con su liderazgo. Salvaba a las personas en sus brazos, y ellos encerraban el mundo exterior.

    Las personas no podían decir que eran tan estrictos. Navegar por internet estaba bien, pero buscar lo que yo investigaba a la noche podía ser considerado un acto de rebelión.

    Cliqueé la barra de búsqueda en la pantalla de mi ordenador. Preguntas quemaban en mi cabeza. Mientras tocaba las teclas, una sola frase yacía escrita y lista para que yo la buscara:

    ¿Cómo es soñar y usar la creatividad?

    No, eso era muy específico. El bloqueo de El Régimen nunca dejaría pasar esa pregunta, aunque usara el software de mi padre. No era una rebelde, aunque fuese curiosa. ¿No podía al menos tener una figura clara de cuáles eran las actividades ilegales así podía denunciarlas?

    Tipeé otra frase en la máquina de búsqueda, manteniendo mis palabras cortas y claras. Cuanto más específica fuese la pregunta, más banderas podían sonar en el fin de El Régimen. Yo no quería eso.

    Magia: definición.

    Sólo escribiendo la palabra podía ponerme en la lista de vigilancia, pero no se me podía ocurrir algo mejor. No era una persona creativa, y, hombre, estaba agradecida. La sociedad desaprobó la expresión por quince años— al menos según lo que Abuela decía— y cualquiera que fuese atrapado haciendo algo relacionado con ello moría.

    Mi búsqueda terminó en letras rojas codificadas a través de la pantalla de mi ordenador:

    BLOQUEADO

    Maldiciones... Murmuré las palabras en voz baja, tratando difícilmente de no hacer sonido alguno.

    La palabra actuó como una señal de alto, un callejón sin salida. Las crudas palabras cubiertas en rojo me recordaron al sistema. Me recordaron de la sangre que Padre honorablemente derramaba diariamente. El Régimen movía su dedo como un tercer padre para decirme qué había hecho mal.

    Me acerqué a mi escritorio para agarrar mi cuaderno negro— atado como un diario y gastado en los bordes. Las páginas eran viejas y de color crema, raras para mi época. Me recordaba a algunos ítems en el maletero de mi Abuela guardado en el ático. El cuaderno fue encontrado por pura suerte, y Abuela estaba feliz de verme utilizándolo.

    Agarrando el cuaderno, lo solté en la caminata de vuelta hacia mi cama. Un ruidoso golpe hizo eco en el piso de piedra de mi habitación. El silencio se rompió con el sonido, pausé. Lo que podría haber sido un pequeño error para mucha gente, podría haber sido el fin de mi vida.

    ‘Mierda...’

    El suelo crujió fuera de mi puerta, y una sombra se veía en las luces bajo ella. No, él nunca podía enterarse. Sólo podía imaginar lo que haría si se enterara.

    Pateé el cuaderno bajo mi cama con mi pie y escondí el sonido lo más que pude.

    El picaporte de mi puerta chirrió abierto. En un instante, cerré el ordenador debajo de mis sábanas y me hice bolita. Cerrando mis ojos, me quedé quieta mientras calmaba mi corazón acelerado. Mis manos agarraron el computador, esperando que la figura se fuese. No podía dejar que se viera que estaba despierta— no si valoraba el respeto de mis padres... y mi propia vida.

    ¿Ves, Hugo? Te lo dije. Calista está profundamente dormida. La voz rasposa de Abuela persistía en el pasillo.

    Juro que escuché algo aquí. Padre refunfuñó.

    Cariño, sabes que Calista conoce las reglas. Es tu hija. Mamá dijo.

    Padre, solo deja a Cal tranquila, ¿okey? la voz de mi hermano mayor, Ambert, hizo eco fuera del cuarto.

    No te pregunté. Padre rechinó sus dientes.

    Vayamos a la cama, Hugo... La voz de Mamá pronunció. Su tono gentil reflejó su suave naturaleza.

    Padre salió de mi habitación, cerrando la puerta detrás de él. Me acomodé en mi cama y abrí mi ordenador nuevamente. Soltando un suspiro, estaba aliviada de estar fuera de su radar. La barra de búsqueda vacía permanecía clara en mi rostro— esperando sus órdenes para saber qué buscar.

    De nuevo, otro pensamiento curioso pasó por mi cabeza:

    ¿Qué es soñar?

    Mi computador se congeló. Un pequeño reloj de arena de carga apareció cerca del puntero. No podía creer que los habitantes tuviesen que esperar hasta el año siguiente antes de que el último modelo de ordenador portátil saliese. A pesar de todo, no estaría actualizado, sólo el mismo computador en una cubierta nueva.

    El ordenador volvió con un resultado, pero sólo la definición de los libros que he sabido por años. Quería saber más, no sólo la clarificación e información genérica. Solté un suspiro y traté de aliviar mi frustración. No era como si pudiese preguntarle a alguien sobre ello.

    Con un bloqueo del gobierno sobre lo que se podía ver, cualquier búsqueda era difícil. Bajo mis sábanas, podía hacer todas las preguntas que quería, aunque todo lo que tuviese fueran resultados brindados por el gobierno.

    Fue un secreto guardado entre mi portátil y yo, del que Padre nunca podía enterarse.

    Él era un fan de las reglas, y era muy bien respetado por El Régimen. Si se enterase, sus lealtades estarían divididas. Él podría matarme. Las personas escribirían ‘La curiosidad mató a Calista’ en mi tumba— si estuviese marcada. Yo sería afortunada con tan solo tener un lugar de entierro con mi nombre en la lápida.

    Pero yo no quería morir. No quería rebelarme. Sólo quería respuestas, un cierre a mi curiosidad. ¿Eso era tan malo? Al menos esperaba que El Régimen pensara que estaba siendo buena. Aunque mis intenciones fuesen así, si ellos decían que eran malas, no había nada que pudiese decir para cambiar sus mentes.

    Luego de refregar mis ojos y bostezar, cerré mi ordenador, lo puse a cargar— asegurándome de no pegarle a mi frasco de Antisuero para mañana—, y descansé en mi cama por el resto de la noche. Hice suficiente por una noche, aunque no haya encontrado respuestas. Sábanas cubrían mi cuerpo con una cobija cómoda y caliente. Mis párpados me pesaban y dieron la bienvenida a mi sueño sin sueños.

    Mi curiosidad podría haber sido incontrolable, pero prefería estar segura que ser radical.

    Mi hogar era tan seguro como podía ser.

    Abriendo mis ojos la mañana siguiente, me sentí rígida, sin vida, y como un zombie. Mi piel pálida y pecosa contrastaba contra el tinte brillante de mi cabello. A pesar de todo, la rigidez no me dejó sin emociones. Todavía las tenía, todavía las amaba, pero me sentía un poco vacía. Creo que igual no importaba.

    Estirándome en mi cama, lentamente apoyé mis pies en el piso. El metal estaba frío al tacto, aún después de una larga noche en la cama con la calefacción encendida. Olí una de mis axilas. Era definitivamente el día de baño, y estaba agradecida de tener el turno para bañarse esta semana. Nadie de ninguna manera era pobre en El Régimen, sólo regulados. Duchándose una vez por semana nos permitía ahorrar en nuestros suministros de agua.

    Me duché y me vestí para el colegio.

    Dos:

    Atando los cordones de mis botas, me aseguré de que cada moño fuera simétrico. Mis khakis atados en el dobladillo. Un Comandante aprobado C estaba cocido en la tela de mi polo negro y chaqueta gris. Cualquier cosa sin su sello me metía en problemas por el código de vestir de El Régimen. Atendiendo a la Academia Militar Fortress no ayudaba a la situación. Las cosas eran más estrictas allí.

    Dirigiéndome a mi escritorio, agarré un frasco vacío cuya etiqueta decía ‘ANTISUERO: TOMAR DE NOCHE. PROTEGE CONTRA LOS SUEÑOS E IDEOLOGÍA RADICAL HASTA 10 HORAS.’

    Si no fuese por el Antisuero emitido por El Régimen, mi vida sería diferente— insegura, radical, y probablemente peor. Agarré el frasco y salí de mi habitación. La puerta crujió cerrada detrás de mí.

    Me apresuré al bajar por las escaleras. Un largo pasillo me separaba de la cocina. La pared estaba llena de leyes encuadradas en marcos negros. Nuestra casa era fría y blanda, pero era mi hogar.

    ¿Calista? ¿Eres tú? Mamá preguntó.

    Sí, Mama. Mi vos tembló por falta de agua.

    La voz de Mamá venía de la cocina. Ven aquí antes de que sirva el desayuno

    Mis ojos se agrandaron. Sólo un segundo.

    Entré a nuestra cocina, un cuarto pequeño comparado con los otros en nuestra casa, pero cómodo. Avena nubló mi nariz en una serie de delicias. La comida favorita de Abuela era un olor placentero en las mañanas. Lancé mi frasco al cesto de residuos y me senté en nuestra mesa de metal circular. Había platos limpios para tres personas sobre ella, y el cuarto era un desastre, migajas yacían en él.

    ¿Supongo que Ambert se fue deprisa nuevamente? Mi cabello rojo rizado rebotaba mientras me giré para mirar a Mamá.

    Mantuvo sus opiniones encerradas como siempre lo hacía. Mamá era una mujer de pocas palabras, cubierta en rasgos pálidos— hasta su cabello era de un tono marrón pálido.

    Abuela era menos educada sobre el desastre, su voz hablaba con descaro. ¿Alguna vez limpia?

    Ella cojeó a su asiento con la ayuda de su bastón de madera y ajustó su suéter rojo demasiado grande. Agarró su mano frágil y corrió un mechón de pelo de pimienta fuera de su rostro.

    Deja que te ayude, Abuela. Me paré de mi asiento y saqué su silla por ella.

    Gracias, señorita. Abuela se sentó y me dio una sonrisa casi sin dientes.

    Volví a mi asiento de metal, sin decir una palabra. Los únicos ruidos en la cocina eran los huevos de Mamá crepitando en la hornalla del horno. Observaba de un lado al otro a Mamá y Abuela antes de mirar mi regazo.

    ¡Maldición! Todavía no puedo ver esta letra pequeña... Abuela usó sus dedos para alargar el artículo de noticias en su pantalla holo.

    Ma, ¿no puedes esperar a que sirva el desayuno? Mamá preguntó.

    Mis dedos jugueteaban en mi regazo y ajusté mi polo y mi chaqueta. Nada podía ir fuera de lugar, no si no quería estar en la lista de vigilancia. Nadie quería eso.

    Mamá sirvió el desayuno y tomó su lugar al lado mío, dejando un tazón para Abuela y un plato lleno de huevos revueltos para mí.

    ¿Pasa algo malo, Calista? Mamá colocó una mano en mi hombro.

    Sólo... sólo preocupada por el colegio. Eso es todo... Balbuceé.

    Pensar en el colegio envió un escalofrío por mi espalda. Pruebas, tarea, exámenes de lado, no podía sobrevivir con mis compañeros de clase.

    Abuela rio y apagó la pantalla holo. Era diferente cuando nosotros crecíamos.

    ¿En serio? Dejé que un bostezo escapara de mis labios, un signo claro de las consecuencias por investigar tan tarde.

    Mamá paró de limpiar, mirándome fijamente a los ojos. Agarró una manzana del estante más alto y me la dio. Come esto. Te ayudará a ganar algo de energía.

    Ahora, Suzanne. Déjame hablar, Abuela desvió su mirada de vuelta a mí, No nos graduamos a los dieciséis. Dejamos la escuela secundaria a los dieciocho, y después, tuvimos todo tipo de clases: ingeniería, música, pociones...

    ‘¿Música? Nunca he oído hablar de eso antes...’

    Mordí mi manzana, saboreando el sabor jugoso.

    Los ojos de Mamá se volvieron redondos. Ma, si alguien descubriera que estás hablando de ideología radical, sabes lo que pasaría. No podría soportar...

    ¿No puedo contarle algunas historias a mi nieta? Además, tú también disfrutaste esas clases cuando tenías su edad. No lo niegues... Abuela sonrió.

    ¿Mamá? ¡¿Tú?! Me quedé boquiabierta.

    Eso no podría estar bien. Mi mamá no empezaría una rebelión contra El Régimen o participaría en la magia. Ella era cuidadosa, reservada... no una rebelde. Si ella participaba en una ideología radical, ¿por qué estaba prohibido?

    Mamá colocó una mano sobre mi hombro.

    No es de tu preocupación ahora, Calista. No te pongas demasiado curiosa. Ya no podemos hacer esas cosas. Sólo necesitamos quedarnos en el sistema, mantener nuestras cabezas bajas, protegernos el uno al otro. Eso es todo lo que una familia hace, y...

    Me sobresalté— sólo un poco— cuando la puerta de la cocina se

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